21

 

 

«Hay pasiones que la prudencia enciende y que no existirían sin el riesgo que provocan.»

 

JULES BARBEY D’AUREVILLY

 

 

—Brian, tengo miedo de chocar con otro bote.

—No lo harás. ¿Ves que se mueve muy despacio? Prueba tú. Yo tendré mi mano sobre la tuya.

—Aaaaaaaaaaaaah, se está moviendo, lo estoy moviendo.

Ambos se carcajearon y él le mordió el carrillo.

—Mira a los lados. ¿Ves que es muy fácil de conducir? Cuando calcules que ya pasa, cambia la marcha hacia adelante. Saldremos despacio por el canal.

—Estoy emocionada. Lo estoy conduciendo.

Navegaron por los canales hasta salir a mar abierto. Recorrieron algunas millas hasta alejarse lo suficiente de la orilla, hasta que la línea del horizonte solo era un destello.

—Fondearemos aquí y nos iremos a la proa a tomar el sol, ¿quieres?

—Me parece perfecto. Se respira mucha paz en este sitio.

—Solos tú y yo, alejados de todo y de todos.

—Suena fabuloso.

—Será mejor que reforcemos nuestro protector solar, porque el sol está muy fuerte.

—Sí, por favor. No quiero parecer un camarón esta noche.

—Ven. Baja del flybridge.

Él iba por delante. Caminaba y se movía con agilidad y autodominio. Entonces la cogió de la mano para ayudarla a que también lo hiciera.

Entraron en la cabina inferior y Alexa fue a por su bolso, donde tenía protector solar. Mientras tanto, Brian se encargó de preparar algunas frutas, queso y bebidas para llevar a cubierta.

—No salgo de mi asombro de la cantidad de espacios que hay en este bote —indicó Alexa mientras ayudaba a Brian para trasladar todo fuera.

—¿Te gusta?

—Me encanta. Es mágico. ¿Y dices que te lo regaló tu abuelo?

—Sí. Por supuesto que no siempre fue como lo ves ahora. Mi padre lo ha ido reformando para que pareciera actual.

—Sí, me has dicho que todo luce como nuevo. Es un apartamento sobre el mar.

—Con todas las comodidades. Pasaremos un día bonito, ya verás. Voy a poner música.

Estaban tumbados sobre las colchonetas de proa sobre la carena, mientras oían una selección de temas que Brian había elegido, la mayoría clásicos. Había acabado el tema Losing my Religion[3] de R.E.M y ahora sonaba Keane, que cantaba Somewhere Only We Know.[4]

—Quítate la parte de arriba del bikini. Así no te quedará ninguna marca; estamos solos en medio del mar.

Él mismo desanudó la pieza mientras le aplicaba protector solar.

—Mejor, porque no quiero que esta noche se me vea ninguna marquita.

—Si lo deseas no tenemos por qué ir esta noche a la fiesta. Te lo digo en serio.

—Claro que iremos. Quiero estrenar el vestido que me compré. Además, estarán Oli y Noah, y tú conmigo, así que me sentiré muy acompañada. Tus padres no me quieren allí, ¿verdad?

—No han dicho nada. No es eso. Es solo que no quiero ningún malentendido más. De todas formas, hablaré con Rebecca, porque no me ha gustado cómo se ha comportado hoy.

—Preferiría que no lo hicieras.

—¿Desconfías de mí?

—No, te juro que no. De quien desconfío es de ella. —Lo cogió del rostro y le dio un beso mullido en los labios—. Simplemente creo que no debemos darle más importancia de la que tiene; si hablas con ella se saldría con la suya. Toma, come una uva. Están riquísimas.

Brian abrió la boca y, cuando ella se la metió, le mordió los dedos.

—¿Sabes? He estado pensando, y me gustaría abrir un restaurante en Nueva York. Quiero invertir ciertos ahorros que tengo. He estado haciendo averiguaciones y creo tener un muy buen negocio entre manos. Es otro de los cambios que quiero para mí. Estoy súper entusiasmado preparando mi tesis, también.

—Pero tú no sabes nada de restaurantes.

—Bueno. No soy un experto, pero con tanto viaje como he hecho te aseguro que algo de restaurantes sé. Al menos, sé dónde me gusta sentarme a comer. Creo que eso es un punto importante. Además, mi carrera me servirá para poder administrarlo bien; he retomado los libros y, como te dije, terminaré mi tesis para volver a ponerme al día.

—Y, ¿qué tipo de restaurante es el que quieres poner?

—Quiero que sea como un estiatorio griego, pero muy lujoso. Y grande, muy grande. Y que haya una gran zona donde se exhiban los alimentos frescos que se utilizarán en los platillos. Deseo que todo esté a la vista del cliente, que en el lugar haya mucha piedra, columnas, que el sitio esté ambientado para que quienes vayan se sientan en Grecia.

—Vaya. Lo tienes muy pensado todo.

—Es una idea que desde hace un tiempo me ronda por la cabeza, y en los días que pasé en Nueva York estuve con algunos agentes inmobiliarios para que me consiguieran un buen lugar; tiene que ser cercano al río. Si pudiera conseguir un local con vistas a este sería fantástico. Quiero que haya también una zona para eventos alejada del comedor, y otra para reuniones ejecutivas. Esa tiene que ser una zona donde no lleguen los ruidos para que los clientes tengan tranquilidad y puedan comunicarse. En fin, tengo infinidad de ideas. ¿Qué dices?

—Parece un muy buen proyecto.

—¿Te gustaría encargarte de conseguir todo el arte para el lugar? ¿Te sumas entonces?

—¿Yo?

—Sí, tú. Sé que por trabajar en la galería de mi hermana sabes dónde buscar y con quién contactar para conseguir buenas cosas. ¿Aceptas?

—Me encantará formar parte del proyecto.

Alexa se abalanzó sobre él, que estaba tumbado de costado, mientras le hablaba, y se le tiró encima para llenarlo de besos.

—Tú y yo juntos en un proyecto. Me encanta la idea.

—¿Socia, entonces?

—¿Tu socia? ¿Te has vuelto loco? No, ¿cómo crees? Si no tengo un dólar para invertir; es más, mi cuenta está casi en números rojos. Vivo casi al día, ya que la operación de mamina se llevó casi por completo mis ahorros; el seguro social no lo cubría todo. Incluso le he tenido que pedir un préstamo a Edmond para comprarle el regalo que le he hecho a tu madre.

—¿Qué le has comprado a mi madre?

—Ya se lo he dado, pero creo que no le ha gustado mucho.

—Sabía que algo te había hecho. ¿Qué ha pasado?

—Nada, nada, te lo prometo. Solo es mi percepción.

«¿Por qué no aprenderé a cerrar mi bocaza?»

—Se ha mostrado muy agradecida cuando lo ha visto —intentó sonar todo lo convincente que pudo—, pero intuyo que no he acertado con su estilo.

—¿Qué le has regalado?

—Un conjunto de joyas de la época victoriana.

—¿Estás loca? ¡Eso tiene que haberte costado mucho dinero! Pero entonces despreocúpate, porque las joyas le encantan. Siempre le está pidiendo a Olivia que le consiga piezas únicas. Igualmente no deberías haberte gastado tanto.

«¡Vieja zorra! Disimuló muy bien que babeaba por el regalo.»

—Y con respecto a la operación de Baddie, mejor no toquemos ese tema. Recuerdo lo mucho que discutimos cuando quise hacerme cargo de esa cuenta.

—Es que yo no soy tu mantenida, Brian. ¿Cuándo lo entenderás?

—Si yo necesitara dinero y tú lo tuvieras, ¿no me ayudarías?

—Por supuesto que sí, pero eso ya lo hemos discutido; yo también lo tenía y no hacía falta que tú me lo dieras. No empecemos nuevamente.

—Bueno, ¿aceptas o no ser mi socia? Tu asesoramiento, y seguramente todo el trabajo que vendrá, cuentan; yo pongo el capital y tú los conocimientos y contactos que posees.

—Deja de engatusarme. Todo eso se lo podrías pedir gratis a Oli.

—Olivia no tiene tiempo y tu tiempo es valioso. Por eso quiero incluirte en el negocio.

—No sé, no me parece justo.

—Vamos, no seas tonta. Aportarás trabajo a la sociedad.

Se quedaron mirando por unos instantes...

—Va, no seas tan terca.

—Bueno, acepto, pero mi porcentaje en las ganancias será acorde con lo que aporto. O sea, algo así como... un buen sueldo y nada más.

—Ya lo decidiremos. De todas formas, al principio quizá ni veamos ganancias.

—Pensemos en positivo. Necesitamos una buena campaña de marketing, hacer explotar las redes sociales; además, contamos con la ventaja de que como te conocen en el medio, seguramente la prensa podrá darte espacio para promoción. Eso será un gran disparador.

—He pensado que para cuando todo esté listo, podríamos organizar la puesta en marcha con gente enteramente de prensa y personalidades famosas, como en el estreno de una película.

—¿Has pensado en el nombre?

—No. Algo que tenga que ver con Grecia... No sé, Atenas es una de sus principales ciudades.

—¿Qué te parece El Templo?

—Me gusta, pero no entiendo lo que tiene que ver con Grecia.

—Déjame explicarte, que ya he comenzado a divagar y mi cabeza está funcionando a mil. He pensado en Poseidón, que es uno de los dioses más importantes de la antigua Grecia, y, como los restaurantes griegos ofrecen comida mediterránea, cuyos platillos están basados en su mayoría en pescados frescos y frutos de mar, lo he considerado por ser el dios del mar. —Brian la escuchaba atentamente y asentía con la cabeza mientras enredaba sus dedos con los suyos—. Se me ha ocurrido que podríamos conseguir algún artista local que nos hiciera una estatua del gran Poseidón para poner en alguna parte, tal vez en un buen recibidor que les dé la bienvenida de manera teatral, desde donde no se pueda ver el comedor. Podríamos también ambientar el lugar como si fuera un templo griego, con telas, columnas, frisos, jarrones; en fin, hacer una réplica de un templo. Si mal no recuerdo en lo que he leído, desde el sitio donde se encuentra erigido el templo de Poseidón en el cabo Súnion se pueden apreciar las más bellas puestas del sol y las mejores lunas, y eso podríamos proyectarlo en alguna pantalla de led.

—Eres fantástica. —La cogió por la nuca y le depositó un húmedo beso en los labios—. Acabo de darme cuenta: ¿sabes cómo se llama este yate?

Ella asintió con la cabeza.

Neptuno. Lo leí antes de subir. —Ambos se sonrieron exultantes—. El nombre de Poseidón en latín.

Se abrazaron felices y se besaron con ansia, y de inmediato las manos de Brian no pudieron detenerse sobre la piel de Alexa calentada por el sol. Sus senos brillaban y el sol parecía reflejarse en sus redondeces. Los besos que se daban siempre eran suficientes para provocar adecuadamente todas las partes de sus cuerpos.

—Son perfectos —le aseguró mientras los acariciaba e imaginaba todas las cosas depravadas que le haría—. Quiero hacerte el amor aquí, bajo el cielo.

—Estás loco. Vayamos abajo, soy osada, pero... me siento muy expuesta aquí.

—Te prometo que vas a olvidarte de todo, incluso de donde estamos. Además, no nos puede ver nadie porque estamos completamente solos.

Alexa miró a su alrededor, pensándoselo, y comprobando además que efectivamente no había ni una mosca volando en varias millas.

En aquel momento, Pony,[5] la canción interpretada por Ginuwine, comenzó a sonar y Brian acompañó el ritmo con su pelvis, que le rogaba ansioso enterrarse en ella mientras depositaba besos por toda su piel; su profusa erección solamente quería hacerse paso en su sexo.

—Monta mi pony, nena —le manifestó risueño haciendo alusión a la frase de la canción, y Alexa se rio mientras la acariciaba íntimamente. Le había quitado el traje de baño y se aventuraba en busca de sus sedosos pliegues. Ella estaba ya tan mojada que sus fluidos no tardaron en empapar los dedos de Brian, provocando que la sangre en su polla se acumulara y palpitara ansiosa. Sus manos no estaban dispuestas a detenerse, y de inmediato sus dedos comenzaron a bombear con más intensidad y fuerza dentro y fuera de su vagina, lo que provocó que su respiración se volviera entrecortada. Consiguió arrancarle gemidos y dejarla sin respiración, casi al borde del orgasmo.

Alexa, por su parte, envuelta en la seducción que sus dedos planeaban, anhelante, le bajó el bañador también a él.

—Vamos a ponernos peligrosos, cariño —le cantó Brian juguetón sobre su boca mientras le mordía el labio inferior y tironeaba de él—. Te siento cerca de mí —prosiguió, repitiendo la letra de la canción mientras frotaba el falo por su hendidura.

Alexa, tomándolo por la nuca, se apropió de su boca, y se sintió la dueña de su absoluta rendición, aunque tan solo bastaron unos pocos instantes para saber quién era el que se estaba rindiendo a quién.

Un calor abrasador los cercó y, sin contención, se amaron intensamente de una manera casi salvaje. Brian se clavó de forma casi brutal en ella entre besos, caricias interminables, gemidos y gritos lujuriosos que no se preocuparon en detener, porque allí donde estaban solo ellos eran testigos de la explosión sexual que sus cuerpos experimentaron al saciarse en el otro.

—Tu cuerpo me deja sin opciones. Dejo de razonar y solo quiero sentirte —le dijo entre resuellos a consecuencia del reciente orgasmo, sentado frente a ella y aún con el sexo en su interior.

Brian movió la mano sobre su espalda y la acarició, y el viento hizo que su cabello le cosquilleara sobre las manos, que la sostenían aferrada contra su pecho.

—Me ha gustado mucho —le contestó ella después de tomar una honda bocanada de aire y proveerse de esa ración de oxígeno extra—. Me siento muy cerca de ti, Brian. Me gusta mucho esta nueva etapa de nosotros juntos. Siento que ambos estamos más comprometidos con lo que sentimos.

Separaron la íntima unión que les proporcionaban sus sexos, pero continuaron uno frente al otro abrazados.

—También yo lo siento así. Me encuentro muy cómodo a tu lado y me encanta que tengamos planes juntos. Además, poco a poco, voy descubriendo que tenemos más cosas en común de lo que creíamos.

—Ajá.

Ella recostó la cabeza sobre su hombro y disfrutó del cobijo de su cuerpo mientras le acariciaba la nuca.

—Debemos movernos. No podemos quedarnos todo el tiempo así, Brian.

—¿Quién ha dicho que no? Me encanta estar de esta forma.

—A mí también me encanta, pero escapa a mi poder de comprensión que nos deseemos tanto.

—Pues no pienso resistirme a esto que siento y además espero poder ponerle remedio cada vez que te desee.

Pasaron otros minutos en silencio disfrutando de las lánguidas caricias que se ofrecían, hasta que Alexa se movió, levantó la cabeza y lo miró fijamente a los ojos.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Por supuesto.

—¿Nunca has pensado en trabajar en el astillero de tu familia? Hoy he podido comprobar cuánto te apasiona la náutica; mientras pilotabas tu yate y me explicabas, estabas como pez en el agua. Me atrevería a decir, y casi sin temor a equivocarme, que sería un trabajo que disfrutarías mucho. —Le delimitó los rasgos de la cara mientras le hablaba—. ¿Por qué quieres invertir en un restaurante?

—¿Con mi padre respirando tras mi nuca? No lo creo. Nunca nos hemos llevado bien. Pensamos muy diferente. Quiero abrirme mi propio camino sin depender de mi padre; no tienes idea de lo que es vivir bajo sus órdenes.

—Pero, tarde o temprano, el negocio pasará a tus manos. Es inevitable.

—Pues, llegado el momento, me haré cargo de lo que deba. Por ahora no estoy interesado, puesto que mi padre y yo tenemos conceptos muy diferentes en todo; jamás lograríamos entendernos. Trabajar a su lado solo nos llevaría a agrietar mucho más la relación que a duras penas mantenemos.

»¿Por qué me preguntas esto? Hasta hace unos minutos parecías muy entusiasmada con la apertura de El Templo.

—Es que... no es que a mí me importe, bueno, en parte sí; me importa por ósmosis, porque todo lo que a ti te importa a mí me importa, y sé que tú deseas que ellos me aprueben, y si abrimos juntos ese restaurante... me dejará frente a ellos como la gran manipuladora que te aleja de tu destino.

Brian le dio besos muy dulces en los labios.

—¿Qué ideas son esas? No necesito su aprobación para estar contigo. No te confundas. Solo apelo a que se abran y te conozcan y vean en ti todo lo que yo he descubierto, y si no logran hacerlo y ver a la gran mujer que yo veo, eso me demostrará simplemente que son unos necios y obtusos, cosa que ya sé, pero como soy en el fondo un sentimental que siempre espera que mis padres se vuelvan normales...

—Es increíble. A pesar de haber crecido en ambientes muy diferentes, tú y yo tenemos muchas cosas en común: ambos hubiéramos deseado crecer en una familia normal. Claro que Hannah no es comparable a tus padres. Cualquiera es más normal que ella.

—Eso lo dices porque a ti no te ha tocado vivir con mis padres.

—Brian Moore, déjame informarte de que nos hemos refregado tanto que el protector solar se me ha salido —dijo Alexa de pronto, cambiando abruptamente de tema—. Siento que el sol está dándome directo en la espalda y está quemándome.

—En ese caso deberemos movernos.

Alexa enredó sus dedos en el pelo de Brian y, tirando con fuerza su cabeza hacia atrás, le mordió la barbilla.

—Vamos, guapo. Hagamos una carrera para ver quién llega primero al agua.

—Acepto, pero como soy muy caballero te daré ventaja.

—No es necesario. Me considero una muy buena contrincante.

—Créeme que la necesitarás.

Alexa se puso en pie y empezó a correr por el pasillo, bajó la escalerilla sosteniéndose del pasamanos sin percatarse de que él no la seguía, y cuando ella estaba a punto de empezar a correr por cubierta para ir a lanzarse desde la plataforma sumergible de popa, Brian se lanzó desde el pasillo lateral entrando en el agua en un perfecto clavado.

—¡Tramposooooooo!

Brian emergió del agua muerto de risa.

—Creo que has perdido, rubia —se mofó mientras braceaba para mantenerse a flote.

—Eres un petardo.

—Te lo he dicho: nunca juego limpio, pero es que tú no has establecido desde dónde había que lanzarse. Ven aquí. Tírate y te refrescas.

Nadaron un buen rato. De vez en cuando, salían y se sentaban en la plataforma para reforzar el protector solar y luego volver a entrar en el agua; en todo momento se prodigaban arrumacos y jugaban un rato mientras intentaban hundirse el uno al otro, hasta que Alexa comenzó a temblar.

—Tienes los labios amoratados. Será mejor que salgamos del agua.

—Sí. Me está entrando frío.

Regresaron a la cubierta y Brian se encargó de ir a por las toallas que habían quedado en la parte de proa; cuando regresó, él tenía la suya envuelta en sus caderas. Ágilmente, se ocupó de envolverla con la otra y arroparla frotando su piel con ella para darle calor. Después de secarse, entraron en la cabina inferior.

—¿Mejor?

—Sí, ya he entrado en calor.

—Voy a por las cosas que se han quedado en la proa.

—Yo prepararé un poco de café.

—Vale. Luego volveremos. No creía que fuera tan tarde. Supongo que querrás prepararte con tiempo para la fiesta.