Capítulo 11
En un pueblo tan pequeño como Hunter's Landing no pudieron encontrar una agenda electrónica para Matthias, pero compartieron un banana split en la heladería, entraron en un salón de máquinas de arcade y probaron varios juegos, compraron verduras, fruta, huevos y otras cosas en el mercado y acabaron tomándose una cerveza en un pub a última hora de la tarde.
Curiosamente Matthias se había olvidado por completo de la agenda electrónica, y cuando Kendall se lo mencionó en el pub, al principio se quedó mirándola con el entrecejo fruncido, sin saber de qué le estaba hablando.
Oh, sí, recordó entonces, ésa era una de las razones por las que habían ido al pueblo. Claro que estaba pasándolo tan bien con Kendall que en ese momento ni se acordaba de para qué quería una agenda electrónica.
Tampoco podía acordarse de cuándo había sido la última vez que había entrado en un salón de juegos. Probablemente habría sido con Luke, de chiquillos, y seguramente habrían jugado el uno contra el otro como si fuese una batalla a vida o muerte.
Con Kendall ni se había preocupado de quién iba ganando o perdiendo.
Y tampoco se acordaba de cuándo había sido la última vez que se había tomado un banana split. Incluso el tomarse una cerveza tranquilamente en un pub era algo inusual para él. Estaba siendo un día muy agradable, y algo le decía que hubiera sido igual de agradable aun sin todas esas cosas, sólo porque Kendall estaba siendo parte de él.
¿Cómo podía ser que nunca se hubiese dado cuenta de lo mucho que le gustaba estar con ella?, se preguntó durante el trayecto de regreso a la cabaña, mientras charlaban animadamente.
Kendall llevaba cinco años trabajando para él… cinco años, y ni una sola vez se le había ocurrido que el motivo por el cual estaba satisfecho con su vida era porque Kendall había entrado a formar parte de ella.
Durante todo ese tiempo había creído que la valoraba por su eficiencia, y únicamente cuando le había presentado su dimisión se había dado cuenta de que era mucho más para él que una secretaria.
Le gustaba Kendall; le gustaba muchísimo. Y no sólo como empleada, sino también como persona, como amiga. Había una camaradería entre ellos que no había advertido hasta entonces.
En ese mismo momento, el simple hecho de estar charlando con ella y sentirse tan a gusto… Bueno, aquello era algo que no le ocurría con todo el mundo. Ni siquiera era capaz de mantener una conversación tan distendida con algunas personas a las que conocía casi desde hacía el doble de tiempo que la conocía a ella.
Y la noche anterior… la noche anterior había sido una de las veladas más agradables de toda su vida.
Incluso más tarde, mientras guardaban los alimentos que habían comprado en el pueblo, hablaban e iban de un lado al otro de la cocina, perfectamente compenetrados, como si aquello fuese algo que hiciesen juntos a diario, se sintió estupendamente.
La preparación de la cena fue otra sinfonía de armonización perfecta, igual que después, cuando recogieron la mesa y fregaron los platos.
Mientras Matthias abría una segunda botella de vino, Kendall sacó un par de copas limpias del aparador y luego fueron a sentarse en el salón.
El sol estaba poniéndose ya sobre las montañas, y Matthias vio a Kendall ir a encender una lámpara y vacilar antes de encenderla.
Matthias entendía por qué. La luz del atardecer era demasiado hermosa como para no disfrutar de ella.
Cuando fue hasta el ventanal él se acercó también. Sin embargo, el lago y las montañas no le parecieron comparables a la expresión de serenidad en el rostro de Kendall. Así era como él se sentía en ese momento: en paz.
—Este lugar es tan hermoso… —murmuró Kendall.
Matthias asintió distraído, aún con la vista fija en ella.
—Sí que lo es.
—Es una lástima que tu amigo hiciera construir esta cabaña y no haya podido disfrutar de ella.
Él suspiró y se volvió hacia el cristal.
—Bueno, yo creo que ahora mismo, donde quiera que esté, debe de estar disfrutando viendo el efecto que este sitio está teniendo en cada uno de nosotros —respondió—. Creo que hace años, cuando empezó a construir esta casa, de algún modo sabía la clase de hombres en que se convertirían los otros seis «samuráis».
—¿Y en qué clase de hombres os habéis convertido? —inquirió ella sin comprender.
Matthias inspiró profundamente y exhaló un pesado suspiro.
—En hombres demasiado ocupados en construir sus imperios como para recordar quiénes fueron una vez; hombres tan ocupados que se han olvidado de cómo vivir.
Sin embargo, cuando estaba pronunciando esas palabras se dio cuenta de que ese día había sido un hombre distinto. Ese día se había olvidado por completo del trabajo, de su imperio. Ese día, más que nunca, sentía que había vivido, que había disfrutado más de lo que había disfrutado nunca con su trabajo.
Por el rabillo del ojo vio a Kendall girarse hacia él, pero permaneció con la vista fija en el paisaje, buscando algo, aunque no sabía muy bien qué.
—Lo echas de menos, ¿no? —inquirió ella con voz suave.
Matthias asintió.
—Todo pasó demasiado deprisa. Cuando le detectaron el cáncer ya era demasiado tarde para salvarlo.
—Debió de ser muy duro para tus amigos y para ti.
«Duro» no era la palabra, pensó Matthias. Aquello los había destrozado; había sido un mazazo tremendo.
—Tras su muerte el grupo se rompió. Hunter había sido como el cemento que nos había mantenido unidos hasta entonces. Creo que ése era su don. Tenía una gran facilidad para comprender a las personas, para entender por qué eran como eran, por qué se comportaban como lo hacían. No hay más que ver lo que consiguió con mi hermano Luke y conmigo.
—¿Qué quieres decir? —inquirió ella curiosa—. Pensaba que no os llevabais bien.
—Y no nos llevamos bien —respondió él—. Bueno, no nos llevábamos bien —se corrigió de inmediato—, ahora hemos llegado a un cierto entendimiento. No, lo que quiero decir es que en nuestros años de universidad sí conseguimos llevarnos bien. Hunter logró hacernos ver más allá de la rivalidad que había entre nosotros, una rivalidad que fomentaba nuestro padre. Luke y yo fuimos amigos, amigos de verdad, durante esos años, pero después de la muerte de Hunter…
No terminó la frase. Lo que había ocurrido entre Luke y él era complicado, y esa noche no le apetecía nada hablar de cosas complicadas.
—El caso es que nos distanciamos después de la universidad y perdimos todo contacto los unos con los otros… hasta ahora —concluyó volviéndose finalmente hacia Kendall con una sonrisa—. ¿Recuerdas que te dije que vamos a reunimos todos aquí en septiembre cuando Jack, que es el último, termine su mes? Estaba preguntándome si te gustaría venir conmigo.
No sabía qué le había hecho decir eso, pero sí, la verdad es que le gustaría muchísimo que Kendall fuese con él.
Ella lo miró con los ojos muy abiertos, obviamente sorprendida, pero luego sonrió y asintió con la cabeza.
—Me encantaría —contestó—. Sería estupendo poder conocer a tus viejos amigos, y también a tu hermano.
Matthias tampoco supo qué le movió a hacer lo que hizo luego. Quizá fuese la magia del momento, de la cabaña, o la magia que parecía tejer aquella mujer que estaba a su lado, el caso es que se inclinó y posó sus labios sobre los de Kendall.
Al principio fue un beso vacilante, porque una parte de él temía que ella se apartara, pero no lo hizo, sino que ladeó un poco la cabeza y respondió al beso suave y dulcemente, como si hubiese estado esperándolo, como si hubiese estado preguntándose por qué había tardado tanto.
Kendall no estaba segura de cuándo había desaparecido la línea que los había separado hasta entonces a Matthias y a ella. No sabría decir si acababa de desaparecer en ese momento, o si había sido cuando estaban en la heladería, compartiendo el banana split, o si habría sido antes, cuando le había presentado su dimisión, o si quizá habría sido hacia años, y ella ni siquiera se había dado cuenta.
Sin embargo, con él besándola como estaba besándola en ese momento, sí supo que esa barrera intangible no volvería a interponerse entre ellos. Luego sencillamente dejó de pensar y se concentró en las deliciosas sensaciones que estaban invadiéndola.
Sin dejar de besarla, Matthias le quitó la copa de la mano, y los labios de Kendall fueron detrás de los suyos cuando se inclinó hacia el lado para dejar primero una copa y luego la otra sobre una mesita alta que había cerca.
Después él la atrajo hacia sí e hizo el beso más profundo. Kendall sintió cómo los dedos de él subían por su espalda para luego masajearle suavemente la nuca y enredarse en su cabello.
Ella, por su parte, alzó las manos para tomar el rostro de Matthias y luego dejó que resbalaran por su cuello hasta posarse en sus anchos hombros.
El corazón de Matthias latía con fuerza contra su pecho, igual que el de ella, y la respiración de ambos estaba tornándose entrecortada al tiempo que el beso se volvía más y más apasionado.
Una de las manos de Matthias permaneció en su cabello, pero la otra descendió hasta la cadera, y se deslizó después hacia atrás para cerrarse en torno a su nalga y atraerla más hacia él.
Kendall respondió por instinto, frotando su pelvis contra la de él de un modo sinuoso y sensual, y le encantó el gemido de satisfacción que escapó de la garganta de Matthias.
La mano de él subió para introducirse por debajo de la camiseta de algodón que llevaba, y cuando se dio cuenta de que no tenía puesto sujetador gimió de nuevo, y se deleitó subiendo y bajando la mano por su espalda desnuda al tiempo que hacía el beso aún más profundo.
Kendall decidió que ahora le tocaba a ella, y metió también una mano por debajo de la camiseta de él. Sus dedos lo exploraron como él estaba explorándola a ella, y luego se deslizaron hacia el pecho para enredarse en el rizado vello que lo cubría.
Matthias tampoco estaba perdiendo el tiempo. En ese momento estaba desabrochándole el botón de los vaqueros y después le bajó la cremallera antes de que su mano regresara a la espalda de Kendall.
No permaneció allí más que unos segundos, ya que pronto se deslizó dentro de los vaqueros de ella, y dentro de sus braguitas, y comenzó a acariciarle las nalgas con fruición.
Kendall sintió que un calor húmedo afloraba entre sus muslos, y casi explotó cuando Matthias introdujo un dedo entre ellos.
—Oh —jadeó contra sus labios—. Matthias…
Sin embargo, antes de que pudiera decir nada más, él volvió a cubrir sus labios con los suyos. Tampoco era que Kendall supiese exactamente qué habría dicho si le hubiese dejado seguir hablando. En ese momento sólo quería que continuara con lo que estaba haciendo.
Ansiosa por tocarlo ella a él también, introdujo una mano entre ambos y apretó la palma de la mano contra su miembro erecto a través del pantalón.
Matthias gimió excitado y empujó las caderas contra su mano, instándola a que hiciera más. Kendall le desabrochó los vaqueros y le bajó la cremallera como había hecho él, y metió la mano en sus boxers para tocarlo de un modo más íntimo; así, piel contra piel… Su miembro era tan grande y tan suave, y estaba tan duro…
Durante un buen rato siguieron besándose y tocándose el uno al otro, y cuando por fin empezaron a apartarse de la ventana Kendall no habría sabido decir de quién había sido la iniciativa.
En medio de los ardientes besos y caricias, que no cesaban, atravesaron el salón y subieron las escaleras.
En el pasillo se detuvieron y Matthias se apartó un poco de ella, como si quisiese darle la posibilidad de elegir si quería seguir adelante o echarse atrás ahora que aún estaban a tiempo.
Aquella vacilación por su parte sorprendió a Kendall. Por lo general Matthias era un hombre que, cuando quería algo, hacía lo que tuviese que hacer para conseguirlo y no se paraba a considerar nada más ni se detenía ante nada.
De hecho, no la habría sorprendido que la hubiese alzado en volandas y la hubiese llevado al dormitorio para hacerla suya. Sobre todo cuando ella le había dejado muy claro que era eso lo que quería que hiciese.
Cuando vio que ella no objetaba, la tomó de la mano, entrelazando sus dedos, y la condujo al dormitorio principal.
Una vez allí, se colocó detrás de ella, le rodeó la cintura con un brazo, y le apartó el cabello a un lado para depositar un casto beso en su nuca que, irónicamente, la excitó más que todos los otros besos que le había dado antes.
La atrajo hacia sí, y Kendall sintió claramente su erección contra la parte baja de la espalda, y cuando Matthias comenzó a mordisquearle el cuello, ladeó la cabeza para darle más espacio para maniobrar, y levantó los brazos para enredar los dedos en su corto cabello.
Matthias aprovechó entonces para cubrirle los senos con las manos, y los masajeó a través de la camiseta mientras seguía besándole el cuello. Kendall jadeó, y Matthias dejó caer las manos para agarrar el dobladillo de la prenda y sacársela por la cabeza.
Apenas la hubo arrojado al suelo sus manos tomaron de nuevo posesión de los senos de Kendall, y empezó otra vez a apretarlos y masajearlos suavemente.
Frotó la yema del pulgar contra un pezón al tiempo que su otra mano descendía por el torso de Kendall. El dedo corazón se introdujo en el ombligo al pasar sobre él, y luego Matthias metió la mano dentro de sus braguitas y con sus dedos separó los húmedos e hinchados pliegues.
Todo su cuerpo se puso tenso como la cuerda de un arco mientras él le masajeaba un seno con una mano y con la otra exploraba la parte más íntima de su ser.
El dedo que se había adentrado en ella estaba moviéndose ahora más deprisa, llevándola a nuevas alturas, y pronto Kendall se vio sacudida por un orgasmo que la dejó sin aliento.
Por un instante fue como si el tiempo se hubiese detenido, y permaneció apoyada contra Matthias, jadeante y sudorosa.
Cuando por fin recobró el aliento se volvió hacia él y empezaron a besarse y a desvestirse el uno al otro, dejando las prendas allí donde caían. De camino a la cama Matthias se detuvo un instante para encender tres velas que había sobre la repisa de la chimenea, y su tenue y suave luz inundó la habitación.
Al llegar junto a la cama Matthias se sentó en el borde del colchón y atrajo a Kendall para que se colocara a horcajadas sobre él. Luego le rodeó la cintura con un brazo y la besó de un modo ardiente.
Kendall cerró los dedos en torno a su miembro y empezó a frotarlo de arriba abajo mientras seguían besándose. Matthias le agarró las nalgas con ambas manos y, con la lengua dentro de su boca, simuló la primitiva danza que después ejecutarían juntos.
Asiéndola por la cintura la hizo tumbarse con él, de modo que quedaron tendidos ella sobre la espalda, y él sobre el costado con una pierna atravesada sobre las de ella y un brazo sobre sus senos.
La besó en la mandíbula, en la mejilla, en la sien, en la frente y luego descendió hacia su cuello y después hacia un pecho. Al llegar a éste se tomó su tiempo, lamiendo el pezón antes de succionarlo, en tanto que cubría el otro pecho con la mano y lo pellizcaba suavemente.
Kendall, que quería más, abrió las piernas y se frotó jadeante contra su muslo.
Matthias pareció comprender lo que necesitaba, porque después de unos cuantos lametones más a su pezón, que casi le hicieron perder la cordura, continuó viaje hacia el sur.
Se detuvo un momento en el ombligo, introduciendo la punta de la lengua en él, como había fantaseado con hacer desde la primera vez que lo había visto, y luego siguió bajando.
Le abrió las piernas a Kendall y agachó la cabeza para deslizar la lengua sobre los húmedos pliegues. Continuó lamiéndola a placer de esa manera, con toda la lengua, y luego dibujó círculos con la punto de la lengua antes de meter las manos por debajo de sus nalgas para levantarle un poco las caderas.
Entonces separó sus pliegues con los dedos, y la penetró con la lengua una y otra vez y después con el dedo más despacio, con más sensualidad.
Kendall sintió que las oleadas de placer se hacían más intensas, y su cuerpo comenzó a temblar con el inicio de un segundo orgasmo.
Matthias, que pareció advertirlo, se incorporó para ponerse de rodillas frente a ella. Le abrió las piernas y, asiéndola de un talón con cada mano, tiró de ella hacia sí hundiéndose en su interior.
Después enganchó las piernas de Kendall sobre sus hombros, se inclinó hacia delante, apoyando los codos en el colchón, a ambos lados de ella, y empujó las caderas, llegando aún más dentro de ella.
Luego comenzó a moverse, primero despacio, después más deprisa, y Kendall se aferró a sus bíceps hasta que finalmente llegaron juntos al orgasmo y cada uno gritó el nombre del otro.
Durante un largo rato permanecieron abrazados, temblorosos todavía por los ecos del clímax. Después Matthias se quitó de encima de ella y se tumbó a su lado, rodeándole la cintura con un brazo.
Fue entonces cuando Kendall empezó a tener dudas respecto a si permitir que ocurriera aquello había sido una buena idea. Sólo entonces fue consciente de que no estaba encaprichada con su jefe, que aquello era más, mucho más, y no estaba segura de que Matthias sintiera, o pudiera llegar a sentir jamás lo que ella sentía por él.