CAPITULO XX
Hugo estaba al pie de una colina desde la cual miraba con nostalgia su casa y las tierras que pertenecían a su familia, los recuerdos de su infancia corriendo por esos campos y los buenos momentos allí vividos inundaron su mente. Echaría de menos ese lugar que tanto amaba, pero era necesario poner tierra de por medio, soltó el aire con un gesto de infinita tristeza.
-Me dijeron que aquí podría encontrarte. –Una voz dulce y tímida lo volvió de golpe a la realidad.
Lilian estaba a unos pasos tras él, había pedido a su cochero que la llevara a casa de Hugo y cuando le dijeron que no se encontraba sintió que el mundo se le caía a pedazos. Entonces un mozo le dijo que probablemente lo encontraría en la colina de la casa del árbol, sin pensarlo tomó un caballo y salió a buscarlo sin importarle el qué dirán.
Hugo estaba sumido en sus pensamientos que no la sintió llegar, sin volverse a mirarle le preguntó. -¿Qué haces aquí?
Ella temblaba de pies a cabeza, pero sabía que tenía que olvidarse de su orgullo. La habían educado diciéndole que una señorita decente debe ser orgullosa y nunca buscar a un hombre, que ellos eran los que tenían que buscarle a ella, pero se había cansado de esperarlo y no estaba dispuesta a perderle.
-No puedo dejar que te vayas, no sin mí... Llévame contigo y yo te seguiré a donde sea que tú vayas. Por favor Hugo, no me dejes. -un par de lagrimas escaparon de sus ojos a pesar de su resistencia a llorar.
Hugo se volvió a mirarla. ¡Era un milagro! !Lilian le estaba pidiendo que la llevara con él, que no la dejara! Permaneció en silencio emocionado, las palabras se ahogaron en su garganta y sólo fue capaz de abrir los brazos, Lilian se arrojó a él y se abrazó a su pecho llorando como una niña.
Hugo la consoló en silencio, un par de lágrimas fugitivas escaparon de sus ojos y se las limpió de inmediato, la separó un poco y le levantó el rostro para que lo mirara, tenía que verla a los ojos cuando le respondiera a su pregunta.
-¿Estás segura de esto? La gente hablará...
-No me importa, sólo quiero estar contigo y no puedo esperar a tu regreso, ya esperé suficiente. –él emocionado la besó largamente.
-Entonces sígueme...
Después de más de una hora de rogarle el cura del pueblo aceptó impartir el sacramento, se casaron esa misma tarde y partirían juntos antes del alba. Antoni y Melisa fueron los orgullosos padrinos.
Después de salir de la Iglesia se despidieron de Antoni y Melisa, Lilian se disculpó con ella por el mal comienzo y prometió estar en contacto, al parecer Melisa ganó otra amiga, estaba feliz de que su labor de cupido resultó con éxito.
-Debes estar muy feliz, tu labor de Cupido dio resultado. –Le dijo Antoni y luego la besó, se despidieron para ducharse y alistarse para la cena.
Melisa se duchó, miró la maleta un instante, la abrió y sacó el salto de cama que Susan le había puesto, lo contempló indecisa varios minutos y luego tomó una decisión.
Se cambió para la cena y se arregló con sumo cuidado, recordó las palabras de Antoni y un estremecimiento la recorrió entera. “Esta noche será”.
Bajó para cenar, pero Pedro le informó que cenaría sola porque el joven Antoni se sentía indispuesto y pidió le subieran la cena.
La preocupación la invadió y sin pensarlo subió en busca de Antoni, llamó a su puerta varias veces y al no recibir respuesta preocupada entró.
Se quedó pasmada parada en el centro de la habitación,esta estaba repleta de arreglos florales por todos lados inundando el ambiente con su delicioso aroma y docenas de velas encendidas distribuidas estratégicamente.
Antoni apareció de las sombras tras de ella, cubierto sólo por una bata de seda color rojo fuego y la tomó por la cintura pegándola a su cuerpo mientras le susurró al oído con voz ronca. –Te estaba esperando.
Melisa se estremeció hasta la médula, Antoni la giró para tenerla de frente y durante unos segundos se miraron a los ojos.
Ella estaba muy nerviosa, los miedos y las dudas que creía superadas la asaltaban.
Él la besó con infinita ternura y lentamente la fue despojando del vestido dejándola solo con el sexy salto de cama de delicado encaje negro. Se separó un poco de ella para mirarle y se tomó unos minutos para contemplarla y casi le da un infarto, la belleza de esa mujer no tenia límites, No sólo era física, era un conjunto de factores, su porte, su esencia, su ser, toda ella era un hermoso universo lleno de luz que lograba poner en calma su tempestad.
Aquello era lo que había querido hacer desde el primer día que entró en la biblioteca y la vio por primera vez. Reconoció.
Melisa lo rodeó con sus brazos y se puso de puntillas para acercarse más a él y ahora fue ella quien lo besó. Él entrelazó su lengua con la de ella y Melisa hundió sus dedos en el cabello de él, acariciándole la nuca.
¡Cielos! Se dijo Melisa. ¡Estaba en los brazos de Antoni Beamont y pronto sería su mujer! De pronto este pensamiento la aterró. ¿Y si no le gustaba al verla desnuda?
Antoni tenía su plan de seducción, pero después de unos cuantos besos mando todo a volar y dejó que las cosas siguieran su cauce de manera natural. Sólo quería besar a Melisa porque le parecía un sacrilegio no hacerlo.
-Antoni ¿Estás seguro de esto? –preguntó ella tímida.
-Diablos, si. ¿Cómo puedes dudarlo? -Repuso él.
-Pues yo no lo estoy. -Dijo por fin Melisa.
Antoni se detuvo al escuchar sus palabras impregnadas de timidez, no podía obligarla, temió que la pasión que él sentía no fuera correspondida, pero sabía que tenía que tener paciencia. -No quiero presionarte.- Dijo él a pesar que su cuerpo lo recriminaba y entonces se dio cuenta que estaba nervioso. Sabía como manejarse en el mundo de los negocios y con las mujeres en general, pero con la mujer que le importaba, las cosas eran muy diferentes y Melisa se había convertido en la mujer que más le importaba.
Melisa sabía que tenía que aclararle el porqué de sus dudas, decirle que sus estas eran sobre sí misma.
El volvió a rodearla con sus fuertes brazos apretándola contra su cuerpo y le acarició la espalda, Melisa sintió la erección de él en el estomago y un tumulto de emociones la envolvió, estaba aterrada y miles de ideas revoloteaban en su cabeza. ¿Si al verla desnuda ella no le gustaba? ¿Si se arrepentía de estar con ella?
-Es tu primera vez, es normal que estés nerviosa hermosura. –dijo él con ternura.
-Antoni yo no soy hermosa, tenía sobre peso y tuve que trabajar duro para bajar los kilos de más y aun así mi cuerpo... no es perfecto. –Ya estaba por fin lo había dicho. ¿Cómo había podido pensar en estar con ese hombre tan devastadoramente sexy? ¿Acaso había olvidado que ella era una chica del montón y que su peinado y su ropa eran mera apariencia? Por dentro seguía siendo la misma Melisa insegura de siempre.
Entonces pensó que si se iba y rompía el encanto, su ropa y su cambio no sería más que lo que ella había pensado, una mera fachada, sin embargo ella realmente había cambiado. Recordó el camino recorrido y se sorprendió a si misma de su valor y fortaleza y reconoció que ahora era una mujer nueva.
Antoni comprendió e intuyó que ella estaba librando en su interior una lucha contra sí misma, pero él estaba decidido a demostrarle que era una mujer hermosa y que todo en ella era perfecto. Volvió a besarla y lentamente la despojó de la delicada tela que le impedía el paso a la gloria.
Melisa cruzó los brazos para taparse los senos, sabía que a pesar de haber perdido peso, aún no era perfecta. Su cuerpo…. Sus senos tenían estrías y su vientre no era del todo plano. Se preguntó si algún día conseguiría que lo fuera.
-¿Qué estás haciendo? -preguntó él.
-No tengo muy buen aspecto desnuda. -respondió ella abrazándose a sí misma.
Antoni negó con la cabeza y le apartó las manos del cuerpo, Melisa se sintió vulnerable, no podía seguir con aquello, se dijo. Justo cuando iba a darse la vuelta para irse, Antoni como intuyendo la abrazó con fuerza.
-Melisa ¿es que no te das cuenta de lo que me haces? ¿No ves lo que en mi provocas? Tienes un cuerpo de perdición absoluta que me vuelve loco y me encantas tal y como eres. Eres perfecta...hermosa.
La tomó de la mano y la hizo girar mientras la contemplaba, sin pensarlo se arrodillo y su cabeza quedo justo a la altura del ombligo femenino, tomándola de las caderas con sus manos comenzó a besarla con ternura y tocó con sus besos las estrías que eran muestra de su lucha. Melisa era una mujer fuerte, una guerrera incansable que tomó las riendas de su vida y la admiró por eso, no solo la admiraba, se sentía orgulloso de ella.
Melisa se quedó sin palabras conmovida hasta lo más hondo de su ser, Antoni con su amor y su infinita ternura no solo le había desnudado el cuerpo, sino también le desnudó el alma y le había liberado para siempre de su viejo yo. Un par de lagrimas resbalaron por sus mejillas, ahora se sentía hermosa, sexy y capaz de hacer que un hombre la deseara y se volviera loco por ella. Abrió los ojos y Antoni la estaba observando con tanto amor que sus dudas se disiparon y tuvo que reconocer que deseaba disfrutar de él por completo. ¿Cuántas veces se hacían los sueños realidad?
Debía aprovechar el momento, él la amaba y le había pedido que fuera su esposa, llevaba su anillo en el dedo. ¿Qué más podía pedir a la vida?
Se relajó y se obligó a dejar de preocuparse. Deseaba a Antoni y él la deseaba a ella y juntos iban a convertir esa noche en algo memorable. Tomando la iniciativa, ella le tomó el rostro con las manos y lo obligó a ponerse en pie, entonces lo besó. –Te amo Antoni Beamont. –Dijo apretando sus labios contra los de él.
Antoni sintió en el alma las palabras de ella, quería demostrarle que él también la amaba, entonces sus labios mencionaron por primera vez en su vida esas palabras que creyó jamas diría. -Yo también te amo Melisa Summers.- la besó de nuevo y la levantó del suelo. Melisa pensó en que le fascinaba el modo en que la alzaba en brazos. Como había sido una chica gordita casi toda su vida, pensó que ella nunca viviría algo así, él era el primer hombre que la había llevado así y la hacía sentirse hermosa. Como las chicas sexy de las películas a las cuales los hombres atractivos llevan en brazos.
Antoni la colocó suavemente sobre su cama y de nuevo se paró a contemplarla, no se cansaba de verla desnuda.
-Antoni, quítate la bata. -Pidió ella, sorprendiéndose a sí misma al decirlo, pero estaba decidida a disfrutar de cada momento que pasara con él y necesitaba verle el pecho, desde que lo había visto desnudo en la habitación de Lorrein la noche de la fiesta de disfraces, ella no dejó de fantasear con tenerlo de nuevo delante de ella así, magnifico y hermoso.
Antoni sonrío, le encantó que ella dejara atrás las inseguridades y se sintiera cómoda con él.
-Quítamela tú. -Respondió él con voz ronca y una sonrisa maliciosa.
Melisa se puso de pie, alargó las manos y le quitó la parte de arriba de la bata y la dejó caer al piso, no pudo conformarse con sólo mirarlo, quería mas, quería tocarlo. Palpó sus músculos y le acaricio el vello que le bajaba hasta la cintura deteniéndose en el borde del pantalón de la bata.
-Me gustas, ¡eres hermoso Antoni Beamont! –Se sorprendió así misma de lo sexy y provocativa que sonó su voz.
-¿De verdad?
-Sí.
Melisa se sintió más vulnerable que nunca, no había sido su intención mostrar tan abiertamente sus sentimientos, sin embargo sabía que no podía reaccionar a él de otra manera.
Antoni la besó de nuevo, mientras él se despojó de los pantalones y los dejó caer al suelo, Melisa tenía los ojos cerrados, hundida en la profundidad del beso, cuando sintió que algo le cayó sobre los pies. Entonces abrió los ojos y se quedo sin aliento. Había soñado con él, había fantasiado con él desde que lo vio desnudo por primera vez y no se cansaba de apreciar su masculina belleza. Le pareció perfecto. Entonces dejó de pensar por completo y se dejó llevar por Antoni.
Cuando Antoni volvió a besarla, no paró más, la llevó a la cama y demostró ser todo con lo que ella había soñado y más mucho más...
Había sido la noche más increíble, emocionante y maravillosa que había vivido Melisa jamás. No había tenido idea de cómo dos personas podían conectar tanto y estar en perfecta sincronía, como le había pasado con Antoni. Se había portado con ella con toda dulzura y gentileza. Lo que podía haber sido una experiencia dolorosa o desagradable, había sido lo más hermoso y excitante que ella pudiese haber imaginado nunca.
En medio de la noche Melisa despertó y por un momento temió que sólo se tratase de un sueño. Sintió el brazo protector de él sobre su pecho y lo escuchó respirar, se giró y lo rodeó con su brazo, descansando la cabeza sobre el pecho de él, sintiendo los latidos de su corazón.
Cerró los ojos y suspiró apretando su cuerpo contra el de ese hombre tan único y maravilloso al que amaba y cuando Antoni le dio un tierno beso en la cabeza, se dio cuenta que en ese instante, tenía todo lo que siempre había querido.
Por la mañana Antoni se despertó con una sola cosa en mente. “Melisa”. Se sentía de maravilla con ella, hacía mucho tiempo que no se quedaba a dormir con una mujer y le pareció inmejorable que esa mujer fuera Melisa.
Agachó la cabeza para besarla en el cuello mientras sus manos recorrían el cuerpo que tanto deseaba. Era muy bella pensó observándola bajo el sol de la mañana. La acarició hasta que ella abrió los ojos y gimió con suavidad, del mismo modo que lo volvió loco mientras hacían el amor la noche anterior.
-Buenos días.- Dijo él y la besó mientras le recorría el cuerpo con las manos.
-Buenos días.- Respondió ella tapándose la boca.
Antoni le apartó la mano de la boca y la besó.
-Sabes bien por la mañana cariño y ahora bajo la luz de sol estas más hermosa.
Melisa se sonrojó y ocultó el rostro en el pecho de él. Antoni la rodeó con sus brazos, no entendía por qué parecía más hermosa que la noche anterior. Tenía el cabello despeinado sobre los hombros, dándole un provocativo desalineado que a él le encantó. -¿Has dormido bien dulce amor mío? -le acarició el hombro y la espalda.
-¿Qué estás haciendo? –preguntó ella sintiendo su cuerpo despertar.
-Voy hacerte el amor esta mañana. -Respondió el trazando un camino de besos.
-¿Por qué?
-¿por qué? Porque quiero y porque puedo. -la miró intensamente.
Pasaron gran parte de la mañana en la cama, Antoni ordenó que les subieran el desayuno. Melisa intentó varias veces levantarse pero él la jalaba de nuevo a su lado y volvía a tomarla con frenesí.
-Antoni es tarde y me gustaría ducharme antes de la comida. –dijo Melisa entre besos. –Además todos pudieron darse cuenta que no dormí en mi habitación y deben estar murmurando.
-Los empleados de esta casa son leales y bastante discretos, así que despreocúpate, además eres mi prometida y mi mujer.
Su mujer. Melisa sintió estremecerse, era verdad, ella era la mujer de Antoni y él era su hombre y no podía ser más feliz.
Después de ducharse y disfrutar de una estupenda comida Melisa subió a la habitación de Elionorth y estuvo con ella hasta que Antoni fue a buscarla.
-¿Vamos a salir? –preguntó al ver el carruaje esperándolos.
-Sí. Quiero ir a hablar con el Padre Petter, pero antes de eso me gustaría hacer algo primero. –la besó en el cuello y ella se estremeció toda, lo miró a los ojos con curiosidad. –Ven sígueme. –dijo él, le sujetó la mano y ella supo que seguiría a ese hombre el resto de sus días.
Llegaron al cementerio del pueblo, era un bonito lugar de descanso, Melisa llevaba en sus manos un ramo de flores. -¿Es aquí? –le preguntó.
Antoni asintió con la cabeza. Tenían frente a ellos una estatua de un ángel de cantera, Melisa se inclinó para dejar las flores y se quedó helada.
“Lorrein Beamont. Gentil, dulce y amorosa hija y hermana. 1796-1813”.
Estaba conmocionada, miles de imágenes se agolparon en su cabeza, pero ahora todo tenía sentido. Recordó el departamento de Steve, los números extraños, “salto cuántico.” “salto en el tiempo Agosto, 7 1817”.
Recordó con claridad cuando cayó justo debajo del arco, luego una luz, después todo era confusión y estaba en las ruinas de algo que parecía haber sido consumido por el fuego. La hacienda de los Cornwall fue consumida por un incendio. Se puso en pie.
-Llévame a la hacienda de Julia. –pidió sin más.
-¿Qué? ¿Por qué quieres ir a ese sitio? -preguntó él sin comprender.
-Los dos lo sabremos con claridad cuando esté ahí. –respondió ella aun asimilando los acontecimientos.
Cuando llegaron a la hacienda Cornwall Melisa reconoció el lugar, bajó del carruaje y le dijo: -Sígueme, hay algo sobre mí que tienes que saber, algo que cambiara el rumbo de nuestras vidas para siempre.
Antoni estaba intrigado. ¿A qué se refería ella? Él no creía que hubiera nada que lo hiciera cambiar de opinión respecto a querer casarse con ella.
Llegaron a uno de los lugares de más al fondo, en medio de las ruinas de esa enorme habitación estaba la maquina.
Melisa explicó a Antoni lo que pasaba. Era así de simple pero al mismo tiempo complicado. Ella nació en 1987 y vivía en el año 2014 y trabajaba en una compañía de publicidad como asistente del dueño. Le contó a grandes rasgos sobre el futuro, la tecnología, los edificios, los automóviles...
Antoni no sabía que pensar, ni que creer, los últimos días y las ultimas horas habían sido extremos. No podría creer lo que Melisa le decía si no fuera porque estaba viendo con sus propios ojos la máquina.
-¿Qué vas hacer? –preguntó, aunque él en el fondo de su corazón sabia la respuesta, siempre la supo. Siempre supo que ella no pertenecía a ese lugar y que tarde o temprano se marcharía. Pero ¿Estaría dispuesto a dejarla marchar?
-Tengo que volver. –lo miró con arrepentimiento en los ojos. –Por Susan, soy todo lo que tiene. Me necesita...
-Yo también te necesito. -le espetó dolido. –vamos a casarnos ¿Recuerdas?
-Y yo te necesito a ti, no sé cómo voy hacer para vivir sin verte, sin tenerte. ¿Por qué no vienes tú conmigo?
-No podría adaptarme, te parecería anticuado, además hay mucha gente que depende de mí, de la familia Beamont, mi madre está sola y no puedo dejarla. Por favor quédate y se mi esposa.
-No puedo. No es correcto. –Melisa comenzó a caminar desesperada. -No puedo vivir dos siglos antes de nacer, es ilógico…. absurdo, es contra cualquier regla física.
-Entonces nada más ¿te vas? –se le desgarró el alma al ver la expresión de ella.
-Tengo que hacerlo. –Se volvió y empezó a buscar la manera de encender la maquina. Apretó un botón y la maquina encendió.