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7 de enero de 2009

El fin de año fue todo lo que no me esperaba que fuese. Mamá no quiso venir a la ciudad, tenía miedo por lo que había visto por televisión. Yo tampoco me atreví a salir de casa. No sé qué demonios está pasando, pero lo de anoche fue demasiado. Hoy mismo saco unos billetes de avión para mamá y para mí y nos vamos de aquí. La gente se está volviendo loca.

Fox dijo por televisión que con lo primero que había que acabar era con el testimonio artístico de la humanidad. Y empezaron a hacerle caso. Se quemaron diversos teatros de Broadway. La gente ha empezado a hacer lo que Fox les pide. Primero fueron varios teatros. Después fueron varias centrales nucleares rusas. Rusia desapareció literalmente del mapa. Y la radiación amenazó con extenderse por toda Europa. Fox dijo por televisión que lo más noble que puede hacer el ser humano por su planeta es suicidarse, acabar con todo.

En las noticias pasan a toda prisa titulares de suicidios colectivos y atentados contra edificios históricos. El gobierno ha desplegado al ejército por las calles. No puedes dar ni un paso sin que alguna persona caiga a tus pies, aplastada por el golpe de diez pisos de altura. Se atropellan, estrellan sus coches, se tiran desde las ventanas de sus hogares o los incendian. Todo es una gran locura. Fox se encuentra en busca y captura.

En el trabajo, Ruth empezó a gritar y a destrozar todo lo que se encontraba a su paso, se desgarró la ropa y se lanzó por la ventana.

9 de enero de 2009

Mamá no coge el teléfono. Anoche oí discutir a mis vecinos. Hablaban de Fox y de su teoría suicida. Después de un rato discutiendo oí un disparo y un peso muerto cayendo al suelo, sobre mi techo. Unos minutos después, se oyó otro disparo. Ninguno de los vecinos, ninguno de nosotros, nos molestamos en llamar a la policía.

Mamá no coge el teléfono. Otra central nuclear ha volado por los aires en Alemania. En los últimos dos días se han registrado lluvias ácidas en México y California. Ya no queda nada de Japón. Una espesa nube de vapor tóxico se desplaza desde las islas japonesas hacia el interior de Asia. Hay un huracán que arrastra toda esa contaminación hacia el interior. No sé ni cómo sentirme. Se supone que debo estar aterrorizada, pero siento más lástima que otra cosa.

Anoche se escuchó otro mensaje de Fox por la radio. Está escondido para que la policía no pueda localizarle. Nos daba las gracias a todos por estar haciendo realidad su sueño.

13 de enero de 2009

Mamá no está. Estoy en su casa, tuve que venir en coche porque suspendieron todos los vuelos. En Estados Unidos se estrellaron más de diez aviones. Están haciendo exactamente lo que Fox quería. Algunos le llaman el nuevo Hitler.

Mamá no está. En este salón, solía sentarme en la alfombra para ver la tele. Solía pintar huevos con mi madre y ponerles nombre. Después les dábamos barniz y los poníamos sobre la estantería. Mi padre bromeaba, nos decía que no le gustaba pintar huevos y ponerles nombres porque después se sentía mal cuando se comía un huevo con beicon. Decía que era lo mismo que comerse a un futuro Rodolfo o Mr. Vicento.

Mamá no está y no sé adónde voy a ir ni qué voy a hacer. No hay ningún lugar seguro, no hay nadie en quien puedas confiar. Desde hace unos días, las noticias han advertido que no hablemos con nadie, que no confiemos en nadie. Ahora la gente se ha aburrido del suicidio y se dedica a matar.

16 de enero de 2009

Esta noche ha entrado un hombre en casa. Eran las doce o así y estaba en el salón, viendo la tele. Oí un ruido en la cocina y me entró el pánico. Cogí un cenicero como arma y fui a la cocina. Y vi a un hombre de espaldas, con la nevera abierta. Me estaba robando la comida. No le reconocí hasta que le di un golpe en la cabeza por la espalda, con el cenicero. Era un vecino de mis padres. Le conozco desde que tengo uso de razón.

El pobre señor Hoffman había perdido a su mujer en un accidente de coche hacía algunos años. Recuerdo haber ido al funeral. Le dije cuánto lo sentía. Y ahora está en mi cocina, con un hilo de sangre bañando el suelo. Me he sentado de nuevo en el sofá, sin saber qué hacer.

16 de enero de 2009. Una hora más tarde.

El señor Hoffman se ha levantado. He intentado hablar con él. He intentado razonar. Me ha tirado al suelo y me ha golpeado en el hombro. Ha cogido un cuchillo y se ha echado sobre mí. No sé ni cómo me he dado la vuelta y el cuchillo ha acabado clavado en su cuello.

20 de febrero de 2009

Ha pasado mucho tiempo desde que escribí aquí por última vez. De hecho, casi ni recordaba que llevaba el diario encima. Supongo que he aprendido a no ir a ninguna parte sin él por si necesito echar mano de los errores del pasado. Eso es lo que siempre me decía mi padre.

Una vez, cuando era pequeña, abrí una carta que iba dirigida a mi padre. Tenía un matasellos extranjero. La abrí y la leí. Era de su amante, una mujer que vivía en Europa. Le decía que le quería y que echaba de menos acostarse con él. No le dije nada a mi padre, nunca. La dejé en el buzón exactamente igual que había llegado y fingí que no había ocurrido nada.

Y entonces un día mi madre tuvo un infarto. Recuerdo la sala de urgencias y el olor a suero y a lejía. Ese día, cuando el médico nos dijo que mi madre estaba estable y que ya no corría peligro, mi padre se sentó en la sala de espera conmigo. Lo único que dijo fue:

—Te lo prometo, se acabó. Nunca más. Tu madre lo es todo para mí.

Se estaba refiriendo a su amante.

Han pasado tantas cosas en este último mes, que ni siquiera encuentro las palabras para plasmarlo aquí. La televisión dejó de emitir. Las últimas noticias hablaban de que Europa se estaba reduciendo a cenizas. Fox ha desaparecido y hay gente que mata en su nombre, se hacen llamar los Leales a Fox.

Yo creo que Fox no tuvo toda la culpa. Fox solo encendió la mecha. El mundo necesitaba una excusa para destruirlo todo. Pero yo creo que había cosas que merecían ser salvadas.