María bebe de la botella

María apartó a la posadera y vio aquella cabeza despeinada, exorbitada de júbilo. El rostro de la virago resplandecía de ebria suavidad. Ella también estaba ebria, ebria a punto de cantar: devotas lágrimas le inundaron los ojos.

Mirando aquellas lágrimas, sin ver nada más, María vivía embelesada por la luz del muerto. Dijo:

—Tengo sed.

Pedro chupaba, jadeante.

La posadera, obsequiosa, le dio una botella.

María bebió a largos tragos y la vació.