Quiero expresar en primer lugar mi inmensa gratitud a mi mujer, Dominique, que compartió la mayor parte de las aventuras que se encuentran en este libro y que fue una colaboradora insustituible en la preparación de Mil soles.
Todo mi reconocimiento, igualmente, a Colette Modiano, a Paul y Manuela Andreota, y a Antoine Caro, que pasaron muchas horas corrigiendo mi manuscrito y me ayudaron con su aliento.
No habría escrito este libro sin la confianza entusiasta de mi amigo y agente literario Morton Janklow y la, tan antigua y fiel, de mis amigos editores. Mis más calurosas gracias a Robert Laffont, Bernard Fixot y Antoine Audouard en París; Mario Lacruz en Barcelona; Gianni Ferrari, Giancarlo Bonacina, Luigi Sponzilli, Roberta Melli y Joy Terekiev en Milán; Cynthia Cannell en Nueva York; también a mis amigas y traductoras Pilar Giralt, Elina Klersy, Kathryn Spink, autora esta última de notables obras sobre la Madre Teresa, el hermano Roger de Taizé y Jean Vanier.
Quiero igualmente expresar mi profunda gratitud a cuantos sostienen nuestro trabajo humanitario en la India. Son tantos que no podría mencionarlos a todos aquí. Pero que cada uno de ellos sepa que agradezco su generosa solidaridad desde lo más hondo de mi corazón.