La misionera
Mientras esperaba el lavado del auto,
se presentó ante mi mesa
la linda misionera.
Su nombre me recordó
a otra Irene de tiempos pasados.
Pronunciación rara con zetas.
—¿De dónde sos?
—Española, pero he vivido en Afganistán,
Chile, Colombia...
y tú tampoco eres de aquí.
—¿Y qué hacés como misionera?
¿En qué barrio está la fundación?Ah...
—¿Crees en Dios?
—Y...debe estar en todos lados...¿no?
—Siii...está en nosotros, en la naturaleza...
Y la conversación continuó
como dos viejos amigos
o como dos adolescentes.
Y claro, los libros y música
que tenía para ofrecer,
me los ofreció no más.
—¿De estos dos, cuál te gusta más?
—Y...no sé...soy muy indecisa...
Irene tenía recato para ofrecer
su doctrina en venta
y trataba de darme pistas
por si yo tenía dudas.
Para confirmarlo de Afganistán,
por ejemplo,
prosiguió un momento hablando
en un inglés encantador.
—Te compro éste.
—¿Pero lo vas a leer verdad?
—Yo creo que sí...o mi mujer
o lo destrozará el perro,
los libros tienen destinos imprevisibles...
Su mercancía la tranquilizaba
de actuar como veinteañera
preguntona y exultante.
Yo había olvidado la existencia de familias
dedicadas a la compasión del prójimo
como misión en esta vida.
Y junto con la admiración,
sentí pudor de aprovechar
esas mariposas revoloteando por el aire
con fines seductores.
De modo que loslibros
también me tranquilizaron.
En la despedida
y con el autoaburrido de esperarme,
pensé en la cantidad de coincidencias
menos esa...
cuando veo un papelito
junto al volante que decía:
"Son adorables ¿verdad?
Insisten en que soy parte de
todo esto...
aunque en el fondo
tampoco hace mayor daño."