CIENCIA Y PACIENCIA
Todos los elefantes del circo
padecemos del corazón,
—debido al miedo al suplicio
de los entrenadores al duro trabajo,
a la vergüenza de haber llegado a ser mansos domesticados
al ridículo de poner nuestras toneladas en pie
para bailar el vals de Strauss—.
Todas las morsas del circo
padecemos también del corazón,
al igual que algunas totovías
que en cautividad soportan extrañas arritmias
y cantan con la aurícula izquierda
en vez de con las alas.