¿Clásico o deportivo?

 

 

Las nauseas matutinas, la pesadez de estómago, la retención de líquido, el aumento de peso y muchas más cosas un tanto desagradables, eran la cara fea del embarazo, una que de momento a mí no me había tocado vivir, al menos de momento y rezaba porque la mitad de ellas no hiciesen su aparición en los ocho meses que me quedaban.

Desde que mis amigos se enteraron de que estaba embarazada, me trataban como una invalida. No me dejaban hacer prácticamente nada y por mucho que les repetía que me encontraba perfectamente ellos pasaban de mí y me seguían tratando como si de una muñeca de porcelana se tratase.

Me hacía mucha gracia que cada noche cuando nos sentábamos todos juntos a ver la tele, mis amigos se peleaban con Alex, por ver quien se sentaba a mi lado, todos querían acariciarme la tripa mientras veían la tele, vamos que mi barriga se había convertido en un pasatiempo de dominio público.

Tenía que contárselo a mis padres pero no sabía cómo. Con dieciocho años estaba esperando un bebé, estaba feliz, pero por otra parte estaba aterrada, ¿sería capaz de cuidar de una vida que depende totalmente de mí? Acaricié mi barriga, notando ya un pequeño casi imperceptible bultito en la parte baja. Ese era mi bebé, nuestro bebé. Por teléfono no era la mejor manera de decirles a mis padres que iban a ser abuelos, pero cuando regresase a por mis cosas para empezar la universidad, ya se me notaría el embarazo y sería peor.

Decidí que esa noche cuando supiese que mis padres estaban los dos en casa, los llamaría para darles la noticia. De noche es cuando estaba todo más tranquilo por aquí y necesitaba decírselo cuando estuviese sola, necesitaba tranquilidad.

Hoy habíamos quedado en que iríamos de excursión a Ourense, llevábamos casi todo el verano sin salir de aquel bosque y aunque a mí me bastaba con estar junto a Alex para ser feliz, el resto parecía que le apetecía ir a hacer un poco de turismo.

Por suerte mi ropa seguía sirviéndome, los pantalones me quedaban un poco más ajustados, pero bien. Ese día hacía bastante calor por lo que opté por una camiseta de tirantes como de gasa en tonos rosas, con unos short, blancos y unas sandalias planas. Un bolso grande para guardar todas mis cosas, para mí indispensables como, móvil, cartera, set de maquillaje de emergencia, gafas de sol, un paquete de clínex…, y para que hubiese sitio para guardar lo que pudiese comprar.

Bruno había alquilado un coche que era como un microbús para que todos pudiésemos ir juntos. Era bastante cómodo aunque no lo aparentase. Cuando llegamos a la ciudad, todo era precioso. Los edificios de piedra me rodeaban, la estructura de la ciudad era como las ciudades antiguas con calles de piedra y cemento. Estar allí te daba la sensación de haberte trasladado en el tiempo a la época medieval. Me encantaba aquella sensación.

Mi estómago rugía de hambre y mis amigos al escucharlo comenzaron a reír. El hambre continuo era uno de los síntomas del embarazo que ya había adoptado mi cuerpo y a pesar de haber desayunado hacía apenas dos horas, para mí, era como si hiciese horas que no probaba bocado. Fuimos a picar algo mientras hacíamos el planning de lo que queríamos ver, antes de empezar con las compras.

Yo quería comprar algo de recuerdo para mis padres y mis amigas se empeñaban en ir a tiendas de bebé y premamá para que me comprase ropa y empezara a mirar cosas para el niño o la niña.

Entramos en una tienda de bebé maravillosa, todo estaba decorado con un gusto exquisito en tonos pastel y blanco y olía a bebé. A Alex se le iluminó la mirada viendo todas las cosas de la tienda, mis amigas querían comprarlo todo pero yo sin embargo tenía miedo de comprar algo. Todavía no me creía que aquello me estuviera pasando a mí, era muy joven y había leído que el primer trimestre era el más importante del embarazo, el más crítico. No quería comprar nada por si… bueno mejor no pensar en eso, tenía que ser positiva, pensar que todo iba a salir bien y disfrutar de esa nueva etapa de mi vida.

Eva y Angy se habían vuelto locas con la ropa de bebé, querían comprarlo todo. Me enseñaban miles de trajecitos, complementos, carritos, accesorios y a mí me gustaba todo, no sabía por cual decidirme.

Sentí que unos brazos me rodeaban y que posaban las manos en mi incipiente tripita.

—Gracias por darme esta alegría, ahora estoy completo —dijo mientras besaba mi nuca—, por cierto es niño, lo sé.

Mis ojos no podían estar más abiertos, ¿me estaba tomando el pelo? ¿Cómo podría saberlo? Al ver mi cara de incredulidad, se explicó.

—No sé cómo lo sé, pero lo sé, es como si pudiera sentirlo —dijo sonriendo.

Era bueno saber el sexo del bebé, así al menos ayudaría a decidir a Eva y Angy sobre que colores de ropa comprar. Empezaron a coger cosas de todo tipo, desde ropa hasta biberones y chupetes. Bruno se empeñó en que quería comprarme una inglesina en tonos azules por mucho que Cane se quejase de que ese carro ero muy poco práctico para llevarlo al bosque, por lo que nos regaló un carro de esos que es todoterreno, que tienen las ruedas grandes que no se quedan atascadas, o eso es lo que te hacen creer aquellos que te la venden.

Yo estaba alucinando con la cantidad de cosas, que habíamos comprado entre todos. Alex estaba radiante, le veía más feliz que nunca. Cuando llegamos a casa, estaba reventada, Alex y yo entramos en nuestro dormitorio y tardé un segundo en tirarme a la cama, no podía más, necesitaba darme una ducha y relajarme porque aún quedaba la parte más dura del día, la que más temía, el decirle a mis padres que estaba embarazada.

—Cloe, ¿vas a hablar con tus padres ahora no? —me preguntó Alex tumbándose a mi lado en la cómoda cama.

—Sí, ¿por qué? —pregunté mirando al techo.

—Porque creo que sería mejor que ellos viniesen aquí, no sé si esto va a ser un embarazo normal, sé que crecemos rápido hasta que alcanzamos la adolescencia que frenamos un poco, pero no sé si con el embarazo pasa lo mismo, además sería conveniente contarles la verdad, porque si el niño hereda el gen, en algún momento habrá que contárselo ¿no? o ¿vas a ocultárselo toda la vida?

Alex llevaba razón, debía contarles a mis padres, a mi hermano ya se lo diría cuando llegase el momento, ya había vuelto a Sevilla con su hija y se estaba mudando. Me comentó uno de los días que hablé con él, que su ex había renunciado oficialmente a la custodia de Ariadna y que no quería saber nada de ellos, por lo que él decidió mudarse a una casita con jardín. También pude sacarle que había conocido a una chica encantadora y que se había quedado prendada con la pequeña. Todavía no era nada serio, solo se estaban conociendo, pero me alegraba ver como a mi hermano le iban bien las cosas de nuevo.

—Antes le comenté a Eva que si tus padres podían venir unos días para que le contásemos toda la verdad y me dijo que no habría ningún problema, que ella si hacía falta, también revelaría su secreto para apoyarnos. Dicen que confían en tus padres ya que si lograron hacer de ti lo que eres no pueden ser malas personas —dijo Alex pensativo.

Mientras Alex se duchaba, me armé de valor para llamar a mis padres. Me levanté para coger mi móvil que me lo había dejado en el bolso y volví recostarme en la cama. Era una postura que me relajaba y ahora necesitaba estar tranquila. Esperé un par de tonos hasta que mi padre respondió.

—Buenas noches princesa, ¿cómo va todo? —preguntó mi padre con entusiasmo.

—Bien papá, quería comentaros una cosa. Eva, la novia de Bruno, ha dicho que si os queréis venir una semanita o así de vacaciones y así pasábamos unos días juntos, ¿qué os parece? —no me apetecía engañar a mis padres, pero de momento no me quedaba otro remedio.

—Por mí perfecto, mamá es que está en la ducha y no puedo hablar por ella, no sé si tendrá algún plan para estas vacaciones. De todas maneras yo estaba pensando en cogerme unos días con tu madre, no tenía ningún destino pensado, pero a ella seguro que le encantará pasar unos días contigo antes de que empieces la universidad. Por suerte tu hermano estuvo un tiempo aquí con la niña y se llevó a la pequeña Arwen por lo que no tenemos preocupaciones por quién se queda con ella.

—Perfecto papá, entonces tú me llamas para decirme que día venís. Dale muchos besitos a mamá, tengo muchas ganas de veros —en eso no mentía.

Cuando terminó la llamada y me incorporé, vi que Alex me miraba mientras se secaba el pelo con la toalla, solo llevaba los pantalones del pijama, estaba realmente sexy así. Viendo la cara con la que le miraba, poco a poco se fue acercando a mí. Empezamos a besarnos y a acariciarnos hasta que fuimos interrumpidos por los insistentes golpes de Bruno en la puerta de nuestra habitación, indicándonos que la cena ya estaba preparada. Nos miramos con resignación por la falta de intimidad de esa casa, Alex me dio un beso en la punta de la nariz y me ayudó a levantarme de la cama y juntos bajamos a cenar.