Me quedo viendo la nota que pende de mis dedos.
No doy crédito a lo que mis ojos acaban de leer.
Releo nuevamente el papel, una y otra vez, hasta que casi me la sé de memoria. El chico que trabaja en este hotel se ha quedado callado, seguramente intuyendo mi sorpresa, aunque dudo que pueda ver reflejado en mi semblante algo más que eso.
Simplemente no me lo puedo creer.
¿Cuánto tiempo espere que algo así pasara?
Hace algunos años hubiera llorado y corrido a su lado. Le hubiera dejado hacerme lo que él quisiera. Hubiera muerto por una cosa como esta, por una nota como esa. Habría hecho cualquier cosa por escucharlo decir cómo se sentía por mí.
¿Cuánto tiempo me negó conocer sus sentimientos?
Mientras estábamos juntos y mi inocencia estaba intacta, y claro, no me refiero a mi virginidad, sino a mi ingenuidad, bien pudiera haberme dicho mucho menos que esto y le hubiera perdonado cualquier cosa. Quizás… incluso hubiera perdonado sus mentiras y engaños si yo hubiera conocido que sus sentimientos hacia mí, existían.
Ahora… simplemente cada una de sus palabras me suenan vacías, carentes de las emociones que tratan de proyectar.
No creo nada de lo que ha puesto ahí. Con esto no hace más que decepcionarme más y más.
Estoy segura que con ello pretende hacer que mis piernas flaqueen y que nuevamente lo deje entrar en mi vida. No se redirá hasta verme otra vez a su merced.
Me enloquece la idea.
No puedo creer lo mezquino que sigue siendo, a pesar de que ya ha pasado mucho tiempo. Ya tendría que haber madurado y darse cuenta que no puede manipular a las personas a su alrededor y volverlas sus muñecos andantes.
Siempre espere verlo con un enorme ramo de rosas, o al menos una. Recuerdo como en los primeros días de relación, al salir del colegio, espera verlo recargado en su auto, sosteniendo una simple rosa entre sus deliciosos dedos. Pero nunca paso. Lo tonto es que seguí esperando que eso pasara, aun cuando ya todo estaba roto. Yo no quería una estúpida llamada en la que me decía que no todo era como me imaginaba, no quería escuchar su voz quejumbrosa por medio de un aparato. Yo solo quería una disculpa real, frete a frente. Una disculpa que obviamente, nunca llego.
Me rio con dolor.
¿Cómo es posible que un hombre, aparentemente perfecto, como él, sea en realidad un ser tan asqueroso?
Mi sangre comienza a hervir dentro de mi cuerpo, mi cara se calienta al igual que mis ojos. Quiero llorar de furia, pero también deseo golpearlo hasta que mi agonía acabe.
Maldito sea, Luis.
—¿Puedes hacer que estas rosas desaparezcan? —le pregunto al chico.
Él me mira sin comprender nada.
Claro, ha de pensar que estoy zafada por querer votar unas rosas que mínimo han de valer unos $100 dólares. Joder. En este momento no me importa nada. Ni siquiera me importaría si fuera otra cosa aún más cara.
—¿Está segura? —pregunta escéptico.
¡Joder, claro que lo estoy!
No me puedo desquitar con este niño.
Me limito a asentir.
Me abruma esta situación, pero no dejare que me vean en un estado desquiciante.
Si algo he aprendido de estos años de ser la hija de mi padre, es que hay que saber en qué momento explotar y frente a quien hacerlo. Hacerlo en este momento sería un error, y uno muy grande.
Por ahora me conformo con que ese remedo de “disculpa/conquista”, desaparezca de mi vista.
—Como desee… —me contesta el niño.
Articulo un “gracias”, y sigo mi camino.
Más que nunca necesito correr.
Rompo el papel en mil pedazos y lo tiro al cesto de la basura antes de salir a la calle. Jamás en mi vida quiero volver a leer esa cosa, aunque siendo realistas, esas palabras están incrustadas en mi cabeza.
¿Cómo puede ser que algo que añore por tanto tiempo… se convierta en algo repulsivo cuando pasa?
Al llegar a la calle, me pongo los audífonos.
En este momento necesito mucho deshacerme de esta mala energía que brota de mi cuerpo, y la única forma que conozco que me quita los pensamientos, es cansarme. Lo haría con el sexo, pero no tengo a nadie, y no hay tiempo para buscar a alguien que no tenga ninguna ETS.
Pero necesito que mi ira incremente rápidamente para quitármela de encima con mayor facilidad.
Busco en mi iPod, y encuentro la canción que necesito justo ahora.
La canción “Ich Will” de Rammstein, suena a todo volumen en mis oídos. A pesar de que esta canción no se acomoda a como me siento, al menos en lo que dice; sus altos y sus bajos y la forma en como es cantada… me hace sentir eufórica, como si yo fuera la dueña de la tierra y todos en ella fueran mis súbditos.
Comienzo a trotar apenas suenan las primeras notas. Me comienzo a sentir mejor, pero no de una buena forma, es como si mi ira incrementa con cada acorde que hay en la canción, con cada pisada fuerte que dan mis pies en el pavimento.
Antes que termine la canción, ya estoy corriendo a todo lo que mis pies dan. Como si corriera por mi vida. Aunque ahora, así se siente.
En menos de unos minutos, ya llevo un buen trecho desde el hotel.
No hay mucha gente, y la poca que hay, me da espacio para que corra con libertad.
Respiro agitadamente, pero disfruto cada una de las exhalaciones e inhalaciones, como si alimentaran mi ánimo de destrucción, que es lo que quiero.
Ich will eure Fantasie
Ich will eure Energie
Ich will eure Hände sehen
Ich will in Beifall untergehen
Siento como mi cuerpo responde al escuchar cada nota, al escuchar cada palabra.
Quisiera tener esa habilidad de la que se habla en la canción, que más de ser una habilidad, es un deseo.
Quisiera las fantasías de él, su energía sus manos, sus aplausos, todo…
Lo quiero todo de él. Para así, como él me tuvo una vez él a sus pies ahora ser yo la que pueda mirarlo hacia abajo y poderme burlar de él.
Mis pies siguen acelerando su paso cuando cambia mi reproductor de canción, y ahora se comienza a reproducir “Radioactive” de Imagine Dragons.
Aun, cuando esta canción no es tan energética como la anterior, mi cuerpo fluye.
Todavía no llego al máximo de mi ira, puedo sentir como todavía tengo una visión levemente blanca sobre mi cerebro, cuando debería de ver todo rojo. Debería verlo sangrar.
Necesito detener a esa pequeña niña que me susurra que tenga compasión de él. A esa mugrienta niña que me grita que le cuente todo y que le deje elegir.
¡No! grito internamente.
Las canciones pasan. Mi reproductor va de, “Left behind” de Slipknot, a “Sugar” de System of a Down.
Siento el éxtasis del enojo. Las fantasías de la venganza golpean fuertemente mi cabeza.
Solo hasta cuando comienza a sonar una canción que guarda mucho significado para mí, me doy cuenta que hay lágrimas en mis mejillas, y que mis pies están cansados y pesan. La canción que suena es “Hijo de la Luna” de Mecano. Mi pecho se oprime.
¡Ahora no!
Paro lentamente, y me apoyo en una pared.
Mis manos tiemblan, y mis piernas flaquean. Necesito un respiro y esta canción no me lo da, solo me hace recordar.
Cada palabra de la canción, perfora mi alma, como si mil pedazos de vidrios se alojaran en mi tórax.
Últimamente, desde que he vuelto a ver a Luis, todos los pensamientos me llevan de una a otra forma a mi hijo, mi bebe, a él que nunca veré.
Detesto esta sensación, pero parte de mí, se aferra con uñas y dientes a ella.
Cuando la canción acaba, me doy cuenta que ya no podre correr. Solo hace media hora que deje el hotel, así que no estaré muy lejos, o al menos eso espero.
Doy media vuelta y vuelvo por mis pasos.
Necesito un descanso, quizás me dé una buena ducha o me duerma un momento.
Estoy harta de mis sentimientos, y más de los que él despertó en mi nuevamente. Toda mi vida estaba en control, hasta que el volvió.
¡Lo DE—TES—TO!
Mi cabeza comienza a dar unas cuantas vueltas. Todo mi cuerpo esta exhausto.
Al estar dentro del hotel, me voy directo al cuarto y me desplomo en mi cama.
Me cuesta respirar al estar boca abajo. Ruedo hasta quedar mirando el cielo de la habitación.
Ya no sé qué hacer. No sé si ponerme a llorar o si golpear algo. El pasado me está consumiendo. Mis decisiones, sus decisiones… están pasándome factura.
No tengo a nadie con quien poder comentar mis problemas. No tengo amigos, no tengo familiar, bueno, esta mi papá, pero es como si no estuviera. ¿Realmente cuando ha estado ahí?
Dejo salir el aire de mis pulmones.
¿Cuándo he tenido a alguien?
NUNCA.
Quizás por eso me fije en Luis, no lo sé. En este momento parece así, pero no me puedo fiar de mi cabeza.
La pregunta es… ¿estoy dispuesta a dejarme hundir de esta manera?
NO, jamás me dejare desvanecer en un recuerdo, en algo que no podrá ser. El tiempo pasó. Mi padre, seguirá siendo mi padre, pero no puedo dejarme llevar por lo que no fue, él también lo tuvo difícil.
Me levanto de un brinco.
Yo no soy de esas personas que se quedan lloran uno y mil mares por su pasado. Los problemas no se enfrentan con lágrimas y mucho menos auto—compadeciéndome. El cielo sabe que a pesar de todas las putadas que he tenido que vivir, nunca he dejado consumirme. La única vez fue hace un tiempo, y es la excepción, no hay otra, ni la habrá.
Me quito la ropa, como si quemara mi piel. Me voy a la ducha.
El agua helada refresca mi cabeza y me quita esas ideas estúpidas de ella.
Pasado unos minutos, me termino de bañar y salgo en toalla.
No he traído ropa, pero de cualquier manera, no es necesario cubrirme porque estoy sola.
La toalla se queda atorada en el pomo del baño, y termino quedando desnuda en medio de mi recamara.
—Dios… —dice el chico de la recepción, que está frente a mí.
Tiene los ojos bien abiertos, y examina mi cuerpo con detenimiento.
Yo noto que sus pantalones le están quedando muy ajustados, su entrepierna es prominente.
Reviso la puerta. Es una suerte que esté cerrada.
—¿Y tú qué haces aquí? —le recrimino, poniendo mis manos en mi cintura.
¿Cómo se atreve a interrumpir en mis aposentos este niñato?
—¿Te podrías poner ropa? —pregunta cortado.
¡Ja! Y ahora cree que le hare caso… está muy equivocado este preescolar.
Se sonroja mucho cuando clavo mi mirada en la suya. Rápidamente la baja al suelo.
Me relamo los labios.
¡Las gracias de la vida!
—Dime, ¿Qué—haces—aquí?
No contesta, solo se queda mirando al suelo.
—Te molesta —me doy una vuelta, coqueteando al pasar mis manos por mi cuerpo, sin rozar ninguna parte que erógena.
Sus mejillas se vuelven más rojas.
Tan dulce… tan infantil… da ternura ver a un hombre tan tímido. No son mi tipo, realmente no lo son, pero quizás… pueda ayudar.
Me acerco a él, contoneando mis caderas de manera ligeramente exagerada. Al estar muy cerca del niño, le levanto la cara con mi mano derecha.
—Mirame —le digo, malvada—, observa mi cuerpo. Gravalo en tu mente, niño, jamás veras que una mujer mayor que tú, te deje ver su cuerpo, así que aprovecha —lo incito, al poner su mano en mi pecho izquierdo.
—Tengo 17, no soy menor que tú… —alega tontamente.
—Shh —lo callo—, no me importa tu edad.
Con mis manos, lo empujo despacio, hasta que cae en la cama.
—¿Eres virgen? —pregunto sin emoción.
—S—si —contesta entrecortado.
Rio por lo bajo. Sé que está siendo honesto porque no puede pensar y dijo lo primero que se le paso por la mente, que fue, obviamente, la verdad.
Me coloco sobre él, y le muerdo el labio inferior.
—Aprenderás… —prometo.
Paso una mano por su pene, excitándolo más. El niño, cierra sus ojos. Creo que ya casi está por llegar al orgasmo.
—¿Alguna vez alguien te ha tocado?
—S—sí.
—¿Te han hecho una mamada?
—N—no. Solo me he frotado con una amiga —se atraganta con su propia saliva.
—Bien.
Bajo por su cuerpo, hasta estar a la altura de su miembro.
Se me antoja impartir clases…
Le desabotono el pantalón y lo escucho jadear. Creo que por su reacción, se está conteniendo para no alcanzar el clímax.
Me relamo los labios.
Le quito los pantalones junto con el bóxer y luego me deshago de su camisa.
No es el mejor dotado, pero está bien…
Lo cojo entre mis manos, y solloza como un leoncito.
Meto la punta en mi boca y al instante se derrama en ella. Me quedo petrificada y con disimulo escupo el contenido en mi mano.
—Tranquilo, leoncito —lo animo al ver su entrecejo marcado.
—N—no quería… —se lamenta.
—Callate —lo reprendo—. Ya volverás a la vida —lo miro picara.
Me paro y me vuelvo a acostar, a su lado.
—Me toca. Te enseñare a hacer un buen sexo oral —le alecciono.
Mueve la cabeza repetidamente.
Se pone entre mis piernas, mientras yo las abro. Me mira hipnotizado, embelesado.
—Puedes jugar si quieres —me rio—. Esto se trata de excitar a tu pareja, has lo que creas que deberías hacer, y si te equivocas yo te digo. Aunque te aviso que cada persona es diferente, aunque son los mismos principios.
Tímido y con miedo, se pone entre mis piernas y comienza a besar mi entre pierna. Le da besos cortos.
Abre más mis piernas y se posiciona mejor. Da un lengüetazo a toda mi intimidad.
De su garganta sale un sonido de excitación un poco raro.
—Sabe… salado —menciona.
—Si no vas a decir algo que me caliente, mejor callate —recomiendo.
Obedece, y sigue lamiendo, aunque no me gusta tanto, pudiera ser peor.
Coloca sus labios sobre mi clítoris, y comienza a besarme con fuerza.
—Joder —grito.
Al ver como apretujo las sabanas con mis manos, sigue y sigue, hasta que alcanzo un torpe orgasmo.
Para ser la primera vez, esta… bien.
—¿Cómo lo hice? —pregunta avergonzado.
—Puedes mejorar, pero que no te de pena, es tu primera vez.
Me mira con una media sonrisa.
Veo su pene, otra vez erecto.
—Arreglemos eso —señalo su entrepierna.
Se sonroja, pero asiente.
Me pongo en pie, y lo tumbo en la cama, y saco un preservativo de mi cartera.
—Me pondré sobre ti, y trata de resistir, porque esta es una posición bastante afrodisiaca para los hombres.
Hago lo dicho y lentamente meto su virilidad en mi cavidad.
Jadea muchas veces, pero yo lo calmo y lo hago que me mire, lo que solo hace que incremente más su deseo. Lo sé, soy mala por hacerlo mirar sin tener experiencia para aguantar.
—No te vengas —lo regaño.
Asiente con fervor.
Comienzo a cabalgar lentamente y los dos aullamos.
Se siente bien. Creo que el hecho de ser mi primera relación desde hace un rato, hace que se sienta mejor de cómo se hubiera sentido si hace poco hubiera tenido relaciones. Además del hecho que estoy excitada por el orgasmo anterior.
Cabalgo más rápido. Sin piedad.
Lo siento tensarse mucho, y sigo cabalgando. Él llega al orgasmo, pero a mí me toca fingir, más por pena con el niño.
—Bien hecho —lo alago.
No es del todo cierto, sobre todo porque él no hizo nada, pero sería muy jodida si se lo recriminara considerando que lo he utilizado y que fue su primera vez.
Tiene una sonrisa triunfante en sus labios.
Me enternece. Soy buena maestra.
—No le cuentes a nadie, soy mayor que tú y eso no es bueno —lo amenazo.
—S—si —dice volviendo a ser tímido.
—Sal de aquí, tengo que hacer.
Asiente como un muñequito, y se viste rápidamente y se va.
Al salir, me quedo un momento en la cama y luego me voy otra vez al baño. Creo que me va a tocar bañarme para no tener este olor a sexo en mi cuerpo.
***
Paso un rato revisando en la laptop todas mis redes sociales. En Facebook, he perdido amigos y seguidores, igual en Twitter. Antes tenía como diez solicitudes en un día, y eso era lo menos, y ahora… pase de tener más de mil amigos a unos setecientos, y bajando.
No es que en este momento me importe ser popular, ni mucho menos, pero a veces me dan ganas de hablar con alguien, pero eso no pasara. Estoy sola, con mi alma; claro, si es que tengo una.
Frustrada, cierro la laptop. Lo mejor será cerrar todas las malditas redes sociales, no las necesito para nada, ni siquiera me son de utilidad.
Ya sabía yo que no tenía amigos de verdad, pero de cualquier manera eso no quita el leve dolor que me produce confirmarlo. Todos los chicos que me rogaron, todas las chicas que andaban detrás de mi… todos, han desaparecido.
Miro la hora y me doy cuenta que es casi la hora de la clase de actuación…
Doy un brinco y me comienzo a arreglar, nada extravagante, sin embargo. No estoy de ánimo para verme bien, ni siquiera más o menos. Solo quiero que el día acabe. Ha sido una verdadera mierda.
Creo que desde hace días mi vida ha perdido el rumbo. Ya no sé si ir a la izquierda o a la derecha. Todo se siente confuso, extraño, como si no fuera a mí a la que le pasa todo esto, como si lo estuviera soñando y en algún momento me despertare en la casa de mi padre y podre suspirar.
Volver a ser yo, es un sueño que veo lejano. Deseo volver a ser esa tonta chica que no se preocupaba por nada, que todo lo arreglara con sexo, que vivía pensando en encontrarse a un rico que la mantuviera; pero ahora parece que ya no está, que se esfumo.
Quizás esto me esté sobrepasando.
Volverme a encontrar con Luis, es… como despertar de mi ensoñación y darme cuenta que no puedo seguir viviendo como si nada importara, como si lo único relevante en esta vida fuera el dinero, la ropa, los lujos.
¡Joder, ya me siento hasta más vieja!
Me termino de cambiar y me miro al espejo en busca de algo distinto, pero no, sigo siendo yo, al menos físicamente.
Antes de salir, meto mis cosas en una cartera cruzada que tengo. Veo las llaves del coche. Hoy deberé usarlo, hace mucho que no lo hago y se arruinara de estar varado en el estacionamiento, a parte, no ando ganas de caminar ni un paso.
Salgo del hotel y monto el auto.
Todavía huele al arbolito que cuelga del retrovisor. Es un buen aromatizante, pero yo creo que ya no sirve porque se ve todo pálido. Que buena metáfora… soy el puto arbolito, con aparente olor, pero más lívido que un muerto.
Niego con la cabeza, divertida.
Conduzco por la calles, y en menos del cantar de un gallo, estoy frente al “teatro”.
Me quedo un momento en el coche.
He pensado últimamente, en todo lo que deje en la casa de mi padre, debería irlas a traer. Él nunca me pido las llaves, por lo que aun las conservo, y si aún no las ha tirado… puedo traerlas conmigo.
Espero que no se haya deshecho de ellas, de verdad necesito algunas cosas.
Sé que no puedo coger mi cama, pero al menos me daría por satisfecha si pudiera recoger lo que me falto de la ropa y las almohadas, no soporto las del hotel. También se me quedaron otras cosas.
Me entran ganas de llorar en pensar en todo eso que tenía y ya no tengo, pero debo de ser fuerte, no me puedo derrumbar solo por cosas materiales.
“Deberías dejar que Luis te mantenga, que pague por lo que te hizo y le hizo a tu bebe” —susurra mi puto subconsciente.
Bufo.
A pesar de que en parte, y solo en un leve porcentaje, verdaderamente, Luis, tiene cierto grado de culpa de como soy, sería estúpido e irresponsable de mi parte culparlo por mis acciones. Ni siquiera estuvo él metido en medio cuando me acosté con el señor Araujo y su hijo, o cuando lo hice con los demás.
Bajo del auto.
Muevo los hombros. Estoy tensa.
El polvo con el niñato no me funciono, ni siquiera un poco. Ya no sé si fue porque lo hice con él, o porque yo he “cambiado”.
Entro al teatro y evito hacer una mueca de disgusto.
Estoy incomoda, todos me ven. Otra vez soy la nueva. Ayer lo era, pero hoy como estoy en el otro grupo… también lo soy. Miro por doquier para buscar a alguien conocido, pero nada. Hasta que veo a Ethan, que sonríe de oreja a oreja.
Ethan, me saluda efusivamente, agitando su mano de lado a lado, me quedo viéndolo y le sonrió sin poderlo evitar. Ese chico tiene algo… no sé qué, pero lo tiene.
Suspiro con pesadez.
De pronto todas las cosas de ayer y hoy, dejan de tener importancia, es como si me acabara de quitar un peso.
Me acerco a Ethan.
—Puedo hablar, contigo —le digo interrumpiendo la plática que tiene con una chica de mi edad, quizás un poco mayor.
Asiente con la cabeza.
—Permiteme —le dice a la chica.
—Te espero, Ethan —remarca ella su nombre.
¿Será la novia?
Sacudo la cabeza.
La chica, solo se me queda viendo de pies a cabeza, con una característica demostración de desprecio marcada en su rostro. ¿Pero de que va? No le estoy quitando nada, luego reanudara la plática que tenía con Ethan. Y no es como si me lo estuviera secuestrando. El tío no es mi gusto como para planear eso.
Ethan, me toma del brazo y me guia hasta una esquina del teatro, donde no hay personas.
—Me he quedado preocupado por ti… ya sabes… por lo que sucedió anoche —menciona apenado, pero con una media sonrisa en su rostro.
Si me dieran a escoger entre las personas que conozco, quien tiene mejor sonrisa, diría que es este chico. Como ya dije, él tiene algo especial, único.
Me sorprende su declaración. Es usual que casi nadie se preocupe por mí, mejor dicho, nadie lo hace. Y él es un desconocido, nunca nos hemos visto ni hablado. Lo conozco desde ayer y solo medio sostuvimos una pequeña charla, que más era un interrogatorio.
—Gracias por preocuparte. Todo está bajo control. Solo era un amigo enojado por algo que le hice —sonrió como tonta—. Aunque, no es de eso que quiero hablar contigo.
—¿No?
Está confundido, lo noto.
Yo niego con la cabeza y sonrió ante su cara de confusión, es muy cómica. Sus labio se frunce al igual que su frente, además sus ojos se achican mucho, casi puedo decir que no ve nada cuando lo hace.
Me olvido de lo que iba a decirle. Estoy medio tonta.
—¿Sabes? Se me ha olvidado —me rio ante mi estupidez.
Ethan, sonríe.
—Me alegra que estés bien —me aprieta el hombro y yo no paro de sonreír—. Me tengo que ir, pero espero que disfrutes de la clase, aunque te advierto que es algo diferente a la que viste ayer.
—Bien —digo sin saber que más decir.
Me le quedo viendo un segundo. A decir verdad el chico tiene su estilo, muy raro, pero es su estilo. Lleva puesto unos pantalones formales color caqui, una camisa de botones blanca y unos zapatos tenis converse de color negro.
—Primero te voy a presentar a los demás, dudo que conozcas a alguien, y sería muy mal educado de mi parte dejarte aquí tirada —se burla con gentileza.
Ethan, me presenta con todos. Algunas chicas me miran raro y otras solo parecen decepcionadas. Los chicos me miran de dos formas también, unos expectantes y otros —un selecto grupo, que supongo que son homosexuales—, me miran con ganas de golpearme.
¿Qué les pasa a estas personas?
Comienza la clase y yo pongo mucha atención aunque me cuesta agarrar un poco el hilo de las cosas, porque nunca en mi vida había visto una clase de actuación moderna. Luego nos dan una tarea para mañana que es leer una obra contemporánea y sacar las ideas principales, y luego aprendernos un pequeño dialogo para ver cómo es que estamos con la actuación.
Ethan me informa que este grupo, comenzó un poco después que el siguiente y que por eso estaban recién iniciando.
Termina la clase y me despido de todos.
Salgo directo al trabajo que aunque voy con tiempo no pienso llegar tarde y darle alguna excusa a Luis para despedirme.
Llego faltando poco para la hora de entrada.
Bajo del auto, y veo que uno de los de seguridad me hace una seña.
Camino donde esta él.
—El jefe quiere hablar contigo —me dice.
Bryan, el grandulón de seguridad, es uno de los empleados más serios que hay, y también de los más intimidantes. Pero, me da una pequeña sonrisa, como de compasión. Es raro, y no me gusta.
Asiento suavemente y camino hasta la entrada de empleados.
¿Ahora qué querrá?