CIEGO EN GRANADA
Todos somos ciegos en Granada,
tú, yo, y ése que se come su tajada
esta noche la luna anda menguada,
pero a mí, particularmente, no me importa nada.
¡Malhaya quien sólo se esmera
para ser topo de golpe o escalar por la lendrera!
¡Bendito tú,
ser luciente,
que das la sal por la arena
o el azúcar por un niño.
—¡Por eso yo te doy el pimentón!—
¡Bendecido sea quien deja lo que ama por iluminar.
… aunque pueda morir Uno de Oscuridad!…
¿Qué importa si quedan once —apóstoles
y no muere el Maestro?