María bebe con los mozos de cuadra
Preguntó en voz baja:
—¿Qué puedo beber?
La posadera le contestó desde la barra:
—¿Un calvados?
Y le sirvió un vasito en la barra. María lo rechazó.
—Quiero una botella y vasos grandes —dijo.
Aun baja, su voz era firme. Añadió:
—Beberé con ellos.
Pagó.
Un mozo, con las botas cubiertas de tierra, dijo tímidamente:
—¿Ha venido de juerga?
—Así es —dijo María.
Intentó sonreír: la sonrisa le atravesó el rostro como cortada por una sierra.
Se sentó al lado del mozo, pegó su pierna a la suya y, tomándole la mano, la puso entre sus muslos.
Cuando el mozo tocó la raja, gimió:
—¡Virgen santa!
Congestionados, los demás callaban. Una de las mujeres, levantándose, abrió un lado del abrigo.
—Asesta —dijo—, ¡está en pelota!
María no ofreció resistencia y vació de un trago su vaso.
—Le gusta la leche —dijo la posadera.
María dejó escapar un eructo amargo.