Capítulo 9
Kendall sacudió la cabeza con incredulidad mientras observaba a Matthias ajustar el ángulo del telescopio. ¿Qué le había, ocurrido que de pronto se había vuelto tan… tan… humano?
Aquella tarde había estado sencillamente… Una sonrisa se dibujó en sus labios por la palabra que se le pasó por la cabeza para acabar aquella frase. Sin embargo, era la palabra exacta; había estado sencillamente adorable.
Nunca antes habría usado esa palabra para describirlo. Durante el tiempo que había estado trabajando para Matthias había pensado de él que era un hombre seco, serio, centrado en su trabajo… pero jamás habría dicho que era «adorable».
La única ocasión que había pensado que tenía un lado humano había sido hacía dos meses, cuando había vuelto a San Francisco después de haber ido a esa misma cabaña a hablar con su hermano Luke. Aquélla había sido la primera vez en años que los hermanos habían hablado. Durante unos días, después de aquello, se había mostrado distraído y más amable. Kendall no sabía qué había ocurrido exactamente en el encuentro entre los gemelos, pero Matthias, además de más amable, había vuelto con un ojo morado. Parecía que habían tenido unas palabras, y que habían llegado a las manos, pero finalmente debían de haber alcanzado un entendimiento.
Sin embargo, a pesar del cambio que se había producido en él en aquella ocasión, aunque sólo le hubiese durado unos días, había seguido sin parecerle un ser humano normal.
Esa noche, sin embargo, en vez de recordarle a un fuerte y cortante viento del norte, se le antojaba más parecido a la suave brisa que soplaba en ese momento. Se apartó del rostro un mechón que se había salido del recogido que se había hecho y volvió a sonreír.
No le importaba que su peinado no estuviese perfecto. Tal vez fuese aquel nuevo Matthias, o lo relajada que se sentía en ese momento, pero en ese instante no quería preocuparse por esas pequeñeces.
La temperatura había bajado varios grados después de que el sol se hubiese ocultado, y Kendall deseó haberse puesto una chaqueta antes de salir del hotel. Claro que tampoco había tenido planes de salir del hotel hasta que Matthias se había presentado en el comedor.
La verdad era que no tenía ganas de volver. Se sentía a gusto con Matthias ahora que estaban tratándose de igual a igual. De hecho, ni siquiera habían hablado de trabajo. Durante la cena habían charlado sobre Tahoe, sobre la cabaña, sobre la pequeña localidad donde Kendall había crecido, sobre el perro que Matthias había tenido de niño…
Era la clase de cosas de las que hablaba la gente cuando estaba conociéndose a un nivel personal, no profesional. Era agradable.
—Muy bien, vamos allá —dijo Matthias haciéndola volver al presente—. He encontrado Venus. Ven a mirar.
Kendall apuró su copa y la dejó sobre la mesa de mimbre, junto a la de él, antes de acercarse.
—Dios, es increíble —murmuró cuando miró a través del telescopio.
—¿Verdad que sí? —dijo él con una sonrisa—. Pues si enfocas la luna —añadió cuando ella se incorporó—, se ven hasta los cráteres.
Da la impresión de que pudieras alargar la mano y rozarla con las yemas de los dedos.
Kendall nunca lo había oído hablar así; había sonado hasta poético. El propio Matthias debía de haberse dado cuenta también, porque de pronto parecía incómodo. Apartó la mirada y sus ojos se movieron de un lado a otro del porche, fijándose en cualquier cosa que no fuera ella. Finalmente se posaron en las copas vacías sobre la mesa.
Se aclaró la garganta y dijo, aún sin mirarla:
—Nos hemos quedado sin vino; iré a abrir otra botella. Disfruta de la vista —añadió señalándole el telescopio con un ademán—. Volveré enseguida.
Kendall hizo lo que le había dicho, sólo que en vez de volver a mirar por el telescopio lo miró a él mientras se alejaba, o más concretamente su trasero.
En la oficina siempre lo había visto con chaqueta, y ésta se lo tapaba, así que la verdad era que nunca se había fijado en su trasero. O quizá nunca se había permitido fijarse en él.
De pronto, como si hubiese estado escuchando los pensamientos que estaban cruzando por su cerebro, Matthias se volvió y la pilló mirándolo.
Kendall sintió que los colores se le subían a la cara, y los labios de él se arquearon en una sonrisa casi imperceptible antes de que entrara en la casa.
Aun entonces a Kendall no se le pasó el calor. Había bebido demasiado, se dijo. Si es que dos copas de vino podía considerarse beber demasiado.
Se volvió hacia la barandilla del porche y alzó la vista hacia el cielo estrellado con un suspiro. Estaba perdida en sus pensamientos cuando sintió algo cálido y pesado envolverle la espalda, y al volverse vio que Matthias estaba poniéndole una chaqueta suya sobre los hombros.
Sonrió al ver que la había pillado desprevenida, y le dijo:
—Ya empieza a hacer frío; no querría que te resfriaras por mi culpa.
Kendall le devolvió la sonrisa y murmuró un «gracias», tanto por el gesto como por la copa que le tendió.
—Bueno —le dijo Matthias mientras ella tomaba un sorbo—, cuéntame, ¿cómo va ese seminario de orientación de OmniTech? ¿Estás contenta?
A Kendall le sorprendió que preguntara, pero no vio mala intención en la pregunta. Además, sabía que no estaba preguntándole sólo por cortesía, y que esperaba una respuesta sincera.
—La verdad es que… no está siendo exactamente lo que había imaginado que sería.
—¿En qué sentido? —inquirió él.
Kendall se encogió de hombros.
—Pues… para empezar, Stephen no hace más que hacerme preguntas sobre mi antiguo puesto en Barton Limited, y evitar contestarme cada vez que yo le pregunto sobre las labores que se supone que voy a desarrollar en OmniTech.
Estaba esperando que Matthias le respondiera con un «te lo dije», pero en lugar de eso simplemente murmuró un «entiendo».
A pesar de que no insistió en el tema, ella continuó hablando.
—Pasado mañana se acaba el seminario y sigo sin saber nada de OmniTech, a excepción de la historia de la compañía y de en qué países tiene oficinas… y la verdad es que todo eso lo averigüé yo misma buscándolo en Internet.
Matthias tomó un sorbo de vino pero no dijo nada, sino que se quedó callado esperando a que ella continuase, si es que quería decir algo más.
Kendall se preguntó qué estaría pensando, y no sobre su situación laboral, sino sobre ella. ¿La consideraría una ingenua por no haber creído lo que él le había dicho sobre las intenciones de Stephen DeGallo desde un principio, o una tonta por no haber escuchado sus advertencias?
Quizá incluso estuviese pensando que estaba siendo ridícula al aferrarse a la idea de que había tomado la decisión correcta al aceptar aquel empleo.
Lo que Matthias no sabía era que ya no creía que hubiese sido la decisión correcta. Ahora que Stephen se había dado cuenta de que no iba a cooperar, que no estaba dispuesta a traicionar a Matthias, parecía que ya no estaba interesado en ella. Era más que evidente, después de que le hubiese dado plantón esa tarde.
No le sorprendería que cuando el supuesto seminario de orientación terminase, se inventase una excusa para decirle que había decidido que después de todo el puesto no estaba hecho para ella.
Alzó la vista hacia Matthias.
—Tenías razón —le dijo, obligándose a reconocer por fin la verdad—. Creo que la única razón por la que me ofreció este empleo es porque estaba seguro de que conseguiría sonsacarme información sobre Barton Limited.
—¿Te ha preguntado algo sobre la contrata Perkins? —inquirió él.
Kendall negó con la cabeza.
—No ha sido tan específico… o al menos aún no. Pero sí me ha estado haciendo un montón de preguntas sobre ti y sobre la compañía. No me sorprendería que los detalles de la contrata Perkins fuesen lo siguiente en su lista.
—¿Y qué le has dicho de Barton Limited? —le preguntó Matthias.
—Le hablé de la historia de la compañía, y de en qué países tiene oficinas —contestó Kendall con una sonrisa traviesa—. Ya sabes, nada que no pueda uno averiguar buscándolo en Internet.
Matthias se rió.
—Ésa es mi chica.
Algo en el tono de voz suave que había empleado hizo que un cosquilleo eléctrico recorriera la espalda de ella. La brisa escogió ese momento para soplar sobre ellos, y otro mechón se escapó del recogido de Kendall. Levantó una mano para apartarlo de su rostro, pero Matthias fue más rápido y, antes de que ella pudiera evitarlo, le quitó el clip con el que lo tenía sujeto, haciendo que la suave melena rubia se desparramara sobre sus hombros.
—Es mejor que te lo sueltes; de todas maneras, el viento va a seguir haciendo de las suyas —murmuró mientras le peinaba el cabello con los dedos, como deleitándose en su tacto y su textura.
Kendall, que estaba empezando a sentirse algo incómoda, subió la mano y le agarró la muñeca para que parara. Matthias se detuvo de inmediato y sus ojos se encontraron.
Durante un buen rato ninguno de los dos habló, ninguno de los dos se movió; ninguno de los dos respiró. Matthias bajó la vista a la boca de Kendall y luego volvió a mirarla a los ojos. Los labios de ella se entreabrieron, y se quedaron de nuevo quietos y en silencio.
Por un instante a Kendall le pareció que Matthias estaba inclinando la cabeza, como si pretendiera…
¿Como si pretendiera qué? ¿Besarla? No, imposible.
Sin embargo, el corazón estaba latiéndole como un loco en el pecho, tenía mariposas en el estómago y… Y entonces Matthias dejó caer su mano, se apartó y la electricidad que parecía haber inundado el ambiente se desvaneció.
Bajó la vista a la copa en su mano derecha y se la llevó a los labios para tomar otro sorbo. Kendall estaba aún demasiado aturdida como para decir nada.
Cuando Matthias volvió a mirarla, la expresión de su rostro no dejaba entrever qué estaba pensando. De hecho, era una expresión desprovista de toda emoción, como si no hubiese pasado nada.
—Bueno, ¿y qué piensas hacer? Respecto a DeGallo, quiero decir —inquirió, como si quisiese que olvidasen que aquel momento tan extraño había tenido lugar.
A Kendall le habría gustado tener una respuesta para esa pregunta. En esos momentos su futuro parecía tan incierto… No era la clase de persona que encontraba fascinante lo desconocido; más bien al contrario. Le gustaba contar siempre con un plan bien definido.
—No lo sé —admitió finalmente—. Con la sensación que tengo de que me ofreció el puesto sólo para conseguir información sobre Barton Limited… en fin, si es así no quiero trabajar en OmniTech. Quiero que se valoren mis conocimientos, mi experiencia y mi potencial, no que me utilicen.
—Podrías presentarle tu dimisión —propuso Matthias.
Kendall escrutó su rostro en silencio, preguntándose qué le habría hecho decir aquello. ¿Estaba pensando en lo que era mejor para ella o sólo querría que lo hiciese para fastidiar a Stephen DeGallo?
Hacía un par de semanas habría dado por sentado que lo que lo había movido a decir eso había sido más bien lo segundo, pero después de todo lo que había pasado, se dijo que quizá de verdad quisiera ayudarla a decidir lo que era mejor para ella.
—Supongo que no hará falta si como imagino lo que va a hacer es darme con la puerta en las narices ahora que ha visto que no voy a servir a sus propósitos —respondió encogiendo un hombro.
Matthias volvió a bajar la vista a su copa.
—Bueno, si decides dimitir, o si DeGallo es tan estúpido como para dejarte ir, hay una vacante por cubrir en Barton Limited —dijo alzando de nuevo la mirada hacia ella—. Si te interesa no tienes más que decírmelo; serías la persona perfecta para ese puesto.
El que le estuviera ofreciendo de nuevo su antiguo trabajo no hizo que Kendall se sintiera molesta como la primera vez. Quizá porque esa vez no estaba comportándose como un tirano arrogante.
Sin embargo, Kendall no tenía interés en volver a la situación en la que había estado los últimos cinco años. Quería… no, necesitaba ser algo más que una secretaria. Quería hacer algo más con su vida.
—Matthias, no quiero volver a ser tu secretaria —le dijo—. Ya hemos hablado de esto. Necesito algo distinto, algo que suponga un reto para mí.
—No te estoy ofreciendo que vuelvas a ser mi secretaria —replicó él—; se trata de otro puesto.
—¿Qué puesto? —inquirió Kendall con cautela.
Matthias se volvió hacia la barandilla y alzó el rostro, fijando su vista en la luna llena.
—Estoy ultimando los detalles de la compra de una compañía dedicada al mercado tecnológico. No está en una situación muy boyante por culpa de la mala gestión de sus dueños, pero creo que tiene posibilidades, y necesitaré a alguien a mi lado, trabajando codo con codo conmigo para ponerla en forma.
Kendall no quería hacerse ilusiones. De hecho, el que estuviese mirando a la luna mientras hablaba le hacía pensar si no estaría ofreciéndole precisamente eso, la luna, algo que no existía.
—Cuéntame algo más de esa compañía —le pidió.
Matthias le habló de los dueños, de la trayectoria de la empresa, de las dificultades que habían tenido y, cuando terminó de hablar, Kendall le preguntó:
—¿Y qué salario y qué prestaciones obtendría?
—Respecto al salario, ganarías cuatro veces lo que ganabas siendo mi secretaria —respondió Matthias.
Kendall enarcó las cejas. Eso era el doble de lo que OmniTech iba a pagarle como subdirectora de la compañía.
—Y sobre las prestaciones… tendrías seguro médico y dental, contribución a un plan de pensiones, y si quieres hablaremos también de la participación de acciones de la compañía.
—Sí, quiero —dijo ella de inmediato.
Matthias, que en ese momento estaba llevándose de nuevo la copa a los labios, se detuvo, sorprendido por la rapidez con que Kendall había asentido, y parte del vino se derramó sobre su mano. Se pasó la copa a la otra y miró en derredor, buscando algo con que limpiarse.
Kendall, preparada como siempre, se sacó un pañuelo del bolsillo del pantalón y se lo tendió.
Matthias le dio las gracias, se limpió la mano y luego, probablemente sin darse cuenta, pensó ella, se guardó el pañuelo en su bolsillo.
Cuando volvió a mirarla parecía… agitado por algún motivo, pero se limitó a decir:
—Está bien; pues hablemos.
Kendall asintió.
—Soy toda oídos.