La Vieja Petra les estaba esperando, sabía que volverían. Gudiña quedó impresionado ante aquello que parecía salir de una película de terror. Aquella sí que era una verdadera bruja y no las meigas de su tierra, pensó entre asombrado y divertido. Los otros dos lo miraron y se hicieron un gesto irónico, guiñándose un ojo y haciendo una mueca. Sin embargo, Gudiña no apartaba sus ojos de aquella gitana anciana que estaba ante ellos.
—Bienvenidos de nuevo. —Lanzó la mujer, con su voz cavernaria—. Aunque ya veo que hoy venís acompañados —comentó tranquilamente.
—¿No habrá ningún problema, verdad? —preguntó Jaime.
—No, querido. Suelen decir que ven más cuatro ojos que no dos. Pues bienvenidos sean dos ojos más para esta batalla.
—¿Batalla? —preguntó Gudiña.
—Batalla —confirmó ella—. Ricardo, mejor no preguntes y observa.
—¿Cómo sabe mi nombre? ¿Vosotros se lo habéis dicho? —Bartolo y Jaime negaron con la cabeza.
—Yo sé muchas cosas sin necesidad de que me las digan.
—Pues déjeme hacerle una última pregunta, si sabe tanto como dice, también sabrá cómo capturar al asesino, o dónde vive tal vez, o cómo se llama.
—Inspector, estoy aquí para ayudarles, no soy su enemiga. No me hable como si fuera tonta o estuviera a favor de esa bestia —su voz se hizo más seria y contundente. Gudiña optó por guardar silencio ante la mirada envenenada que le echó la anciana—. Bueno, caballeros —prosiguió— tenemos un trabajo entre manos ¿verdad? —Los tres asintieron. La Vieja Petra miró a Gudiña y le preguntó— ¿Ahora sí está de acuerdo Inspector?
—¿Es que tengo otra opción? —inquirió, mirando a su alrededor y comprobando que estaban los tres allí encerrados con aquella vieja bruja. Ella, por su parte, sólo dejó salir de su garganta una carcajada que les puso los pelos de punta.
—Muy bien, señores, ya saben la leyenda y los pormenores de lo que está ocurriendo. Debemos arrojar a la bestia al mismo infierno, para que nunca vuelva a resurgir. Sabemos cómo hacerlo, así que nos pondremos manos a la obra, desde ya. La vida de unas niñas inocentes está en juego y no podemos cejar en nuestro empeño. Tenemos que encontrar esos cuerpos y localizar el de Naia. Tenemos que juntarlo con su cabeza y habremos vencido a la bestia. Ya sabemos que esa es la única manera.
—¿Y cómo se supone que lo vamos a hacer? —replicó Jaime—. Porque dicho así parece muy sencillo, pero si hay que enfrentarse a ese monstruo…
—Sé que no va a ser fácil. Pero uniremos nuestras fuerzas —dijo ella.
—Yo casi que me voy a Galicia. —Soltó Gudiña. Los tres le miraron con sorpresa—. Que no, que era broma, pongámonos a trabajar.
—Gudiña era el tercero ¿verdad? —preguntó de repente Bartolo— usted sabía que estaría aquí con nosotros —la Vieja Petra hizo una mueca y le contestó—. Yo lo sé todo, Bartolo, recuérdalo.
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