CAPÍTULO UNO
DEAN
Día 12
Era un momento encantador. Astrid abrazando a los pequeños Caroline y Henry. Luna ladrando y lamiendo todas las caras que podía encontrar.
Por supuesto, todos estábamos usando 5 capas de ropa para proteger nuestra piel de los componentes. Y yo traía puesta mi máscara de aire. Y Chloe estaba a un lado, enmascarada y cubierta, recostada en un colchón inflable durmiendo a causa de la pastilla para dormir. Pero para nosotros, en el Greenway, era un momento agradable.
Ver a Astrid besando sus pequeñas caras sucias y pecosas me hizo sentir esperanzado y feliz. Creo que ver a Astrid expresando su amor por ellos hizo que mis sentimientos por ella se agrandaran. Sentí como si mi corazón fuera a estallar.
Entonces Astrid respiró profundamente, y vi sus fosas nasales abrirse. Ella inhaló demasiado tiempo y yo supe que la ira estaba entrando.
—¿Por qué se quedaron? —gimió—. Estúpidos, NIÑOS ESTÚPIDOS. ¿POR QUÉ SE QUEDARON?
Aplastó a los gemelos contra su pecho, sosteniendo una de sus pelirrojas cabezas en cada mano. Y entonces tuve que taclearla y sujetarla. Hasta aquí llegaron los momentos encantadores en Greenway.
Caroline y Henry lloraban mientras yo luchaba con Astrid en el suelo. —Traigan su máscara —grité.
Astrid arremetió, empujando contra mí.
Luna estaba ladrando fuertemente.
—Caroline —grité, mi voz amortiguada por la máscara—. ¡Consigan su máscara de aire! Tráiganla.
Astrid la había dejado caer al suelo cuando vio a los gemelos y empezó a abrazarlos y besarlos.
Caroline me trajo la máscara, mientras Astrid pateaba y se resistía. Tomó todo lo que tenía para mantenerla abajo.
—¡Pónsela! —grité.
Caroline, llorando con fuerza, apretó la máscara sobre la cara de Astrid. Henry se acercó y la ayudó a mantenerla en su lugar.
—¡Deja de luchar contra mí! —le grité a Astrid—. Estás bien. Sólo fuiste golpeada por los componentes.
—Hazlo más fuerte —le dijo Henry a Caroline y ella asintió.
Apretaron la máscara hacia abajo con mayor firmeza. Astrid nos miró, me miró. La furia en sus ojos azul cielo retrocedió, lentamente, hasta que finalmente los cerró y todo su cuerpo se suavizó debajo de mí.
Me quedé encima de ella hasta que dijo con voz ronca: —Estoy bien.
Me puse de rodillas y luego me paré.
Astrid levantó su mano y la puso en la máscara empujando suavemente a un lado a los gemelos mientras se levantaba.
Caroline palmeó la espalda de Astrid.
—Está bien, nosotros sabíamos que realmente no eras tú.
—Sí —concordó Henry—. Era la Astrid-Monstruo y no la Astrid-Real.
—Vengan, todos —dije—. ¡Tenemos que arreglar la puerta! ¡Ahora!
Habíamos tenido que abrir la puerta para dejar salir el autobús con Alex, Niko, Josie y todos los demás. Las capas de mantas, plástico y madera comprimida que usamos para sellar la puerta y hacer la puerta hermética estaban todas desordenadas ahora.
Primero teníamos que resellar la puerta y luego de alguna forma, purificar el aire. ¿Estaría toda la tienda contaminada ahora? No lo sabía.
Agarré las mantas y las lonas de plástico que colgaban de la puerta y las oprimí de regreso a su lugar. —¡Pásenme una engrapadora! —le grité a los gemelos.
Las engrapadoras seguían ahí, a un lado, de la primera vez que sellamos la puerta. Ahora estaba contento de que fuéramos tan descuidados como para dejar nuestras herramientas por aquí. O tal vez Niko las había dejado ahí apropósito. Él era bastante meticuloso en ese aspecto.
Puse las sabanas y el plástico de regreso a su lugar en el mismo tiempo que le tomó a Astrid levantarse y arrastrar la primera tabla de madera hasta aquí.
Traté de engraparla pero sólo conseguí acertar 3 veces cuando escuché el sonido hueco, CLINK-CLINK, de la engrapadora, ya no tenía grapas.
—Demonios —mascullé.
Tampoco había más grapas en la caja. —¡Volveré en seguida! —grité.
Tenías que gritas para que te entendieran en esta estúpida máscara de aire.
No quería pensar sobre Niko, Josie y Alex tratando de comunicarse a través de ellas en el autobús.
Ellos no deberían de haberse ido jamás, y cada vez que venía a mi mente que se habían ido, me enojaba. No necesitaba estar enojado en este momento, sin embargo, necesitaba ser inteligente. Teníamos que sellar la tienda rápido.
Me dirigí a Mejoras para el Hogar.
Pasé a Chloe en su colchón inflable, todavía tenía su máscara puesta y todas sus capas de ropa, estaba completamente fuera de combate, la píldora de dormir que le dio Niko era fuerte.
Iba a estar enojada cuando se despertara y descubriera que Niko y los demás se habían ido sin ella.
Se había perdido todo el drama de Astrid y a mí diciéndoles a todos que no íbamos a ir. Que no era seguro para nosotros salir por nuestro tipo de sangre.
Ciertamente no le habían pedido su opinión cuando Niko la sacó del autobús.
Pero teníamos razón, me dije a mí mismo. Era muy peligroso para nosotros ir allá afuera. Astrid sólo tuvo una momentánea bocanada de compuestos y había enloquecido. ¿Nosotros al aire libre, tratando de hacer los 95 km hasta Denver? Los hubiéramos asesinado.
Estaba seguro de eso. Tomamos la mejor decisión.
Y teníamos suficientes provisiones en Greenway para durarnos semanas o meses. Lo suficiente para que los otros llegaran al Aeropuerto Internacional de Denver y arreglaran algún tipo de rescate. O lo suficiente para esperar que los compuestos se fueran —habíamos escuchado que los efectos sólo durarían de 3 a 6 meses…
Mientras regresaba con mi engrapadora cargada, vi que Caroline y Henry estaban saltando suavemente junto a la forma durmiente de Chloe en el colchón inflable.
Luna estaba acurrucada junto a ellos.
Se veían como tres pequeños extraterrestres y su mascota, en una balsa hacia el mar. Luego llegó un ruidoso THUNK que veía de la puerta.
Astrid brincó y me miró.
El THUNK se volvió a escuchar.
—¡Hey! —se escuchó una voz.
—¿Hola? —gritó Astrid.
—¡Lo sabía! ¡Sabía que vi una luz! ¡Hey, Jeff, tenía razón! ¡Hay alguien ahí adentro!
—¿Quiénes son? —grité.
—Mi nombre es Scott Fisher. Abre la puerta y déjanos pasar, ¿quieres?
—Lo siento —mentí—. No podemos abrirla.
—Oh, seguro que sí puedes. Lo acaban de hacer. Estaba abierta hace un minuto. ¡Nosotros vimos la luz! ¡Vamos!
—¡Sí! Déjanos pasar —le hizo eco otra voz. Jeff, supongo.
—Viejo, tienes que dejarnos entrar, es como una emergencia aquí fuera.
Duh.
—Sí, lo sé —dije—. Pero no podemos.
—Bueno, ¿por qué demonios no? —exigió él.
Astrid vino y se paró junto a mí.
—¡Por que dejamos pasar a dos adultos antes y uno de ellos abuso de una chica y trató de dispararle a nuestro líder! —gritó a través de la máscara.
—Bueno, nosotros no somos así, somos realmente amables.
—Lo siento —dijo Astrid. Palmeó la madera y asintió con la cabeza para que yo la clavara.
—¡Vamos! —gritó él—. Estamos sedientos y hambrientos. ¡Hay gente muriendo aquí afuera! Déjenos pasar.
—Lo siento —grité.
Disparé una grapa dentro.
Scott y Jeff agitaron la puerta un poco y maldijeron una cantidad justa de veces, pero para el momento en el que teníamos el resto de la madera puesta, a penas podíamos oírlos.
Estaba examinando la pared, y había decidido poner otra capa de lona de plástico después de que pusiéramos los purificadores en funcionamiento, cuando Astrid tiró de mi brazo.
—Ya que estamos con las capas de ropa extra, vamos a aventarle algo de comida a ese tipo desde el techo.
—¿Qué? —pregunté.
—¡Vamos a lanzarles algo de comida y agua! —gritó.
—¿Por qué?
Ella se encogió de hombros.
—Nosotros tenemos mucho y ellos no tienen nada, deberíamos ayudarlos.
Aargh, yo no quería subir al techo. En lo absoluto.
Estaba exhausto y quería instalar los purificadores de aire.
Pero Astrid se quedó ahí parada, mirándome como si fuera obviamente una buena idea. Como si obviamente fuera lo correcto.
—Quiero instalar los purificadores de aire primero —discutí.
—Los niños y yo haremos eso —gritó a través de la máscara—. Tú deberías llevar la comida arriba, mientras los tipos siguen ahí afuera.
—Pero—
No podía pensar lo suficientemente bien como para decirle que ésa no era una buena idea. Tal vez creería que era flojo o me asustaba ir al techo o algo.
—Está bien —dije—. Lo haré.
Se volteó hacia los niños sin si quiera, no sé, haber dicho gracias.
—Caroline, Henry —los llamó—. Agarren un carrito y vengan conmigo.
—Espera —dije—. Primero echamos a andar los purificadores y luego llevo la comida.
Astrid me miró y suspiró.
Está bien, es difícil leer las expresiones a través de los visores plásticos de una máscara industrial, pero lo que yo vi en su expresión fue algo como:
Ah, esté niño estúpido piensa que está siendo mangoneado, así que se está rebelando en un pequeño e insignificante detalle. Pero creo que necesita ganar esta pequeña victoria en nombre de su orgullo, entonces me daré por vencida.
Entonces dijo: —Está bien, pero vamos a apurarnos.
Teníamos ocho modelos diferentes de purificadores de aire en el Greenway y de cuatro a seis unidades en cada uno. Astrid y yo instalamos los grandes, y Caroline y Henry estaban a cargo de poner lo pequeños alrededor de la tienda, utilizamos una gran cantidad de cables de extensión, ya que la mayoría de las salidas estaban en las paredes.
Me dirigí al Pizza Shack. Habíamos pasado toda la comida a los grandes refrigeradores allí cuando nos dimos cuenta de que nos íbamos a quedar un tiempo.
Agarré unas latas de atún EZ y un montón de pan viejo, algunas barras de fibra que no le gustaban a nadie y unas paletas horribles que ni siquiera el menos exigente de nuestros niños comería. Y un par de litros de limonada de la marca de la tienda.
Aventé las cosas en un recipiente de plástico vacío que teníamos desde antes y lo llevé de nuevo al almacén.
Habíamos estado solos en la tienda por dos horas, y ya me estaba dando órdenes como si fuera algún niño pequeño o algo así. No era bueno.
Sosteniendo el recipiente en mis brazos, entré en el almacén de espaldas, empujando las puertas abiertas con mi espalda.
Me di la vuelta y casi se me cae el recipiente de plástico.
Estaba tan absorto pensando en Astrid que me había olvidado de los cuerpos.
Estaba sangriento aquí atrás. La mitad del cuerpo de Robbie estaba fuera del colchón de aire. Gran parte del aire se había salido colchón, por lo que su cuerpo ensangrentado estaba tendido en un tapete llano de goma. La manta que le habíamos arrojado sobre su parte superior estaba saturada de sangre en un par de lugares.
Sólo un poco más lejos estaba el señor Appleton, que había muerto mientras dormía. Una forma más pacífica de irse, eso era seguro. Como para demostrarlo, su colchón de aire seguía gratamente inflado.
Los forasteros que habían venido y destrozado nuestro grupo estaban muertos ahora en el almacén. Realmente no había tenido tiempo de pensar en Robbie y la forma en que nos traicionó.
Él y el señor Appleton habían llegado a la tienda y los habíamos dejado entrar, pero cuando llegó el momento de que se fueran, Robbie no había querido. El señor Appleton se enfermó y luego, más tarde esa noche, habíamos encontrado a Robbie con Sahalia.
En la pelea, Brayden recibió un disparo y Robbie había sido asesinado.
El señor Appleton murió más tarde en la noche. No había mucho que pudiéramos haber hecho para cambiar eso, no lo creo.
Pero Robbie...
Podría haber mirado a Robbie allí y enojarme. Por lo que yo entendí, había tratado de conseguir que Sahalia durmiera con él. Ya sea por la fuerza o por manipulación, no estoy seguro. Pero él mostró sus verdaderos colores y eran repugnantes. ¿Un hombre como de cincuenta años, con una de trece años? Asqueroso. Pensamos que era un hombre tipo padre amoroso y resultó ser un pervertido.
Y si Robbie no hubiera abusado de Sahalia, Brayden todavía estaría bien. Niko, Alex y el resto no hubieran tenido que tratar de llegar a Denver.
Pero sólo me sentí triste.
Robbie y el señor Appleton eran sólo dos personas más muertas por esta cadena de desastres.
Los pequeños no sabían nada de lo que había pasado y tenía que mantenerlo de esa forma.
Añadí “Ocultar los cuerpos” a mi lista mental de cosas para hacer. Después de alimentar a los estúpidos extraños afuera de la tienda.
La escotilla hacia el techo era fácil de abrir. Niko había fijado láminas sobre ella con velcro, por lo que sólo tenías que arrancarlas y se quedarían colgando a un lado. Y el candado tenía la llave puesta.
Dejé la bandeja en el escalón delante de mí, empujé la escotilla hacia arriba y se abrió.
La última vez que había estado en este techo no sabíamos nada de los compuestos. Habíamos visto la nube que subía de NORAD, a cincuenta kilómetros de distancia.
La última vez que estuve en este techo traté de matar a mi hermano.
Estaba oscuro ahora, el aire parecía absorber la luz que se filtraba hacia afuera por la escotilla. El cielo era negro opaco. Sin estrellas. Sin nubes. Sólo barro negro suspendido en el aire.
Me maldije por no traer una linterna.
No quería volver a hacer todo el camino de regreso, sin embargo, así que lo que hice fue dejar la caja en el techo y la deslicé hacia el borde, gateando detrás de ella.
Desde luego estaba definitivamente seguro de que no me quería caer del techo en la obscuridad.
Después de un minuto de gatear y deslizarme sin dignidad, el recipiente llegó al borde del techo, lo incliné, volqué y escuché cómo chocaba contra el suelo.
—¡Hey! —escuché que gritó Scott Fisher.
—¡De nada! —grité.
Ellos encontrarían el lote, y yo estaría adentro para cuando lo hicieran.
Eran afortunados de que Astrid tuviera un buen presentimiento dentro de ella y de que yo fuera muy fácil de convencer.
Me acerqué a mi camino de regreso hacia la luz que salía de la escotilla, no podía esperar a quitarme la máscara de aire.
El combo completo máscara/lentes me estaba volviendo loco, la máscara era lo suficientemente grande como para ajustarse sobre mis lentes, pero hacía que me cortaran el puente de mi nariz, y mi nariz seguía maltratada de cuando Jake me dio una paliza, así que me dolía. Mucho.
Y también quería quitarme las capas de ropa, las capas empezaban a amontonarse debajo de mis brazos y detrás de mis rodillas.
De nuevo, traté de no pensar en Alex, Niko y los demás.
Ellos tenían 95 kilómetros que recorrer, usando sus capas de ropa y sus máscaras de aire, en un autobús escolar medio arreglado, en una carretera obscura y peligrosa. Y yo estaba lamentándome sobre unas cuantas horas con las capas y la máscara.
Me levanté y empecé a abrirme camino, despacio, de regreso hacia la escotilla, en un mundo obscuro, esa luz que se filtraba lucía realmente brillante, te digo.
Pero iba despacio, porque el techo estaba desigual y abollado en algunos lugares por la granizada hace un millón de años que nos había aterrizado sin problemas en el Greenway.
Estaba pensando sobre la granizada y sobre lo afortunados que fuimos de que la conductora de escuela primaria, la señora Wooly, no sólo pensó en conducir el autobús dentro de la tienda, para dejar a los niños fuera del granizo, sino que también regresó para rescatarnos, a los chicos de secundaria. Estaba pensando sobre la señora Wooly y preguntándome qué había pasado con ella al final. ¿Había llegado a un lugar seguro? ¿Si quiera había pensado en regresar por nosotros, como lo prometió, o sólo había decidido protegerse a sí misma?
Estaba pensando acerca de la señora Wooly cuando la luz de la escotilla se apagó.
Estaba solo, en el techo, en la obscuridad.