CAPÍTULO DIEZ

ALEX

Kilómetro 41

He estado pensando en ello y creo que hubiera sido mejor para todos si Brayden hubiese muerto en el autobús.

Así, Sahalia no estaría tan enojada con Niko, y Niko no estaría tan enojado consigo mismo.

Y Josie.

Bueno, cuando Josie se despierte, creo que estará muy molesta.

Pero si Brayden se hubiera muerto, todos podríamos sentirnos mal o tristes o lo que sea, pero seguir adelante.

Niko tomó una siesta al lado de Josie por un momento, entonces Jean lo despertó y le dio su ropa para “purificarla.” Se puso algo de ropa de hombre que había por ahí.

Todo el mundo tenía hambre, así que comimos un poco de mezcla de cereales y galletas y algo de agua. Jean tomó algo y lo engulló.

La velocidad a la que se comió las galletas me hizo saber que no estaba dispuesta a compartir nada de comida con nosotros. Me hizo saber que no tenía mucha. O nada.

Abrimos la mochila de Niko para hacer un balance de lo que teníamos.

Por supuesto, habíamos empacado bien, así que había un poco de todo:

  1. 2 botellas de agua de litro.1½ bolsas de cereales.
  2. 5 paquetes de carne seca.
  3. 4 paquetes de atún.
  4. 8 barras de proteína.
  5. Vendajes, curitas y crema antibiótica.
  6. 2 botellas de Benadryl.
  7. Una bolsa de plástico con un surtido de píldoras en paquetes metálicos.
  8. 1 pistola.
  9. ½ caja de municiones.
  10. 2 linternas.
  11. 1 cuerda larga.
  12. 2 cajas de fósforos (cada una con una bolsa de plástico).
  13. 3 pares de medias de lana (esto parecía mucho para mí, pero no dije nada).
  14. 1 overol impermeable.
  15. 3 velas.

El agua era definitivamente un problema. Necesitaríamos más. Y la situación con la comida tampoco era buena.

Max quería comer barras de proteínas, pero Niko dijo que de ninguna manera.

Me sentí estúpido al no haber tomado una bolsa. Niko no dijo nada, pero hubo un momento en que dijo: —¿Esto es todo lo que tenemos? ¿De todo lo que hay en el autobús?

Y me sentí mal.

Él había empacado todo tan bien, y ahora un grupo de matones tenían todo para sí solos.

Sahalia lloró hasta quedarse dormida. Estaba acurrucada en una de las banquetas.

Max, Batista y Ulises fueron a acostarse en la cama, alrededor de Josie. Se acomodaron como piezas de un rompecabezas, encajándose junto a su cuerpo tan cerca como podían. Estábamos a salvo, pero pensé que ellos querían un sentimiento extra de comodidad.

Tomé la otra banqueta, que no era para nada cómoda, y usé mi sudadera como almohada.

Me desperté con el sonido de una discusión. Me había perdido el comienzo de ella. También me había perdido el momento en el que Josie se despertó, pero debió haber sido una gran sorpresa para ella que no nos encontráramos en el autobús, y darse cuenta que era tipo O, y cómo Niko la había drogado, y luego lo de los cadetes y Brayden.

Era Brayden con el que ella parecía estar atrapada.

—¿Cómo pudiste dejarlo? —exigió Josie.

—Josie, tenía una opción. Él o tú —protestó Niko.

—¡Estaba herido!

—Todo pasó muy rápido. No tuve tiempo para hacer nada.

Estaban de pie cerca de la puerta. Sólo había una vela prendida en el mostrador de formica, con aroma a melocotón, creo, y les daba una cualidad brillante. Sólo podía distinguir sus siluetas brillantes.

—Después de todo lo que dijiste acerca de no querer que se muriera, ¿lo dejaste en un autobús con un montón de extraños? —preguntó ella suavemente.

—No tenía opción.

—¡Debió haber una manera, Niko! —dijo Josie.

Podía escuchar las lágrimas en su voz.

—Josie, Josie, por favor —suplicó Niko.

Sus voces se acallaron. Estiré el cuello para ver. Él la agarraba por los brazos y la había acercado a él, tanto que sus frentes se tocaban.

—Prometo que me siento tan mal como tú —dijo él.

Y después se besaron.

Bueno, eso era información nueva.

Supongo que Niko y Josie eran novio/novia ahora.

—Debemos ir tras ellos —dijo Josie.

—Es imposible. Debemos seguir adelante. Tenemos que tratar de llegar a Denver.

—Pero Niko—

De repente, él estaba a punto de gritar.

—¡Tú fuiste la que dijo que podríamos hacerlo! ¡Dijiste que si alguien podría llegar a Denver, ése era yo!

—Y lo dije en serio—

—Bueno, ahora debemos intentarlo —dijo Niko. Su voz era plana y áspera, como se pone cuando está serio—. Tenemos, a lo mejor, dos días de comida y agua, si realmente guardamos, y estamos a unos 40 kilómetros de distancia. Jean me dijo que escuchó que hay un campamento militar a unos 16 kilómetros por la carretera. Si llegamos allá, ellos nos ayudarán.

—¿Y los demás? —preguntó Josie—. Los cadetes se dirigen justo hacia ellos.

—Dean es inteligente —respondió Niko—. Esa tienda es una fortaleza. Él no dejará que nadie entre. ¿Y quién sabe si los cadetes llegarán hasta allá? Quizás son emboscados.

Había una esperanza maliciosa en su voz.

Yo había estado pensando las mismas líneas.

—¿Así que vamos a ir conduciendo, entonces? —dijo Josie—. Podemos encontrar un auto, ¿qué te parece?

Niko se apartó de Josie y empezó a reempacar su mochila.

—¿Ése es el plan?

—No —dijo Niko—. Quiero decir, la cosa blanca. Se come los neumáticos. Es por eso que no vimos más autos moviéndose por la carretera. Así que, a menos que podamos encontrar uno que no haya estado fuera todo este tiempo…

—¿Vamos a caminar? —preguntó Josie. Su voz era dura e incrédula.

—Pero no te preocupes, Josie. Puedo cargarte.

—¿Qué?

—Voy a sedarte y a cargarte. O a buscar una carretilla.

Josie comenzó a reírse.

—Eso es absurdo, Niko.

—Puedo hacerlo. ¡Puedo hacer lo que sea para mantenerte a salvo, Josie! —prometió él.

Ella lo hizo callar y luego lo besó, presionando su cuerpo contra el suyo.

—Si tú caminas, yo camino —dijo ella—. Encintaré la máscara de gas o algo. Seré muy, muy cuidadosa.

—No, Josie —protestó él—. No es seguro—

Ella debió callarlo besándolo en la boca.

Josie le susurró algo. Creo que fue: “te amo,” porque después Niko dijo: —yo también te amo.

Intenté volver a dormir. No quería ser un mirón ni nada, y se estaban besando muy ruidosamente.

—¿Josie? —llamó Ulises desde la habitación—. ¡Josie! —Luego algo en español.

Tal vez estaba teniendo una pesadilla.

Ella se movió para ir a consolar a Ulises.

—Vamos a llevar a estos niños a un lugar seguro, Niko —dijo ella y yo pude oír la sonrisa en su voz—. Podemos hacerlo. Tú y yo.

¿Qué hay de mí? Me dije a mí mismo.

Y después me di cuenta, tal vez ella estaba hablando de mí. Tal vez pensaba que yo era uno de los niños.