Capítulo 20
No dejan pegar ojo a los demás
En este capítulo
Conocer las consecuencias de roncar
Controlar las apneas del sueño
Caraterísticas del sonambulismo y otras
parasomnias
Hay problemas que nos quitan el sueño, amores que no nos dejan dormir y vecinos con los que descansar es una misión imposible. Pero la peor situación se da cuando quien no nos deja dormir se acuesta con nosotros. Y, además, noche tras noche.
El ronquido y el síndrome de apnea obstructiva del sueño (SAOS) son dos dolencias que producen bastante malestar a los acompañantes. Otros fenómenos que nos pueden interrumpir el sueño son las denominadas parasomnias, entre ellas, las pesadillas. Si recuerdas cómo te amargaban la noche cuando eras pequeño, es comprensible que, cuando tus hijos se pasen a tu cama de madrugada porque tienen miedo, los consueles. Craso error, pues la escapada del pequeño al dormitorio de los padres suele ser una excusa para evadir su obligación de dormirse solito.
El ronquido, la apnea del sueño y las parasomnias no son fenómenos peligrosos, pero conviene erradicarlos o aliviarlos por el bien de quienes los padecen y de quienes tienen que soportarlos.
Ronquidos inoportunos
De las parejas en que uno de los dos ronca, muchos admiran al que duerme cada noche al lado del roncador. ¡Eso sí que es amor verdadero! No. No nos equivoquemos. Nada tiene que ver el amor con una tortura como el ronquido. En esta situación, el roncador pasivo es el equivalente al fumador pasivo que, como algunos estudios aseguran, se lleva la peor parte.
Nuestra versión de los hechos aboga por remediar esa situación. La vida diaria en el trabajo o en el cole ya es lo suficientemente dura como para que encima, al llegar a casa, tengamos que soportar el estruendo de un ronquido a pocos centímetros de nuestro oído cuando nos morimos por desconectar de todo.
Las estadísticas señalan que el 95 % de la población ronca en algún momento de su vida. En detalle:
Figura 20-1: En algunas ocasiones los ronquidos afectan al descanso de la pareja
¿Por qué roncamos?
Roncar es un acto anómalo que sólo se produce mientras dormimos y es consecuencia de la vibración de los tejidos blandos de la parte posterior de la garganta (orofaringe), porque el aire que inspiramos pasa más rápido. El ronquido empieza cuando nos dormimos y se incrementa poco a poco hasta alcanzar su máxima intensidad en la fase 3-4. Durante la fase REM se reduce, detalle curioso si tenemos en cuenta que en esta fase el tono muscular es mínimo y eso tendría que favorecerlo.
Lo normal en todo proceso respiratorio es que el aire entre por la nariz, atraviese las fosas nasales, pase por detrás del velo del paladar y, bajando por la faringe y la tráquea, llegue hasta los pulmones. Cuando estamos despiertos el tono de los músculos que componen todos estos pasillos respiratorios es suficiente para mantenerlos abiertos. Pero durante el sueño, nuestros músculos se relajan. Por esta razón nos tenemos que tumbar para dormir o, de lo contrario, nos desplomaríamos inmediatamente. Pues bien, los músculos en esas vías respiratorias altas —los pasillos desde la nariz a los pulmones— también se relajan. Y entonces se estrechan y obstaculizan el paso del aire. Al rozar, el aire debe aumentar su velocidad para llenar los pulmones, lo que provoca la vibración de las cuerdas vocales y las partes blandas del cuello. Esa vibración es el ronquido.
Hay dos tipos principales de ronquido: el
continuo y el intermitente. En el ronquido
continuo el ruido suena igual y no suele revestir riesgo. En
el caso del ronquido intermitente el
ruido crece y decrece con frecuentes intervalos de silencio, que
son las apneas o pausas en la respiración. Estos vacíos
respiratorios sí merecen nuestra atención.
Tanto en niños como en adultos un ronquido vinculado a otros síntomas, como las apneas obstructivas del sueño, necesita consulta médica. Hasta hoy nadie solía consultar al médico por roncar. Más bien se envidiaba al roncador porque dormía a pierna suelta. Pues sucede al revés: cuanto más roncas, peor duermes.
A medida que avanzamos en el estudio del ronquido descubrimos más consecuencias negativas para la salud. Todos los estudios epidemiológicos han mostrado que el ronquido representa un factor de riesgo para el corazón y la circulación sanguínea en hombres de entre 30 y 60 años. Los mecanismos que lo causan no están, sin embargo, demasiado claros, pero podemos enumerar algunas razones que inciden en el ronquido:
¿Podemos evitarlo?
Lo intentaremos. Para ello es preciso tener en cuenta:
El síndrome de apnea obstructiva del sueño (la respiración falla)
El síndrome de apnea obstructiva del sueño (SAOS) consiste en el cese repetido del flujo respiratorio (apnea) mientras estamos dormidos, lo que conlleva un descenso en la concentración de oxígeno en la sangre y un sueño fragmentado poco reparador. La sangre, por mucho que recobres la respiración, no recupera ese oxígeno. De ahí que una apnea pueda resultar peligrosa para la salud.
La apnea es una alteración nocturna del sueño en la que se produce una interrupción del flujo respiratorio, provocando un despertar o un cambio de estadio a un sueño menos profundo. Se considera que existe síndrome de apnea si los episodios tienen una duración de más de diez segundos y el índice de apnea es superior a cinco por hora.
La apnea se clasifica en dos tipos,
clínicamente hablando:
También se pueden detectar episodios obstructivos precedidos por una apnea central denominada apnea mixta.
Las apneas de sueño suelen aumentar con la edad, son más habituales en los hombres y la más común es la de tipo obstructiva. La apnea causa una gran alteración de los ciclos de sueño, ronquido intenso y somnolencia diurna. Además está relacionada con incrementos de la presión sanguínea arterial y pulmonar, arritmias cardíacas, deterioro del sistema cardiovascular y puede provocar incluso la muerte.
El tratamiento de la apnea incluye:
Una de cada 20 personas que te cruzas por la
calle tiene SAOS o, lo que es lo mismo, el 4,7 % de la población
sufre apneas con regularidad. Además de reducir la calidad de vida,
el SAOS constituye un factor de riesgo en accidentes. Como de noche
las personas con SAOS no descansan, durante el día tienen mucho
sueño. Su memoria se ve afectada y en casa se quedan dormidas en el
sofá antes de comer o cenar, muestran escasa atención por lo que
les rodea y carecen de deseo sexual.
Las apneas estropean el sueño de manera crónica y derivan en:
Como las apneas restan oxígeno a la sangre,
el corazón se ve forzado a trabajar con poco oxígeno y puede
fallar. Muchas muertes nocturnas inexplicadas tienen lugar durante
una de estas apneas. Los pacientes diagnosticados con la enfermedad
representan el 32 % de las personas que acuden a las unidades del
sueño.
Factores que lo agravan
Las apneas tienen relación con nuestra estructura anatómica y con la relajación de la musculatura de la garganta que se da cuando dormimos. Así pues, cualquier circunstancia que interfiera en un correcto funcionamiento del cuerpo puede causar y/o empeorar el síndrome. Enumeramos algunos factores:
Ideas para tratarlo
El primer paso para aliviar los fallos de respiración nocturnos es, por supuesto, confirmar el diagnóstico de apnea obstructiva del sueño. Ésta es tarea del médico, que realiza una exploración otorrinolaringológica del sistema respiratorio y análisis para comprobar la salud de tu glándula tiroides y el número de glóbulos rojos en la sangre. Es imprescindible realizar un estudio del sueño nocturno en una unidad especializada. El tratamiento del SAOS depende del grado de obstrucción de las vías respiratorias, es decir, de lo que te cueste respirar bien.
Casos leves
En los casos leves con pérdidas de oxígeno no superiores al 5 % y evidencia de sobrepeso, las medidas de higiene y los hábitos correctos son el primer punto que debes tener en cuenta. En tal caso, te serán útiles las siguientes recomendaciones:
Casos graves
He aquí algunas recomendaciones para tratarlos:
Gracias a un pequeño compresor conectado a
una mascarilla, el CPAP permite introducir aire por la nariz a
mayor presión que la ambiental, o sea, a presión positiva continua.
La mascarilla se fija en la nariz con unas tiras autoadhesivas.
El equipo terapéutico pesa entre 2 y 3 kilos y es portátil. Funciona con corriente eléctrica y emite un ruido ambiental similar al de un aparato de aire acondicionado. Existen varias marcas comerciales que compiten en el mercado, ofreciendo cada vez mejores servicios, equipos más ligeros y menos ruidosos.
Si tienes apneas fuertes es esencial que
entiendas que el CPAP no cura tu enfermedad, sino que la corrige y
alivia los síntomas, del mismo modo que las gafas contrarrestan la
miopía. El uso de la mascarilla cada noche hará que al día siguiente te
despiertes descansado, sin sueño y de buen humor.
Por cierto, en los casos más graves los primeros tratamientos incluían practicar una traqueotomía. Por suerte, hoy sólo recurrimos a la intervención quirúrgica de modo esporádico, en situaciones agudas extremas.
Sin miedo a las parasomnias
Otro de los fenómenos más recurrentes que perturban el sueño y que el cine y la literatura han alimentado son las parasomnias. Entendidas como conductas motoras (movimientos) y/o vegetativas (palidez, sudoración), surgen en un estado entre el sueño y la vigilia parcial, algo que siempre sorprende a padres, hermanos, amigos o pareja del afectado.
Para nuestra tranquilidad, se trata de situaciones poco importantes, pero se prestan a la confusión porque quienes las sufren no son conscientes de ellas, y quienes están a su alrededor no entienden qué está pasando. Con todo, una vez sabemos de qué van las parasomnias, y que suelen ceder espontáneamente o tratarse en una unidad de alteraciones del sueño, nos reiremos del susto.
Las parasomnias habituales en los niños son:
sonambulismo, somniloquia (hablar durmiendo), parálisis del sueño,
terrores nocturnos, pesadillas, bruxismo (chirriar de dientes) y
automecimientos. Los adultos, menos proclives a padecerlas, también
pueden ser sonámbulos o tener pesadillas. Por su parte, las
personas mayores acusan trastornos de conducta en fase REM.
Sonambulismo
Este despertar brusco durante la primera mitad de la noche es una de las parasomnias más “populares”. El sonámbulo, medio despierto y medio dormido, reproduce torpemente rutinas o acciones que ha aprendido durante el día. Se sienta en la cama, camina o corre por la casa… incluso se queda dormido allí donde cae, en la cocina, el lavabo o el recibidor. No es que se quiera tirar por una ventana, pero sí puede caerse accidentalmente por una falta de coordinación fruto del adormecimiento.
Pequeños sonámbulos
En los niños, el sonambulismo suele aparecer sobre los 2 o 3 años, como una consecuencia de haberles retirado la siesta. Se sienten tan cansados cuando llega la hora de dormir, que se despiertan en las fases profundas del sueño. Están dormidos y, a la vez, despiertos. Caminan y van con los ojos abiertos, pero se muestran torpes, y al día siguiente no recuerdan nada. Suelen hacer cosas incoherentes, como ir al baño y hacer pipí en el suelo, sin darse cuenta.
Padres y hermanos: mantened la calma, por
favor. Acompañad al sonámbulo e indicadle, suavemente y sólo con
monosílabos, que vuelva a la cama. “Ven, vamos a la cama, sígueme”
son palabras que entenderá sin dificultad. No le deis conversación
ni los despertéis. Pero sí tenéis que adoptar medidas de seguridad
en casa para evitar cualquier accidente fortuito del niño.
Como la causa del sonambulismo no se ha esclarecido aún, no existe ningún tratamiento concreto para solucionarlo.
En adultos
El sonambulismo en adolescentes o adultos es bastante más aparatoso porque la persona, medio dormida, intenta mover los muebles, llevar el colchón a otra habitación o incluso golpear a quien le ayuda. Por ejemplo, si sueña que está dando una patada a un balón, la persona que comparte su cama puede acabar pagando el pato.
En momentos de sonambulismo puede emerger también otra parasomnia, la somniloquia, cuando el sonámbulo pronuncia palabras o intenta estructurar frases ininteligibles. Y, a veces, el medio dormido está pálido, suda y experimenta taquicardia. Los familiares de los sonámbulos adultos relatan que parece que huye o se pelea con alguien, o que pretende proteger a la familia de supuestos agresores o intrusos, como un héroe. En esos arrebatos de defensa y nerviosismo, los sonámbulos pueden autolesionarse, por lo que al día siguiente se descubrirán rasguños o inflamaciones sospechosas. Lo tendremos en cuenta a la hora de colocar muebles y objetos con los que puedan topar.
El sonambulismo responde a la medicación a los dos o tres meses de uso, y muchos sonámbulos agradecen un apoyo psicológico profesional adicional.
Los mayores
Los adultos mayores, además, presentan durante el sueño REM los llamados trastornos del comportamiento. Mientras que el sonambulismo a otras edades tiene lugar en la primera fase del sueño, con los años pueden surgir conductas agresivas y violentas en la fase REM. Las personas representan situaciones que viven en sueños, pueden hacerse daño o herir a otros con una fuerza sorprendente. El llamado síndrome del ocaso se caracteriza por la confusión y desorientación asociada a deambulación nocturna entre cortos períodos de sueño. Durante estos episodios las personas mayores suelen experimentar alucinaciones hipnogógicas, que a su vez pueden derivar en comportamientos agresivos. La oscuridad puede desencadenar o agravar el problema.
Este síndrome suele estar asociado a pacientes con cierto grado de demencia u otras enfermedades neurológicas como el Alzheimer. Las medidas terapéuticas son poco eficaces, aunque algunos cambios medioambientales —como disponer luces nocturnas, recolocar los muebles en la habitación y una rutina estricta— ayudan.
Estas alteraciones son habituales en personas que viven en centros geriátricos y, en el 60 % de los casos, no tienen una causa precisa. En el 40 % restante, el trastorno responde a problemas neurológicos, como demencias, alteraciones vasculares cerebrales, hemorragias subaracnoideas, esclerosis múltiple o tumores del tronco cerebral.
El estudio del sueño nocturno
(polisomnografía) es básico para confirmar el diagnóstico de estos
trastornos y, sobre todo, para diferenciarlos de las crisis
epilépticas nocturnas.
En cuanto al tratamiento, el médico prescribe los fármacos correspondientes, teniendo siempre en cuenta los efectos secundarios. Cuando los efectos colaterales perjudican más que el propio trastorno, conviene replantear el tratamiento.
Somniloquia
Esta parasomnia es, para empezar, inocua. Cuando oigamos a alguien cuchichear o emitir sonidos sin significado, gritar, reír o incluso llorar en sueños, no tenemos por qué preocuparnos. Los niños ni lo recuerdan, y los adolescentes pueden llegar a pronunciar verdaderos discursos en cualquier momento de la noche sin despertar más que a sus compañeros de habitación. En estados febriles pueden ser más evidentes; son muy típicos cuando el niño inicia la guardería o la escuela. No existe un tratamiento específico para la inofensiva somniloquia.
Parálisis del sueño
A punto de conciliar el sueño o justo al abrir los ojos, notamos que no podemos movernos ni, quizá, hablar ni respirar profundamente, pese a estar despiertos y conscientes. La sensación, por descontado, es tremenda y suele desaparecer en segundos o minutos. En algún caso excepcional dura hasta 10 minutos.
Una parálisis semanal del sueño durante 6
meses seguidos requiere medicación. Más allá de los fármacos,
dormir las horas recomendadas cada día, reducir el estrés y hacer
algún tipo de ejercicio de manera regular, aunque no antes de
acostarnos, mejora las condiciones de los que experimentan
parálisis del sueño.
Terrores nocturnos
Durante la primera mitad de la noche, cuando el niño duerme profundamente, puede empezar a llorar, con expresión de miedo en la cara y sudores fríos. Es muy difícil despertarle porque está profundamente dormido y, si lo conseguimos, se sentirá confundido y desamparado. Los terrores nocturnos pueden darse a partir de los 2 o 3 años y ceden de forma espontánea al llegar a la adolescencia.
Ante una noche con terrores, lo mejor es que los padres vigilen que el niño no se caiga de la cama. Ni le hablaremos ni le despertaremos. El episodio terminará a los 5 minutos y el niño seguirá en su sueño como si nada hubiese sucedido.
Pesadillas
Se diferencian de los terrores nocturnos por dos hechos concretos:
1. Siempre se producen en la segunda mitad de la noche, durante la fase de sueño REM.
2. El niño es capaz de explicar claramente qué ha soñado y qué le ha despertado. En general, una pesadilla encierra hechos angustiosos relacionados con el miedo, animales que atacan o conflictos con otros niños.
Las pesadillas, disparadas por una vivencia determinada, duran unas semanas. Según desaparece la ansiedad diurna, los malos sueños se esfuman.
Calmaremos al niño, que está despierto y
plenamente consciente, tratando de restar importancia a lo que ha
soñado. También las pesadillas suelen desaparecer con la
adolescencia. Si persisten, es bueno que investiguemos la raíz del
problema con ayuda de un psicoterapeuta.
En los adultos, además del sonambulismo, las pesadillas también son una parasomnia común. Sus características son similares a las de los niños en cuanto a que aparecen en la segunda mitad de la noche. Lo que soñamos, eso sí, es fruto de mucha ansiedad o del miedo. La solución se traduce en ayuda farmacológica que recete el médico y otras técnicas, incluida la psicoterapia.
Bruxismo (chirriar de dientes)
De nuevo, los niños protagonizan esta parasomnia, causada por la contractura excesiva de los maxilares. El chirriar de dientes, o el sonido desagradable, agobia a los padres, a pesar de que no despierta a los niños. Si la contractura es muy importante puede provocar daños en los dientes.
El bruxismo no está unido a ninguna fase de sueño en especial, ni se asocia tampoco a ninguna actividad mental específica. Es muy típico en niños con malformaciones maxilo-faciales y con mala oclusión dental, y especialmente en las personas con síndrome de Down. Como no conocemos la causa, no tenemos una solución específica para el bruxismo. Sin embargo se pueden minimizar sus efectos sobre los dientes con prótesis dentales que recete el médico.
Mecimientos
Algunos niños efectúan movimientos automáticos de mecimiento para conciliar el sueño. Empiezan hacia los 9 meses y raramente persisten más allá de los 2 años. Podemos observar cómo los niños que se automecen mueven la cabeza o todo el cuerpo hasta que consiguen dormirse. A veces también emiten sonidos guturales.
Aquí englobamos
los golpes de la cabeza sobre la almohada o el balanceo de todo el
cuerpo cuando el niño está boca abajo. Los movimientos pueden
resultar tan espectaculares que angustien a los padres: imaginemos
que nuestro hijo desplaza la cuna o hace mucho ruido o tiene
rozaduras en la barbilla porque se mece. Sin embargo, los
movimientos rítmicos desaparecen de repente antes de la
adolescencia.
Ante esta conducta no hay un tratamiento específico. Los padres y cuidadores deben estar calmados y adecuar la cuna o la camita del niño. Los objetivos: que no haga ruido ni se haga daño. Cuando el niño tiene más de 5 años es recomendable que el neurólogo y el psiquiatra valoren su caso. La higiene del sueño también contribuye a erradicar este mal hábito.