PRÓLOGO

Durante la década de los 70 Argentina estuvo inmersa en un proceso violento donde los asesinos y sus víctimas eran vecinos, amigos, colegas y a veces, hasta hermanos. Nada ha escapado al horror de un fenómeno fratricida que en mucho se ha parecido a una guerra civil, donde el estado estaba de un lado, y grupos de ciudadanos armados del otro.

Los de nuestra generación, la de Marina, hemos sido testigos silenciosos de la barbarie. Los miedos de nuestros padres, de un lado o del otro de la confrontación, han sido nuestras pesadillas.

Marina de Buenos Aires es una novela histórica, y como tal una mezcla de realidad con ficción, de rigor histórico con momentos y situaciones inventadas. Sin embargo, he sido cuidadoso en no confundir la fina línea que en una novela histórica separa la realidad de la ficción. Hacerlo hubiese sido engañar al lector. Por ello, todas las situaciones y referencias históricas son reales y verídicas, y la parte de ficción está basada, en muchos casos, en personajes reales y situaciones que han sucedido. Nada de lo que pasa en esta novela no ha sucedido, o no hubiese podido suceder.

La primera edición argentina, allá por abril del año 2004, generó reacciones encontradas. Los lectores de izquierda pensaron que el libro de alguna manera fomentaba la teoría “de los dos demonios”, de dos bandos de delincuentes que se enfrentaron tomando de rehenes al resto de la población, cuando en la realidad lo que hubo fue un gobierno militar y dictatorial que reprimía en forma violenta e ilegal a sus opositores, muchas veces sin mayor agravante u ofensa que el hecho de pensar diferente, representando en efecto una perversión de las instituciones básicas de la sociedad. No es de sorprender que los lectores de derecha pensaran justamente lo contrario: que lo que el libro presentaba como una “guerra sucia” no fue más que legítima defensa del orden social por parte del gobierno de turno.

Quizás la verdad no la conozca nadie con exactitud, y todos hayamos visto y vivido tan sólo una parte de ella. Quizás, la verdad no sea un concepto absoluto y único; quizás no sea un concepto bipolar, donde lo que no es verdad, es mentira. Sobre todo porque nos toca formar nuestra percepción de lo que es verdad o mentira basados en lo que nos cuentan, en lo que sabemos, en lo que vemos. Y nunca nos cuentan todo, nunca sabemos todo, nunca vemos todo.

En Marina de Buenos Aires, como en la vida real, cada personaje vive su mundo, y en él su realidad, y cuenta por lo tanto su cara de la verdad. Cada lector, seguramente, sentirá esta novela de manera diferente.

Ezequiel Szafir