María entra en la sala de la posada

María temblaba porque sabía que entraría.

Abrió la puerta, dio tres pasos en la sala: una corriente de aire cerró la puerta tras ella.

Recordó haber soñado con esa puerta cerrándose para siempre tras ella.

Mozos de cuadra, mujeres y la posadera la miraron de hito en hito.

Se quedó inmóvil en el umbral, enlodada, el pelo chorreante y la mirada mala. Parecía surgir de las ráfagas de la noche (en el exterior, se oía silbar el viento). María apartó el cuello del abrigo que la cubría.