CAPITULO VII
-Es aquí. –la Sra. Jo abrió una enorme puerta de madera tallada. –Espera aquí, el amo bajara en seguida.
Melisa entró en la espaciosa habitación. Unos libreros de madera tallada cubrían las paredes. Un grande ventanal de piso a techo llenaba de luz la biblioteca. Cuánto lujo, cuántos libros, reflexionó maravillada.
Incontables libros, innumerables títulos. Tomó un libro llamado “la gran ciencia Da Vinci”. Uno de sus personajes históricos favoritos, lo abrió y comenzó a leer. Le llamó la atención que estuviera escrito en lenguaje antiguo. “Este libro es un tesoro”. Pensó.
Pasaron varios minutos y nadie aparecía, comenzó a enojarse.
-Que falta de educación de ese hombre, ¿Qué no sabe que jamás debe hacerse esperar a una dama? Esos ricos creen que pueden disponer del tiempo de las personas. –su irá iba acrecentándose entre mas pasaban los minutos.
-Joven Antoni ¿puedo pasar? –la Sra. Jo llamó a su puerta.
-Adelante. –respondió sin ganas.
-La señorita lo aguarda.
-¿señorita? –preguntó confundido.
-¡Oh! Lo olvide, el joven que usted vio resultó ser señorita y lo está esperando en la biblioteca.
-¿Mujer? Pero ¿Cómo? –preguntó Antoni incrédulo. –Es tan extraño…. ¿Por qué estaría vestida así…. Como un hombre? Usando pantalones. –hizo una mueca al imaginarla vestida de mujer, se la imagino fea y poco femenina. La imagen mental que se formó de Melisa está muy lejos de la real.
-¿Por qué no lo comprueba usted mismo? Se va a sorprender al verla. Si yo no la hubiera visto cuándo llegó, jamás pensaría que se trata de la misma persona.
-¿Cómo se llama? ¿De dónde viene? ¿Qué explicación te dio de por qué iba vestida así?–preguntó él.
-No se lo pregunté joven, pensé que tal vez usted querría hacerlo.
-Gracias, sólo me ocuparé de unos asuntos con Pedro y me reuniré con ella.
Antoni abrió la puerta, ella estaba de espaldas mirando los libros en los estantes de los libreros. Al parecer ella no se había percatado que él estaba ahí.
Tuvo tiempo de sobra para analizarla. Ella tenía el cabello recogido en media cola y atado con una cinta del mismo material que el vestido. A primera vista se veía muy bien de espaldas, estaba ansioso por ver lo demás. Ella tomó un libro y lo abrió. Comenzó a leer en voz baja como en un murmullo.
“Así que sabes leer.” Reflexionó que no se podría tratar de una mujer corriente, puesto que sólo las señoritas de buena familia, institutrices o damas de compañía de niñas mimadas tenían el privilegio de aprender a leer y escribir, entre otras cosas.
Se aclaró la garganta y ella se sobresaltó, se giró para mirarlo.
Cuando la tuvo de frente quedó impresionado por su belleza y esos ojos. Nunca había visto unos así de hermosos.
Por un instante la conmoción llenó los ojos masculinos y su rostro, pero recuperó la compostura de inmediato. Era típico en él. Con los años había aprendido a silenciar su corazón, controlar sus emociones y blindar su alma contra cualquier ataque.
Melisa estaba furiosa y tenía incontables preguntas y reclamos que quería hacer al dueño de la casa, pero todas sus preguntas se desvanecieron cuando vio al hombre que tenía frente a ella. No era ni viejo, ni cascarrabias.
Un hombre apuesto de estatura alta y un cuerpo que denotaba una gran fuerza. Sintió su presencia intensa, magnética. Un hombre cuyos rasgos serios, llenos de orgullo y soberbia atraían las miradas de cualquiera en cualquier lugar. Unos impresionantes ojos azules de mirada profunda, tan enigmáticos cómo el hombre que se escondía tras de ellos. Cabello rubio y largo bien arreglado, atado en su nuca con un moño negro. El mentón cuidadosamente afeitado. Camisa Blanca y traía desabrochados los primeros botones dejando ver parte de su masculino pecho, los pantalones negros se ajustaban a sus muslos y las botas negras brillaban. Ese Hombre de aspecto impecable parecía un guapo príncipe sacado de las películas románticas que a ella le gustaban y el cabello largo le daba un aire salvaje.
A pesar de que el atardecer estaba por dar paso a la noche, había suficiente luz permitiéndoles verse con claridad.
Se miraron a los ojos un instante, ella impresionada, inmóvil. Él con un brillo extraño en su mirada, que ella no supo cómo interpretar. De pronto el desconcierto apareció en los ojos masculinos ensombreciéndolos, cómo si hubiese encontrado algo desagradable en ella. Melisa se sentía intimidada y desvió la mirada. Permanecieron un momento en silencio.
Inesperadamente él tomó su mano y la besó con suavidad. -Soy Antoni Beamont. El amo y señor de este lugar. –dijo estas últimas palabras con ironía.
Ella retiró la mano de manera instintiva al sentir una descarga eléctrica recorrerle el cuerpo. Jamás le había pasado algo así y no sabía cómo interpretarlo. Él pareció no notarlo. Por el momento estaba segura.
–Cuándo la Sra. Jo me dijo que eras mujer, me sorprendí y ahora al verte debo admitir que me dejaste impresionado, no esperaba que lucieras… así. –clavó sus fríos ojos azul oscuro en ella.
-¿Así como? ¿Qué tengo de malo?–preguntó ella al principio confundida después molesta.
-Eres muy bella y lo sabes. Debes estar acostumbrada a que los hombres caigan a tus pies y te admiren. –se giró y se dirigió a una mesa que había frente a ellos, recorrió una silla y le hizo un gesto cortés para que se sentara. Ella lo hizo y en seguida él tomó asiento frente a ella. –Pero si estas esperando halagos o alabanzas de mi parte, olvídalo. No soy esa clase de hombre. –La miró con una frialdad que helaba hasta los huesos.
Ese hombre en verdad la irritaba. ¿Cómo podía un hombre tan guapo ser un arrogante y patán? Reflexionó. Tengo que ser muy inteligente al tratar con él. “Estoy en su casa y debo hacer que la balanza se incline a mi favor” Decidió cambiar de estrategia, nunca más seria dócil, ni sumisa. Quizás si hubiera hecho eso antes, Bryan no estaría comprometido y a punto de casarse con otra.
-Por supuesto, eso me queda claro. Yo no busco alabanzas o halagos de nadie, pero si hay algo que…. –hizo una pausa para darle más drama a la actuación que estaba por interpretar, puso una expresión inocente, cómo si estuviera tratando de encontrar las palabras correctas. –Si hay algo que nadie puede darme excepto tú. –susurro al final.
El la miró confundido, ¿Qué clase de mujer era ella? Parecía fina, educada, pero le había hablado de tu y el protocolo de la sociedad dictaba que una señorita decente no debía tutearse con un hombre que acaba de conocer. Aunque tuvo que admitir que él la tuteó primero y que a él en particular desde hace algún tiempo el protocolo de la sociedad dejó de importarle y sólo lo usaba cuándo le convenía.
-¿Qué es eso que sólo yo puedo darte? –No había querido preguntar pero la tentación fue más fuerte. La miró intrigado.
Que ella había conseguido su objetivo era obvio, se sumó un tanto a su favor emocionada. Después de todo llamar la atención de un hombre era más fácil de lo que ella había creído.
-Posada en tu casa por supuesto. –dijo fingiendo inocencia. –Claro que no será gratis, pienso pagarte todo lo que hagas por mí. –dijo digna.
-¿Ah, sí? Y ¿Cómo planeas hacer eso? Porque hasta donde yo sé no traes nada con que pagarme. – la miro de frente y se acercó más a ella. -Al menos no algo que me interese. –la miró fríamente y una sonrisa sarcástica se dibujo en sus labios.
¿Qué? ¿Acaso pensaba que ella pretendía pagarle con cuerpo-mático? En un primer instante se ofendió y la irá se apoderó de ella, pero luego decidió no perder la compostura, se divertiría a costa de él. Le cobraría muy caro el querer tomarla a la ligera. Y sobre todo no le daría la oportunidad de rechazarla. Fingió no entenderle.
-¡Oh! Estoy segura que sí tengo algo que te interesa. –lo miró desafiante y con una sonrisa pícara continuó. –No hay un sólo hombre que se resista a ello. –lo miró a los ojos. –Sabes a que me refiero ¿verdad? -Se sorprendió a sí misma de lo sexy que había sonado su voz.
Antoni la miró de arriba abajo. Era muy bella, de hecho era la mujer más hermosa que había visto. Quizá era tiempo de relajarse un poco y tomar lo que ella tan amablemente le ofrecía. Claro sin implicarse. Sólo sería sexo.
Ella sabía que tenía la victoria en la mano. Era evidente que había logrado tenerlo justo dónde quería. Él estaba convencido que se estaba insinuando. Era tiempo de la estocada final y de tirar a matar. Ese arrogante tendría su merecido.
Despreocupada se puso en pie dirigiéndose al ventanal caminando con la dignidad de una reina. Se volvió para mirarlo. -¡Al dinero! No conozco un sólo hombre que no sucumba ante el encanto de unas monedas. –despreocupada continuó. -En cuanto me ponga en contacto con mi hermana Susan te pagaremos hasta lo último que te debamos. Estoy segura que ella y Bryan deben estar muy preocupados por mí. –dijo estas últimas palabras con nostalgia y se giró para mirar por la ventana.
Antoni quedó desconcertado ¿Qué demonios acababa de pasar? ¿Realmente se había ella insinuado ó sólo era él quien mal interpretó todo? Era obvio que el tiempo de abstinencia sexual que llevaba le estaba cobrando la factura. Se sentía cómo un tonto ¿Cómo pudo confundirla con una mujerzuela? Su manera educada de hablar, sus modales refinados. Era obvio que ella era una dama y tenía familia, quizá un esposo esperándola. Una mujer tan bella no podía pasar desapercibida y más de uno estaría dispuesto a todo con tal de hacerla su esposa, su mujer. Su mente comenzó a divagar imaginando a que sabrían sus labios, tocar su pelo, acariciar su bello rostro, pero sus pensamientos no pararon ahí, su mente corría a una velocidad que si no ponía remedio terminaría imaginándola desnuda y en su cama…... Se sintió avergonzado ante lo impropio de sus pensamientos, nunca le había sucedido sentirse tan atraído por una mujer que acababa de conocer y de la cual no sabía nada.
Pero de una cosa si estaba seguro, su cuerpo y sus hormonas estaban totalmente fuera de control y tenía que ponerles un alto. Hacía mucho tiempo que no sentía así, avergonzado, tanto que no recordaba cuándo fue la última vez. ¿Qué rayos le pasaba? ¿Por qué reaccionaba cómo un chaval? Él ante todo era un caballero. Nunca permitía que nada se escapara de su control y era evidente que no fue él quién tenía el control de situación. Tomó aire para tranquilizarse y después de unos segundos retomó el control sobre sus emociones.
-¿Quién es Bryan? ¿Tu esposo? –preguntó siguiéndola, se colocó a su lado mirándola con atención, no quería perderse detalle de su reacción.
Melisa sintió su cercanía y el calor que él despedía. Su cuerpo de inmediato reaccionó ante esa presencia masculina estremeciéndose. Miles de impulsos eléctricos recorriéndole el cuerpo. Ocultando las reacciones que él provocaba en ella se preguntó ¿Por qué ese hombre tan soberbio y engreído la afectaba tanto? ¿Por qué la ponía tan nerviosa? pero al mismo tiempo le representaba un reto y no podía resistir el impulso de provocarlo. Eso era un misterio para ella. No tenía respuestas.
Tras un suspiro de decepción respondió. -No, no es mi esposo.
-Entonces ¿un novio? ¿Un pretendiente? –Antoni se sentía impotente ante su irresistible curiosidad, quería saberlo todo de ella. ¿Qué hacia? ¿Con quién lo hacía? ¿Si habría alguien significativo en su vida?
-¡Sólo somos amigos! –dijo ella molesta.
Ignoró el alivio que sintió ante su respuesta, por fin tenía el control y disfrutaría acorralándola. La revancha por hacerlo sentir avergonzado estaba en sus manos y le dijo divertido del giro que dio la conversación. -¿Amigos? Y te pones así al hablar de ello.
-Digamos que es complicado.
-Soy capaz de comprender las situaciones más complicadas que te puedas imaginar……
-Él va a casarse con otra mujer. Es uno de esos matrimonios por conveniencia, ya sabes al casarse, las familias unirán fortunas, poder…….. Pero no quiero hablar del tema. –el tono decidido de su voz le dijo que en verdad no quería hablar más del asunto. Ella se dirigió a una chaise lounge estilo victoriano y se sentó.
-Sé a qué te refieres y si quieres cambiar de tema por el momento, por mi está bien. –Le dijo él en tono impersonal y se dirigió a una mesita donde estaba una licorera con un vaso de cristal, se sirvió un trago y lo bebió de golpe. Luego se sirvió otro.
-Bien, entonces ¿qué decidiste? ¿Me ayudaras? –preguntó ella sin rodeos.
-¿Por qué habría de hacerlo? Cómo veras no necesito tu dinero. Ni siquiera sé ¿quién eres? ¿De dónde vienes? O mejor aún, ¿Qué hacías perdida en estas tierras y vestida de esa manera? –recargó la cadera en la mesa y la miró. Su expresión tan indescifrable cómo si su rostro fuera de piedra.
Sería más fácil conmover un tempano de hielo que a ese hombre, a menos que le hable en su mismo idioma. Pensó.
-Tienes razón, pero eres un hombre de negocios y no creo que desaproveches la oportunidad de sumar unos cuantos más a tu fortuna sin mayor esfuerzo. ¿No crees? –Habló la ejecutiva que había en ella.–Además no pienso quedarme mucho tiempo, sólo necesito saber dónde estoy y ponerme en contacto con Susan. Estoy segura que ella vendrá en seguida…. Y en cuánto a qué hacía en estas tierras la verdad es que no lo sé. Todo es tan confuso, retazos de recuerdos, lo último que recuerdo es que yo estaba en casa con mi hermana Susan lista para viajar a New York y ya no recuerdo más, todo es confusión. –Hizo una pausa para recuperarse, tomó aire y continuó. –En cuánto a quién soy. Eso se arregla fácil. -Se puso en pie y se colocó frente a él.
-Mi nombre es Melisa Summers, nací en virgin valley. Mis padres murieron cuándo tenía 16 y desde entonces vivo con mi hermana mayor Susan en la gran ciudad de Green Port, tengo 26 años y aun soy virgen. -bromeó
A Antoni se le escapó una carcajada y casi se atraganta con el licor. –Una señorita decente no habla de esas cosas. –apenas pudo hablar.
-¡Aja! Valla ¡Lo conseguí! ¿Así que si eres capaz de reír señor frío? -dijo emocionada.
-No me estoy riendo. –dijo el intentando disimular.
-Lo estarías si no te esforzaras por ocultarlo. Se bueno y déjame disfrutar de esta pequeña satisfacción.
-Yo nunca soy bueno. –respondió él con buen humor.
-¿Estas tratando de asustarme con tu pose de hombre despiadado? –dijo ella burlona.
-¿Pose? –preguntó el arqueando las cejas.
-Sé que en el fondo eres capaz de reír, acabas de demostrarlo. Sé que dentro de ti hay un corazón que late. Un hombre que siente, que está lleno de pasión y fuerza. No me mires así…. –Antoni la miraba muy serio. -Ni me preguntes ¿Cómo lo sé? Es simple, te entiendo. A mí también me lastimaron. Es difícil permanecer inmune cuándo el dolor se vuelve parte de ti ¿no crees? Lo que no sé es por qué te mantienes oculto y a raya y sólo dejas salir parte de ti cuando te conviene. - se dirigió a un librero y colocó el libro que había estado leyendo antes que él llegara.
No se quedó lo suficiente para poder ver la expresión de él. Antoni estaba conmocionado, frunció el seño. Nadie le había hablado nunca así y menos una mujer. Sentimientos contradictorios lo envolvieron. Estaba asustado y molesto de que esa extraña mujer a la que acababa de conocer pudiera ver su interior con tanta facilidad y claridad. Había secretos en su alma que jamás debían ver la luz. Demasiado dolor arraigado.
Su mirada se ensombreció. Miles de recuerdos dulces y amargos se agolparon en su mente. Apretó los puños y respiró furioso. Tenía que calmarse, necesitaba tomar un respiro, esa bella mujer había logrado poner su mundo de cabeza y sólo le bastaron unos minutos para poner caos dónde a él le había llevado años poner calma. En ese instante llamaron a la puerta y eso lo regresó a la realidad. Respiró hondo y recuperó la compostura.
-Adelante. –respondió en tono frío. Había trabajado muy duro en silenciar su corazón, controlar sus emociones y poner en orden su vida y no iba a dejar que nadie cambiara eso y menos una mujer, por muy bella que fuera. Pensó.
-Joven Antoni, esta todo dispuesto para la fiesta. Tal y cómo usted lo ordenó. ¿Quiere verificar que todo esté bien? –preguntó la Sra. Jo.
-No. Confió en ti.
-¿Fiesta? –preguntó Melisa fingiendo no saber nada sobre el tema.
-Supongo que asistirás, cómo mi huésped debes estar presente. –dijo él serio y con cortesía, su buen humor había desaparecido, volvía a utilizar el tono frío y distante.
Era obvio que el momento “mágico” había pasado. Pensó ella, aun así se aventuró a preguntar -¿Eso quiere decir que aceptas ayudarme?
-No cantes victoria, dejaremos la conversación pendiente, aun hay muchas preguntas que tienes que responderme y ver la forma en que pagarás tu estancia aquí. Por lo pronto alístate para la fiesta, serás mi invitada de honor.
-¿Tu invitada? ¿En verdad quieres que asista? No conozco a nadie y no sé si sea buena idea……
-Por supuesto que quiero que asistas, será un honor para mí el que todos me vean del brazo de una bella dama. Eso me da puntos como anfitrión ¿no crees? –la miró intensamente.
Ella no sabía si molestarse por reducirla a un mero accesorio o alegrarse de que la encontrara tan atractiva cómo para exhibirse con ella. No podía creer que un bonito vestido y el maquillaje le dieran el poder de coquetear y enfrentar a un hombre cómo él. Quizá Susan siempre tuvo razón sobre sus sermones de que si se arreglara y cambiara un poco de actitud le iría mejor en la vida.
-Está bien, será un honor para mí ser tu invitada, pero cómo sabes no tengo ropa…… así que no se si este vestido que me prestaron te parezca apropiado para tu reunión. –comentó ella.
-Estas asombrosa y lo sabes…. –Su escrutinio visual hacia ella fue tan intenso que ella se estremeció, antes habría salido corriendo avergonzada y sonrojada. Sonrió para ocultar sus nervios. Como ya se había dado cuenta, él no era la clase de caballero galante y halagador de la mujer, así que si decía que estaba asombrosa, era porque en verdad lo creía y al escuchar eso de él, se sentía asombrosa realmente……
-Sobre tu vestimenta, ya lo arreglaremos después. Mañana mandaré traer a madame Lucyle. Por lo pronto preparémonos para la fiesta, los invitados están por llegar. Sra. Jo disponga todo para que la señorita Summers se instale en el dormitorio de visitas del ala oeste.
-El que está enfrente de…….
-Ese mismo. –la interrumpió él y la Sra. Jo giró para disponerse a cumplir la orden que se le dio, caminó y esperó fuera de la biblioteca a Melisa.
Antoni se dirigió a Melisa. –Mi Casa es tu casa, puedes ir a dónde quieras, excepto a mi habitación……..
-Cómo si pensara ir. –se burló ella y eso encendió el ánimo de Antoni.
Se acercó a ella y le susurró al oído. -Ahí sólo entrarás cuándo yo te invite.
Ella se volvió indignada y furiosa le dijo. –Pues te recomiendo que esperes sentado porque eso nunca va a pasar. Ni lo sueñes. –lo retó mirándolo desafiante.
Él se paró frente a ella, cuan alto es, la tomó por los hombros e inclinó la cabeza hasta su rostro, un sólo movimiento más y podrían besarse. -Pasará y más rápido de lo que piensas. –Afirmó él con una sonrisa de medio lado muy seductora y provocativa, respondiendo así a sus provocaciones. Esa mujer osaba desafiarlo y él era de los que nunca huían a un desafío. Después de dicho eso la soltó.
Melisa se quedó sin aliento, ese hombre era imponente y por Dios que lograba ponerla nerviosa. Estaba temblando cómo gelatina, menos mal que él ya se había alejado de ella y no lo notaría ¿o sí? si él lograba saber cómo reaccionaba ella ante su cercanía estaría perdida. Tenía que controlarse.
-Si me disculpas tengo un asunto del cual ocuparme antes de que la concurrencia comience a llegar. Nos vemos al pie de la escalera en media hora. –se alejó sin mirar atrás y con la confianza de quien está acostumbrado a mandar y ser obedecido.
Melisa se quedó trinando de coraje, ¿Quién se creía este tipo para tratarla así? Cómo si ella estuviera desesperada.
Salió tras él pensando en decirle algo desagradable, pero se contuvo al ver a la Sra. Jo esperándola.
-Sígueme niña.
La voz de la Sra. Jo la sacó de sus pensamientos. -¡Qué bien! Necesito retocarme el maquillaje antes de la fiesta. –caminó siguiendo a la Sra. Jo.