CAPILLA MAYOR.
En la construccion de la Iglesia metropolitana, esta capilla, segun la traza aprobada, ocupaba solo la penúltima de las bóvedas de la nave principal, habiendo sido destinada la última hacia el Oriente para la capilla que llamaban de los Reyes viejos, por estar en ella sepultados los Reyes D. Alfonso VII, el Emperador, primero á quien cupo este honor, D. Sancho, el Deseado, D. Sancho, el Brabo, que fué el fundador, y los Infantes D. Pedro, hijo de D. Alfonso XI, D. Sancho, hijo de D. Jaime I de Aragon, que fué Arzobispo de Toledo, y otro D. Sancho que tambien lo fué, hijo de D. Fernando III de Castilla, y finalmente, el Rey de Portugal D. Sancho Capelo, que lanzado de su reino por su hermano, vino á morir en Toledo, y á quien la hospitalidad castellana otorgó, á su muerte, la alta distincion de colocar su cadáver entre los de los Reyes de Castilla.
Mas aquella capilla mayor era harto reducida y mezquina para un templo tan suntuoso, ni alcanzaba para las justas exigencias de las grandes solemnidades. Asi es, que el Cardenal Cisneros recabó de los Reyes Católicos la competente autorizacion para trasladar la capilla de los Reyes viejos á la que antes se llamaba del Espíritu Santo, acto que se verificó en el año 1498, si bien se dejaron en la mayor los cuerpos Reales con sepulcros adecuados. Vencido este obstáculo, verificóse inmediatamente el ensanche de la capilla mayor, derribando la pared que la separaba de la ya trasladada, y concediéndola el espacio que esta ocupaba.
Levantóse un Retablo mas digno y un Presbiterio mas holgado, y se verificaron las demas reformas y mejoras consiguientes a la ampliacion. Esta obra principió en el mismo año citado, y terminó en 1504.
Cancela. El primer objeto que se encuentra al querer penetrar en el Presbiterio, es una preciosa y elegante cancela, de una mezcla de hierro, cobre y laton, que descansa sobre un zócalo de mármol blanco y encarnado, sembrado de mascarones y variadas y caprichosas figuras, al estilo gótico, y de no pequeño mérito artístico en su ejecucion. Esta verja que corre de una á otra de las dos columnas de la nave principal que caen sobre el crucero, es del género llamado plateresco, pero de buen gusto: consta de dos cuerpos divididos en cinco espacios cada uno. El primer cuerpo tiene seis columnas áticas llenas de primorosos relieves, y rematando en cariátides de bronce de igual mérito; en los cuatro intercolumnios laterales hay diez balaustres, y diez y seis en el central, de labores análogos á los de las columnas: á los estremos y despues de las últimas columnas, hay otros cinco balaustres por cada lado, que forman las puertas de los púlpitos, de suerte que son sesenta y seis los que tiene la reja. Entre este cuerpo y el segundo corre un friso, sembrado asimismo de mil caprichosos adornos delicadamente egecutados. El segundo cuerpo que de este friso arranca, guarda una perfecta analogía con el primero, y sustenta el friso principal, donde se ven prodigados los mismos adornos que en el antes descrito. El remate lo forman llameros, candelabros, angelones, escudos de armas y otros adornos de caprichos, pero de esquisito gusto, levantándose en el centro las armas que usaron los Reyes de España de la casa de Hapsbourg, sobre las cuales descansa un Crucifijo colosal, que para mayor seguridad está sostenido por una recia cadena dorada que baja desde la bóveda.
En medio del friso principal hay un targeton de metal con esta leyenda:
ADORATE DOMINUM IN ATRIO SANTO EJUS.
KALENDAS APRILIS MDXLVIII
Ademas hay otros dos targetones que espresan que se hizo esta verja siendo Arzobispo Primado D. Juan Martinez Siliceo.
Antiguamente fué toda ella plateada y dorada, pero ya no quedan mas que algunos relieves dorados.
Su altura es de 21 piés, y su anchura de 46. Hizola el célebre Francisco Villalpando, émulo y amigo de Berruguete y Borgoña, de todos los cuales tendremos mas de una ocasion de hablar. Costó 230,048 rs. de la moneda de aquellos tiempos, equivalente á 470,680 reales vellon actuales.
Púlpitos. A cada lado de la verja hay un púlpito. Los dos son de bronce dorado, con primorosas labores y relieves del mismo Villalpando. Pertenecen al mismo género plateresco de la cancela. Son ochavados, marcando los ángulos pilastras caprichosas, con remates de cariátides, y en los intercolumnios, entre delicados relieves, se destacan estátuas de varios Profetas y de los cuatro Evangelistas. El friso es de sumo gusto, con adornos delicadísimos y bien acabados. Las personas inteligentes dicen que es de lo mejor que tiene este edificio en objetos artísticos; pero no cabe describirlos; es preciso verlos.
Aumenta su precio la opinion general de que el bronce de que se componen, es el mismo de que se componia el sepulcro que para el Condestable D. Alvaro de Luna se habia construido en su capilla de Santiago, cuando la fortuna sonreia á este célebre personaje.
Presbiterio y Retablo. El Presbiterio no empieza, en rigor, en el dintel de la cancela: precédenle, aumentando su majestad, dos espacios diferentes. El primero, que podria llamarse antepresbiterio, es el mas espacioso, pues mide 32 piés de fondo por 52 de ancho, que tiene la nave. Su pavimento es una especie de mosaico de mármol blanco y encarnado, formando bonitas figuras: los asientos fijos que hay á lo largo del muro por la parte de la Epístola, y alrededor de las columnas en que están las escaleras para subir á los púlpitos, son de la misma piedra. El segundo espacio lo ocupan las nueve gradas, de mármol rojo y blanco, que conducen al Presbiterio propiamente dicho, y tiene solo 9 piés de fondo por 45 de ancho, pues disminuye la anchura de la nave la circunferencia de las dos columnas llamadas del Alfaqui y del Pastor de las Navas, que tiene colaterales. El tercero, que es el verdadero Presbiterio, tiene desde la última grada hasta el centro del retablo, 15 piés y el mismo ancho del primero, si bien disminuye algo hácia el fondo por efecto de la forma semicircular de la cabecera que alli, donde cae la primera bóveda, se hace sentir algun tanto.
Lo primero que en este último recinto llama justamente la atencion, asi bajo el punto de vista religioso, como del artístico, es el Retablo, obra maestra del arte, que encierra, entre preciosas representaciones de misterios y pasajes históricos de nuestra Santa Religion, el Sagrario, y en él el mas sublime é inefable de los misterios.
El Retablo, algo combado, obedeciendo á la inflexion semicircular de la cabecera del templo, en que se encuentra, presenta una fachada muy elevada, de cuatro cuerpos, aparte del remate, y divididos todos ellos en cinco zonas ó compartimientos, central uno y colaterales los demas. De suerte que, sin contar los tres remates, ofrece á la vista del observador veinte cuadros de gran relieve, y hasta con figuras exentas algunos, todos á cual mas esmeradamente acabados.
En el cuerpo bajo descuella en el centro la imágen de la Vírgen, sentada en un sólio con el Niño—Dios en sus brazos, preciosa escultura de madera, chapeada toda de plata esmaltada con los colores que requieren las carnes y vestidos, con una propiedad admirable. A su derecha, es decir, á la izquierda del espectador, á la parte del Evangelio, se ve un cuadro primoroso, que representa la Cena de Jesus con sus discípulos. Al lado de este cuadro hay el de la Degollacion de San Eugenio, que se ofrece vestido de capa pluvial y mitra al Magistrado romano, acompañado de algunos soldados y el verdugo en actitud de descargar su golpe fatal. Por la parte de la Epístola, hay al lado de la Vírgen, el cuadro que representa el Lavatorio, obra distinguida, en que con feliz ejecucion se ofrecen á la vista los detalles de aquel acto simbólico de la vida de nuestro Redentor, y el último de este lado es el cuadro de la Oracion del Huerto.
En el segundo cuerpo los cinco compartimientos ó nichos están distribuidos del modo siguiente, empezando por el lado del Evangelio, y siguiendo hácia el de la Epístola, para mayor claridad: El primero representa el Azotamiento, el segundo la Anunciacion de la Vírgen Maria, el tercero, ó el del centro, es la preciosísima Custodia calada, obra afiligranada, de un mérito y gusto esquisitos, que en su concavidad contiene el Sagrario en que se guarda el Santísimo Sacramento, cámara santa, cuyo interior describiremos aparte; el cuarto la Adoracion de los Reyes, y el quinto el Juicio final.
En el tercer cuerpo, y siguiendo el mismo método, encontramos la Presentacion de Jesus coronado de espinas al pueblo judáico, hecha por Pilatos, con las palabras Ecce homo; sigue la Circuncision en el acto de irla á verificar el sacerdote Simeon; en el centro se representa la Natividad del Señor; en el cuarto la Degollacion de los Inocentes, y finalmente, en el quinto y último del lado de la Epístola, la Venida del Espíritu Santo.
En el cuarto cuerpo ocupan sus cinco cuadros, primero, el encuentro de la Verónica con el Salvador en la calle de la Amargura; segundo, el Descendimiento de la Cruz; en el tercero, se destaca la noble figura de la Santísima Vírgen en su maravillosa Asuncion, que es la Patrona del templo metropolitano; el cuarto, representa la Resurreccion de Jesucristo; y el quinto, su divina Ascension.
Sobre los tres compartimientos centrales descuellan como remate las colosales figuras enteramente exentas del Crucificado, al pié de cuya cruz se vé á su afligida Madre y á San Juan el Discípulo predilecto; á la derecha, San Dimas el buen ladron; y á la izquierda, el incrédulo Gestas.
Imposible fuera trasmitir á nuestros lectores ideas minuciosas acerca de los detalles de todos estos cuadros; pues cada uno de ellos requeriria un regular volúmen; por tanto nos limitaremos á consignar que aun cuando fueron hechos en una época en que el gusto artístico se fijaba ya mas en la correccion del dibujo y de las formas, que en la espresion filosófica del sentimiento; los artistas que trabajaron en esta obra por tantos conceptos notable, sin menospreciar aquella, supieron retratar muy al vivo los sentimientos que en cada asunto, en cada figura predominaban. Asi es que el observador cristiano, á la vez que el entusiasmo artístico, esperimenta un santo arrobamiento al contemplar aquellas animadas representaciones de los principales misterios de nuestra Fé.
Y no es de estrañar que asi sea, cuando se ocuparon en esta obra, ademas de Felipe de Borgoña, á cuyo cincel, en el fundado concepto del Sr. Parro, son debidos los cuatro cuadros del cuerpo inferior, los célebres Maestre Copin de Holanda y Sebastian de Almonacid y otros varios, de los mejores de Europa en aquella época.
A cada lado del Retablo que describimos, hay cinco figuras de Patriarcas y Profetas, colocadas unas encima de otras. Y para evitar la fealdad que resultaria de los huecos que dejan los remates, hay pintado un gran cuadro que coje toda la bóveda, y representa el cielo de azul—claro con estrellas de oro.
En una faja dorada que corre á unos cuatro piés sobre el suelo, de uno á otro lado del Retablo, se lee la inscripcion siguiente:
EL REVERENDÍSIMO SEÑOR D. FRAY FRANCISCO GIMENEZ,
ARZOBISPO DE ESTA SANTA IGLESIA, REINANDO EN CASTILLA
LOS CRISTIANÍSIMOS PRÍNCIPES D. FERNANDO Y D.ª ISABEL,
SIENDO OBRERO ALVAR PEREZ DE MONTEMAYOR.
ACABÓSE AÑO DEL SEÑOR J. C. DE 1504 AÑOS.
ESTE AÑO FALLECIÓ LA REINA Á 26 DE NOVIEMBRE.
Frente por frente del centro del Retablo, y separada de él por un estrecho pasillo para comodidad y decoro del servicio del culto en las funciones, se levanta la mesa del Altar sobre dos gradas de mármol que le sirven como de tarima. Es la cubierta de mármol oscuro adornada con una simple gradilla con un Crucifijo y seis candelabros, obra magnífica y elegante, de bronce dorado al fuego, trabajados en Lóndres á fines del siglo pasado, por precio de ocho mil duros. El Ara es preciosísima, de mármol oriental tan torso que se confunde con el ágata. La Sacra que es de esquisito jaspe, de ágatas y de bronce, cincelados con el mayor gusto, presenta la fachada de un templo greco-romano con todos sus detalles de esquisita labor. Conserva este altar el privilegio de que solo puedan celebrar en él el Arzobispo y los Canónigos, de suerte que en caso de ocurrir la necesidad de que celebre otro presbítero, se coloca, en lo que hemos llamado antepresbiterio, un altar portátil.
El Sagrario. Una puerta practicada en el lado del Evangelio del Retablo, cuyo marco es de mármol con filetes y medias cañas, y en cuya mampara con cerco dorado se vé pintado un Profeta, y una escalera oblicua, de órden dórico, de 17 escalones de mármol blanco, muy bajos que en tres tramos, conducen al sagrado recinto que vamos á describir. Todo el hueco de la escalera está revestido de mármoles de distintos colores, á escepcion de la bóveda que se halla pintada de azul con ángeles y serafines.
El Camarin es de doce piés de largo y de seis de ancho: tiene un zócalo de jaspe campo oscuro y manchas pajizas: el cornisamiento es de la misma piedra morada; y las pilastras que forman recuadros, son de mármol blanquísimo de Carrara. En el centro de la bóveda está el Sacratísimo Nombre de Dios, escrito en hebreo entre ráfagas de luz y rompimiento de gloria, adorado por ejércitos de ángeles que le rodean en diferentes posturas y graciosos escorzos, todo de mármoles que forman plumas, aletoncillos y arcos que partiendo de encima del Tabernáculo, van á terminar en las pilastras del fondo. Por entre estas pilastras hay una ventana que trasmite á la sagrada cámara por entre un grandioso sol de bronce, la luz que recibe de lo que se llama transparente, obra atrevida que con este solo objeto fué llevada á cabo. En el lado opuesto á esta ventana, sitio que cae debajo de la primorosa Custodia que, segun hemos visto hay en el Retablo, entre ángeles que llevan espigas y racimos de bronce dorado, y sobre una repisa producida por tres cabezas de serafines que por medio de adornos repartidos con profusion y riqueza vienen á unirse con dichos ángeles, formando en su conjunto gracioso un magnífico trono de gloria, se levanta el sagrado Tabernáculo, donde sobre un ara idéntica á la del altar mayor, y encima de una palia y corporales, está depositado Su Divina Majestad en un copon riquísimo de oro macizo, primorosamente cincelado y lleno de delicadísimos adornos de esmalte, de camafeos esquisitos y de muchas piedras preciosas de gran valor. Su forma es de copa imperial, alta como de media vara. El cortinage que sirve de adorno á la parte interior, es de seda recamada de finísimo oro.
Debajo de este celestial Camarin, hay una pieza igual en dimensiones, á que da paso una puerta que cae á la parte de la Epístola en el Retablo, y que guarda perfecta simetría con la del Sagrario. Esta pieza sirve para guardar toda la plata del servicio diario del altar mayor, como porta—paces, testes, cálices, vinageras, bandejas, salvillas, aguamaniles, atriles, etc., etc., pues todo el servicio es aquí constantemente y cuando menos de aquel metal precioso.
Sepulcros Reales. Al tomar la capilla de Reyes viejos para ensanchar la mayor, necesario fué al Cardenal Cisneros colocar de una manera digna de la memoria de tales personages, los enterramientos de tres Monarcas españoles y uno portugués y de dos lnfantes de Castilla y otro de Aragon que, segun antes dijimos, estaban en aquella capilla. A este objeto se levantaron dos grandes mausoleos, que ocupan los dos intercolumnios laterales de la bóveda primera de la nave principal, á uno y otro lado del Presbiterio, desde el pavimento hasta el arco. Los dos monumentos son iguales, á escepcion de algun detalle correspondiente al personage cuyos restos encierra.
Son de dos cuerpos; el primero, formado por un arco abierto adornado de filetes y crestería; propios del órden gótico. Sobre su clave se levanta otro arco muchísimo mas decorado que el anterior, en cuyo centro descuellan las urnas cinerarias, un tanto oblicuadas, sin duda para dejar ver desde abajo las estátuas yacentes que hay encima de cada hornacina. Este segundo arco tiene encima una ornamentacion calada, caprichosísima y muy vistosa, formada por lazos entremezclados con estátuas, agujas, repisas y llorones; todo de piedra, del gusto gótico mas delicado, y por remate hay un templete afiligranado y dorado, de un gusto esquisito, que toca en la bóveda del templo.
En el monumento del lado del Evangelio hay los restos mortales de Don Alfonso VII, el Emperador, y los del Infante Don Pedro, llamado de Aguilar, y en el del otro lado, los de Don Sancho el Bravo, Don Sancho el Deseado, y junto á unos y á otros sin distincion esterior alguna y sin bultos, los del Rey de Portugal y de los dos Infantes de Castilla y de Aragon, que en la cronologia de los Prelados toledanos son Don Sancho I y Don Sancho II.
Pilares y demas muros del Presbiterio. Cuatro son los pilares ó columnas, dos por cada lado, que sostienen la bóveda en que está la Capilla mayor. Cada uno tiene su nombre, y con él los designaremos para esplicarnos y ser entendidos con mas facilidad. Los del lado del Evangelio se llaman, el mas cercano al Retablo, Pilar del Pastor, y el esterior Pilar del Púlpito del Evangelio: de los del lado de la Epístola el primero es el Pilar del Alfaqui, y el segundo del Púlpito de la Epístola.
El del Pastor, se denomina asi porque entre sus adornos se vé una escultura asaz mal acabada del célebre Pastor de las Navas, que fué el que, cuando en visperas de la gran batalla que en aquel punto habia dc darse, se encontraban los caudillos de las huestes cristianas perplejos ante la inmensa turba de infieles que tenian ocupados todos los pasos, se les presentó ofreciéndose á guiarles por uno facilísimamente practicable que les permitiria coger al enemigo por sorpresa en su campo; ofrecimiento que se cumplió en todas sus partes, por cuyo motivo y por haber desaparecido en seguida, se le creyó un ángel enviado por Dios para dar aquella salvadora noticia. En conmemoracion, pues, de este hecho que asi pudo ser natural, como miruculoso, se esculpió en este Pilar la figura del Pastor, y aun añaden que fué sacada de un diseño que dibujó el Monarca castellano Don Alfonso VIII. En conmemoracion de este mismo hecho y de la decisiva victoria de las Navas, se colocó la figura de este gran Rey encima de la del Pastor, faltando á la simetría, pues es la única que aquí descuella sobre el nivel de las demas estátuas y adornos. Al lado del Pastor, por la parte de adentro, se ven dos figuras de Reyes tan toscas como la referida.
Por debajo de las cuatro hornacinas hay gran profusion de adornos tallados en la misma piedra, compuestos de círculos, flores, hojas y bichos caprichosos, al estilo gótico, todo dorado. Por encima corre otra franja análoga que con sus rosetones y mónstruos en relieve y perfectamente dorados, figura los capiteles de las pilastras esquinadas que dividen la ornamentacion, y contribuye á decorar las repisas y doseletes de las estátuas. Por remate hay agujas ó piramidillas y ángeles y crestería. Por la parte esterior solo tiene un pequeño espacio perteneciente á la antigua ornamentacion, ocupado por una Santa.
El Pilar del Púlpito del Evangelio, aparte de la ornamentacion análoga á la que acabamos de describir en la parte que deja descubierta el panteon del Cardenal Mendoza, de que luego hablaremos, tiene tres estátuas de otros tantos Reyes con sus repisas, doseletes y demas que hemos visto en el del Pastor, y encima de uno de estos Reyes, se vé la estátua de un Soberano Pontífice, que tal vez sea la del reinante en la época del Arzobispo Acuña, en la séptima década del siglo XV. Hacia el esterior sigue la misma profusion variada de adornos, junquillos, palmas, óvalos con bichos y flores, repisas, doseletes, estatuitas y guardapolvos, todo graciosísimo, todo dorado: por encima de este cuerpo descuellan estátuas de Santos, Profetas y Sibilas, del tamaño natural, cuando menos.
El Pilar del Alfaqui en que hay la figura del célebre Abu—Walid, de que hemos hablado en la parte histórica de este santo templo, y á quien el Cabildo toledano quiso mostrar de esta manera su gratitud, este Pilar, repetimos, ademas de dicha figura hay, como en el del Pastor, dos Reyes, y tiene una ornamentacion casi idéntica, con solo la notable diferencia que no hay figura alguna en segundo término, y que á la izquierda del jefe moro, por dejar espacio bastante el muro por aquel lado, se ven dos hornacinas, ocupada la primera por un Arzobispo que querrá ser tal vez Don Rodrigo Jimenez de Rada que fué el promovedor de la edificacion de esta nueva Basílica, y la segunda por un Profeta. A la parte esterior no hay mas que la estátua de un Apóstol, continuacion de las que veremos en el muro inmediato.
El Pilar del Pútpito de la Epístola conserva los mismos adornos que los demas. Por la parte inferior tiene cuatro divisiones formadas por cinco columnas de pizarra negra, y cuajados en sus fondos de mil caprichosos relieves, viéndose en el tercero, en su parte alta una Adoracion de los Reyes, y en la parte baja un Arzobispo colocado entre los Obispos, todo de pésimo dibujo, pero finísimamente dorado. En los nichos ó divisiones del segundo cuerpo hay cinco Prelados que forman continuacion de los que hay en el muro inmediato de que luego nos ocuparemos. Por encima de estos hay una pequeña estátua de Profeta para formar simetría con la que hay en el Pilar del Evangelio. La parte esterior de esta columna es igual á la del otro lado, y no lo repetimos por inútil.
Muros laterales. Entre las dos columnas que tiene el Presbiterio á cada lado, corre respectivamente un muro que merece ser estudiado. El de la parte del Evangelio lo ocupa por completo el sepulcro del Cardenal Mendoza, primero y último que ha conseguido enterramiento tan distinguido, aunque no sin grandísimas dificultades que solo venció la sorpresa, y todavia hay quien añade la violencia, con el poderoso auxilio de Isabel la Católica que sobre haber apreciado muchísimo en vida á aquel eminente Prelado, no se desdeñó de ser su albacea despues de su muerte. Prescindiendo de los desesperados esfuerzos que hicieron el Cabildo y otras distinguidas personas para oponerse á ese enterramiento, y de los medios empleados para eludir aquellos; ello es que encontramos derribado el primitivo muro que debió formar juego con el del otro lado, y en su lugar un monumento sepulcral que vamos á reseñar.
Compónese de dos cuerpos de arquitectura plateresca, el primero formado por un arco figurado en el medio, descansando sobre un zócalo, y en el centro de su medio punto hay esculpidos de relieve un San Juan Bautista, un S. Gerónimo y un S. Bernardo, los tres de medio cuerpo, debajo de los cuales se leen las inscripciones que hemos copiado en la vida de este Cardenal. A uno y otro costado de dicho arco con la correspondiente division de pilastras, se ven otros dos practicables con sus cancelas de hierro dorado. Las pilastras correspondientes á estos arcos esteriores, forman por encima de los mismos dos recuadros en que hay de alto relieve los escudos de armas del Cardenal sostenidos por niños de regular escultura. El remate de este primer cuerpo consiste en un cornisamiento á todo su largo. Sobre este viene el segundo cuerpo compuesto solo de un grande arco, en cuyo centro se levanta la urna cineraria cubierta por la estátua yacente del Prelado vestido de pontifical, escultura de mérito, como lo son todas las de este sepulcro. De la clave del arco pende un medallon que representa de bajo relieve la Vírgen con dos ángeles adorándola. En la urna se lee:
INMORTALI
XPO SACRUM.
A uno y otro lado se ven cuatro hornacinas, dos por parte, guarnecidas de pilastras y llenas de molduras y adornos, en las que hay cuatro Apóstoles. Sobre ellas se levantan otras dos tambien con estátuas de Apóstoles, hasta llegar al nivel del arco, y sobre el conjunto corre una cornisa que con los flameros que tiene encima, forma un remate de buen efecto visual.
Por la parte esterior presenta este monumento una fachada y formas idénticas á la anterior, con la sola diferencia de ser el arco central del primer cuerpo, no macizo como el del interior, sino hueco, dando lugar á una capilla, cuyo retablo forma un hermoso bajo relieve representando á Sta. Elena al lado de la Cruz, y al Cardenal Mendoza, sostenido por San Pedro, arrodillado á sus piés. El arco del segundo cuerpo es por el contrario macizo en la parte esterior, y en su centro descuella un gran medallon que representa al Padre Eterno, y donde corresponde por el otro la urna, hay, una lápida con esta leyenda:
ILUSTRIS PETRI CARDENALIS, PATRIARCHÆ
ALEXANDRINI, TOLETANIQUE ARCHIEPISCOPI, CELEBRUS
INSTITUTIO PIÆQUE DEVOTIONIS MEMORIA SOECULIS
PERPETUIS FUTURA, TER QUOTIDIE MISSARUM SOLEMNIA
SOLVANTIUS; SUB LUCEM PRIMA; AD TERTIAM ALTERA;
IN NONAQUE TERTIA
Todo el monumento es de mármol blanco, con todos sus filetes y abundantísimos adornos muy bien dOrados. El conjunto es magnífico, aun cuando algunos críticos no le encuentren toda la delicadeza del gusto plateresco; y la ejecucion en los detalles es algo y aun mucho mas que regular para los tiempos en que tuvo lugar, en que el buen gusto del renacimiento no se habia perfeccionado, como sucede siempre á la aparicion de una nueva escuela.
El muro del lado de la Epístola no guarda ni en sus formas, ni en sus adornos la menor analogía con el de enfrente que acabamos de describir; y es que en este se verificó una completa trasformacion para colocar allí el privilegiado sepulcro de Mendoza, al paso que el de la Epístola se encuentra en el mismo estado en que se hallaba antes del ensanche de la Capilla mayor, llevada á cabo por Cisneros, quien respetó muy laudablemente esta venerable y preciosa antigualla. El Cardenal Cisneros no habia de ser seguramente quien completase la especie de profanacion artística que se habia llevado á cabo á impulsos de la gratitud que los Reyes Católicos profesaban al leal consejero y compañero inseparable en todas sus proezas. El muro, pues, de la Epístola nos da una idea cabal de cómo estuvo antes de la reforma la Capilla mayor. Veámoslo.
Constituyen la parte baja de este muro ocho arquitos góticos muy esbeltos, sostenidos en la fachada interior por pilares de pizarra negra embutidos en otros que sirven de division á los arcos. Estos son abiertos y calados para dar paso á la vista desde las naves laterales al Presbiterio, pero con rejas para seguridad del sagrado recinto. Por sobre de este cuerpo bajo en que abundan los adornos propios del género gótico, corre un friso lleno de óvalos con escudos de las antiguas armas de Leon y Castilla, todo dorado. Sobre este friso descansa otro cuerpo de arquitectura en que los ocho arcos bajos son reemplazados por otras tantas hornacinas ocupadas por estátuas de Prelados casi del tamaño natural, sobre repisas de caprichosos mascarones. Asi las hornacinas como el campo sobre que están, se ven atestados de estatuitas y adornos entrelazados, siempre variados, y dorados todos.
Sobre esta série de Prelados se levantan otras dos de Santos y de estatuitas, de menor tamaño, colocadas en dos órdenes de huecos calados, de óvalos ochavados y de arquitos ojivos, partidos por pilares negros. El remate consiste en pirámides crestadas sobre que se destacan ángeles en actitud de volar.
Por la parte esterior este cerramiento del Presbiterio no desmerece nada de su interior. Los arcos calados del cuerpo bajo son por fuera sostenidos y partidos por pilares cuadrados, con filetes y adornos dorados. A las hornacinas del segundo cuerpo corresponden por la parte esterior otras análogas, ocupadas empero por los Apóstoles, cuyo número se completa en las grandes columnas que limitan este muro. En todo lo demas, incluso el remate, se observa la mas perfecta igualdad ó analogía entre las dos fachadas interior y esterior.
Esta misma igualdad ó simetría debió existir entre este muro y el del Evangelio, desgraciadamente destruido, solo que en vez de las estátuas de Apóstoles y Prelados hubo de haber en sus hornacinas Reyes por la parte interior y Santos y Prelados alternadas por la esterior, segun indican algunos restos que se salvaron en los pilares del Pastor y del Púlpito del Evangelio.
Para completar la descripcion del interior de la Capilla mayor, debemos decir que entre la clave de los arcos, asi de la primera, como de la segunda bóveda, y la techumbre, se levantan por ambos lados unas galerías simétricas formadas por columnas pareadas, y arcos con cornisa árabe y con profusion de cabezas y mascarones y con filetes dorados. Cada arco cobija una estátua colosal de un Santo, habiendo ademas tres de estas en cada rincon, arrimadas á cada pilar respectivo. Entre el cornisamiento de estas galerías y la bóveda se abren por cada lado cinco ventanas ojivas con claraboyas por encima y cubiertas de vidrios de vivísimos colores, representando Santos y escudos de armas Reales y del Cardenal Cisneros.
El respaldo de la capilla mayor presenta dos fases harto diversas: una es la obra antigua que todavia subsiste, gótica pura en armonía con todo lo que la rodea, y otra es el célebre Trasparente que la reemplazó en el centro, y que forma un contraste, nos atrevemos á decirlo, repugnante con todo lo demas que hay alli.
La obra antigua del respaldo, partida en dos por el Trasparente, llega desde este, por un lado, al pilar del Pastor, y por el otro al del Alfaqui, siendo por ambos absolutamente igual. Tiene sus cuerpos sobrepuestos: el bajo lo forman unas verjas de hierro, bien labradas y doradas, destinadas á dar luz y paso al subterráneo donde hay la Capilla llamada del Sepulcro de que mas adelante hablaremos: encima de estas verjas hay otras que corresponden á los bajos de los Sepulcros Reales, viéndose ademas varios compartimientos formados por pilarcitos y bordados de junquillos, armas de los Reyes Católicos y del Cardenal Mendoza y otros relieves deliciosos, teniendo por lo alto algunas claraboyas destinadas á alumbrar el recinto que vimos debajo del Sagrario. El segundo cuerpo lo forman diez y seis medallones de alto relieve y seis Santos con sus repisas y guardapolvos, mitad por cada lado. El tercer cuerpo presenta gran número de nichos con Santos y Reyes, con un vistoso remate de crestería, junquillos, piramiditas y muchas estátuas repartidas entre estos y otros variados adornos dorados que abundan por todas partes.
La obra de este Respaldo es en todos sus detalles de grandísimo gusto y mérito, y no es posible dejar de admirar la gran distancia que habian corrido las artes en España desde el tiempo en que se hizo la parte delantera del primer Presbiterio, en el siglo XIII, hasta la época en que se hizo el Respaldo, á fines del XV, en los tiempos del Cardenal Mendoza. Todo induce á creer que esta obra fué hecha por los mismos escultores y entalladores que despues labraron el Retablo.
El Trasparente, célebre por tantos conceptos, vino á destruir reemplazándola, una buena parte de esta preciosa ornamentacion, cuyos restos quedan partidos por él en dos mitades iguales. Empezemos por dar á conocer la historia y los motivos de esta innovacion, antes de describirla. El preciosísimo Camarin del Sagrario no tenia luz, pues entre el gran número de ventanas que tiene esta insigne Catedral, ninguna habia que alumbrase convenientemente la parte posterior del Retablo. Para remediar este imaginado defecto se acordó por el Cabildo que se practicase alguna abertura que enviase la luz directa á dicha parte posterior, donde se construyese un altar de tales condiciones que permitiese el paso holgado de la luz hasta el Santo Sagrario, de cuyas circunstancias proviene el nombre de Altar trasparente, hoy significado con la supresion de Altar. Este proyecto fué confiado á un arquitecto llamado Narciso Tomé, que atendiendo solo á la manera como lo realizó, preciso es confesar que hubo de ser un artista distinguido.
Era necesario ir á buscar la luz que se echaba de menos, por la parte de la bóveda; pero esta con la reunion de las aristas y nervios de aquella parte principal del grandioso edificio, formada en aquel punto la clave maestra á que nadie, al parecer, podria atreverse tocar. Atrevióse, sin embargo, nuestro arquitecto, y no solo tocó á ella, sino que la rompió por completo, destruyendo las aristas confluyentes hasta el formero de enfrente, supliendo lo que en las reglas comunes del arte podria llamarse clave natural, con otra hija de su artificio é invencion. No describiremos en sus detalles ese ingenioso artificio, al cual despues de mas de cien años de existencia sin la menor alteracion ni movimiento, nadie osará negar solidez y estabilidad. Fáltannos los conocimientos necesarios para ello, y por otra parte seria empresa agena á la naturaleza de esta publicacion. Solo diremos á los inteligentes que vayan á estudiar esta obra arquitectónica de las mas atrevidas que se hayan egecutado jamás, contemplándola sin prevencion de ningun género. Lástima es que el churriguerismo del Altar allí construido, ese género mirado con horror por la generalidad de los artistas, distraiga el ánimo de la admiracion que se merece la verdadera maravilla del arte que hay alli, y es el rompimiento de la bóveda en su clave maestra, reemplazada por un anillo.
Ello fué que se abrió en aquel punto una ventana de 22 piés de alto por 14 de ancho, que el Sagrario quedó profusamente iluminado desde los primeros albores de Oriente que hasta él penetran, y que en el corriente año 1862 se cumplen 130 cabales de estar concluida la obra, sin que ni por asomo se haya ofrecido el menor peligro y mucho menos los grandes desastres que en aquella sazon se pronosticaron.
Por lo demas el altar que se construyó por el mismo Tomé, quien al propio tiempo lo esculpió y pintó, segun se refiere en una inscripcion allí colocada, es de lo mas exagerado tal vez de la escuela churrigueresca, uno de cuyos capitales defectos, para nuestro siglo sobre todo, es la complicacion de las composiciones, que impone trabajo y estudio para comprenderlas.
El Retablo se presenta como cobijado por un grandioso cortinage que desciende desde lo mas alto hasta el zócalo donde se le vé formando enormes pliegues no mal dibujados por cierto. Aun cuando para describir la idea del artista, tal vez seria conveniente empezar por arriba, no obstante, siguiendo un método ópticamente mas lógico, comenzaremos por abajo. Sobre un zócalo de 6 piés, de jaspes verdes y blancos, que tiene á cada lado un pedestal, se levantan dos cuerpos de arquitectura. Forman el primero, mas bajo, dos grandes columnas de 18 piés y pilastras y contrapilastras á ellas adosadas, y otras dos columnas sustentadas por dos angelitos asentados sobre la mesa del Altar, parte integrante de este cuerpo, cuyas columnas dejan en el centro un hueco ú hornacina. Por entre esas columnas sale el cortinage en grandes arrugones estendiéndose y cubriendo parte de las mismas cuya vista interceptan en otras partes algunas nubes. Sobre las de enmedio corre una imposta, cuya clave forma la cabeza de un Serafin, encima de la cual hay una cartela en que descansa la cornisa, que no se presenta neta, sino interceptada por nubes y otros adornos.
En la hornacina central descuella la imágen de la Vírgen en actitud de levantar el cendal que cubre al Niño Jesus, que tiene en su brazo izquierdo, sostenida por ángeles y cabezas de serafines, todo de purísimo mármol de Carrara.
Entre las columnas del medio y sus pilastras y contrapilastras, pues tambien las tienen, y las grandes columnas esteriores, entre aglomeradas nubes y multitud de ángeles quedan dos huecos, uno por parte, en que se ven dos bajos relieves de bronce muy bien trabajados, que representan, el del lado de la Epístola á Abigail aplacando con dones y viveres á David airada contra su esposo Naval, y el de la parte contrapuesta al mismo Rey Profeta, recibiendo de manos del sacerdote Achimelec la espada de Goliat y el pan santificado. En un ángulo inferior del lado de la Epístola se lee una inscripcion latina que atestigua que Narciso Tomé delineó, esculpió y pintó por si mismo toda esa complicada obra. Mas allá de las grandes columnas se descubre el cortinage que hemos dicho cobijar todo el Retablo, y por entre nubes se encuentran dos nichos con las estátuas de Santa Leocadia y Santa Casilda, del mismo mármol escogido que la de la Vírgen. Sobre las grandes columnas laterales y por encima de la cornisa se levantan otras dos estátuas colosales de San Eugenio por un lado y de San Ildefonso por el otro, las dos del mismo mármol.
El segundo cuerpo viene á ser en su conjunto una reproduccion del primero, pero de menores dimensiones. El zócalo y pedestales son aquí de solos 4 piés, y de 13 y medio las columnas mayores, observándose en las pequeñas centrales y en las pilastras y contrapilastras de unas y otras, proporciones análogas. El cortinage se estiende hasta rodear por uno y otro lado los grandes pilares de la cabecera del templo que son el limite de esta fábrica, subiendo por encima de los capiteles de las pilastras, formados por cabezas de serafines. De estas arrancan arrugones, plumas, nubes, y otros adornos hasta enlazarse por uno y otro costado con un serafin que sustenta en el centro la cornisa. En vez de las hornacinas laterales del primer cuerpo, corresponden en el segundo los escudos de armas de los Merinos y de los Francos, por ser Obrero mayor Don Fernando Merino y Franco, y mas hácia el centro las de Benedicto XIII, al tiempo de aquella construccion reinante, y las del Arzobispo Astorga y Céspedes que la costeaba. En el centro se hace un rompimiento de 14 piés de ancho por 13 de alto, hácia el cual baja la cornisa, de la propia suerte que sucede tambien en el primer cuerpo, segun las buenas reglas de perspectiva á que sujetó su constructor aquella mole de preciosos mármoles y bronces. En el centro de este rompimiento se abre el óvalo que trasmitiendo al Sagrario la luz directa que recibe de la gran ventana abierta en la bóveda del templo, dá al altar el nombre de Trasparente.
El escultor—arquitecto quiso significar el fin á que este óvalo estaba destinado, y por este, sin duda, lo rodeó de nubes y serafines y aletoncillos y de rayos, dando, en medio de ese confuso amontonamiento de objetos, una idea de la aparicion de Dios á Moisés en el Sinai. Ademas puso alrededor los cuatro Arcángeles, San Miguel, San Gabriel, San Rafael y San Uriel, como rindiendo homenage y acatamiento al Rey de Reyes. Enfrente de esta abertura hay un sol radiante de bronce dorado, cuyos destellos entre nubes y ángeles y serafines alcanzan á la ornamentacion antes descrita. Este sol, punto cardinal de todo el Retablo, tiene sobre si un templete ó salon dórico que á lo lejos figura tener mucho fondo, sin embargo de no contar realmente mas de 4 piés, y causa mucha ilusion, por estar en él atinadamente aplicadas las reglas de la perspectiva, habiéndose sacado gran partido, para producir los lejos, del mármol oscuro de Saelices, hábilmente adoptado para los fondos y perfiles. La cornisa remata con una bóveda en arista tambien en perspectiva. Ocupa la parte interior de este templete la Cena de Jesucristo rodeado de sus Discípulos, con figuras mayores del natural.
Por encima de este templete se destaca el cornisamiento de este segundo cuerpo, que mas bien lo es de todo el Retablo, formando una especie de volutas de arrugones y grotescas, figurando el estremo del gran cortinage que cobija toda la obra, los cuales partiendo de los lados vienen al centro donde los recogen dos grandes figuras de ángeles que ademas sostienen un gran targeton con las armas de la Catedral, es decir, la Descension de la Vírgen á vestir la divina casulla á San Ildefonso, de medio relieve. A las dos estremidades hay dos secciones de círculo figurando una portada rota, de cuya concavidad salen dos ángeles que reciben el vuelo de la cornisa circular que arranca de unas cabezas de serafines.
Tiene esta obra por remate tres estátuas colosales de las tres virtudes teologales, de purísimo mármol de Carrara, en el centro la de la Fé sostenida por una nube de hermosos jaspes, Y á los dos lados la Esperanza y la Caridad.
Despues de haber dado una idea de esta colosal fábrica, la daremos de la mesa del Altar que hemos dejado de intento para no interrumpir la narracion. Y ya antes de llegar á ella encontramos que el embaldosado es distinto del general del templo, pues lo forman unas estrellas de mármol blanco sobre un fondo negro de la misma piedra. Alli se ve la sepultura del Cardenal Astorga y Céspedes que costeó la obra, de la que hemos hablado en la biografia de este Prelado. El Altar se levanta sobre una especie de tarima de mármol blanco con embutidos de otros colores, remedando una alfombra. La mesa es de la misma materia y labores que semejan un brocado lindísimo, con marco de bronce cubierto de oro molido. El tablero y costados son de jaspes escogidos, y el ara del mismo precioso mármol oriental que hemos visto en la sagrada mesa de la Capilla mayor.
Réstanos advertir que todo este monumento es de mármoles, jaspos y bronces dorados, y á escepcion del mármol de Carrara empleado para las principales estáluas, los demas son españoles, de las canteras de Cabra, Montesclaros, Urda, Estremoz, Granada, Torlosa, San Pablo, Saelices, Torrubia, etc., etc., siendo de notar que todos los materiales estaban ya dispuestos á costa del Cabildo, cuando vino á ocupar la Silla Primada el Prelado Astorga y Céspedes, quien tuvo la honra de costear la construccion y de verla comenzar y acabar en vida, pues terminó en 9 de junio de 1732, celebrándose este suceso con grandes fiestas.
Pasemos ya á otra cosa, pues que las pinturas que puso Tomé á su obra, no llaman mucho la atencion, y ya que por otra parte renunciamos á hacer un juicio crítico de la obra arquitectónica, lo cual fuera superior á nuestras fuerzas.
La Capilla del Sepulcro es la que hemos encontrado al examinar la parte esterna de la Capilla mayor, de la que en rigor forma parte, pues se encuentra debajo del Presbiterio. Bájase á ella por dos espaciosas escaleras de sillares. Tiene cinco bóvedas, dos ocupadas por las escaleras, y las tres centrales destinadas á la capilla, habiendo en cada una de ellas un altar. El del centro contiene de talla el Enterramiento de Jesucristo, obra preciosa del afamado Copin de Holanda, en que resalta sobre toda ponderacion la espresion de cada uno de los personajes que en tan triste escena figuran, y principalmente la de la Santísima Madre, que causa al contemplarla un efecto portentoso. El altar de la izquierda, que es el de San Julian Arzobispo, cuya estátua en madera se ve en la hornacina central, solo ofrece de notable en el sentido artístico dos pinturas laterales sobre madera que representan dos Apóstoles, y son una muestra del estado de la pintura en España á fines del siglo XV, de cuya época datan. El otro altar, que es el de San Sebastian, tiene cuatro lienzos, uno del Santo titular, el del centro, poco notable, y sus dos colaterales el de San Juan Bautista y de la Degollacion de los Inocentes, obra de mérito, los dos de Francisco Ricci, quien en el último se propuso y acertó á imitar al Ticiano. Al lado izquierdo del Retablo hay otro que tampoco ofrece nada de particular. El retablo es de madera y de órden corintio, obra moderna que tampoco llama la atencion.
Hay ademas otra bóveda mas baja, enfrente de la central, célebre por haber servido de depósito al cuerpo de San Eugenio, desde que en 1565 fué traido de Francia, hasta que fué trasladado al Ochavo. En el lugar que ocupó aquella santa reliquia, hay ahora el cuerpo de Santa Ursula en una rica urna cubierta de cristal.
Esta capilla que llaman hoy del Sepulcro, llamóse antes de Santa Cruz, y anteriormente del Rey Don Sancho que la hizo construir para panteon Real, y en ella se encontraban los cadáveres dichos de los Reyes Viejos, depositados ahora, despues de la reforma del Cardenal Cisneros, á uno y otro lado del altar mayor.