CAPITULO VI

 

Melisa despertó guiñando los ojos por los rayos del sol, quiso ponerse en pie pero se sentía mareada, cómo si estuviera drogada. La cabeza le daba vueltas. Quería enfocar la mirada, reconocer el lugar dónde estaba. Era cómo las ruinas de algo que parecía haberse consumido por el fuego. Como pudo se puso en pie, tomó su maleta y arrastrándola salió del lugar.

Estuvo caminando un par de horas, tambaleándose, los sentidos enturbiados, mareada y aturdida. Salió a lo que parecía un camino de terracería, se sentía a punto de desfallecer, cómo entre sueños vio que a lo lejos había una casona, dirigió sus pasos hacia allí, parecía la parte trasera ¿una entrada de servicio quizá? sintió que las fuerzas le fallaban y ante la mirada atónita de una mujer se desplomó.

-¡Dios mío! ¿Dónde está la señora Josephine? ¿Qué hago? –Dijo Anita al ver a Melisa en el piso, entró en la cocina y comenzó a gritar a Pedro para que la ayudara.

A los pocos segundos este apareció. -Por Dios Anita ¿Qué es todo ese escándalo? –preguntó molesto.

-Este…joven…..no sé que le pasó de pronto se desplomó sin conocimiento.

-Seguramente viene en busca de trabajo, está comenzando la temporada de cosecha del café……..

-¿Qué pasa? –preguntó la Sra. Josephine la cual era el ama de llaves.

-Este joven se desplomó en la entrada de la cocina, ¿Qué quiere que haga con él? –preguntó Pedro mientras cargaba a Melisa en brazos.

-Llévalo al cuarto que era de Manuel. –ordenó.

Pedro obedeció y la llevó en brazos directo al cuarto que había pertenecido a un trabajador que no hace mucho acababa de irse. Una vez en la habitación la depositó en la cama. Intentó despertarla, pero Melisa seguía inconsciente, La inspeccionaron con calma.

Ella tenía la cara sucia, no llevaba gota de maquillaje, se había recogido el cabello y lo guardó dentro de una gorra de los Titanes Azules que Bryan le había regalado. Los jeans estaban rotos de las rodillas y deshilachados de la parte de abajo, la sudadera estaba sucia y rota, pues cuando estuvo en el bosque se le rasgó con algunas ramas. Llevaba botas cafés.

¿Qué clase de atuendo es este? Es tan extraño y ese sombrero es de lo más raro que he visto. ¿Titanes Azules? ¿Qué será eso?........... ¿Qué tiene? ¿Acaso esta herido? –preguntó Anita.

-Tú siempre tan curiosa Anita. –Pedro reprendió a su esposa con cariño.

-No, parece que no. Creo que sólo es una insolación, no trae fiebre ni nada extraño. He visto hombres fuertes desplomarse ante una fuerte jornada bajo el sol y falta de agua. –Dijo la Sra. Jo después de tocarle la frente y las mejillas.

-Siendo así, eso se arregla con reposo y buena comida, ya verán cómo en un par de días estará como si nada. –dijo Anita.

Melisa abrió los ojos, estaba demasiado mareada y con la visión borrosa, oía todo lo que le decían pero cómo en un sueño.

-¿Quién eres? ¿De dónde vienes? –le preguntó la Sra. Jo, Melisa quería responder pero se sentía muy mal, sólo consiguió balbucear algo y enseguida quedó inconsciente.

-Traeré un té con el preparado de hierbas que le damos a los muchachos cuándo se insolan en los cafetales. –Dijo Anita y salió de la habitación.

-No se preocupe Pedro ya verá cómo con el té mañana estará bien. -Dijo la Sra. Jo mirando a Melisa.

-Tendremos que decirle al amo lo que está pasando, ya ve cómo se enoja cuándo hacemos algo sin consultarlo, no creo que ponga objeciones en que el chico se quede a trabajar, nunca está de más un par de manos. –Dijo Pedro preocupado.

-No se preocupe Pedro, lo haré yo.

-Suerte con eso Sra. Jo. –Pedro sonrió y ella salió de la habitación.

-Hay muchacho, ¿de dónde vienes? Ve nomas cómo estás….. –Pedro la contemplaba contrariado.

-Aquí está el té. –Anita entró con una taza en sus manos.

-Entonces dáselo y dejémoslo descansar.

 

-¿Puedo pasar joven Antoni?

-Adelante señora Jo. –respondió él.

-Hace un rato llegó un joven a la finca, parece que viene de lejos, y me preguntaba si…

-Dile a Pedro que lo instale y mañana temprano lo espero en la biblioteca para entrevistarlo y ver donde me conviene más instalarlo. La cosecha está por comenzar y necesito toda la ayuda posible.

A diferencia de los demás terratenientes de la zona a Antoni Beamont le gustaba ocuparse de sus asuntos personalmente, él entrevistaba a los nuevos trabajadores y siempre estaba al pendiente de todo lo que pasaba en su finca.

-Cómo usted ordene joven.

A la mañana siguiente Antoni esperó que le avisaran que el muchacho lo aguardaba en la biblioteca pero al ver qué eso no sucedía mandó llamar a Pedro.

-¿Qué ha pasado con el muchacho? ¿Por qué no lo han traído?

-Aun no ha despertado, Pasó muy mala noche, estuvo inconsciente y delirando cómo si tuviese fiebre, pero lo curioso es que no la tenía, es muy raro, Anita se quedó con él.

Ambos hombres se dirigieron al cuarto donde Melisa estaba. Anita al ver al joven Antoni se puso en pie de inmediato.

Antoni miró a Melisa y sin saber por qué sintió la necesidad de protegerla, aun creyendo que se trataba de un muchacho. El gesto sereno de ella mientras dormía lo invadió de ternura. Había ido a la habitación creyendo que quizás encontraría un joven buscando excusas para no ponerse manos a la obra, pero al verlo ahí tan frágil e indefenso no se atrevió a despertarlo.

-Déjenlo descansar y en cuánto despierte quiero verlo y que me explique que le pasó. –Ordenó tajante ante el asombro de sus empleados que lo miraban expectantes.

-Cómo usted ordene. –Dijo Pedro asintiendo.

-Entonces lo dejo en tus manos.

-Despreocúpese, yo lo cuidaré. ¿Qué quiere que haga con él cuando despierte?

-Por lo pronto dale algo de ropa y asegúrate de que se asee. Después avísame y llévalo a la biblioteca ya veré entonces qué hago con él. –Antoni salió de la habitación.

 

Los rayos del sol bañaban la habitación, iluminándola. Melisa despertó y abrió lentamente los ojos, todavía los sentía arenosos, cuando su visión se volvió clara inspeccionó el lugar. Le dolía un poco la cabeza y se sentía cansada. Se sentó en la orilla de la cama. Estaba en una habitación pequeña, sólo con una cama y un ropero, pero decorada con un toque muy hogareño. Una ventana de buen tamaño estaba frente a la cama llenando con la luz del atardecer la habitación. Se puso en pie y se dirigió a la ventana, estaba por abrir la cortina para ver el exterior cuándo la puerta se abrió.

-No creí que estuvieras levantado, ¿ya te sientes bien?

Ella asintió.

-Entonces es mejor que te asees y te cambies muchacho, luego te llevaré con el patrón para que disponga que hacer contigo y date prisa él es muy impaciente y no le gusta que lo hagan esperar. –Dijo la mujer al tiempo que abría y cerraba cajones, sacando ropa y la colocó sobre la cama.

Melisa la miró atónita sopesando sus palabras. Sin duda le hablaba a ella, ¿le hablaba cómo si ella fuera un chico? Sin decir nada se colocó frente al espejo que estaba empotrado en la puerta izquierda del ropero.

-El cuarto de baño del servicio esta al final del pasillo, cuándo termines, búscame en la cocina, tenemos fiesta en casa y estamos muy atareados. Anda no hay tiempo que perder.

Melisa quería hacer mil preguntas pero la mujer salió antes de que ella pudiera decir nada. Al mirar su imagen reflejada en el espejo murmuró algo que no era propio de una dama y soltó una risa irónica.

-No la culpo, parezco un indigente. –En ese instante se acordó de su maleta de viaje. Recorrió la habitación con la mirada y la encontró en una esquina. La tomó y buscó dentro un cambio para mudarse de ropa. Con verdadero asombro vio la ropa interior que Susan le había puesto. Eran sostenes súper sexys y provocadores, corsette, diminutas tangas y un salto de cama de encaje negro y rosado.

Movió la cabeza incrédula, ¿Qué rayos le pasaba a su hermana? Era un viaje de negocios y le ponía ropa cómo si fuera de luna de miel.

Rebuscó y escogió un bonito y cómodo vestido verde manzana. Tomó lo necesario y salió de la habitación. Recorrió un largo pasillo lleno de puertas y al final del pasillo otra puerta.

–Seguro es aquí, será mejor que le haga caso a la mujer, es mejor conocer al dueño de la casa con un buen aspecto. La primera impresión, siempre será la primera impresión. -Sonrió.

Abrió la puerta y entró. En el cuarto sólo había una tina y una pileta llena de agua limpia.

-¡Por Dios! ¿Qué es esto? ¿Acaso estoy en un pueblo de esa gente anti-modernidad y tecnología o algo así?

Cuándo terminó de bañarse quiso conectar su secador de pelo, observó con detenimiento y ¡oh sorpresa! No había apagadores ni parecía haber rastro de instalación eléctrica. Todo parecía indicar que se alumbraban con velas y quinqués.

-Definitivamente estoy en un pueblo de esos que son como un hoyo en el tiempo, será mejor que me de prisa, según la mujer, el patrón no es muy paciente. De seguro es un viejo feo, cascarrabias, gruñón y amargado.

Se vistió con el vestido que le había escogido Susan. Un bonito vestido color verde manzana, con escote cuadrado y sin mangas, la falda plisada en corte A llegaba justó encima de las rodillas. Un cinturón grueso de color dorado. Unos altos tacones color dorado de dos tiras y pulsera dejando casi desnudos sus bonitos pies. Aún le resultaban un tanto incómodos los tacones. Quizá la falta de costumbre.

Tenía que reconocer que su hermana tenía un gusto exquisito y un ojo excelente para la ropa, no en vano su boutique era la número uno en Virgin Valley. Se maquilló cómo Helen le había enseñado, escogió tonos coral y rosado. Se acomodó el cabello logrando tener el mismo aspecto que la estilista le había dado. Se colocó los lentes de contacto y salió del cuarto de baño.

Regresó a la habitación, dejó en orden su maleta y salió, caminó por el pasillo del lado contrario al cuarto de baño, dobló en la esquina del amplio pasillo y escuchó voces, seguramente esa sería la cocina.

-¿Qué cree que hará el amo con el muchacho? –preguntó Anita.

-No lo sé. –respondió la Sra. Jo.

-Quizá sea una de esas personas que van de aquí a allá ó quizá trabaja en algún circo, eso explicaría su rara manera de vestir. –Anita río

-Anita, deja de inventar fantasías, ya se encargara el amo de averiguar todo eso. –la reprendió la Sra. Jo.

-Sólo espero que no tarde más, ya sabes cómo es el amo cuando se enoja y ambas sabemos que no le gusta esperar. –Anita todavía estaba hablando cuándo Melisa entró en la cocina.

-Pues si su amo es tan impaciente, no lo hagamos esperar. Lléveme con él. –les dijo a las mujeres, estas se sobresaltaron y se giraron para mirarla, Anita se quedó muda y la Sra. Jo dijo con verdadero asombro:

-¡Dios mío! ¿Qué es esto? Tu….. ¿Mujer? ¿Cómo es posible? –Dijo asimilando la imagen hermosa y femenina que tenía enfrente. -Y ¿Cómo es que andas paseándote así? –indignada señaló su ropa.

Melisa soltó una carcajada, divertida le dijo: -Sí que se creyó que soy un hombre ¿verdad? Cuándo me habló en la habitación pensé que quizá había entendido mal, pero ahora veo qué en verdad creía que era un chico.

-Eso no es gracioso niña. Además mírate ¿Qué es eso que llevas puesto? Es tan….. Indecente e inapropiado. –Estaba indignada.

-De dónde yo vengo, se llama vestido corto o de cóctel y es de lo más nuevo, el último grito de la moda.

-No sé de dónde vengas, pero aquí el ir vestida así es un insulto a las buenas costumbres, cualquiera pensaría que eres una de esas mujeres que hay en la taberna. Acaso ¿eres una de ellas? –Preguntó la Sra. Jo mirándola con interés.

Melisa sonrió incrédula de lo que oía. –No, no trabajo en ninguna taberna, aunque lo dude soy toda una dama y no tengo otra cosa mejor que ponerme, a menos que pretenda vestirme cómo hombre. -río divertida.

Anita la inspeccionó con sumo cuidado y caminó alrededor de ella checando su complexión. -Sra. Jo, tengo el último vestido qué se mando hacer la niña Lorrein. Esta guardado en mi ropero.

-La señora Elionorth te ordenó que lo quemaras. –Dijo molesta la Sra. Jo.

-Lo sé, pero cómo la señora no quiso ni recibirlo, no sabe ni cómo es. Está tan bonito que no tuve el valor de destruirlo. Estoy segura que le quedara muy bien.

La Sra. Jo lo pensó un instante. -Está bien. Aunque es un vestido de gala, es mejor que lo que llevas puesto. Ya el patrón dirá después que hacer.

-¿Quién es Lorrein? –preguntó Melisa.

Ambas mujeres se miraron, la Sra. Jo ordenó a Anita. –Llévala a que se cambie y date prisa, yo mientras terminare aquí, después avisaré al patrón para que la reciba. –miró a Melisa y le dijo: -Hay fiesta esta noche en casa y cómo comprenderás estamos todos muy atareados, ya hablaremos después todo lo que quieras.

Melisa asintió y siguió a Anita hasta su cuarto.

-¿Quién vive aquí? ¿Cómo es tu patrón? ¿Está casado? ¿Tiene hijos?

Anita sacó el vestido del ropero, lo colocó sobre la cama y sonriendo le dijo: -haces demasiadas preguntas niña, no comas ansias, ya pronto conocerás al patrón y él te dirá lo que quieras saber.

Melisa observó el vestido y sorprendida exclamó. -¡Wow! ¡Es hermoso! – miró a Anita con ojos brillantes de emoción.

-Lo sé niña. Ahora entiendes por qué no podía quemarlo.

Melisa asintió, admirando el vestido color esmeralda de una hermosa tela que Melisa nunca había visto. El corsette entallado y bordado en filigrana de plata y pedrería. Manga tipo campana y en la espalda se ataba con una cinta del mismo color del vestido.

-Es cómo un sueño, parece el vestido de una princesa. –dijo emocionada.

-Eso era la niña Lorrein en esta casa. –Dijo Anita triste.

-¿Era? ¿Acaso ella…..

-Murió. –la interrumpió Anita. –Fue muy triste para todos. Pero anda no pierdas mas el tiempo, no quiero que la Sra. Jo me regañe por entretenerte. ¿Puedes vestirte sola? o ¿prefieres que te ayude?

-Preferiría hacerlo sola. –dijo apenada.

-De acuerdo. Estaré afuera, llámame cuándo termines para abrocharte el corsette.

Melisa se puso el vestido y este le quedó a la perfección, cómo si lo hubiesen hecho especialmente para ella.

–Anita estoy lista. –la llamó.

Anita estaba terminando de atar la cinta del corsette cuando la Sra. Jo entró en busca de Melisa.

-¡Que hermosa! Pareces una reina. –Dijo la Sra. Jo con ojos de admiración. –Así si puedo llevarte con el patrón. Por cierto ayer me dijo que te llevara a la biblioteca, y que le avisara para que él se reuniera contigo en seguida.

-El patrón se llevara una gran sorpresa. –dijo Anita emocionada.

Melisa se miró al espejo y no reconoció a la mujer que este reflejaba. Una mujer nueva, diferente.

Por más que se miraba no se acostumbraba, era como si se tratase de otra persona. “Soy otra persona” se dijo. Su rostro lucía radiante, fresco.

Melisa es una mujer de finas facciones, piel blanca, tiene unos grandes, muy bonitos y expresivos ojos color esmeralda, enmarcados por unas espesas pestañas, los cuales con la delicada sombra coral nacarada resaltaban, haciendo imposible no mirarlos. Boca mediana pero muy sexy, cubrió sus antójables labios con un gloss color coral brillante. Cabello castaño, dorado como el amanecer y de grandes ondas en las puntas, le llega casi a la cintura.

La Sra. Jo la condujo por un pasillo y llegaron al salón principal. Melisa se percató de que todo estaba decorado con gran lujo. Era como estar en una de esas películas de castillos, hechizos mágicos, sólo faltaba el príncipe………