MONASTERIOS Y CONVENTOS

DE VARONES

I.

Antes de comenzar á ocuparnos en los detalles de la parte histórica y artística de cada uno de los monasterios y conventos que existen ó han existido en Toledo, parécenos oportuno indicar, siquiera sea brevemente, los diversos periodos de grandeza ó decadencia por que han pasado esta clase de fundaciones, desde la época lejana á que se remonta la primera, de que bajo el nombre de Monasterio Agaliense nos ha conservado memoria la tradicion, hasta las que en nuestros dias se conocen.

No nos detendremos en consideraciones generales acerca de la inmensa importancia de las órdenes religiosas, ni enumeraremos tampoco los eminentes servicios de que en diversos siglos les han sido deudoras las ciencias y las artes. La índole de nuestras tareas, consagradas únicamente á la descripcion arqueológica de los edificios religiosos, y al estudio de su historia particular, nos impide este trabajo, al que con gusto consagrariamos algunas de sus páginas. Hay, por otra parte, obras especiales, en que son seguidas paso á paso las diversas fases de su nacimiento y desarrollo; y ya el espiritu público, desdeñando preocupaciones pasajeras y ódios exagerados, ha hecho justicia á esas corporaciones, que tan saludable influencia ejercieron en épocas remotas, en las costumbres y en la vida política y religiosa de los pueblos; esas corporaciones, que cuando en medio del trastorno de una sociedad desquiciada, y entre el estruendo y el polvo de las batallas amenazaba estinguirse para siempre la luz de la civilizacion, supieron conservar con cuidadoso esmero los preciosos restos del saber antiguo, y trasmitírnoslos á través de siglos de ignorancia y de barbarie. Esas corporaciones, que, por último, cuando pasada esta triste época, volvieron las artes á adquirir nuevo y mas brillante esplendor, fueron á veces sus únicos, siempre sus mas ardientes y decididos protectores. La existencia de las comunidades religiosas en la sociedad actual, y en medio al nuevo órden de ideas que ha traido el trascurso de los tiempos, y el influjo saludable ó pernicioso que estuvieran llamadas á ejercer, podrán ser para algunos objeto de dudas y debates; pero la benéfica influencia que han ejercido en las costumbres, y el poderoso apoyo que han prestado á las artes y á las ciencias, no puede ser negado por quien de buena fé y desnudo de preocupaciones estudie la historia de la humanidad.

No han sido ciertamente las comunidades religiosas de Toledo, que son ahora el objeto especial de nuestro trabajo, las que menos varones insignes han albergado en su seno, ni tomado menos parte en las tareas en pró de la ilustracion. El primero y mas famoso de los tres monasterios de que tenemos noticia que existieran en la época de la dominacion goda, el monasterio Agaliense, contó en el número de sus Abades á San Ildefonso, San Eladio, Justo, Eugenio, Adelfio, y otros varones esclarecidos por su piedad y por su ciencia, que de allí salian para ocupar las mas altas dignidades de la Iglesia, y cuya elocuente voz resonaba con tanta magestad en los célebres Concilios toledanos.

Destruida en las orillas del Guadalete por las hordas victoriosas de los árabes la dominacion de la raza goda, y hechos señores aquellos de Toledo, como de casi toda la Península, se infiere lógicamente que debieron concluir las comunidades religiosas; pero apenas reconquistada la ciudad por el Rey D. Alonso VI, fué erigido por este un monasterio bajo la advocacion de San Servando y San Germano, al que siguieron algunas otras fundaciones de la misma clase, las cuales, al mismo tiempo que ponen de manifiesto los sentimientos religiosos que entonces predominaban, son una prueba patente de que su existencia se consideraba como una necesidad social.

Es verdad que D. Alfonso X, cuando mas tarde ocupó el Trono de Castilla, siguiendo acaso algun plan político, ó merced á inspiraciones estrañas, puso mas de una dificultad á la ereccion de nuevos conventos, prohibiendo muy en particular que se levantaran casas con este destino dentro de la ciudad. No obstante, aun á despecho de estas órdenes, que confirmaron otros Reyes, esceptuando, por supuesto, como lo habia hecho D. Alfonso, los que ya existian, á quienes estaba reconocido el derecho de fabricar en sus propiedades, el espiritu religioso de aquellos siglos rompió las débiles barreras que oponian á sus aspiraciones unas leves tan en abierta contradiccion con sus creencias y sus costumbres, y creciendo al mismo par que la fé el entusiasmo en favor de estas fundaciones, llegó Toledo en poco tiempo á contar en su seno diez y seis conventos de religiosos y treinta y dos de monjas, número aun mas estraordinario si se atiende á su escasa poblacion.

Una circunstancia especial daba mayor impulso á este progresivo aumento de las comunidades. Continuaban los árabes posesionados de gran parte de la Península; seguia, por consecuencia, la gloriosa y empeñada lucha que habia de terminar al pié de las murallas de Granada y los caballeros toledanos, que tomaban á sus hogares despues de haber dado nuevo esplendor á sus nombres con alguna conquista, y sus familias, que les veian volver despues de tantos peligros, no encontraban, siguiendo la idea dominante de la época, medio mejor de manifestar á Dios su agradecimiento por los beneficios recibidos, que la fundacion de una de estas casas, de donde la espresion de esta gratitud se debia elevar eternamente. En vano el Cardenal D. Pedro Gonzalez de Mendoza tomó á prohibir el que se edificase ni fundase monasterio alguno: esta prohibicion solo produjo su efecto durante la vida del Prelado, siguiendo despues con el mismo entusiasmo las fundaciones, que se hacian entonces, en su mayor parte, en los palacios y casas principales. Asi, en el palacio antiguo de los Reyes godos, se fundó el monasterio de San Agustin; en el de Doña Guiomar de Meneses, el de San Pedro Mártir; en la casa de los caballeros Pantojas, el de San Juan de la Penitencia; en la de la Rica—fembra Doña Leonor Urraca, despues Reina de Aragon, el de Santa Ana; en la de D. Hernando de la Cerda, el del Cármen; y en la de los Condes de Orgaz, el de Jesuitas.

Como se vé por esta lijera reseña, no se remontan á épocas muy lejanas los monasterios y conventos que aun existen en Toledo; circunstancia que los priva del alto interés histórico que presentan las iglesias parroquiales. Pero considerados bajo otro aspecto, son, sin duda alguna, mucho mas notables sus suntuosos templos, llenos de riquezas de arte, aun á pesar de los trastornos que sucedieron á la época de la supresion de las comunidades, y que diseminaron muchas de aquellas en los museos, ó las hicieron caer en manos de especuladores.