—22—

 

Me miro en el espejo una vez más.

—Ya solo te queda la escena final —chilla alegremente, Anabel.

—Eso espero. He estado nerviosa durante toda la obra —menciono, con una sonrisa fingida.

—No lo parece —me anima.

Le vuelvo a sonreír.

La obra ha ido viento en popa. Todos los actores hemos hecho lo mejor que podemos. Nadie se ha equivocado. Y tal parece que todos hemos hecho las expresiones correctas.

El público ha estado expectante, lo puedo sentir y lo he visto de tras de la cortina que nos separa a los actores que no estamos en el escenario.

El teatro ha sido completamente remodelado, y todo esta fantástico.

Todo ha ido de maravilla.

Excepto… yo.

No he podido hablar con Ethan. Le he mentido diciendo que quiero tiempo para practicar las escenas, para practicar yo sola. Solo nos hemos visto para los ensayos generales y ni siquiera hemos hablado más que solo para decir los diálogos, lo que implica que en realidad no hablamos.

No he podido dormir en estos días.

Desde que deje la casa de Ethan, no he podido pensar claramente. Me he refugiado en la obra, y cada vez que la leía, me sentí más y más identificada con Minerva, con la diferencia que ella no tenía la culpa de todo lo que le estaba pasando.

Si la historia fuera verdadera, no me cabria duda, que Minerva y yo, no tendríamos nada en común. En cierta forma, sus sentimientos y los míos son similares, pero hasta ahí se quedan las similitudes. Ella fue la victima de todas las cosas que le hicieron. En cambio, yo… solo he sido una retorcida que encontraba la felicidad en el sexo, una holgazana que ni siquiera intento buscar un trabajo cuando se vio obligada a velar por sí misma. 

Nunca me había sentido de esta manera.

Antes era obediente, después, una malcriada que solo quería sexo, y ahora… ahora, solo quiero sentirme como me siento cuando estoy con Ethan, o sea, plena. Soy yo cuando estoy junto a él. No hay más paredes que dividan mi interior con lo que le muestro a las personas. No hay más barreras para protegerme.

Pero, no sé si podría seguir así sin él.

Lo he pensado estos días, y no quiero ni imaginarme como seria toda mi existencia sin él.

Parece tonto depender a tal grado de una persona.

No me había pasado por mi mente algo como eso. Sentir que me voy a desgarrar de adentro hacia fuera, si él no está conmigo. No lo quiero.

No quiero vivir sin Ethan. Pero, he llegado a una conclusión inevitable. Luis, tiene razón. Yo no puedo ser feliz sin decirle toda la verdad, sin contarle mi pasado tan vergonzoso y sobre todo, sin intentar estar junto a él.

Debo contarle todo.

Debo velar por su bien, aun si eso implica que me llevare a mí.

Lo he decidido. Si Ethan, no quiere volver a estar conmigo, aun después de la explicación, aun después de mis suplicas… lo dejare ir.

Sé que Luis, me dijo que si él no me veía como era, y todo eso; no me merecía. Pero no creo que sea así. Soy yo la del problema y como tal, debe de funcionar.

—Ya vas a salir, Cassandra —me dice la maestra, que es quien nos ha estado ensayando conjuntamente con el maestro, pero sobre todo ella.

Me levanto.

Es una suerte que hayan hecho dos camerinos en el teatro. Uno para mujeres y otro para hombres, de esa manera he evitado a Ethan. No quiero decirle hasta que concluya la obra.

Me enfoco en el papel. Me meto bajo la piel de Minerva, y simulo ser ella.

***

—Mi señor, yo no podría aceptar tal petición —digo dándome vuelta, para no ver a Ethan, o en realidad, no ver al personaje que él interpreta.

Es la última parte de la obra.

—Minerva —pone una mano sobre mi hombro—, dime ¿Por qué me rechazas, si yo te amo?

Suspiro pesadamente.

—Eres muy bueno para una desdichada como yo —pronuncio con voz quebrada—. Tú no tienes a nadie quien te detenga. Puedes tener a una mujer que este libre… de todo.

—No lo comprendo, hablame claro, por favor —suplica.

Me doy vuelta para encararlo.

Por un momento, cuando veo a Ethan a los ojos, mi voz se queda sumergida en mi alma, y mi corazón tiembla de miedo.

Me empujo a seguir con la obra antes de congelarme.

—No soy quien he hecho creer —confieso.

—¿Y quién eres? —pregunta asombrado.

—Soy una mujer que perdió una parte muy importante de ella, una mujer que se dejó tomar por las garras de un hombre malo y despiadado. Una mujer que no se merece a un hombre como usted —inclino mi cabeza, y las lágrimas saltan a mis mejillas y van directo al suelo.

Ethan, me levanta la barbilla con la mano, y me la roza suavemente con sus dedos.

—Eres tan perfecta, que ni siquiera te das cuenta que tus imperfecciones son una excusa para no sentirte superior a los demás. Si hay aquí alguien que no te merece, ese soy yo —me da un beso casto en los labios—. Nunca que te despreciaría por algo que no fue tu culpa, ni que tuviste que ver. Eres una mujer especial, y eso es lo que veo. No miro otra cosa más que tu puro corazón —seca mis lágrimas con su mano.

Sus manos se posas sobre las mías, tomándolas.

—Aceptame, y seré el hombre más feliz de la tierra, de la galaxia. Prometo hacerte feliz, y hare que te olvides de todo lo malo que te ha pasado. Prometo que borrare las marcas que ese hombre dejo en tu alma. Prometo, que si me aceptas, seré el hombre que mereces y el padre que tus hijos necesitan —su mirada es intensa, y quema mi alma.

Su cara se acerca a la mía.

—Te acepto, y yo, te prometo, que seré esa mujer de la que te sientas orgullosa —comienzo con el dialogo final—. Prometo, que no veré hacia atrás y que dejare todo lo que no puedo controlar. Prometo que te hare el hombre más dichoso todos los días de tu vida.

—Te amo —agrega Ethan.

Me quedo pasmada al escucharlo. Eso no estaba en la obra, y sé que no lo ha dicho como parte de ella. Me lo ha dicho a mí.

Mi corazón se detiene, y mis ojos derraman más lágrimas de las requeridas.

Sonrió tímidamente.

Es el momento más precioso de mi vida.

Sabiendo con que parte termina la obra… me acerco a él, y junto mis labios con los suyos. Dando mí último beso. Saboreando mi momento de gloria. Disfrutando solo un momento.

Un beso cálido, suave, y reconfortante.

Por un momento, noto cada fibra de su alma, por un instante me deleito en su ser. Solo… desearía que fuera eterno, pero nada lo es.

Al separarnos, ambos sonreímos.

Se cierra el telón, y todo el mundo comienza a aplaudir eufóricamente. Lo hemos hecho, hemos terminado.

—Eso estuvo increíble —dice Ethan, alegremente.

—Si —concuerdo—, estuvo increíble —mi emoción no es la misma que la de él.

Que haya terminado solo significa que estoy un paso más cerca de decirle toda la verdad, y eso, en absoluto, me emociona.

Abren nuevamente el telón, y saludamos al público con una reverencia. La gente sigue aplaudiendo al igual que hace un instante.

Luego, se nos unen todos los demás actores, y hacemos la misma reverencia. Después, el escritor de la obra, se acerca junto con los maestros, y se vuelve a hacer una ola de aplausos.

Todo esto es irreal para mí.

Es un sentimiento extraño. Por un lado estoy feliz de que todo haya salido bien, pero por otra parte… estoy aferrándome a los últimos momentos que tengo con Ethan.

Lentamente, todos nos comenzamos a ir detrás del escenario, hasta que solo quedamos Ethan y yo, y volvemos a hacer una reverencia al público, y luego nos metemos atrás del escenario.

—Te veré luego, Aby —me dice Ethan, caminando para el camerino de hombres.

—Si, recuerda que vamos a ir a cenar juntos. Tú y yo —le digo tratando de no mostrar mi aflicción.

—Excelente, solo hablo con mis padres entonces.

—En dos horas —le recuerdo

—En el parque —termina.

Asiento con una sonrisa falsa.

Al llegar al camerino, me cambio rápidamente. Me quito todo el maquillaje, que por desgracia es mucho, porque en un teatro se debe ocupar demasiado para enfatizar las facciones.

Salgo del camerino y me encuentro con mi padre.

Tiene una enorme sonrisa en su rostro.

—Estuviste asombrosa —exclama feliz y quizás orgulloso.

—Gracias, papá.

—Creo que ya sabes a lo que debes dedicar si no te gusta la psiquiatría —bromea.

—En realidad, esto es un pasatiempo que me gusta mucho, pero no lo considero mi medio de vida. Perdería la gracia —hago un puchero.

Mi padre, se ríe ampliamente.

—Tienes razón. Lo que nos gusta debería ser nuestro pasatiempo, así, no los llegaríamos a odiar cuando fuera obligatorio hacerlo. Saliste igual de inteligente que yo —murmura y luego me abraza con solo un brazo.

—Creo que sí. ¿Papá?

—¿Sí?

—Le diré todo a Ethan —suspiro.

—Me lo imaginaba. Algún día lo tendrías que hacer, y sabía que no cometerías el mismo error que yo de esperar años, y años.

—Creo que espere mucho, de cualquier manera. No te enojes por lo que te voy a decir —advierto—, pero digamos que hay alguien que me ha obligado a hablar…

—¿Quién? —exige molesto.

—¿Te recuerdas que te dije que había un tipo que estaba chantajeando al que sería —aclaro mi garganta—, mi ex?

—Si me recuerdo —ruge, aun molesto.

—Pues, es él. Me encontró, y me amenazo con contarle a Ethan. Él quiere algo que no estoy dispuesta a darle, y no lo estaré nunca. Y si es inevitable que Ethan se entere… prefiero ser yo quien se lo diga —musito más tranquila de lo que podría imaginar que estaría.

—¿Crees que ese hombre parara con ello? —pregunta más calmado.

—No. Por ello voy a ir a hablar con él, ahora mismo —le digo muy segura.

—¿Quieres que vaya conmigo? —pregunta con cautela.

—Preferiría ir sola. Me encontrare con él en unos minutos. Pero si te agradecería un consejo —bufo ante la ironía. Antes, no le hubiera dicho nada, y hoy busco su consejo.

—Nada más, que busques tu bienestar. No importa lo que ese hombre quiera, eres lo suficientemente madura para ver lo que es lo que te conviene a ti —pone su mano sobre mi hombro y le da una sacudida reconfortante.

Le doy una mirada significativa, y luego me voy a buscar a Sebastián.

Salgo del teatro, y me voy directo a la nevería en la que he quedado con Sebastián.

Cuando lo llame, ayer, él parecía arrogante, como si hubiera ganado y yo me hubiera rendido a sus pies. Quizás es lo que espera que pase, pero no es lo que sucederá.

Sin importar todo lo que me diga, o trate de hacer, me mantendré firme, le hare frente.

Lo veo entrar.

—¿Quieres algo? —pregunta cuando esta frente a mí.

—No, gracias —digo con calma.

—¿Segura que no quieres, nada, preciosa rubia?

—Si —contesto tratando de mantener a raya mi carácter.

Me guiña un ojo, y hace una de esas sonrisas de lado, y luego se va a pedir un helado de chocolate y una botella de agua.

Al llegar a la mesa, se sienta, y me pasa la botella con agua.

—Necesitas hidratarte desde ya —dice con doble sentido.

—No vine por eso —lo desconcertó.

—¿Entonces? —se pone serio.

—Vine a decirte que ya no me interesan tus amenazas. Puedes publicar en un periódico todo lo que he hecho, si te da la gana. Puedes tratar una y mil cosas. Pero yo no voy a ceder. No voy a dejar que me manipules, te lo dije antes y te lo confirmo —le digo con firmeza.

—Eso es lo que tú crees, cariño —se burla de mí.

—Es lo que pasara —afirmo—. No pienso vivir siempre a la sombra de lo que hice, y menos pienso hacer que eso me maneje. Ya lo había pensado antes, sabes. Y tú solo me estas empujando, así que te debo dar las gracias.

—Eres una rubia tonta que no se da cuenta que puedes arruinar todo si se dan cuenta quien eres en realidad —sentencia.

—Claro que me doy cuenta, pero no pienso permitirte que hagas lo que quieras. ¡Solo el cielo sabe hasta cuándo te detendrás si te lo permito!

—Le contare todo a tu padre, a tu novio y a sus padres —dice con malicia.

—Mi padre ya lo sabe —le aviso.

—Pero no tu novio…

—No, pero se lo diré en un poco tiempo. Y de él saldrá si le cuento a sus padres o no. No quiero vivir escondiéndome como un avestruz. Así que, te recomiendo que busques a otra mujer para chantajear. O comprate una yegua. No me importa. A mí no me puedes comprar.

—Te diré dónde está tu madre —recurre como último recurso.

—No me importa esa mujer.

—¿Enserio? —dice con una sonrisa de no creerse nada.

—Como ya has de saber, ella me abandono, y no me importa conocerla. Y sobre todo, no me importa ninguna de tus propuestas. Acostumbrate a que te digan que No —aconsejo, levantándome del asiento.

>> Espero no volverte a ver nunca —me despido—. Y ya sabes que no me importa lo que hagas con lo que sabes.

Me mira con el ceño fruncido.

—Vete a la mierda, rubia estúpida. No eres la única mujer —se levanta de la silla y me empuja con su hombro cuando pasa a mi lado.

Respiro más tranquilamente cuando lo veo irse y no volver a verme.

Creo que se acabó. Creo que ya se aburrió. Ya no hay más Sebastián Evans.

Una carga, se quita de mi espalda.

Solo queda una. Aceptar todo lo que he hecho frente a Ethan.

Salgo de la heladería. Me subo a mi auto, y me dirijo hasta donde está el parque. No está lejos, pero no tendré a nadie que me lleve cuando todo esto acabe.

Aparco cerca del parque y me bajo.

Es de noche, y hace un poco de frio.

Voy directo hasta la banca en la que irónicamente, fue en la que me senté antes de enterarme del teatro, cuando quería descansar del torbellino que sentía por Luis. Eso parece que fue hace años. Ha pasado tanto desde ese entonces.

Miro todo el parque y me alegro de que sea aquí.

De cierta forma, me gusta que sea aquí donde termine o pase a un nuevo nivel mi relación con Ethan. Aquí comenzó y es justo que aquí de ese paso.

Una brisa me altera todo el cabello.

Para la obra, me lo he tenido que poner en una cola de caballo para que me pusieran una peluca oscura, ya que no podían dejar que la protagonista fuera rubia. No entendí porque. Pero cuando me lo he soltado hace unos momentos, me ha quedado todo encrespado.

Trato de no pensar en nada. Ya demasiado lo he hecho, y lo peor es que últimamente, mis pensamientos son repetitivos. Creo que he comenzado a memorizarme lo que pienso decir, y quizás solo deba dejarme llevar. Decir lo que hay en mi corazón y hablar con la verdad.

Espero una hora completa a que Ethan llegue.

Al final, lo veo aparecer, frotándose los brazos con sus manos.

Se ha puesto un pantalón caqui, y una camisa celeste de botones, manga larga. Se ve similar a la ocasión en como lo vi la primera vez. Con sus converse y sus gafas con aumento.

—Hola, Aby —dice feliz, cuando se sienta a la par mía.

—Ethan… tenemos que hablar —le digo con una paz que jamás imagine que estuviera teniendo.

—Dime.

—¿Te recuerdas que te dije que había hecho cosas malas en mi pasado? —pregunto viéndolo a los ojos.

—Si, más o menos recuerdo que me dijiste algo —dice sin entender del todo porque lo saco ahora.

—Yo he sido una tonta por no contarte antes, y quisiera decirte que te lo estoy diciendo por mi voluntad, pero no sería del todo cierto y no te quiero mentir —comienzo a decir.

—¿Por qué te están obligando? —pregunta desconcertado.

—Porque el hombre se obsesiono con la idea de conseguir algo de mí. Mira, sé que lo que oirás será terrible y probablemente no me queras volver a ver, y lo aceptare, solo quiero que sepas que a pesar de todo ello, yo te quiero, y jamás quiero que me veas como la víctima, porque no lo soy. Cometí varios errores, pero no fue porque nadie me empujara a cometerlos. Creeme, sabía lo que hacía.

—¿Qué es lo que has hecho? —pregunta serio.

—Cuando tenía catorce años, un hombre adulto, con esposa y esperando a su primogénito, se fijó en mí. Yo no sabía nada de él, y no conocía que tenía esposa ni nada, pero tampoco me importo que fuera mayor —espero un minuto antes de seguir—. Yo, me acosté con él, muchas veces. Creía estar enamorada de él, de verdad lo creía. Ahora sé que no fue así. Conozco verdaderamente lo que es el amor, y no es lo que sentí por él —omito su nombre, tal y como hice con mi padre—. Cuando teníamos unos meses de relacionarnos —si es que se le puede decir así—, quede embarazada, pero yo conocía que él no quería un hijo conmigo. Me trataba mal, era como su muñeca. Pero no lo culpo, fue mi responsabilidad no quererme lo suficiente para no darme cuenta en que me estaba metiendo.

Respiro un momento, dejándolo procesar lo que le acabo de soltar.

—Nunca le llegue a decir que estaba embaraza.

—Espera —dice acelerado—. ¿Tienes un hijo? ¿O acaso abortaste?

—No y no. No aborte. Espera a que siga para que entiendas. Unos días después de enterrarme que estaba embarazada —prosigo contándole—, mi padre me llevo a una reunión que tenía con unas personas “importantes”, y da la casualidad que era en su casa. Ahí, me entere que él estaba casado y tenía a su esposa embaraza. Sentí que mi mundo se caía en mil pedazos. Me enferme, pero seguía adelante con la reunión. El problema fue los días siguientes. Me sentía débil y no quería nada de nadie. A los días, perdí a mi bebe —cuento con un nudo en la garganta y en el estómago—. No pude hacer nada, y eso es de lo que más me arrepiento.

Dejo un minuto, para poder controlar mis emociones. Esa angustia que siento todas las veces que recuerdo ese 11 de mayo.

—Nadie se enteró de mi embarazo, más que una doctora. Cuando eso paso, me quede unos meses hundida en la miseria, pero luego descubrí que es lo que me hacía sentir feliz… el sexo —las cejas de Ethan, se alzan hasta su frente y abre mucho los ojos—. No puedo excusarme, eso es horrible, pero era en lo único que me sentía bien. Ese momento era el único que alcanzaba la felicidad.

>> Lo siento, por contarte algo así. No creo que sean cosas que estás dispuesto a oír, pero si quieres seguir conmigo, o si esto te va a separar de mí en el futuro, prefiero que lo sepas desde ya.

Me mira fijamente, no tiene ninguna emoción, en apariencia.

—Me volví una descarada, una P—Puta —me cuesta decirlo—. No me importaba con quien era, ni cuando, ni si estaban casados, no me importo nada.

>> Antes de mudarme aquí, porque mi padre me echo, hice una cosa horrible. Me acosté con un vecino, él está casado, y luego —exhalo—, me acosté con su hijo.

Miro como la cara de Ethan se transforman en muchas emociones. Puedo ver, asco, enojo, confusión…

—Mi papá, se dio cuenta, y me hizo irme de su casa. Él hizo lo correcto.

>> No tenía a donde ir, ni tanto dinero como hubiera querido. Y aun cuando mi padre me dejo conservar mis cosas, estaba desesperada porque no quería vivir debajo de un puente —me rio sin encontrarle la gracia—. Unos días atrás, una señora se me había acercado a “hacerme una propuesta de trabajo”, que era bailar en un club para hombres —relamo mis labios que están resecos de tanto hablar.

Me asusta que Ethan no diga nada, ni se mueva de donde está. Ha vuelto a esa cara que no demuestra ninguna expresión.

—Llegue donde ella, pero me encontré con ese hombre con el que estuve a los catorce. Él era el dueño. Una coincidencia. Me contrataron y comencé a bailar ahí, seis noches a la semana. Mi ex jefe —mentalmente me pateo por usar ese término—, no me quería cerca de un hombre, que se me acerco un día, y yo simplemente quería llevarle la contraria.

—¿Ya nos habíamos conocido cuando eso sucedió? —pregunta serio.

—Sí. Te conocí un día después de que me advirtieran no acercarme a ese hombre —Ethan, solo asiente lentamente.

>> El hombre llego un día después de conocerte, y yo quería demostrarle a mi ex jefe, que él no podía decirme que hacer, por lo que hice algo estúpido. No importa que fuera, no fue para tanto, sino algo más para retarlo. Ese día, me quede sin trabajo. Todo paso tan rápido —reflexiono—. Pase un tiempo sin trabajo, que es cuando salimos más.

>> Después de unos días…, un día, recibí una llamada en el teatro que fue cuando te pregunte qué es lo que se necesitaba para arreglarlo.

—¿El dinero con el que se remodelo el teatro salió de tu amante? —pregunta con asco.

—Sí —admito a sabiendas de que con eso estoy delatando que es Luis.

—¿Te acostaste con un senador?

Asiento lentamente, humillada.

—Él necesitaba que volviera al club. Necesitaba que volviera si no quería que un hombre le dijera a los medios que él tenía un… prostíbulo, bueno, no es exactamente eso, pero ya sabes… no se vería bien eso. Yo estaba desesperada porque me estaba quedando sin dinero, pero no es excusa. Lo hice por él, porque me importaba, y me importa. No te mentiré con ello.

—¿Lo amas? —pregunta rígido y veo como una vena de su cuello delata su enojo.

—No. Nunca lo hice, pero no quería dejarlo así. De alguna manera, yo sentía que debía hacerlo. Él, me pidió perdón y…

—Espera, ¿él fue quien te llevo el día que nos conocimos y te lleve a ese hotel en el que vivías? —cuestiona recordando ese momento.

—Sí. Quería regresar conmigo, pero yo me sentía asqueada de él.

—¿Pero después aceptaste su ayuda y decidiste volver? —me reclama furioso.

No puedo culparlo por estar molesto.

—Sí. Yo lo hice porque él me confeso que… no importa, no quiero justificar lo que he hecho, porque me hare sonar como si no me hubiera equivocado. Yo… me reconcilie con él.

—¿Te acostaste con él, verdad? —me acusa.

—Sí —vuelvo a contestar.

Sé que cada vez que contesto con un sí, lo alejo más y más, lo siento.

—No sé si quiero saber más —dice pasando sus manos por su cabello.

—Lo comprendo, y en cualquier momento puedes irte, no te detendré. Conozco lo que he hecho, y como es visto. No puedo cambiarlo, pero quiero ser honesta.

—Sigue —instruye molesto.

—Me sentía bien teniendo lo que no pude obtener de él hace años. Estaba feliz, aunque eso solo duro un día —bufo—. Luego, me encontré con el hombre que estaba obligando a Luis, a traerme devuelta a trabajar, sabía quién era. Sebastián Evans —dejo de encubrirlo, y veo con la cara de Ethan, se transforma, de sorpresa a ira—. Había pagado un baile privado, cosa que yo no hacía, pero lo hice. Bueno, no lo llegue a hacer. Ese hombre —digo con repulsión—, quería… quería que yo fuera suya —menciono sin otra forma de saberlo explicar—. Yo no podía, no quería. Y no era por Luis —aclaro rápidamente.

—¿Entonces por qué? —pregunta sin molestarse en ocultar su enojo.

—Me pareció que escondía algo. Él sabía cosas de Luis, y no tardo en amenazarme a mí. Incluso, trato de chantajearme, pero yo lo deje. No me iba a dejar. Hace un tiempo hubiera aceptado, pero no creía que fuera la misma chica que abría las piernas a cualquiera. No quería hacerlo. No quiero volver a hacer eso.

>> Me fui directo a la oficina de Luis, y volví a renunciar. Le dije que ya no podíamos vernos y que él se olvidara de mí. No podíamos seguir engañando a medio mundo. Seguía casado, y lo sigue. Y yo no quería seguir en ello.

>> Lo dejamos ese día. Y honestamente, pensé que ya podía seguir con mi vida sin mirar atrás. Sin pensar nuevamente en lo que hice, solo quizás aprender de ello y luego desecharlo.

>> Le pedí perdón a mi padre, y sabes que conseguí otro trabajo.

—Y te burlaste de mí —dice dolido.

—No. No. En absoluto —me rasco la cabeza—. Todo iba bien, pero luego, apareció Sebastián en la casa de tus padres. Yo no sé si de verdad quiere hacer negocios con tu padre, pero sí sé que él me ha estado siguiendo, que él había llegado ese día con la intensión de volverme a chantajear. Pero yo no me iba a dejar que eso pasara, ni lo dejare en caso que él quiera, aunque lo dudo.

Aquí viene otra parte difícil de contar.

—Por eso me fui de tu casa. Porque me había acorralado en el baño y me volvió a chantajear, pero esta vez, con contarte a ti todo. Tenía miedo, estaba muy temerosa de lo que… pudieras pensar, de que me dejaras —explico—. Hice algo que pensé que me ayudaría. Y no sé si hice bien, creo que no del todo. Llame a Luis, y le pedí consejo. Él me dijo que te dijera. Y también le pregunte a mi padre.

—Todos sabían antes que yo —reclama molesto, y niega repetidas veces.

—Tienes todo el derecho a estar enojado, decepcionado. Y debo vivir con las consecuencias de mis actos, por eso, principalmente es que te lo cuento. No podría ser feliz si no te lo digo. Aun cuando Sebastián no hubiera vuelto, yo te lo hubiera dicho, quizás más tarde, pero eso no tiene importancia.

—¿Cómo que no la tiene? —se golpea suavemente la cabeza, con su palma—. Dime solo una cosa ¿Por qué yo?

—¿A qué te refieres? —pregunto con un extraño miedo.

—¿Por qué te fijaste en mí? Es evidente que no soy tu tipo. Soy como 10 años menor que lo que estabas acostumbrada a buscar. No soy rico, ni tengo poder. Y no soy “guapo” —dice con desdén.

— Eres mucho mejor que ellos —digo categóricamente—. Y no solo por tu físico, que me gusta mucho más de lo que tú te das crédito. Eres guapo de una manera extraordinaria. No lo ves, pero hay varias mujeres que quisieran ser tu novia. Si me dejas, habrán muchas otras que querrán ocupar mi lugar —digo con tristeza—. Pero sobre todo eso, me gusta tu alma, me gusta cómo me siento cuando estoy junto a ti. Me haces sentir como… yo. No hay nada mejor que eso, te lo aseguro. Me haces sentir especial. Te quiero por eso y por mucho más. Te amo, de verdad Ethan, y por ello, te dejare escoger que quieres hacer con nuestra relación. Si quieres que me aleje y ya no volver a verme… Pero, si me dejas seguir en tu vida, si me dejas seguir siendo tu novia, si me dejas seguir amándote… hare todo lo posible para nunca perderte.

Aprieto mis labios para no llorar y parpadeo rápidamente.

Todo se queda en silencio por un buen tiempo. Ethan, no me ve, solo se queda viendo a la nada, hasta que finalmente habla:

—Aby —dice dulcemente, y se me ablanda el corazón al escucharlo—, una cosa es segura, y es que yo también te amo. No me importa quien hayas sido en el pasado, conozco quien eres ahora. Y nada ni nadie, hará que te vea de otra forma.

>> ¿Conoces el significado de arrepentirse? —sigue hablando sin esperar a que conteste—. Yo creo que lo has hecho, creo que has sufrido lo suficiente por lo que hiciste, y más que nada, veo cómo has cambiado. No reconozco a esa mujer que describiste —se ríe sin mucha gracia—. ¡Me dejaste esperando un mes para poder darte un beso!

Sonrió con dificultad, gracias a las lágrimas.

—Para mí, no eres ella. Eres, Abigail, no esa sombra que crees que te persigue, pero que solo la traes arrastras. Concuerdo con que no lo puedes cambiar, y creo que no quiero que lo cambies, porque por más que no sea un pasado bonito, creo que eso te hizo quien eres, y amo quien eres. No quiero cambiarte, Aby. Me gustas tal como eres, y sería un placer que lucháramos juntos por esta relación.

>> Te miro, y solo te miro a ti. No veo tus acciones del pasado, ni a los hombres… pues ellos. No veo nada de eso.

Me abalanzo sobre él, y lo abrazo fuertemente, y él me corresponde.

—Te amo, y nunca te dejare ir —declaro.

—No me importa. Yo tampoco te dejare ir —contesta con una sonrisa, que logro sentir sobre mi cuello.

Poso mis manos sobre su quijada, y lo beso.

Un beso como los de Ethan. Que te dejan el alma brillante de alegría.