CAPÍTULO QUINCE
DEAN
Día 14
Los cadetes saltaron sobre nosotros, forzándonos a retroceder por la escalera.
Daban gritos de guerra y se estaban riendo con la emoción cruda que sienten los matones.
Golpeando, pateando y empujando, pasaron sobre nosotros mientras nos empujaban hacia abajo por las escaleras.
Me caí contra el piso de cemento, golpeándome la cabeza y el hombro. Algo se desgarró dentro de mi hombro. Grité en protesta, y tuve problemas para ponerme de pie nuevamente. Me sentí mareado y helado por el dolor.
Simplemente me quedé tendido en el suelo.
—Zarember, ve a buscar a Anna y a los otros —ordenó el cadete líder—. Diles que las pequeñas mariquitas se abrieron justo para nosotros.
Uno de los dos cadetes subió las escaleras. Vi a Jake sentarse, sacudiendo su cabeza para despejarla, tratando de recuperarse.
—¿Mickey? —dijo Jake—. ¿Mickey Zarember?
La figura en las escaleras se detuvo y se volteó.
—¿Quién eres? —preguntó.
Tenía cabello corto marrón y un hematoma enorme en uno de los costados de su cara.
—Jake Simonsen. ¿Me recuerdas? Era un futuro estudiante en la Academia… Me quedaba con Jamie...
—Santa mierda, Payton —dijo Mickey Zarember, bajando las escaleras—. Conozco a este chico. Jake. Se quedaba con Jamie Delgado. ¡Este chico puede aguantar el alcohol!
Mickey quería acercarse a Jake, podías sentirlo, pero esperaba por un asentimiento por parte de Payton. Payton no asintió. Se contoneó hacia Jake él mismo.
—¿Así que te conocemos, huh, chico? Suerte para ti. Maldita suerte.
Payton le tendió su mano a Jake y lo ayudó aponerse de pie. Lo acercó mucho, casi chocado su cara.
—Cadete Terrateniente Coronel Bradley Payton, comandante del escuadrón del Fuerte Luchador —dijo—. ¿Y tú eres?
—Jake Simonsen… señor —respondió Jake, encontrando su punto de apoyo.
—Encantado de conocerte, Jake —dijo Payton, su cara a sólo unos pocos milímetros de la de Jake. Entonces soltó su agarre, Jake retrocedió un paso y miró al suelo.
—Espero que tengas un montón de comida, chico. Porque estamos muertos de hambre.
—Sí, totalmente, lo que sea que tengamos es suyo. —Jake sonrió ampliamente, un modelo de jocosidad—. ¡Tenemos más de lo que podemos usar!
Le eché un vistazo.
Jake me sonrió y pude leer un terror total detrás de esa sonrisa.
Ellos eran cinco, incluyendo a Payton, y una niña pequeña. La chica estaba de algún modo usando una chaqueta blanca que no estaba sucia. Se veía extraña y retraída.
—Ella es Anna. Es mi sobrina y nuestro pequeño señuelo. Nuestro amuleto. —Payton sacudió su cabello—. Como una pata de conejo. Solamente no la toquen. Nadie la toca. Es una de nuestras reglas. Eso es porque es mi prima.
La chica parecía estar lejos, muy lejos. Aplastó su pelo con total desapego.
Ninguno tenía máscara o estaba usando protección alguna, lo que significaba que eran todos AB (paranoia) o B (disfunción sexual). Tenían armas. Escopetas y pistolas. Cada uno de ellos parecía estar cargando algo.
Mientras bajaban la escalera, mi mente viajaba a un millón de kilómetros por hora.
¿De alguna manera podría advertir a Astrid? ¿Sabría que tenía que quedarse escondida y no venir a preguntar qué había pasado? Más que nada, ¿cómo íbamos a hacer para que se fueran?
Era obvio que Payton estaba paranoico. Parecía estar loco y ser muy agresivo.
Después de haber ayudado a Jake a ponerse en pie, Payton vio los cuerpos envueltos en la esquina y fue directamente a ellos. Me maldije a mí mismo por no haberlos tapado.
Payton los tocó con el cañón de su pistola.
—¡Travieso, travieso! —dijo, señalando a Jake con su dedo—. ¡Alguien ha estado matando adultos! Tendremos que mantener un ojo sobre ti. Y tú amigo también. ¿Cómo te llamas, cariño? —dijo. Se estiró para ver dentro de mi máscara.
—Dean.
—Dean. ¡Lo entiendo! ¡Como el decano de una escuela!
Payton tenía 20 años por lo menos, tal vez 21 o 22. Era musculoso. Su pelo era marrón y había dos gotas de sangre seca en su cara. De una salpicada que no era suya.
Sus ojos eran del color del barro amarillento. —Hey, Deano. —Dio unos golpecitos en mi máscara de aire con su pistola—. ¿Qué eres, O, A, AB o qué? ¿Fue tu trabajo el de allá? —Asintió hacia los cuerpos de la esquina.
—Soy A —mentí.
—Bueno, entonces más vale que te saquemos de aquí antes de que empieces a pelarte, hijo. —Me guiñó un ojo.
Se volvió hacia Jake. El último de su grupo estaba bajando las escaleras. —Bueno, ¡comamos! —gritó Payton—. ¡Vamos, Dean y Jake Simonsen, ustedes lideran el camino!
Uno de los otros cadetes me levantó y grité por el dolor en mi hombro.
—Oh, no te quejes. ¡Odio a los quejosos! —tartamudeó Payton.
—Espera —grazné mientras el cadete me empujaba hacia las dos puertas principales.
—¿Qué? —gritó Payton—. ¿Qué dijiste?
—Tranquilo, Dean —dijo Jake, la ansiedad sintiéndose en su falso tono ligero.
—La escotilla —dije, hablando alto para que se me escuchara a través de la máscara—. Tenemos que cerrar la escotilla.
Payton me miró como si me hubiese visto por primera vez.
—¡Brillante! ¡Sí! Por supuesto que tenemos que cerrar la escotilla. Me gusta este chico. ¡Me gustan estos chicos, Zarember! ¡Buen trabajo!
Y echó su brazo sobre mi hombro.
Mi hombro gritó, pero mantuve mi boca cerrada.
Jake y yo caminamos hacia los pasillos de Comida (y lejos de la Casa).
Todos mis agonizantes pasos eran una plegaria para que Astrid tomara a los chicos y se escondieran, escondieran, escondieran.
Los cadetes festejaron y empezaron a abrir paquetes de galletas y patatas fritas.
Jake y yo pensamos que habíamos sido olvidados por un momento. Me quité mi máscara y froté mi cara. Todo mi cuerpo estaba cubierto por sudor frío.
Era estúpido, pero estaba casi contento de que mis anteojos se hubiesen perdido y roto, en algún lugar afuera cerca de la elevadora. Tal vez me veía más duro y genial sin ellas.
El instinto me dijo que la genialidad y la dureza se habían convertido de repente en las cualidades esenciales. Un cadete se acercó y se quedó mirándonos.
—Hey —Jake le dijo al cadete—. ¿No tienes hambre?
El cadete claramente quería estar comiendo pero tenía sus órdenes. —¡Cállate! —gruñó.
—No nos estamos yendo a ninguna parte —dijo Jake, tan amigable como podía ser.
—¡Dije que te callaras antes de que tenga que terminar tu charla con mi Smith and Wesson! —gruñó el chico. Era más bajo que nosotros, con pintura de camuflaje grasosa por toda su cara y cabellos. También tenía un bigote patético y desaliñado.
Lo apodé Grasiento.
Los vimos hartándose de comida, comiendo, bebiendo y salpicándose los unos a los otros con soda. Si no habíamos visto a los chicos por ahora, había una gran probabilidad de que Astrid los hubiera escondido, ¿no?
Jake y yo nos mirábamos de vez en cuando y eso era lo que parecía que él me estaba diciendo. Era definitivamente lo que yo estaba de tratando de decirle a él.
¿Y cómo diablos había logrado Astrid mantener a Luna callada? Recordaba haber leído algo sobre madres en la Segunda Guerra Mundial quienes habían ahogado a sus propios bebés para que no lloraran y así revelar la posición de la familia a la Gestapo. Me sentí enfermo. ¿Cómo estaba manteniendo a Luna callada?
—¡Ustedes chicos se sacaron la lotería! —dijo Payton, viniendo a pararse con nosotros. Tenía una caja abierta de Chex Mix. Nos la ofreció—. ¿Quieren un poco?
—No, gracias —dije.
—¿No, gracias...?
—No, gracias, señor.
—Así me gusta más. Escuchen, no saben nada sobre nosotros, así que déjenme iluminarlos. Soy un cadete de segunda clase. El resto de estos perdedores son unos doolies. Estudiantes de cuarto año. Como si fuesen estudiantes de primer año. Eso significa que los supero en rango. Eso significa que hacen lo que sea que yo diga y, ¡nadie sale lastimado!
Echó su brazo sobre mí y vi estrellas. Gemí un poco y Jake mi dirigió una mirada.
—Sabes de qué me di cuenta —dijo Jake—. Nunca les pregunté cómo conocieron a Brayden.
Payton se quedó en blanco por un momento y luego se rió.
—El maldito Brayden. Oh, Dios. ¡Él quiere saber cómo conocimos a Brayden! —Le gritó a los cadetes—. Lo conocimos en el autobús.
Sentí que me convertía en hielo.
—¿Qué autobús? —preguntó Jake, bufándose.
—Emboscamos al autobús, Jake, no te hagas el tonto. Emboscamos el autobús y así es cómo supimos de este lugar. Uno de los pequeños cachorritos nos dijo exactamente adónde venir.
Dios mío, ¿él estaba a punto de decir que había matado a mi hermano? ¿Qué haría? ¿Qué haría si lo decía?
—Les dijimos que no se fueran —mintió Jake. Estaba sudando. Jake estaba temblando y sudando.
—¡Estúpidos idiotas! ¿Por qué se irían de aquí? —Payton estuvo de acuerdo. Se metió un puñado lleno de Chex en la boca—. Oh, lo sé. Ellos querían salvar a Brayden. Bueno, él murió.
—¿Sí? —preguntó Jake.
—Para decirte la verdad, nosotros lo matamos. Él seguía quejándose y quejándose. Oh, Dios, me estaba volviendo loco. Así que tuve que pedirle a uno de los chicos que lo asfixiara. No podía soportar más esos quejidos. Odio a los quejosos.
Payton miró de reojo a Jake, evaluando su reacción indirectamente.
Jake asintió. —Yo también. —Se veía gris.
—Nunca hubiesen llegado al hospital de todos modos —continuó Payton—. Nop, pateamos a esos perdedores fuera del autobús. Creo que iban a tratar de llegar a Denver a pie. Idiotas.
Mi hermano, Niko, Josie, y el resto estaban a pie ahora. O lo habían estado, cuando sea que esta emboscada hubiese sucedido. Me sentí enfermo del estómago.
—Pero saben qué, cometí un error al dejarlos ir —dijo Payton. Miró alrededor de los pasillos de Comida, y vio que Anna se estaba alejando hacia las nueces y frutas secas... fuera del alcance del oído—. ¡Me tendría que haber quedado con esa chica linda y dulce en el autobús!
Le dio un codazo a Jake. —Apuesto a que la extrañas, ¿no? —le dijo a Jake—. ¿Tuviste una pequeña fiesta de despedida antes de que se fuera?
Estaba hablando de Josie o de Sahalia. Así que no las había matado ni se había metido con ellas. Eso era bueno. Okay, okay, Astrid tenía que tener a los niños escondidos por ahora. Era muy buena escondiéndose. Tenían que estar a salvo de este psicópata. Estaba empezando a pensar que no estaba loco por los químicos. Él simplemente estaba loco.
—Señor Payton, señor —balbuceé.
—Cadete Terrateniente Coronel —me corrigió—. ¿Qué?
—¿Quería preguntar?¿Cómo se subieron al techo?
—Con el gancho pasado de moda, Dean. Ese Zarember puede trepar cualquier cosa. Luego encontró una escalera y la tiró para nosotros. Muy considerado de su parte el dejarla ahí arriba —dijo, dándome palmaditas en el hombro.
Debí haber mantenido mi boca cerrada, casi me desmayo del dolor.
—De acuerdo, doolies —dijo Payton, reuniendo al grupo—. Sepárense y denme un informe. Quiero un reconocimiento completo de este Greenway. Salidas, entradas, bienes y deudas, armas…
Payton nos guiñó un ojo.
Odiaba esos guiños mezquinos y malévolos.
—¡También estén atentos a cualquier tipo de alcohol! ¡A papá le vendría bien un trago!
Los cadetes se animaron.
—¡Hey! —dijo Jake, como si de pronto recordara algo—. ¿Dónde quedaron mis modales? ¿Quieren drogarse?