LAS MULTITUDES
LAS MULTITUDES
Pensemos de nuevo en cómo esto nos permite pensar en nuestro cerebro de una manera nueva; es decir, cómo el esquema de un equipo de rivales nos permite abordar misterios que serían inexplicables si adoptamos el punto de vista tradicional de los programas de ordenador o de la inteligencia artificial.
Consideremos el concepto de secreto. Lo más importante que sabemos de los secretos es que mantenerlos no es saludable para el cerebro.[177] El psicólogo James Pennebaker y sus colegas estudiaron qué ocurría cuando las víctimas de violación y de incesto, por vergüenza o por sentimiento de culpa, decidían guardar el secreto. Tras años de estudio, Pennebaker concluyó que «el acto de no comentar ni confiar a nadie el hecho podía llegar a ser más dañino que el hecho mismo per se».[178] Él y su equipo descubrieron que cuando los sujetos confesaban o escribían acerca de sus secretos más profundos, su salud mejoraba, se reducía su número de visitas al médico y había decrementos mesurables en sus niveles de hormonas del estrés.[179]
Los resultados son bastante claros, pero hace algunos años comencé a preguntarme cómo comprender estos descubrimientos desde la perspectiva de la ciencia del cerebro. Y eso me llevó a una cuestión que, me di cuenta, nadie había abordado en la literatura científica: ¿qué es, neurobiológicamente, un secreto? Imaginemos que construimos una red nerviosa artificial de millones de neuronas interconectadas: ¿qué aspecto tendría un secreto? ¿Podría una tostadora, con sus partes interconectadas, guardar un secreto? Poseemos marcos de referencia científicos útiles para comprender la enfermedad de Parkinson, la percepción del color y la sensación de temperatura, pero ninguno para comprender lo que significa para el cerebro poseer y guardar un secreto.
Dentro del marco de referencia del equipo de rivales, un secreto es fácil de comprender: es el resultado de la lucha entre partidos que compiten en el cerebro. Una parte del cerebro quiere revelar algo, y otra no. Cuando en el cerebro hay votos enfrentados —uno a favor de contarlo, otro de guardarlo—, eso define un secreto. Si ningún partido tiene interés en contarlo, no es más que un hecho ocurrido; si los dos quieren contarlo, es una buena historia. Sin el marco de referencia de la rivalidad, no habría manera de comprender un secreto.[*] La razón por la que un secreto se experimenta de manera consciente es porque es el resultado de una rivalidad. No es un asunto como cualquier otro, por lo que el director ejecutivo tiene que intervenir.
La principal razón para no revelar un secreto es la aversión a las consecuencias a largo plazo. Un amigo podría pensar mal de ti, podrías perjudicar a una amante, o la comunidad podría hacerte el vacío. Esta preocupación por las consecuencias queda demostrada por el hecho de que es más probable que cualquiera le cuente sus secretos a un completo desconocido; con alguien que no conoces, el conflicto nervioso puede disiparse sin ningún coste. Por eso los desconocidos son tan francos en los aviones, donde cuentan todos los detalles de sus problemas conyugales, y por eso los confesionarios han seguido siendo un elemento básico en una de las religiones más extendidas del mundo. De manera parecida, eso podría explicar el atractivo de la oración, sobre todo en esas religiones que tienen dioses muy personales, deidades que te escuchan con total atención e infinito amor.
La última vuelta de tuerca de esta antigua necesidad de contar secretos a un desconocido son las páginas web tipo postsecret.com, donde la gente se confiesa de manera anónima. He aquí algunos ejemplos: «Cuando mi hija nació muerta, no sólo se me ocurrió secuestrar un bebé, sino que mentalmente lo planeé todo. Incluso me encontré observando a madres recientes con sus bebés, e intentando escoger al mejor»; «Estoy casi seguro de que tu hijo padece autismo, pero no tengo ni idea de cómo decírtelo»; «A veces me pregunto por qué mi padre abusaba de mi hermana y de mí no. ¿Es que yo no era lo bastante buena?».
Como sin duda habrá observado, airear un secreto generalmente se hace porque sí, no para que te den un consejo. Si el que escucha atisba una solución evidente a algún problema relacionado con el secreto y comete el error de sugerirlo, eso frustra al que lo cuenta, pues en realidad lo único que quería era contarlo. El acto de revelar un secreto puede ser en sí mismo la solución. Una cuestión que queda abierta es por qué el que recibe el secreto tiene que ser humano, o casi humano, como en el caso de los dioses. Contarle sus secretos a una pared, una lagartija o una cabra es mucho menos satisfactorio.