Epílogo

—Háblame más de esta fotografía —le pidió Kendall a Matthias.

Estaban los dos en el rellano de la escalera, frente a la fotografía de «los siete samuráis». Era su último día en la cabaña y acababan de hacer su última ronda por la casa para asegurarse de que no se dejarían nada atrás.

Bueno, dejarían atrás un montón de buenos recuerdos, pero se los llevarían a San Francisco con ellos en su corazón, se dijo Kendall.

Los dos estaban vestidos con vaqueros y camisetas, todo un contraste con los trajes que llevarían el lunes, cuando volviesen al trabajo.

Se le iba a hacer raro estar en un despacho en una planta distinta a la planta en la que estaba el despacho de Matthias pero al menos estarían en el mismo edificio y podrían verse a la hora de la comida.

—¿Qué quieres saber?

—Quiero que me hables de los otros «samuráis». Me has hablado de Hunter, pero no de los demás. ¿Cuál de todos es Ryan?

Matthias enarcó una ceja.

—¿Cómo sabes el nombre de Ryan?

—Por la nota que hay en el corcho del estudio.

Matthias sonrió.

—Estaba sobre el escritorio el día que llegué —le explicó—. Sin duda Ryan sabía que el estudio sería el primer sitio donde iría una vez me hubiese acomodado. La puse en el corcho, entre las fotografías, porque me pareció que no me vendría mal verla de vez en cuando mientras estuviera aquí para reírme un poco. Aquello que puso sobre lo de encontrar a la mujer de tu vida… —murmuró con una risita tonta.

—Oye, oye, ¿qué tiene eso de malo para que te dé la risa?

Matthias sonrió.

—Bueno, tienes que admitir que la mujer de mi vida no se mostró muy dispuesta a cooperar en un principio.

Kendall lo miró boquiabierta.

—¿Qué? —le espetó él para picarla—. ¿Qué dirías tú de una mujer que te abandona a tu suerte cuando no puedes arreglártelas sin ella?

—¡Pero si me despediste!

—Tú acababas de presentarme tu dimisión.

—Sí, pero no tenía intención de dejarte a tu suerte; te di dos semanas de preaviso. Pero tú preferiste despedirme en el acto —le recordó ella—. Lo habría dejado todo atado y bien atado si no me hubieses echado con cajas destempladas.

Matthias ignoró sus protestas y continuó, con una sonrisa cada vez más amplia.

—¿Y qué dirías tú de una mujer que se niega a volver a trabajar para ti cuando se lo pides no una, ni dos, sino hasta tres veces, y pagándole cuatro veces más de lo que le pagabas?

—Era un trabajo que no quería —replicó ella—; ¿por qué iba a querer volver?

—¿Y qué dirías tú de una mujer que te hace sentir cosas que jamás habrías creído que pudieses sentir, que te hace cuestionarte todo lo que hasta ese momento habías creído cierto, lo que pensabas que eran verdades universales?

Kendall se rió.

—Esas verdades universales a las que habíais llegado con respecto a las mujeres cuando estabais en la universidad… —le dijo recordando lo que Ryan había escrito en su nota—. Siento decírtelo, pero estoy segura de que a esa edad no entendíais nada de mujeres.

—Seguimos sin entenderlas —le confesó él riéndose.

Kendall sacudió la cabeza.

—Bueno, ¿vas a hablarme de los otros «samuráis», o no? —insistió.

Matthias suspiró y se volvió hacia la fotografía, pero esa vez no había tristeza en sus ojos.

—Éste es Ryan —dijo señalando al joven que estaba en el extremo derecho del grupo—. Estuvo aquí el mes pasado y conoció a una mujer llamada Kelly Hartley, que según tengo entendido es quien decoró esta casa. Están comprometidos y van a casarse.

Kendall sonrió al oír eso.

—Este otro… —continuó Matthias señalando al joven que estaba al lado de Ryan en la foto—… es Nathan Barrister. Fue el que pasó el primer mes en la cabaña. Se ha casado con la alcaldesa de Hunter's Landing.

—¡Madre mía! —exclamó Kendall riéndose—. Debió de ser un flechazo.

—Bueno, Nathan siempre ha sido de esas personas que tienen muy claro lo que quieren y hacen lo que sea para conseguirlo —le explicó él—. Y éste es Devlin Campbell —continuó señalando al siguiente joven—. Devlin siempre fue el más responsable del grupo… y lo sigue siendo. Acaba de casarse con una mujer a la que dejó embarazada… pero no es que vayan a casarse por eso —se apresuró a añadir—. Ryan tenía razón con eso de «la guarida del amor». Dev conoció a Nicole, la que ahora es su esposa, porque ella trabajaba en un casino cerca de aquí.

—Hmmm… Y Luke conoció a Lauren porque ella vino aquí buscándote a ti, ¿no es cierto?

Matthias asintió.

—Así es.

—Pues sí que va a ser verdad que es «la guarida del amor» —dijo ella riéndose—. ¿Y quién es éste? —inquirió señalando al único joven de la fotografía que faltaba por nombrar.

—Ése es Jack Howington. Es un tipo interesante. Estuvo en las Fuerzas Especiales, pero ahora trabaja en una consultoría. Ayuda con sus conocimientos a la gente que tiene negocios en lugares peligrosos del mundo.

—Vaya, sí que parece interesante.

—Estará aquí durante el mes siguiente.

Kendall estudió a aquel hombre en la fotografía. Era, al igual que el resto de los miembros del grupo, muy atractivo, pero mientras que los demás estaban sonriendo, él parecía un poco más reservado; incluso algo misterioso.

—Me pregunto cómo será su experiencia aquí —dijo.

—También yo —murmuró Matthias—. Y eso me recuerda que tengo que dejarle una nota como hizo Ryan conmigo.

Kendall lo siguió al estudio. Una vez allí, Matthias se sentó tras el escritorio, sacó una libreta de un cajón, tomó un bolígrafo y comenzó a escribir con Kendall de pie a su lado, curiosa por saber qué iba a poner.

Querido Jack:

Cuando leí que Ryan llamaba a este lugar en su nota «la guarida del amor», mi primera reacción fue reírme. Pero ahora que lo pienso, empiezo a creer que el nombre es bastante apropiado. Oh, y tenía razón cuando escribió que estábamos equivocados en las conclusiones a las que llegamos sobre las mujeres cuando estábamos en la universidad. ¿Te acuerdas? Pues ya puedes ir tachándolas. No sabíamos nada de las mujeres.

Kendall sonrió y continuó leyendo.

En cuanto a mí, esto es lo que he aprendido durante mi mes en esta cabaña: el trabajo no es lo más importante, como yo siempre había creído. Hay cosas muchos más importantes. Si tienes la suerte de encontrar a la mujer adecuada, de encontrar el amor, no lo dejes escapar. Llena muchísimo más de lo que el trabajo te podrá llenar jamás.

Que pases un buen mes, chaval.

Kendall lo vio vacilar un instante antes de firmar «Matt» y levantarse para colgar la nota en el corcho.

—«Matt»… —repitió ella en voz alta—. Cuando vi ese diminutivo en la nota de Ryan no podía imaginarme a nadie llamándote así, pero la verdad es que sí te pega.

—Nadie excepto mi familia y mis amigos más íntimos me ha llamado nunca así —le dijo él. Luego, tras vacilar de nuevo, le preguntó— ¿Te gustaría llamarme así tú también?

Kendall no vaciló en absoluto.

—Sí que me gustaría… Matt.

Se puso de puntillas para besarlo, y luego bajaron juntos. Las maletas estaban en el coche, la cabaña estaba vacía. Habían dejado las llaves en la cocina, como le había pedido la guardesa a Matthias que hiciera.

Mientras cerraban la puerta detrás de ellos al salir, Kendall se dijo que no debería sentir se triste, que dentro de un par de meses volverían y conocería a los amigos de Matthias… no, de Matt, se corrigió mentalmente.

Ahora él era parte de su vida, y ella de la de él. No, a partir de ahora serían uno solo, y así era como debía ser.

Fin