CAPITULO XIV

 

A la mañana siguiente se enteró que desayunaría sola ya que Antoni había salido de viaje por unos días a la ciudad, eso la tranquilizó, quizá era lo que ambos necesitaban para enfriar las cosas. Le dolió que ni siquiera se despidiera de ella.

Estuvo conversando con la madre de Antoni en el salón mientras bebían té. La madre de Antoni era una mujer reservada y Melisa se dio cuenta que la muerte de su esposo y su hija la dejaron desolada. Con tristeza descubrió que la señora Elionorth era víctima de una profunda tristeza y una infinita soledad a pesar de estar rodeada de tanta gente.

Trató de animarla y la convenció de salir a pasear por el Jardín.

 

Pasaron varios días y Melisa se sentía cansada, el mal dormir le estaba cobrando la factura. El horrible sueño y la muñeca en su cama, seguían repitiéndose cada noche, pero la noche anterior había cambiado.

El sueño comenzaba igual pero ahora la joven no apareció pidiéndole ayuda, después de forcejear él tipo la lanzó con fuerza y ella cayó al piso y con lujo de violencia abusó de ella. Cuándo el tipo terminó se levantó y se fue tan tranquilo cómo si no hubiese hecho nada. De su cuello colgaba una cadena de oro con un símbolo con una cabeza de león. (Ese colguije quedó grabado en su memoria)

Eso la tenia conmocionada, no sabía ya que pensar, incluso se cuestionaba si en verdad no se estaría volviendo loca.

Los encuentros desagradables con Sebastián se habían convertido en algo cotidiano y estaban comenzando a fastidiarla, en cuanto Antoni regresara hablaría con él.

Elionorth y ella se habían vuelto amigas, Melisa era cómo una dama de compañía y Elionorth se sentía muy bien con ella. Melisa era alegre y llena de vida y le contagiaba su entusiasmo a cualquiera.

-Eres una hermosa luciérnaga, con luz propia. Es imposible no ver tu brillo. Iluminas cualquier lugar donde te encuentres. –Le había dicho Elionorth con ternura.

 

Melisa pasaba su tiempo libre leyendo los dos diarios de Lorrein una y otra vez pensando que quizás algo se le había escapado, pero nada, no encontraba nada. De pronto se le ocurrió una idea y bajó a la cocina en busca de Anita.

 

-Anita, ¿hay alguna fotografía de Lorrein?

-¿Una foto qué?

-Fotografía, una imagen de nosotros plasmada en papel.

-¡Ahhh! Te refieres a un retrato. Si hay uno de la niña Lorrein, debe estar guardado en el cobertizo junto con otras cosas que la señora Elionorth mandó quitar cuando ella murió.

-Serías tan amable de enseñármelo, por favor. Antoni me ha hablado tanto de ella que quisiera saber cómo era aunque sea así, en una pintura.

-Está bien, pero no le digas a nadie que yo te llevé.

-Te doy mi palabra. –alzó la mano como si estuviera frente al juez en un estrado.

Cuando Anita retiró la sabana que cubría el enorme cuadro Melisa quedó en Shock. Un escalofrío le recorrió el cuerpo y un sudor helado invadió su frente, estaba paralizada, su cuerpo se negaba a reaccionar y su mente divagaba.

Era la misma joven que en sus sueños le pedía desesperadamente ayuda. La miró incrédula, sí, no había lugar a dudas. Lorrein era esa aparición angelical que todas las noches le hablaba al oído y que con un lamento desesperado le pedía ayuda. Reconoció en ese retrato los mismos ojos azules tan parecidos a los de Antoni, pero al mismo tiempo tan diferentes.

-¿Te sientes bien? –preguntó preocupada Anita al ver la palidez que había en el rostro de Melisa.

-Sssí, es sólo que no he dormido bien y creo que ya me está afectando. Pero nada que un rato de bien dormir no solucione. En verdad era bonita ¿verdad? Siento tanto pesar que una chica tan linda y joven tuviera un final tan prematuro. -le cambió la conversación a Anita, puesto que no estaba en condiciones de hablar de lo que le estaba ocurriendo con nadie. Quizá ni con ella misma.

-¡Claro que sí! Era la luz de esta casa. Todo se apagó cuándo ella se fue. Él joven Antoni, la señora. Todos.

 

Necesitaba irse a su habitación cuanto antes, necesitaba desahogar toda esa impotencia y tristeza, necesitaba irse antes que las lagrimas la traicionaran y salieran sin permiso de sus ojos. No podía resignarse a que Lorrein terminara siendo un fantasma atormentado que vagaba por su casa en espera de alguien que la ayudara. Renegó de ese destino y se negó a aceptar ese injusto final. Aunque no la conoció en vida, sentía que sabía todo de ella y al mismo tiempo se sentía unida Lorrein como si un lazo invisible las atara.

Lorrein la había escogido a ella y por loco que pareciera estaba dispuesta a hacerlo. Se juró y le juró a ella que no pararía hasta resolver ese terrible secreto que rodeaba la muerte de Lorrein Beamont.

-Anita no me siento muy bien, tengo mucho sueño, me podrías mandar un té a mi habitación por favor. Aun es temprano, me dormiré un rato. Cuando esté lista la cena despiértame por favor.

 

Al día siguiente Melisa regresaba del desayuno cuándo se encontró con Sebastián en el pasillo. –Es increíble que a estas horas de la mañana ya estés ebrio. Déjame pasar tengo prisa.

-¿Por qué la urgencia?

-Eso es asunto mío. –le espetó molesta.

-Me gustas y me gustas demasiado y yo siempre consigo lo que quiero. Y tú no serás la excepción. -Trató de besarla.

Melisa lo abofeteó. Entre más lo rechazaba, mas la deseaba. Melisa estaba convirtiéndose en una obsesión para él y pronto la tendría. En su mente comenzó a maquinar un plan, sólo era cuestión de tiempo.

 

Melisa se sentía feliz, pues logró salir victoriosa de otro encuentro desagradable con Sebastián. Definitivamente hablaría con Antoni.

Tomó la muñeca triste de la banquita y comenzó a bailar con ella por toda la habitación, tan entrada estaba en el baile que se pisó el vestido y cayó tropezándose. Cuando reaccionó levantó la mirada y vio que la muñeca se había roto en pedazos. Se puso de pie de inmediato.

-¿Qué? ¡Es el diario de Lorrein!... escondido dentro de la muñeca. ¿Por qué? ¿Por qué solo este?

Se sentó cómodamente en la cama y abrió el libro, lo inspeccionó y se dio cuenta que tenia escritas unas cuantas páginas, lo demás estaba en blanco. Comenzó a leer. Lo que más llamó su atención fue lo siguiente:

 

Hoy pasó algo que cambiará la vida de mi hermano para siempre, Julia vino a terminar con él y deshacer su compromiso. Julia no le quiso dar razones, Antoni se puso como loco y discutieron, después ella le dijo que estaba embarazada, que un tipo había entrado en su habitación y abusó de ella.

Antoni no le creyó, se sintió traicionado y estaba fuera de sí y le dijo cosas terribles, jamás lo había visto así, era como si fuese otro, la sacó de la casa como si fuera una cualquiera y no quiso escuchar sus explicaciones. la corrió sin piedad y de manera cruel. Julia se fue destrozada y lloraba con verdadero dolor.

Antoni no quería hablar con nadie, se encerró en su habitación y destrozó todo, no quedo nada en pie. Pasaron varios días antes de que él saliera de su encierro. Y cuándo lo hizo era un hombre diferente. Amargado, frío, cruel...

 

-Que novedad. Ahora se cuando empezó todo. –continuó leyendo.

 

Han pasado uno días desde que Antoni y Julia terminaron, recibí un mensaje de Julia, quería verme en la iglesia del pueblo a solas.

Me pareció extraño pero fui. Cuando la vi no la reconocí, estaba ojerosa, demacrada y apagada, no era ni la sombra de la joven que fue.

Me dijo que estaba desesperada y que no sabía cómo decirle a su padre lo del bebe y me pidió que la ayudara, me contó lo que realmente pasó y todo fue muy claro para mí, pero al mismo tiempo el saber esa verdad me condenaba, me volvía parte de esa atrocidad tan grande.

Julia me dijo que una noche entró en su habitación para alistarse a dormir, que un hombre ya la esperaba, le tapó la boca y la nariz con un trapo y que lo único que recuerda es vago, cómo entre sueños. El hombre la lanzó sobre la cama y luego se colocó sobre ella y de manera cruel la deshonró. Dijo que no lo pudo reconocer porque el muy miserable tenía la cara cubierta, que sólo recuerda que tenía un extraño medallón con una cabeza de león.

El medallón que ella me describió es igual al de... no, no puede ser !Dios mío!, ¿será posible que se atreviera a algo tan terrible? Tengo que descubrir la verdad.

 

Melisa palideció de inmediato, estaba segura que era el mismo medallón del tipo de su pesadilla. Más intrigada que nunca en su vida siguió leyendo.

 

No sé cómo puedo ayudar a Julia, hablé con el padre Patrick y me dijo que callara, que le prometiera que no le iba a decir nada a nadie. Me convenció que era lo mejor para Julia, que así nadie la señalaría. Que él hablaría con la familia de Julia y que arreglaría que la enviaran lejos, donde nadie la conociera y que cuándo el niño naciera, él se lo quedaría en el orfanato. Entonces Julia podría regresar y rehacer su vida y casarse con un buen hombre. Y así el pueblo nunca se enteraría.

Yo no sé qué hacer. Le conté mis sospechas y me reprendió por hablar sin tener pruebas. Dios mío ¿Qué debo hacer?

 

-Pobre Lorrein, que cosas tan difíciles pasaste.

 

Hoy me armé de valor y por fin hable con él, lo enfrenté y le pregunté si él tenía algo que ver con lo que le pasó a Julia. Por supuesto que lo negó, se puso cómo fiera y me atacó. Yo le dije que se tranquilizara que si no tenía nada que ver, pues no tendría nada que temer y le pedí disculpas por hablar sin pruebas.

Le dije que había convencido a Antoni, de darle a Julia una oportunidad.

Yo estaba convencida que Julia decía la verdad, que jamás engañó a Antoni con otro hombre. Le dije a Antoni lo que planeaban hacer con ella al mandarla lejos y quitarle su bebe. Se puso como una fiera quería ir en busca de Julia. Estaba dispuesto a aceptar al niño como suyo. Yo quise acompañarlo y él aceptó. Estaba tan feliz por recuperar a Julia y yo estaba feliz por él, volvía a ser el mismo joven lleno de planes e ilusiones.

 

Cuando llegamos a la propiedad de los Cornwall nos aguardaba una terrible sorpresa. La propiedad entera ardía en llamas, un terrible y misterioso incendio arrasó con todo.

Antoni quería entrar en la casa y sacar a Julia, pero fue imposible, el incendio lo había consumido todo. Cientos de trabajadores trataban de sofocar el fuego pero fue imposible. Las esperanzas de que Julia o sus padres sobrevivieran al incendio murieron de inmediato. Todo quedó reducido a ruinas y cenizas.

Después de lo sucedido con los padres de Sebastián, esta fue la tragedia más grande recordada. La destrucción en la propiedad Cornwall fue total. Hubo muchos muertos. Los padres de Julia, Julia, su hermana y gran parte del personal de planta en la mansión. Por fortuna Stuart estaba de viaje.

 

Los funerales fueron muy tristes. Todo el pueblo y sus alrededores lloraban la muerte de tan honorable familia. Al parecer nadie supo lo de la pelea entre Antoni y Julia puesto que todos le daban sus condolencias a él como si siguiera siendo su prometido. Antoni no lo desmintió y me pidió que por la memoria de Julia jamás le dijera a nadie lo que realmente pasó entre ellos. Estaba destrozado y se sentía culpable.

 

Se culpaba de la muerte de Julia y de las cosas tan terribles que le dijo. Julia se fue sin que él pudiera pedirle perdón, se fue creyendo que Antoni la despreciaba y eso mató a mi hermano, lo destrozó por completo volviéndolo un ser amargado y lleno de culpas y remordimientos.

 

Hablé con el padre Patrick y me dijo que Antoni era muy joven y que se repondría, que un día conocería una bella dama, se casaría y tendría muchos hijos. Eso espero.

 

Melisa ahora comprendía por qué Antoni se había vuelto así. -Fue terrible lo que pasaste, perderla de esa manera tan cruel y sin haber arreglado las cosas. -Continuó leyendo y avanzando páginas, quería saberlo todo. Conocer toda la historia.

 

Hoy regresó Stuart, estoy feliz. Pronto nos casaremos, mi felicidad sería completa si no fuera por Antoni. No lo reconozco, no puedo encontrar en él rastro de mi hermano al que tanto quiero. Se ha vuelto un ser sin luz y atormentado por los remordimientos y la culpa. Frío y en ocasiones hasta cruel.

Han pasado ya meses desde ese terrible día en que Julia entró aquí para hablar con él. A veces creo que el padre se equivocó y que Antoni nunca se repondrá, estoy convencida que jamás será el mismo.

 

-Y tenías razón Lorrein…

 

Sebastián está muy pesado conmigo desde que me comprometí. Se la ha pasado agrediéndome e insultándome. Le dije a mi madre que él me da miedo, es tan oscuro y tiene una mirada tan perversa que cuando me mira me estremece. Mi madre me abofeteó y me dijo que cómo era capaz de hablar así de mi primo. Que él estaba solo y nosotros éramos lo único que tenia. Me pidió ignorarlo y yo lo hago. Pero ya me está cansando, si sigue así hablare con Antoni.

 

-Me suena, ¿Dónde habré visto eso antes? –dijo con sarcasmo al recordar su propia experiencia con el primo desagradable.

 

Hoy convencí a Antoni de salir al pueblo, nos hace mucha falta distraernos. Cuando llegamos, nos dirigimos a las caballerizas para ver a Sunny y su pequeña cría que acababa de nacer. Entonces un mozo le dijo a Antoni que mi madre pedía verlo con urgencia y ambos se fueron dejándome sola. La cría de Sunny era hermosa, un potrillo juguetón y rebelde cómo Huracán, el fiel corcel de Antoni.

Estaba despidiéndome de Sunny cuándo él apareció, en su rostro había tanta maldad que supe que algo terrible iba a ocurrirme. Me persiguió y me acorralo. Yo pedía auxilio pero nadie me escuchaba. Él se rio de ese modo tan tenebroso y escalofriante burlándose de mí y diciéndome que nadie podía ayudarme, que nadie me escucharía. Yo quise escapar y forcejeamos pero él es muy fuerte y con brutalidad me arrojó al piso, se colocó sobre mí...

 

Melisa no podía respirar, le faltaba el aire y se sentía mareada. Lorrein estaba describiendo a la perfección el sueño que ella había tenido. Entonces lo entendió todo, no era un sueño, era Lorrein tratando de decirle lo que le pasó.

Continuó leyendo aunque ya sabía lo que seguía, quería saber si en algún momento ella mencionaba el nombre del maldito miserable que desgració a Julia y también a ella. porque estaba segura que se trataba de mismo tipo, pero no fue así, Lorrein continua su relato sin mencionar nombre o algo que revelara en claro la identidad del atacante, sólo está el medallón de cabeza de león. Sus sospechas recayeron en Sebastián pero Lorrein no lo decía con claridad. Por lo pronto sólo tenía eso, sospechas. En las hojas hay como gotas, lo cual le dio a entender que Lorrein lloraba mientras escribía.

Melisa trataba de asimilar lo que estaba pasando. Lloraba cómo una magdalena.

 

-¿Por qué yo Lorrein? ¿Acaso quieres que yo te haga justicia y ponga en evidencia al maldito que te destrozo la vida? Pero ¿cómo? Ayúdame Lorrein, indícame el camino. ¡Dios mío dame fuerzas esto es terrible! Continuó leyendo, sólo faltaban pocas hojas.

 

A pasado poco más de un mes desde el incidente en el establo, me canse de esperar mi menstruación, si estoy embarazada Stuart nunca me perdonará.

No quiero repetir la historia de Antoni y Julia, sólo quiero morirme. ¿Por qué yo? ¿Por qué habiendo tantas mujeres me destrozó a mí? ¿Por qué cuándo más cerca estaba de lo que más anhelo?

Ya no soporto más este maldito dolor que me mata y me carcome las entrañas.

He decidido dejar de sufrir.

Quisiera ser fuerte cómo Antoni, pero no quiero convertirme en lo que él es ahora. Sé que lo que voy hacer es un pecado grave, pero no puedo seguir en el mismo mundo que ese monstruo, que me persigue y me atormenta, me mira de manera sucia y burlona, no lo soporto más voy a volverme loca.

Me siento como las aguas fieras que se estrellan contra el acantilado. Estas me llaman a sumergirme en ellas y no volver jamás, liberarme del monstruo para siempre. Esa es la tumba perfecta para mí.

 

Adiós mundo injusto que me cobraste muy caro las pocas alegrías que me diste. Sólo espero que Dios se apiade de mi alma y la de mi hijo y nos reciba en su santo ceno.

 

-Lorrein no murió cómo todos creen. ¡Se quitó la vida! ¡Esto... Esto es su nota de suicidio! Se arrojó al acantilado... ¡Dios mío! ¿Qué debo hacer? -lloraba desesperada.

Recordó el acantilado, apenas unas horas antes salió a montar y como si una fuerza extraña la llamara, sin saber como terminó precisamente allí en el acantilado, estuvo por horas contemplando las aguas y el mar bravío, después regreso a casa.

 

Paseaba por la habitación como león enjaulado cuando Anita llamó a su puerta para decirle que la señora Elionorth la esperaba en el salón.

-Está bien. Dile que enseguida me reuniré con ella.

Cuando Anita la dejó sola pensó que tenía que calmarse, no era sensato bajar en esas condiciones, Elionorth notaría que algo le pasaba.