CAPÍTULO DIECISIETE

DEAN

Día 14

—Tengo una farmacia llena de Robitussin[8] —Jake le presumió a Payton—. Teníamos whiskey pero me lo tomé.

—Cada vez me caes mejor, Jake. Estoy feliz de que estés considerando entrar en la academia. Deberías hacerlo —pidió Payton—. Te pondré en mi escuadrón. ¿Qué te parece?

—¡Señor, sí, señor! —respondió Jake.

Payton se dirigió a los cadetes, que todavía estaban esperando sus órdenes. —Bueno, me escucharon. ¡Dispérsense! Usen sus linternas y vayan con cuidado.

Así que, ¿cuánto respeto sentía yo por Jake? Antes de esto... meh. No mucho. Me caía bien. Tiene que caerte bien Jake, porque es un muchacho amable, con mucho carísma. A todos les cae bien Jake. Hasta cuando lo odiaba con el alma y quería matarlo, me caía bien.

¿Pero con las drogas y la forma en que estuvo tan perdido y deprimido y el hecho de que nos abandonó? Bueno, había caído bastante ante mis ojos.

Ahora, el verlo jugando este jueguito con Payton y cómo cuidadosamente engaña y negocia para hacerse camino en esta pesadilla —era como mi héroe.

Mi hombro se había salido. Cada paso era una agonía para mí. No iba a poder luchar contra estos tipos. Si salimos de esto vivos, será Jake el que nos salve.

—Que mal que no tengan luz —dijo Payton—. Todo parece deprimente aquí, oscuro como está.

—Sí —dijo Jake—. Pero tenemos muchas linternas. Y, hey, ¡deberías ver nuestra fogata!

Jake condujo a Payton a la cocina.

Entendí su estrategia. Con el fuego ardiendo, se veía bien. Parecía acogedor y alegre. Podrían creer que era nuestro campamento. Siempre y cuando no vieran nuestras camas.

Los cadetes fueron llegando, enumerando lo que encontraron. Grasiento encontró las motosierras y el agujero taponeado en la pared. Un flaco nervioso al que llamaban “Jimmy Manos de Muñeca” reportó del agua y las bebidas restantes cerca del pasillo de la Comida (y sí, sus manos eran extrañamente pequeñas). Fueron muy meticulosos. Zarember hasta encontró y reportó las manchas de aceite en el linóleo y las marcas de neumáticos donde el autobús había estado antes de irse.

Pero de alguna manera, no vieron la Casa.

El último cadete llegó a dar su informe, un chico negro, fuerte y corpulento llamado Kildow. Parecía el más amenazante de los cadetes y llevaba una semiautomática. Por lo menos me pareció que era una semiautomática. Sólo las he visto en las películas.

¿Iba a decir que encontró la Casa? Si era así, Jake aún podía hacerse el tonto —que iba a decirle a Payton pero aún no encontraba el momento.

¿Astrid y los chicos estaban escondidos allí?

Esperaba que estuvieran ya en el tejado a estas horas…

—¿Algo que informar? —Payton le preguntó a Kildow.

—Nop —respondió—. Excepto un montón de mierda en un Tupperware en una esquina. Y digo mierda, literalmente.

—Aw, perdón por eso —dijo Jake—. Ése es el Basurero.

—¿Seguro de que no tienes una chica o dos por aquí? —preguntó Payton.

—Ya viste a nuestras chicas —dijo Jake tristemente—. Se fueron y nos dejaron.

—Bueno, está bien —Payton suspiró, dejándose caer en una litera—. Festejemos, supongo.

¿Cómo armas una fiesta para cinco cadetes de las fuerzas aéreas desquiciados y su niñita de mascota en una súper tienda sin electricidad?

Avivas el fuego de la fogata.

Haces palomitas de maíz en las llamas.

Abres un par de docenas de botellas de Robitussin.

Eso es lo que hicimos.

—Tu brazo está mal —observó Payton, examinándome desde el otro lado del fuego.

—Me lastimé el hombro cuando me caí —dije.

—Déjame verlo —dijo Payton. Se levantó y vino a mí. Estaba sentado en una mesa con mi espalda hacia la pared—. Lo puedo volver a colocar por ti.

—No, no, por favor. Estoy bien —dije.

Traté de captar la atención de Jake. Él estaba contándole a Grasiento y Zarember cómo fue el terremoto en la tienda.

—No seas niñita —dijo Payton—. Sólo tardará un segundo.

—El hombro está bien —mentí.

Dios mío, recé, por favor mantén alejado a este tipo de mí.

Tenía miedo de que lo empeorara y ya dolía más que cualquier otra cosa que haya experimentado.

—Vamos, es sólo un pequeño pop. Zarember, Kildow, vengan acá.

—¡Por favor, por favor, por favor no! —chillé.

Payton me tomó del cabello y puso su frente a la altura de la mía.

—Mira, Dean. Sé que tienes miedo. Lo respeto. Y crees que voy a lastimarte. Pero no es así. Voy a ayudarte. Y una vez que tu hombro esté de vuelta en su lugar, vas a estar agradecido. Y así es como te voy a poner de mi lado —me murmuró Payton.

—¿Ves? Ni siquiera se trata de ti, en verdad. Es sobre esta pandilla. Mi pequeña pandilla de cadetes. Sabes, ¡estamos reclutando! —Levantó los brazos en el aire, como si estuviera anunciando un nuevo feriado nacional. Los cadetes festejaron.

—Voy a reclutarte arreglándote el hombro, Deano. Cuidaré de ti y de Jake. ¡Son mis doolies ahora! Levántenlo —ordenó a Kildow y Zarember. Ellos me tiraron hasta ponerme de pie.

—Por favor no —rogué—. ¡No necesitas arreglar mi hombro! ¡Ya me reclutaron! Por favor.

Pero él tiró de mi brazo para que mi codo quedara doblado en un ángulo de noventa grados. Empujó mi mano hacia mi otro brazo, por encima de mi cuerpo, y luego la alejó, luego la acercó de nuevo mientras yo gritaba y mi visión se volvía borrosa y entonces Dios se apiadó de mí y todo se volvió negro justo cuando escuché un POP.

[8] Robitussin: Medicina para la gripe.