CAPITULO XV
Tenía que decirle a Antoni lo que acababa de descubrir, pues estaba segura que esta verdad era desconocida hasta para él. El día que fueron al pueblo le contó que cuando Lorrein murió él estaba de viaje comprando ganado y que cuando regresó se encontró con que su madre ya había hecho los funerales y Lorrein ya descansaba en el cementerio. Le guardaba algo de rencor a su madre por no haberlo esperado ya que ni siquiera se había podido despedir de su hermana.
Ya lo había decidido en cuanto Antoni regresara, hablaría con él, le contaría sus sospechas y le entregaría el diario de Lorrein como prueba de que no estaba loca.
-Buenas tardes señora, me dijo Anita que quería hablar conmigo. -saludó afectuosa a la madre de Antoni que ya la esperaba sentada junto a la ventana mirando el horizonte.
-Siéntate querida. –le hizo una seña para que se sentara junto a ella. -Esta mañana han traído una invitación para una fiesta, Lilian la hija de mi buen amigo el conde François Deibua celebrará su cumpleaños y requiere de la presencia de la familia Beamont.
El sólo escuchar nombrar a Lilian la molestó y no quiso ahondar en el por qué.
–¿Supongo que asistirá?. –preguntó fingiendo indiferencia, lo último que deseaba era ver a Lilian en acción rondando a Antoni, lo bueno es que él todavía no regresaba del viaje.
-No lo sé. Desde que George y Lorrein se fueron me he apartado de los eventos sociales.
-Pero quizá sea tiempo de retomar su vida y relajarse un poco ¿no cree?
-¿tú crees?
-Por supuesto, estoy segura que se divertirá. –le dijo sonriendo.
-Entonces quiero que vengas conmigo. Será un honor para mí, que me acompañes.
-¿yo? –Melisa estaba por decirle que no le parecía buena idea, pero de inmediato supo que no sería correcto puesto que la estaba animando a salir de su claustro para luego decirle: "valla usted sola". No. No le quedaría de otra, tendría que armarse de valor y asistir, aunque por otro lado no tenía por qué ser un desastre, quizás Lilian no notaría que ella estaba ahí y el objeto en discordia no estaría presente porque aun no regresaba de su viaje, así que no tenía nada que temer. –Está bien, será un honor acompañarla preciosa dama. –le dijo con cariño.
-Entonces es mejor que nos marchemos de inmediato con madame Lucyle porque la fiesta será de disfraces y no tenemos mucho tiempo para alistarnos. –dijo Elionorth emocionada.
La hora de partir llegó, Melisa esperaba en el salón a Elionorth lista para salir y abordar el carruaje que las llevaría a la finca Deibua.
Melisa estaba disfrazada de Cleopatra. El maquillaje cargado alrededor de sus ojos los hacía lucir cómo los de una gata salvaje. Era imposible no mirarla. La peluca lacia y negra caía sobre sus hombros desnudos, un grueso collar simulando oro y plata con piedras preciosas colgaba de su hermoso cuello y la túnica se ceñía perfectamente a su cuerpo como un guante enmarcando sus curvas perfectas y la estrecha cintura. Se veía espectacular.
Melisa se sentía insegura, el disfraz le parecía demasiado atrevido y lo que ella quería era pasar lo mas desapercibida posible, pero en cuanto Elionorth lo había visto se empeñó en que era ideal para ella y no hubo poder humano que la convenciera de lo contrarío.
Elionorth bajó la elegante escalera vestida de Reina. En verdad parecía una. El hermoso vestido dorado y los accesorios le sentaban de maravilla. Melisa la había maquillado y la madre de Antoni estaba irreconocible, había rejuvenecido al menos 15 años. Su rostro ya no se veía sombrío. Al contrario se veía alegre, radiante.
Anita estaba colocada junto a Melisa y al ver a su patrona dijo: -Es increíble lo que has hecho con la señora, hacía tanto tiempo que no se le veía sonreír.
-Gracias Anita. Ha sido un placer. -Melisa sonrío ante su creación, puesto que el peinado y maquillaje eran obra suya.
-Sabía que ese disfraz era hecho para ti. Te ves estupenda. –dijo Elionorth mirándola con verdadera admiración.
-Gracias. Pero sigo pensando que es demasiado atrevido. –respondió sintiendo cómo se sonrojaba.
-Es una fiesta de disfraces, todo está permitido, sólo por esta noche, pero será mejor que nos marchemos.
Las dos mujeres abordaron el carruaje, Anita salió a despedirlas y se quedó en los escalones mirando el carruaje de la familia alejarse. Estaba sumida en sus pensamientos cuando una profunda voz masculina la sacó de golpe……..
-¿Quién salió en el carruaje?
Anita se sobresaltó. -¡Santo Cristo! Me asustó joven Antoni.
-Te hice una pregunta.
-Su madre y la señorita Melisa.
-¿Qué? ¿Adonde fueron? –preguntó molesto.
-Fueron a la finca del conde Deibua, al parecer la señorita Lilian celebrará su cumpleaños con una fiesta de disfraces y……..
Anita no terminó de hablar cuando Antoni ya se había marchado cómo alma que lleva el diablo subiendo escalones de dos en dos.
Entró en su habitación dando un portazo. Aún no le quedaba claro ¿por qué su madre accedió a salir? quizás Melisa la habría convencido para ir. Imaginó a Melisa a merced de Hugo o cualquier otro joven heredero y la sangre le hirvió en las venas.
Anita le había dicho que la fiesta era de disfraces, su madre y Melisa no tenían mucho tiempo de haberse marchado, si se daba prisa y cruzaba por la colina podría llegar antes que ellas. Huracán estaba cansado pero la finca estaba cerca y el caballo no lo sentiría. Podría descansar mientras él estaba en la fiesta.
Cuando llegó del viaje fue directo a la caballeriza a guardar a Huracán y cuando se dirigía a la entrada de su mansión vio a Anita parada mirando el camino, entonces vio el carruaje alejándose, por lo tanto no había visto a su madre y a Melisa, no sabía cómo iban disfrazadas, esperaba no tener problemas en reconocerlas, sobre todo a Melisa.
Antoni llegó primero, disfrazado de bandido. Estaba vestido todo de negro, llevaba una capa, sombrero y un antifaz negro también.
Se colocó junto de una columna desde la cual tenía una vista panorámica del salón y sobre todo de la puerta principal. Estaba pendiente de la llegada de ambas mujeres.
Melisa entró del brazo de Elionorth y todas las miradas se dirigieron a ellas. Elionorth estaba radiante pero Melisa estaba espectacular, todas las miradas se posaban en ella y los murmullos no se hicieron esperar.
-Le dije que no era buena idea este disfraz, todos nos miran y murmuran. –le dijo Melisa preocupada al oído.
Elionorth colocó su mano sobre la de ella y con una sonrisa le dijo. –¡claro que murmuran! ¡Eres preciosa! tú tranquila querida, todo está bien, esta es tú noche, diviértete y disfruta de la fiesta.
Después de Algunas presentaciones Elionorth se quedó con su grupo de amigas y Melisa se paseó por el salón sin saber que un par de ojos azules estaban vigilantes de todos sus movimientos.
Bailó con varios tipos que insistieron en sacarla a bailar. Estaba harta de los halagos vacíos y vanos que los caballeros le dedicaban cuando habían bailado.
-Me permitiría esta pieza.
Melisa se giró al reconocer la voz de Hugo. –No creo que sea buena idea. –le dijo cortante.
Hugo la había visto nada más llegar y le pareció un crimen no mirarla, Melisa era un monumento a la perfección femenina, aunque él estaba enamorado de Lilian, estaba harto de sus rechazos y decidió dejar de insistir.
-Sé que merezco que me trates con desprecio, pero creo que podrías concederme al menos la oportunidad de disculparme ¿no crees?
Melisa lo miró con desconfianza.
-Tranquila, ante todo soy un caballero y no volveré a tocarte a menos que tú quieras. Puedes estar segura, yo sólo quiero disculparme y hacer las paces. –le tendió la mano.
Ella aceptó su mano y se dirigieron a la pista de baile.
Antoni estaba que echaba humo. Melisa bailaba en brazos de Hugo y ambos reían y conversaban encantados. En eso descubrió que cerca de él se encontraba Lilian y los miraba con ojos inyectados de furia. ¿Sería posible que después de todo sintiera algo por Hugo? Ahora que veía la reacción de ella estaba convencido de que Lilian sí sentía algo por Hugo pero cómo estaba encaprichada con él no lo quería admitir. Era momento de hacer algo al respecto.
Se colocó frente a Lilian y sin decir palabra para que ella no lo reconociera le ofreció su mano para invitarla a bailar. Sabía que ella no se negaría pues así podría estar cerca de Hugo y Melisa. No se equivocó sin mirarlo siquiera Lilian aceptó su mano y casualmente lo guío cerca de ellos.
Lilian no perdía detalle de la pareja y Antoni tampoco.
Melisa y Hugo tuvieron tiempo para conversar y Hugo se disculpó con ella, le contó que estaba enamorado de Lilian desde hacía tiempo y que ella estaba obsesionada con Antoni y que por eso había querido causarle a Antoni un poco del dolor y la pena que sentía él ante los rechazos de Lilian.
Después haciendo uso de su buen sentido del humor, Melisa le encontró el lado cómico a tan triste situación y ambos comenzaron a reír, rompiéndose así la tensión inicial.
-Pues no creo que le seas del todo indiferente. –dijo Melisa señalando con los ojos.
-¿Por qué lo dices? –preguntó Hugo divertido.
-Porque una mujer sabe reconocer cuando otra esta celosa y te puedo asegurar que Lilian está que se muere de celos.
-¿en verdad lo crees? –preguntó Hugo emocionado.
-No sólo lo creo, te lo puedo asegurar.
Una amplia sonrisa cubrió el rostro de Hugo.
Melisa continuó. –Vas a decir que no me meta en lo que no me importa, pero creo que en tu caso la estrategia de la indiferencia te va a funcionar.
-¿A qué te refieres?
-Que como has estado tanto tiempo tras ella y nunca le has negado lo que sientes, pues ella te siente seguro.
Hugo comenzaba a entender a lo que Melisa se refería. –Tienes razón, curiosamente yo ya había pensado en algo parecido. Estuve en un dilema si venir o no, pero luego decidí que no me escondería, pero el tiempo de perseguirla y rogarle se acabó. De hecho esta noche apenas si la salude y no he vuelto a mirarla siquiera. –Le sonrío de manera conspiradora. –Y debo admitir que la presencia de cierta señorita me ha ayudado bastante.
-Y vaya que sí. Si las miradas mataran créeme que yo ya estaría muerta. –bromeó Melisa después de mirar de reojo a Lilian, curiosamente nunca reparó en el acompañante de esta. Ambos rieron.
Lilian estaba que se moría de rabia. Jamás imaginó que ver a Hugo con otra mujer le molestaría tanto y para variar no era cualquier mujer, tenía que reconocer que Melisa era una rival peligrosa.
Ver a Hugo sonreír y coquetear con Melisa le había mostrado una faceta de él que siempre había ignorado, quizás por creer que siempre estaría a su merced. Sin pensarlo se acercó a ellos y les dijo
–cambio de pareja.
Cuando Melisa reaccionó Hugo estaba con Lilian y ella ya se encontraba en brazos de aquel extraño que estuvo bailando con Lilian.
Lilian sintió los fuertes brazos de Hugo rodear su cintura y su cuerpo se encendió de inmediato. Nunca le había permitido estar cerca de ella y mucho menos tocarla, en ese momento se dio cuenta que había sido la peor estupidez, se acercó mas a él y recargó su cabeza en el pecho masculino disfrutando de su cercanía de su aroma.
Hugo tenía que contenerse por no apretarla contra su cuerpo y besarla, pero aun estaba resentido con ella y no perdería la oportunidad de darle una lección. Con su voz tan masculina le dijo. –¿No sé a qué estás jugando Lilian? pero yo no soy títere de nadie. -Se apartó y la dejó sola en medio de la pista de baile.
Lilian lo miró alejarse perpleja. Hugo siempre era atento con ella, tanto que caía en lo rogón. Y ahora no sólo la ignoraba si no que se dio el lujo de despreciarla.
Melisa observaba la escena atenta cuando sintió que el hombre con el que bailaba la arrastraba de la cintura hasta pegarla a su cuerpo. Una fuerte descarga eléctrica la recorrió, quiso soltarse pero él se lo impedía.
-Suélteme por favor, no es correcto, yo no le he dado motivos para que se tome tantas libertades. –forcejeó a pesar de que su cuerpo reaccionó a él de inmediato. En un rincón de su mente una sospecha se encendió.
Conteniéndose Antoni la soltó antes de perder el control. Tenía que calmarse, estaba muy alterado al verla reír y bailar en brazos de Hugo.
Melisa se alejó de él a toda prisa, estaba asustada de su reacción ante ese desconocido.
Salió de prisa del salón, necesitaba aire, pensar y aclarar sus ideas. Vio una banquita de madera bajo un gran roble, algo alejado del bullicio de la fiesta, la luna plateada bañaba con sus rayos los hermosos jardines y la sombra que el árbol daba a la banquita le daba cierta privacidad. Estaba segura que nadie la vería allí.
Se paseaba de un lado a otro junto a la banquita mientras reflexionaba. Analizó las reacciones de su cuerpo. Eso sólo le había pasado con Antoni y de pronto una idea cruzó su cabeza. Era él, tenía que ser él. Su cuerpo no mentía y sólo reaccionaba así cuando él estaba cerca, cuando la tocaba. Se volvió para seguir con su andanza cuando chocó contra el extraño con el cual estuvo bailando.
Este no perdió tiempo y la aprisionó en sus brazos, la apretó contra su cuerpo y sin más la besó.
Si tenía alguna duda al respecto, estas se fueron al caño en cuánto los labios masculinos rosaron los suyos. Estaba segura, era él, era su sabor. Su cuerpo no mentía y sus reacciones no se hicieron esperar. Sólo él era capaz de prenderla con sólo tocarla. Molesta con él por ponerle esa trampa, decidió darle una dosis de su propia medicina.
Quitándose la pena, tendría que provocarlo hasta el extremo de pararle para recriminarle su falta de moral por dejarse manosear por un completo desconocido y evidenciar su identidad o tendría que parar ella y decirle que lo había descubierto y le había seguido el juego.
Correspondió al beso con total entrega y mientras desabrochó la camisa masculina y tocó con sus dedos el fuerte pecho arrancándole un ronco gemido. No conforme con eso le arrimó la cadera y la talló contra la masculina necesidad de él.
Antoni no podía contenerse, esa mujer lo prendía cómo pólvora con sólo mirarla y ahora la tenía a su merced. Las manos masculinas paseaban deleitándose de las curvas femeninas. Cuando ella le restregó su cadera contra su hombría, la cordura lo abandonó por completo y sin importarle que alguien pudiera verlos la agarró del redondo trasero y la apretó más contra sí.
De pronto recordó que ella no sabía quién era él y eso lo llenó de una rabia incontenible al comprender que ella estaba dejándose seducir por un desconocido cómo si fuera una cualquiera. Sintiéndose terriblemente decepcionado y con un fuerte dolor en el pecho se apartó, se giró y dio un par de pasos con la intención de irse.
Melisa estaba furiosa y sin poder contenerse más descargó su rabia. -¿A dónde crees que vas Antoni Beamont?
El paró en seco. ¿Lo había reconocido? Sí. Ella sabía perfectamente que era él puesto que analizó las palabras de Melisa y no había duda en ellas cuando le había llamado por su nombre.
Melisa seguía hablando fuera de sí. –Eres un cobarde, otra vez estas huyendo. ¿Es que no eres lo suficientemente hombre para terminar lo que iniciaste? –en cuanto comprendió lo que había dicho echó a correr rumbo a la casa espantada.
¿Cómo se le había ocurrido semejante idiotez? ¿Retar a Antoni de esa manera? ofenderle cuestionando su hombría ¿Qué rayos le pasaba? ¿Cómo iba a salir de semejante lío?