Fábula en el bosque
En el pequeño reino del toma y daca,
los animales del bosque
se reunieron para conversar
el tema eterno
de su defectuosa constitución:
debía haber otra clase de vida
que estableciera placer sin dolor
y resultados sin sacrificios.
Hasta que una noche
apareció el hada hacedora
en medio de la reunión,
solicitando ideas
para conjurar tal situación.
Semejante visita no era
para desaprovechar:
un grupo moderado comandado
por un alce bonachón,
demandó que las cargas de placer y dolor
se repartieran organizadamente,
como el día de la noche
y el invierno del verano.
Otro grupo más ambicioso
encabezado por el león,
exigió sin rodeos la supresión
de pesares y sacrificios,
para dar rienda suelta
a la felicidad que merecían.
Como es usual,
también había un grupo de indecisos
sin lograr establecer
una clara posición,
ni siquiera para nombrar al oso perezoso
como jefe de expedición.
El hada tomando su varita
—mágica por cierto-
y aclarando su voz,
en tono solemne pronunció:
—A cada quiéns u deseo se le cumplirá.
Y en una súbita nube de humo,
desapareció.
Pasado el tiempo,
se toparon en un descampado
el alce bonachón, el ambicioso león
y el oso perezoso.
Después de efusivos saludos,
fue natural que se preguntaran
cómo les iba a cada cuál.
El alce con tristeza confesó
que la situación no había mejorado:
como sabían de antemano
los momentos buenos y los malos,
sufrían en los malos
porque eran malos
y en los buenos también,
esperando los inevitables malos otra vez.
No había ilusiones
en los cuernos entristecidos
del alce bonachón.
El león carraspeando
un áspero rugido de amargura comentó:
—Estamos en un mismo estado
que al principio nos gustaba
y ahora ya ni sabemos lo que es.
No sabemos si nos vemos la cara
o tenemos puesto el traste al revés.
Como el osop erezoso
demoraba en hablar,
los otros dos lo conminaron a empezar.
—Nosotros,
—dijo tras un bostezo prolongado-
vivimos pensando en la próxima visita
del hada hacedora,
para esa vez,
no desaprovechar la ocasión.