CAPITULO VIII

 

Llegaron al salón principal el cual era muy grande y lujoso, decorado 100% colonial. Al fondo estaba una grande y lujosa escalera. Del centro hacia arriba se divide en dos, una da al ala este y la otra al ala oeste. Detrás un enorme vitral con el escudo de la familia Beamont.

Anteriormente tanto lujo la habría intimidado, pero ahora no. Ya no. Se sentía una mujer diferente. “Soy una mujer diferente” se corrigió.

Al llegar a la habitación no se sorprendió de tanto lujo y confort, era obvio que Antoni era rico y poderoso. Pidió a la Sra. Jo su maleta.

-¿Te refieres a esa cosa extraña que traías cuándo llegaste?

-Esa misma, me la podría mandar por favor.

-En seguida niña.

Había mentido. Antoni no tenía ningún asunto que atender. Lo que quería era ir a su habitación, tranquilizarse y recuperar del todo el control. Él no era de los que huían pero su encuentro con ella fue… extraño…. Demasiado intenso. Tenía que poner distancia, esa mujer lo provocaba y desquiciaba por completo. Dio un portazo y se miró al espejo.

-¿Qué rayos pasó allí abajo? –preguntó en voz alta.

No comprendía bien esa extraña conversación. Melisa lo tenía desconcertado, nunca había conocido a nadie como ella. Una mujer que no temía decir lo que piensa, irreverente. Muy inteligente. Lo manipuló y él cayó en su trampa de cabeza sin intuirlo. Pero al mismo tiempo se movía y actuaba con la dignidad de una reina y había cierta inocencia en ella.

Definitivamente necesitaba un respiro para poner en orden sus ideas. Y más porque tenía la extraña sensación que eso sólo era el principio. Esa mujer de tantos matices lo intrigaba cómo nunca en su vida le había intrigado nada, nadie. No sólo tenía el poder de alterarlo emocionalmente sino también físicamente. Esa mujer era un peligro para él y su estabilidad.

Levantó la mirada y se miró nuevamente en el espejo. Se recordó a si mismo quién era y después de un momento se sintió fuerte de nuevo. Tenía que ponerse presentable para recibir a sus invitados.

-Adelante. –respondió Melisa mientras se quitaba las zapatillas quería descansar sus pies y se las quería cambiar por sus bonitas botas de gamuza café y tacón de suela corrida que eran muy cómodas, a fin de cuentas el vestido era tan largo que nadie notaria que traía botas. Al menos eso esperaba.

Anita entró con su maleta. –Me dijo la Sra. Jo que te quedarás unos días. No sabes cuánto me alegro, aquí casi nunca hay visitas.

-Gracias Anita.

-¿Por qué?

-Por ser amable conmigo.

-Es mi trabajo niña, no tienes por qué agradecer. Nadie lo hace.

-Pues yo sí. Y como ya te dije…. Gracias.

Anita la miró sonriendo….

-¿Qué? ¿Traigo corrido el maquillaje? –se miró al espejo.

-No. Es qué me recuerdas mucho a la niña Lorrein. Ella también era muy dulce y amable. La luz de esta casa.

-Lorrein ¿Era esposa de Antoni?

-¡No! El joven Antoni no se ha casado, se ha cuidado bien de no dejarse echar el lazo. La niña Lorrein era su hermana menor.

-¡Ah, claro! ¿Dices que no se ha casado? No sé porque no me extraña con ese carácter que se carga…

-No. Y dudo que lo haga. No por falta de candidatas, dudo que exista una mujer que no quiera echarle el lazo al cuello, pero parece que ninguna es digna de su afecto. Es amable, cortés. Pero nada más. Se rumora que más de una ha querido atraparlo pero ¿Cómo dice él? ¡Ah! si. “Yo soy un hombre que no ama, no se compromete. A menos que la dote del padre logré convencerme.” –Anita dijo las últimas palabras arremedando a Antoni, pero su actuación fue tan graciosa que Melisa se soltó a reír.

-Eres terrible Anita. –le dijo riendo y con ojos alegres.

-Por favor no le digas a nadie lo que acabo de decirte. Ha sido una indiscreción de mi parte y no sé porque lo hice… Yo…

-No te preocupes, por mí nadie sabrá nada. Te agradezco la confianza y quiero que conmigo seas tú misma y no tengas miedo de expresarte. ¿De acuerdo?

-Eres un ángel señorita linda… Pero ya me tengo que ir o la Sra. Jo va a reprenderme por tardar tanto.

-En ese caso anda, veté cuánto antes, no quiero que te regañen por mi culpa.

Minutos después un mozo llamó a su puerta y la llevó a la escalera. Antoni la estaba esperando tal y cómo había dicho. Él se giró y al verla la recibió con una seductora sonrisa. Una respuesta instintiva y natural ante la fresca y hermosa mujer que tenía enfrente.

Melisa estaba hipnotizada con esa sonrisa y esos ojos azules tan profundos, misteriosos. Antoni se veía devastador con su esmoquin. Su atractivo y su porte no tenían comparación alguna. Ella no pudo más que devolverle una sonrisa tímida.

Por primera vez desde que la vio le pareció menos segura, esa sonrisita tímida y las mejillas sonrojadas no checaban con la mujer digna y segura con la que había conversado en la biblioteca. Le gustó esa nueva faceta de ella.

Le ofreció su brazo, ella de inmediato lo tomó y juntos descendieron por la elegante escalera. Cuándo estaban por descender los últimos escalones, él se detuvo y la soltó, se aclaró la garganta para llamar la atención de los presentes, cuándo el salón estuvo en completo silencio con voz fuerte dijo: -Señores y Señoras es un verdadero placer para mí tenerlos en mi casa, quisiera agradecer su presencia……

Mientras él hablaba ella lo observó admirada, su presencia, su temple y su seguridad, eran innegables, lástima que fuera un ¿patán?

……Y aprovechar para presentarles a mi huésped, ella viene de tierras muy lejanas y es hija de un muy buen amigo de mi padre. Señores y señoras la señorita Melisa Summers.

Melisa entró en pánico, nunca le había gustado ser el centro de atención y ahora todas las miradas estaban sobre ella. Antoni apretó su mano y se la colocó nuevamente en el brazo. Sin saber porque este simple gesto de él la tranquilizó, le dio seguridad y fuerza para hacer una reverencia, mostrar una radiante sonrisa y enfrentarse a todos esos desconocidos que la miraban.

Antoni la paseaba por el salón de su brazo presentándola una y otra vez. Ella se las arregló para sonreír y saludar a los presentes cómo si estuviera acostumbrada a los eventos sociales, como si fuera algo natural en ella. Llegaron con un grupo de señoras. Después de presentar a algunas le dijo:

-Melisa esta bella dama es la Señora Elionorth Beamont. Mi madre. –Besó a su madre en la mano. –Madre ella es la señorita Melisa Summers.

Melisa estaba que se moría de nervios, hizo una reverencia y sonriendo dijo: Es un placer conocerla.

-¿De quién dices que es hija? Porque no recuerdo a nadie de ese apellido. –dijo Elionorth confundida.

-Es hija del Señor Edmond Summers de Enchanted Valley, que por cierto te manda sus más cordiales saludos.

-¡Ah! Qué bien, ¿Cómo está tu padre? ¿Hace cuánto que no nos vemos? –preguntó Elionorth convencida de la relación amistosa entre las familias.

Melisa estaba atónita, apenas iba a abrir la boca cuándo Antoni intervino en su auxilio. -Ha sido un placer platicar con ustedes bellas damas, pero se ha anunciado el primer baile y mis deberes de anfitrión me llaman. –excusándose se alejó llevándola con él.

-¿Qué fue todo eso? Tu madre pudo…..

-Tranquila, mi padre tenía tantos conocidos que dudo que mi madre los tenga presentes a todos. Ya viste, quedo convencida de que conoce a tu padre y a tu familia.

-Tú sabes que mi padre murió.

-El mío también, así que despreocúpate. –caminaba hacia el centro del salón, todos los presentes los miraban con atención. Ella al comprender lo que estaba por venir, verdaderamente entró en pánico, porque una cosa eran las presentaciones y otra muy distinta bailar y el baile y ella no se llevaban muy bien.

Antoni se detuvo justo en el centro, se colocó frente a ella y la tomó de la cintura con una mano….

-Antoni, no sé si sea buena idea…. Yo…. Yo no soy buena bailando. –hizo una mueca.

Antoni la apretó un poco más. –Eso no es problema. Tú sólo relájate, quédate en mis brazos y yo te guiaré. –le dijo con voz ronca y un brillo extraño en los ojos.

Eso era a lo que ella más temía. Curiosamente su cercanía la asustaba más aun que el baile.

Antoni comenzó a moverse al ritmo de la música, al principio ella estaba demasiado tensa, él se acercó y le susurró al oído: -Relájate, sólo siente la música y déjate llevar.

Ella sintió el aliento caliente de él sobre su oído y un escalofrió la recorrió entera. ¿Cómo pretendía que se relajara haciendo eso? Respiró hondo necesitada de aire y sólo consiguió llenarse los pulmones con el aroma de él. Un olor a limpio y una mezcla a maderada le inundaron los sentidos embriagándola.

Antoni la guiaba con paso experto, sus cuerpos moviéndose en perfecta sincronía. Él la hacía girar una y otra vez. Ella estaba maravillada ante la sensación de libertad que sentía a través del baile. Sus cuerpos fluyendo con la música en total armonía, al grado que por un instante mágico, todos, todo desapareció y por un breve instante cerró los ojos. Cuándo los abrió lo descubrió mirándola. El indisimulado deseo que vio brillando en la profundidad de esos enigmáticos ojos azules, la inspiró.

Él consiguió borrar el brillo en sus ojos en cuanto descubrió que ella lo miraba. Fue un instante tan breve que si Melisa no hubiera estado tan segura, había podido pensar que fue cosa de su imaginación.

La deseaba. Por primera vez en su vida un hombre la deseaba y no sabía qué hacer ante esa situación. Él la deseaba de eso no tenía dudas, pero ¿él lo admitiría? Algo dentro de sí le dijo que probablemente no.

Un sólo baile y todo se estaba poniendo demasiado intenso entre ellos. Saltaban chispas.

De pronto sintió algo que la regresó de golpe a la realidad. Miradas como cuchillos clavándose sobre ella, tenía la extraña sensación de que la gran mayoría de las mujeres la estaban mirando. Entonces recordó lo que Anita le había dicho sobre qué todas ellas matarían por ser la esposa de Antoni Beamont, su mujer y de repente supo qué era verdad. Todas aquellas féminas despechadas le clavaban los ojos como dardos envenenados.

Había una mujer en particular cuya mirada indiscreta y celosa llamó poderosamente su atención. Aquella chica petulante la fulminaba con los ojos. ¿La última conquista de Antoni? Quizá. En aquellos ojos palpitaba un profundo resentimiento, un instinto asesino y si las miradas mataran, seguro ella ya estaría aniquilada.

El baile terminó, Antoni hizo una reverencia y tomándola del brazo se dirigió a un extremo del salón. Un hombre mayor del brazo de una joven mujer se acercó a ellos, para su sorpresa se trataba de la misma mujer que le había llamado la atención mientras bailaba con Antoni.

-Conde Deibua ¿Cómo está? ¿Cómo van sus negocios? –Preguntó Antoni cortés, se dirigió a la mujer, le dio un beso en la mano a señal de saludo. –Señorita Lilian.

Melisa vio un extraño brillo en los ojos de Lilian cuando Antoni la saludo. No cabía dudas, había algo entre ellos, un asunto sin terminar, al menos por parte de ella sí.

-De maravilla. –respondió el conde. –De hecho me gustaría hablar contigo en privado, sólo será un momento, no quiero distraerte de tus deberes de anfitrión mucho tiempo, cómo sabrás estoy por hacer un viaje a mi país y me gustaría dejar mis asuntos al corriente.

-Por supuesto. –respondió Antoni atento.

-Pero antes, ¿no vas a presentarme a esta hermosa señorita? -dijo el conde impresionado con Melisa. Ella se sintió incomoda ante las dos miradas, el conde casi la había desnudado con la vista y Lilian le clavaría un cuchillo hasta matarla.

-Claro, que desconsiderado, les pido disculpas. Conde Deibua, ella es la señorita Melisa Summers, es hija de un buen amigo de mi padre. –hizo una pausa, el conde de inmediato tomó la mano de Melisa y la besó en saludo de cortesía.

Melisa sonrió con la sonrisa que había pasado horas practicado con Helen para ocultar sus nervios. -Señorita Melisa, este honorable caballero es el conde François Deibua y la señorita Lilian Deibua, su hija. –continuó Antoni.

Ambas mujeres hicieron un gesto de cortesía. Una vez hechas las presentaciones ambos caballeros se retiraron dejándolas solas.

En cuánto Lilian calculó que ya no podían oírla no perdió tiempo y le dijo: -No he podido evitar mirarte mientras bailabas con Antoni. –le espetó mirándola con una mezcla de desprecio y pena. –Él es así ¿Sabes? Se acerca a ti con cortesía y por un breve instante te mira cómo si fueras la única mujer en el mundo. Te hace creer que eres especial y al final caes rendida a sus encantos. Entonces cuándo más confiada estas en que todo va bien, se retira para pensárselo un poco. Después cuando menos te lo esperas regresa y todo vuelve a empezar.

-Eso es tan cruel ¿Cómo es que se lo han permitido? Yo jamás aceptaría algo así. –Dijo indignada.

Lilian soltó una risotada fría y escalofriante. Melisa la observó con detenimiento. Lilian es una mujer muy joven de negrísimo cabello y de finas facciones, piel muy blanca y unos bonitos ojos azules. Tiene un rostro bonito pero algo aniñado.

-No seas ridícula. ¡Claro que estarás de acuerdo! Se te nota, si él regresara en este momento estarías más que dispuesta a dejarte cortejar y seducir por él. Antoni es único. –Lilian la miró con cierta burla.

-Parece que sabes muy bien de lo que hablas. –dijo Melisa irónica.

-¡Oh, claro que lo sé! Crees que eres diferente, especial…. no te confíes. Con él ninguna mujer lo es. –dio media vuelta y echó a andar.

Melisa se quedó procesando la información. Lilian estaba equivocada, ella jamás aceptaría una situación así. Bueno ya no, porque en cierto modo ella había vivido algo parecido con Bryan y no estaba dispuesta a dejar que volviese a suceder, porque analizando las cosas así era Bryan con ella.

La trataba bien, le hablaba con cariño, le sonreía de esa manera que a ella la derretía y dirigía todo su encanto hacia ella, porque el encanto era algo natural en Bryan y él sabía bien cómo usarlo para doblegar su voluntad y así conseguir lo que quería. Y ella lo había hecho muy bien resolviéndole la vida. Tontamente pensaba que complaciéndolo en todo y siendo incondicional lograría su amor y su mayor sueño, convertirse en la esposa de Bryan Livingston.

De pronto se sintió estúpida y utilizada. Nunca había analizado la situación desde afuera. Con razón Bryan nunca la vio como mujer, era tan triste pero sobre todo patético. Se preguntó ¿cómo es que le permitió jugar así con sus emociones por tantos años? Era algo tan cruel como el juego del gato y el ratón.

-Que estúpida fui. –dijo para sí.

En un principio los comentarios de Lilian se le hicieron irrelevantes y fuera de lugar, pero ya no estaba tan segura. Agradeció a Lilian en silencio, porque si ella no le hubiese hablado cómo lo hizo, jamás habría caído en cuenta de lo mal que actuó con Bryan al permitirle tantas cosas por tantos años.

Necesitaba aire urgentemente, se dirigió al otro extremo del salón y salió a la terraza. Se colocó junto al balcón de cantera y miró el exterior, contempló en silencio las estrellas, los hermosos jardines. En verdad era un sueño la mansión de Antoni Beamont. Antoni…. Jamás había conocido a nadie cómo él. Tan indescifrable. Algo dentro de sí le decía que detrás de esa frialdad había un hombre extraordinario.

Pensó en los acontecimientos de las últimas horas, nunca había vivido tantas emociones juntas, era cómo una montaña rusa ¿Desde cuándo su vida era así de emocionante? Desde que llegó a ese extraño lugar.

Pero ¿en verdad era ella misma con un vestido elegante y todo ese arreglo? A diferencia de la vez anterior que quiso cambiar, en esta ocasión estaba convencida de que sí. Nunca se dio la oportunidad de ser ella misma, siempre ocupada tratando de agradar a los demás y no se ocupó de agradar a la única persona que realmente tenía que agradar. A ella misma. Tal y cómo Helen le había dicho.

Estaba sumida en sus pensamientos cuándo de pronto se percató que ya no estaba sola. Un hombre se colocó junto a ella. Permaneció en silencio. Sólo eso le faltaba que empezara a atraer hombres a diestra y siniestra.

-No puedo comprender cómo es que Beamont ha dejado sola a tan hermosa dama. –le dijo el joven extraño de voz muy ronca mirándola con interés.

-Tenía un asunto urgente que atender. –respondió ella en tono frío, impersonal, sin volverse a mirarlo.

-Pues estando yo en su compañía, jamás la dejaría sola y menos en un lugar lleno de jóvenes herederos.

Una sonrisa se dibujo en el rostro femenino y se volvió para mirarlo. –No creo que se sienta amenazado por eso.

Él sonrió, tenía una atractiva sonrisa con un hoyuelo, unos bonitos ojos castaños, unos labios carnosos. Un joven de rostro muy atractivo…. Muy atractivo pero salía perdiendo comparado con…. ¿Qué rayos le pasaba? Ahora ya se encontraba comprando a los hombres con él. ¿Qué le pasaba con Antoni Beamont? Se reprendió a sí misma.

-¿No? Yo ni loco la dejaría a merced de tal depredador. –le dijo divertido sacándola de sus pensamientos.

-Él sabe que no necesito de tanto cuidado, soy capaz de defenderme yo solita. –ella nunca había sido coqueta, pero ahora, esta noche le estaba resultando algo natural. No sabía si fue el champagne que bebió o el hecho de que no sentía la presión de agradar y ser aceptada. ¡Cielos! Esa sensación de liberación era genial. Por primera vez en su vida era realmente ella y le agradaba que a sí fuera.

-Ya lo veo, pero en vista de que Beamont desaprovechó su oportunidad. Me permitiría el honor de acompañarle.

Ella titubeó un instante y decidió experimentar, no tenía nada que perder puesto que en ese extraño lugar nadie la conocía ni sabían nada de su antiguo yo. –Me va a disculpar, pero ni siquiera lo conozco, podría usted ser cualquiera.

Divertido y picado por su sinceridad él se presentó. –Soy Hugo Sn Jenisse, un hombre respetable cómo podría decirle cualquiera.

-No estaba intentando ofenderlo, créame…….. –se sonrojó.

-Eso ya lo sé. Y pensar que estuve a punto de no venir. –le dijo mirándola con admiración y soltó el aire.

Estuvieron conversando un buen tiempo. Hugo era tan fino y educado. En un principio cuando él se acercó, se sintió asediada pero después conversar con él, estaba cómoda. Su intelecto y buena conversación la tenían fascinada.

-¡Aquí estas! Creí que te habías escabullido. –dijo Antoni dirigiendo sus pasos hacia ellos.

-¿me buscabas a mí? No veo por qué. –lo miró coqueta levantando una ceja.

-Porque eres mi huésped y no es correcto que estés tanto tiempo sola a merced de los buitres.

Hugo soltó una carcajada sarcástica y dijo: -Veo que no has perdido tu buen sentido del humor Beamont.

Ambos hombres se colocaron frente a frente. Melisa los observó expectante. Un brillo extraño tiño los ojos de ambos. ¿Una afronta? ¿Una vieja rivalidad quizá? Pensó ella.

-Tienes razón Sn Jenisse, hoy en particular estoy de excelente humor a pesar de los buitres que asechan mis tierras.

-Te confieso que estuve a punto de rechazar tu invitación, pero ahora sé que habría sido un terrible error. –dijo mirando a Melisa con gesto de posesión, pues sabía que eso encendería a Antoni.

-Pues es una lástima que tengas que irte ahora. Tu padre te está esperando en el carruaje. –dijo Antoni con una expresión de superioridad y triunfo.

Hugo lo miró con resentimiento. Se volvió hacia Melisa, le besó la mano y se despidió. Ambos hombres se miraron hasta que Hugo se perdió entre la gente.

Melisa se sintió en medio de dos gallos de pelea. -¿Qué fue eso? ¿Qué pasa entre ustedes?

-Te diste cuenta. –no fue una pregunta. –debí suponer que lo notarias.

-Notar ¿Qué?

-Que Hugo es un maldito imbécil que pretende poseer todo lo que me pertenece. No puede superar que…..

Melisa supo que no precisamente esta hablando de cosas materiales. -¿Qué estas pretendiendo decirme? Habla claro.

-Olvídalo. –dijo en tono frío.

-¿Olvidarlo? ¿Acaso crees que soy estúpida? –le espetó furiosa. –Me estás diciendo que Hugo se acercó a mí sólo para molestarte porque soy ¿Qué? ¿Parte de tus posesiones?

-Escucharme yo….

-¡No! Escúchame tú. No sé con qué clase de mujeres estés acostumbrado a tratar, pero yo no soy un trofeo o una cosa que se intercambia o vende. Soy una mujer libre e independiente que no le pertenece a nadie. –estaba furiosa, caminó hacia el salón con la intensión de irse.

Antoni la tomó de un brazo y la detuvo. Ella sintió su mano fuerte apretando su brazo, lo miró con fuego en los ojos.

-Espera. Lo que menos pretendía era ofenderte, pero créeme que tengo razones de sobra para desconfiar de él.

-No sé qué asuntos haya entre ustedes, pero creo que Hugo es lo suficientemente inteligente y caballero cómo para andar con semejantes tretas. ¿Acaso piensas que no soy capaz de atraer la atención de un joven por mi misma?

-¡Yo jamás dije eso! –explotó él furioso, respiró hondo para tranquilizarse. –Sólo ten cuidado con él. –hizo una pausa. –Crees que no necesitas mi protección, pero es evidente que no lo conoces, él no es lo que aparenta.

-Te agradezco tu preocupación, pero ya no soy una niña, soy lo bastante mayor para tomar mis propias decisiones y enfrentar las consecuencias. Y te agradecería si sueltas mi brazo, me estas lastimando.

Antoni la soltó de inmediato. –Cómo quieras. Tu vida amorosa no me interesa, yo solo sentí que era mi deber de caballero advertirte. –la miró con indiferencia y se fue dejándola ahí, sola, confundida y muerta de frío, puesto que un viento fresco comenzó a soplar.

Decidió que ya había tenido suficiente por un día y se escabulló entre la gente y se fue directa a su habitación. Se sentía culpable por haber discutido con Antoni, pero él tenía la facilidad de sacarla de quicio. Al día siguiente se disculparía si fuera necesario.

Sería verdad que Hugo sólo quería conquistarla porque creía que Antoni tenía interés en ella. No eso no sería de un caballero y Hugo parecía serlo. Además no tenía nada que temer, en cuánto contactase a Susan, se marcharía de ese lugar para siempre.

Hablando de contactar a Susan, recordó que tenía su celular guardado en el bolso lateral de la pequeña maleta de viaje. Lo sacó con rapidez y lo encendió.

-¿Qué? ¿Sin señal? –no se sorprendió.