Sweet Home Barcelona

 

 

Cuando mi padre terminó de arreglar todos los papeles para el coche de alquiler, Alex les pidió que lo esperaran en la puerta del parking, que él iba a recoger su coche.

—Señor Gadea, voy a por mi coche, espérenme en la puerta del parking —oí como Alex le llamaba señor a mi padre y no pude más que reír. Mi padre odiaba que lo llamasen de usted, le hacía sentirse viejo y aunque pareciese mentira eran jóvenes. Carlos, mi padre tenía cuarenta y dos años y Sara, mi madre, treinta y nueve, se habían casado muy pronto porque mi padre, tuvo que marcharse a trabajar a Italia y mis abuelos no hubiesen dejado ir a mi madre con él, a menos que estuviesen casados. Mi hermano Marco y yo solo nos llevamos tres años, pero él ya se había independizado, por ese motivo no nos acompañaba en este viaje.

Tomó de mis manos el carro que llevaba algunas maletas que no habían cabido en el coche de alquiler y el trasportín donde iba Arwen. En el trayecto le di las gracias por ofrecerse a guiarnos hasta nuestra casa.

—No me importa, tranquila, además así paso más tiempo contigo —y una nueva sonrisa asomó en su rostro.

De verdad que ese chico me estaba volviendo loca, era mi imaginación o ¿estaba intentando ligar conmigo?, no lo sé, ni me importaba. Cuando llegamos al coche no me lo podía creer, era el coche con el que siempre había soñado, un BMW X5 negro, era precioso, por la forma de mirarme y su sonrisa pude comprobar que mi cara era un poema. Tras montarnos en el coche me dijo:

—No creas que los profesores ganamos tanto dinero, mi piso y mi coche son regalos de mi padre por permitir que mi hermanastra Ángela viniese a vivir conmigo.

—¿Tan horrible es tu hermana? —pero, ¿cómo podía haber dicho eso? de verdad que era tonta no, lo siguiente.

—En realidad no es mi hermana, es la hija que mi padre tubo con su nueva mujer. Mi madre murió cuando yo tenía diez años y al poco tiempo mi padre volvió a casarse, en un principio no me importó, pero claro cuando nació Ángela todo cambió.

»El día que me dijeron que iba a tener una hermana, hasta me puse contento, ya que yo era hijo único y ahora sería el hermano mayor, pero la mujer de mi padre apenas dejaba que me acercara a la niña, me decía que no se fiaba de mí y poco a poco Ángela fue creciendo, volviéndose una niña caprichosa y olvidándose de mí.

»Por eso cuando cumplí los dieciocho años me marché a estudiar fuera. Hace poco conseguí una plaza aquí en Barcelona y Ángela no tuvo otra cosa que pedir, que venirse aquí a vivir conmigo, para eso, si existía su hermano. Mi padre como no, se lo consintió y a mí para que lo llevara mejor, me compró este coche y el piso donde vivimos Ángela y yo. Como habrás podido comprobar mi padre todo intenta solucionarlo con dinero aunque yo no pedí nada de esto —explicó mientras metía las maletas en el maletero—. Perdona si te estoy aburriendo pero la verdad no sé porqué te he contado todo esto, desde que murió mi madre no me había abierto a nadie, no sé lo que estás haciendo conmigo, apenas nos conocemos, pero me gusta.

Si antes no estaba colorada ahora seguro que sí.

—A mí me pasa lo mismo cuando hablo con un chic… —no me dio tiempo a terminar la frase cuando ya tenía sus labios en los míos, fue un beso muy dulce, de hecho fue mi primer beso. Alex era maravilloso, pero esto no podía pasar, él era nueve años mayor que yo, además hasta junio yo no sería mayor de edad y aquello no era legal y no quería que tuviese problemas por mi culpa.

Los segundos que nos estuvimos besando me parecieron eternos. Cuando nos separamos yo no era capaz de articular palabra, menos mal que Alex tenía salida para todo.

—Lo siento, ya sé que no debería haberlo hecho, que eres menor de edad, que no nos conocemos de nada y todo eso pero desde que te he visto en el avión tenía unas ganas tremendas de besarte. Te prometo que no volverá a ocurrir —dicho esto se metió en el coche y lo seguí.

Sería lo mejor, se estaba haciendo tarde y mis padres nos estaban esperando en la puerta del parking. Alex arrancó el coche, estaba serio y hasta que llegamos a mi nueva casa no hablamos, eso me hizo sentirme mal no, fatal. Tan mal lo había besado, mi cabeza no dejaba de pensar estupideces como aquella, que pasó para que cambiara de opinión tan rápido. Finalmente logré aclarar mis ideas y pensar que aquello nunca debía de haber pasado y que olvidarme de Alex sería mi mejor opción. Debía centrarme en cosas más importantes, como por ejemplo la casa donde iba a vivir, el cual fue un misterio para mí y para mi madre desde el momento en que mi padre encontró el lugar perfecto y nos dijo que prefería que fuese una sorpresa y que confiásemos en él, solo nos había dicho que la casa tenía  jardín, en la que Arwen podría correr, y que estaba un poco apartada del centro. Pero ni mis sueños podrían imaginar un lugar más perfecto para nosotros como el que mi padre consiguió.

 

Estábamos llegando a mi nuevo hogar, cuando sonó el teléfono, mis padres se habían quedado en un supermercado comprando unas cosas, nos dijeron que los esperásemos un momento que ellos llegarían enseguida.

Aparcamos justo delante de la puerta del garaje, yo era incapaz de mirar a Alex, ni siquiera me preocupé en mirar la casa que teníamos delante, tenía la mirada perdida en algún lugar de la acera, dándole mil vueltas a la cabeza y pensando cómo había podido dejar que aquella persona jugase conmigo de esa manera y sin quererlo ni poder remediarlo, una lágrima resbaló por mi mejilla, a la que le siguieron algunas otras, sé que podía parecer la chica más tonta que había encima de la tierra, llorar por un hombre que no sabía si valía la pena y al que acababa de conocer, pero no pude evitarlo.

En ese momento empezó a sonar en mi móvil la canción de Selena Gómez y Drew Seeley, New classic, es la canción que teníamos mi amiga Mara y yo cada vez que alguna llamábamos a la otra porque nos encantaba. Al girarme para coger mi bolso del asiento de atrás, Alex vio mis lágrimas y cambió su cara seria por una de tristeza y yo me sentí aun peor.

—Hola pequeña, ¿has llegado a tu casa nueva ya?

Sabía que Mara me conocía muy bien y que enseguida notaría que estaba llorando y no quería que en nuestra primera conversación tras mi marcha notase que estaba mal, aquello era demasiado, me había alejado de mi familia, de mis amigos y ahora Alex me trataba así. No podía permitirlo, yo era una chica fuerte y aquello no iba a quedar así.

—Sí, estoy en la puerta. Mara tengo que dejarte, te llamo cuando me organice un poco en la casa y ponga el Skype para que la veas, ¿vale?

—Peque te noto muy rara, ¿te pasa algo?

—No tranquila, es que estoy cansada y además me he mareado un poco en el vuelo, pero no te preocupes, te dejo chao.

No dejé que me respondiera y le colgué, sabía que si continuaba hablando con ella, aquellas lágrimas no cesarían y no era plan de hacer una escena.

Guardé el teléfono de nuevo en mi bolso y por primera vez en todo el viaje desde el aeropuerto Alex habló.

—¿Qué te ocurre Cloe?

—Nada, no me pasa nada —no quería parecer borde, pero creo que por mi tono no lo conseguí.

—Siento haber sido tan brusco contigo pero comprende que el beso no debería haber pasado, eres menor de edad y apenas me cono…

—Mira Alex, no sé lo que pretendes. Muchas gracias por traerme a casa, pero ya puedes irte, esperaré a mis padres aquí en la puerta, ya no creo que tarden mucho, cuando lleguen les diré que te llamaron al móvil y tuviste que marcharte. Y si te arrepientes de haberme besado, no haberlo hecho, pero no me hagas sentir peor de lo que ya me siento ¿vale? Me han apartado de mi casa, de mis amigos, de todo para llevarme a un sitio nuevo en el que no conozco a nadie y encima tú me sueltas ese rollo de que tenías muchas ganas de besarme pero que soy menor y que no se va a volver a repetir, pues vale, que no se repita más, de todos modos has sido tú el que ha empezado todo esto. Pensaba que eras diferente por las cosas de las que hemos hablando en el vuelo, pero ya veo que eres como todos los demás. Gracias por traerme y ahora márchate por favor —Dios que bien me sentó soltar todo aquello.

Acto seguido me bajé del coche, me dirigí a la puerta de atrás para sacar el trasportín en el que viajaba Arwen, que estaba completamente dormida y saqué también mi maleta. Coloqué todas mis cosas en la puerta de mi nueva casa y me puse los cascos para aislarme de todo lo que pasaba a mi alrededor, pero como era normal, Alex no se iba a quedar callado, a los pocos segundos vi como salía del coche y venía hacia mí.

—Cloe, lo siento, no era mi intención herirte, pero…

—Déjalo Alex.

—No, no quiero dejarlo. Desde que murió mi madre no me he sentido tan a gusto con alguien. Hablar de mi vida para mí es muy difícil, pero cuando hablo contigo, tú haces que todo parezca fácil. Por favor perdóname.

Pero como no iba a poder perdonarlo con esa cara, ¡por Dios! Pero tenía que hacerle sufrir un poco, así que guardé silencio hasta que él habló nuevamente.

—Porfaaaa, porfaaaa, porfaaaa.

Que actuase como un niño pequeño me hizo reír, y él, lo tomó como un sí y me dio un gran abrazo.

—Oye una cosa, ¿puedes presentarme a esta preciosidad?

Tenía razón, aún no le había presentado a Arwen, reí ante su comentario, miré al trasportín y ya estaba despierta. La saqué y la cogí en brazos, cada día pesaba más pero a ella le encantaba que alguno de nosotros la tuviera en brazos, era la mimada de la casa. Nació con un problema en la patita y durante el primer mes de vida no podía pisar el suelo por lo que tenía que ir en brazos a todos sitios. Yo creo que se acostumbró y a diferencia de otros perros, lo que más le gusta es que la cojan en brazos y estar tumbada encima de alguien, eso está bien cuando el perro pesa cinco o seis kilos pero cuando pasa de los veinte ya no hace tanta gracia.

—Mira, esta es la pequeña Arwen, es un mastín español y es el bebé de la casa.

—¿Pequeña?, pues no quiero ni pensar cuando se haga grande, pero es preciosa, además ahora veo que llevan razón los que dicen que los perros se parecen a sus dueños, es tan guapa como tú —nuevamente, me quedé de piedra. Alex no dejaba de mirarme mientras acariciaba la cabeza de Arwen, que en un descuido lamió la nariz de Alex, cosa que hizo que ambos nos riésemos.

Se hizo el silencio mientras nos mirábamos y la situación empezó a volverse incómoda.

Por suerte, en ese momento, llegaron mis padres y Alex nuevamente se ofreció a ayudarnos a organizarlo todo. De verdad que este chico era un encanto.

Mientras mi padre y él descargaban las maletas y mi madre habría todas las ventanas de la casa para que se aireara, yo exploré un poco. La casa era preciosa, tenía un gran jardín para que Arwen corriese, en la parte de atrás tenía una piscina no muy grande pero que a mí me bastaba.

Mis padres llegaron hasta donde yo estaba.

—¿Qué te parece Cloe, te gusta? —mi padre se veía inquieto, esperando mi respuesta.

—Sí papá, me gusta mucho no te preocupes —dije mientras lo abrazaba— y por lo que parece a Arwen también —todos reímos al ver como mi pequeña perrita, daba carreras por el césped.

Mi padre me comentó que para evitar que Arwen se metiera en la piscina pondríamos una valla de madera.

—Ven Cloe, todavía tengo que enseñarte algo —dijo mi padre guiándome a otra parte de la casa.

Subimos al piso de arriba, imaginé que mi padre querría enseñarme mi nueva habitación por eso me sorprendió que él continuase subiendo unos cuantos escalones más, hasta lo que parecía una buhardilla. El sitio era precioso, tenía hasta su pequeño saloncito, los muebles eran blancos y todo era un poco soso, pero con un poco de pintura y mi toque personal quedaría perfecta y además tenía una luz estupenda. Mi padre me dijo que podía cambiar lo que quisiese, que podía pintarla como más que gustase e incluso cambiar algunos muebles.

—Es para que tengas la intimidad que tanto buscabas en Sevilla, sé que para ti ha sido muy duro eso de mudarnos, que has dejado mucho atrás pero espero que aquí estés lo más a gusto posible y ya verás como pronto harás amigos aquí.

—Gracias papá, es perfecta —se le veía realmente preocupado, en ningún momento pensé que mi padre se mudase para perjudicarme, sabía que aquel traslado era lo mejor para la familia.

Con la ayuda de Alex, subí las maletas a mi habitación y luego lo acompañé a la salida. Mis padres insistieron en que se quedase a cenar, él aunque agradeció la oferta no se quedó excusándose en que su hermana estaba sola en casa.

              —Gracias por todo Alex, si no hubiese sido por ti no sé como hubiésemos hecho para meter todas las maletas en ese coche tan minúsculo —por una parte quería que se marchase porque estaba agotada y solo quería descansar, pero por otra parte no porque no sabía si lo volvería ver.

—No tienes que dármelas, lo he hecho encantado, además prácticamente somos vecinos —dijo con una sonrisa.

Alex me había explicado que la casa estaba situada en Las tres Torres y que estaba relativamente cerca de donde él vivía, que si no creo recordar mal era algo así como el Paseo de Gracia. 

—Buenas noches Cloe —me dio un beso en la mejilla y sin esperar respuesta se metió en su coche y se marchó. Yo cerré la puerta del jardín y me quedé parada mirando las estrellas, las vistas desde mi casa había que reconocer que eran una preciosidad, mi padre había hecho buena elección.

—Sweet Home Barcelona —dije para mis adentros mientras regresaba a mi nueva vida en esa ciudad que la cambiaría para siempre.