Tiempo de compras

 

 

Estábamos en diciembre y faltaban diez días para las vacaciones, Matteo me había pedido que lo acompañase a realizar las compras de navidad. Ambos habíamos descubierto nuestra pasión oculta por estos quehaceres y estábamos algo saturados, teniendo en cuenta que al estar en pleno fin de trimestre, los exámenes y los trabajos eran algo agobiante, pero por suerte ambos éramos buenos estudiantes, aunque a mí me costaban un poco las mates, pero con su ayuda seguro que aprobaría.

Pero para mí lo más importante era que dentro de unos días vendría mi hermano Marco con mi sobrina Ariadna. Estaba deseando que llegaran, hacía ya cerca de cuatro meses que no los veía. La pequeña de la casa apenas tenía un año cuando nos habíamos marchado y aunque la veíamos todos los días cuando hablábamos por Skype, estaba deseando abrazarlos.

 

Yo cada vez pasaba más tiempo en casa de Matteo, quedábamos para estudiar y de camino veía a Chris. Desde el día que nos besamos no había habido nada más, pero los dos sabíamos que no éramos los mismos. Me encanta estar con él y eso me ayudó a empezar a olvidarme de Alex. En fin como dice una canción muy bonita de José Mercé: “La mancha de una mora con otra verde se quita”.

En el terreno profesional, no podía irme mejor. Raúl decía que mi presencia ayudaba mucho en la rehabilitación. Pero tenía un problema, no todo iba a ser perfecto. Cada vez que tenía que   trabajar con Chris, yo casi no podía controlar las ganas de besarlo, pero no quería hacerle daño. Yo todavía sentía algo por Alex y Chris, que lo sabía, jamás me había obligado a nada, al menos hasta ese momento. 

 

Una tarde Matteo y yo planeamos salir de compras, Erika insistía en venir con nosotros pero no podía porque tenía clases particulares, algo que no frenó a Chris y a Bruno para que nos acompañasen. Yo estaba encantada de pasar más tiempo con Chris, y si además estábamos paseando por el centro que estaba precioso con la decoración navideña mucho mejor. Estaba empezando a sentir cosas por él, pero no podía precipitarme, no quería volver a sufrir.

Bruno llevaba el coche, Matteo se sentó delante con él y yo detrás con Chris.

—Bueno chicos, ¿cuál es la primera parada? —preguntó Bruno.

—A mí me gustaría ir a una tienda de juguetes para comprar los reyes de mi sobrina y también quiero comprarle algo a tú hermana. Mañana llega mi hermano con la niña y ya no voy a poder salir sin ella a ninguna parte, quiero aprovechar.

—Cloe no tienes que comprarle nada a mi hermana —me dijo Matteo.

—¡Tú te callas!, todos vais a recibir un regalo mío.

—¡Ah bueno!, en ese caso vale —dijo Matteo con una sonrisa.

Le di un golpe en el brazo mientras todos reíamos. Era cierto, quería hacerles a todos un regalo. Pero ¿qué iba a regalarle a Chris?, quería que fuese especial pero no demasiado para que no hubiese malos entendidos.

Cuando logramos encontrar aparcamiento nos dirigimos a una tienda de lencería. Sí, yo a una tienda de lencería con tres chicos. No sé como lograron convencerme, la cuestión era que Bruno quería regalarle algo a Eva, su novia a la que yo conocía. Y quería que yo le aconsejase. Este chico era único en su especie, no podía comprarle un vestido, pues no. Pero teniendo un hermano mayor con novia, no era la primera vez que actuaba de personal shopper en cuanto a lencería se trataba.

Después de estar mirando más de media hora, no había conjunto que le gustase. Lo convencí de que le comprara un vestido y unos zapatos, que con eso siempre quedaría bien, ya que la lencería era algo muy personal.

Tras recorrernos prácticamente todas las tiendas del centro y probarme miles de trajes (Eva y yo teníamos la misma talla y Bruno decía que así se hacía una idea de cómo le quedaría a su novia ya que en la percha no podía imaginárselo), entramos en la última tienda. Yo me había fijado que en el escaparate había un vestido rosa precioso. Era rosa maquillaje, con mangas al codo y por encima de la rodilla, vaporoso, con un tejido súper ligero. Muy adecuado para la primavera. Bruno me pidió que me lo probara, me metí en el probador tras coger el vestido y unos zapatos negros que también me habían gustado, para que lo viese como quedaría con unos tacones. La verdad es que el vestido me quedaba genial, el corte en la cintura, realzaba la figura, y no se pegaba demasiado. Por la parte delantera apenas tenía escote, pero al mirarme la espalda vi, que tenía un escote de infarto.

Salí del probador y Matteo me silbó.

—Chica estás impresionante.

—A ver centraros, que este vestido no es para mí sino para Eva.

—Me lo llevo —dijo Bruno con una sonrisa.

—¡Aleluya!, menos mal, ya estaba cansada de probarme ropa  —dije guiñándole un ojo a Bruno. Al girarme Bruno dijo:

—¿El escote de la espalda qué te parece Chris?

Yo me giré para ver como a Chris se le encendían las mejillas y salía de la zona de los probadores, casi derribando uno de los percheros con la silla de ruedas. Al salir del probador, no  había rastro de Chris.

—¡Ey!, ¿y tu hermano dónde está? —le pregunté a Matteo.

—Se ha ido, dice que nos espera en la tienda de juguetes que hay aquí al lado.

—Voy con él, en esa tienda hay escaleras y puede necesitar ayuda —y me marché, sabía que Chris se sentía mal por el comentario de su hermano pero no podía dejarlo así. Cuando llegué Chris estaba viendo muñecos de peluche             

—¿Te gusta alguno? —le pregunté tímidamente

Me miró a los ojos y ya no pude resistirme más. Allí entre peluches, me agaché y le di el beso más dulce que jamás le había dado a nadie.

Él respondió a mi beso, con dulzura y pasión. Cuando nos separamos ambos sonreímos.

—Nunca vuelvas a marcharte así. ¿Vale? —le dije mirándole a los ojos.

—Es que estabas verdaderamente preciosa y cuando mi hermano dijo eso no supe cómo reaccionar. No quiero engañarte, me gustas mucho Cloe, pero sé que aún sientes algo por Alex y con él yo no puedo competir.

—¿A qué te refieres?

—A que él es guapo, mayor, cachas y… —a no, eso sí que no, no podía dejar que se menospreciara de aquella manera. Ese fue el momento que me di cuenta que él me necesitaba y que yo lo necesitaba a él.

—Ni se te ocurra decir que no puedes andar y por eso nadie te quiere, porque como lo digas, del guantazo que te doy sales hasta corriendo. Todavía no te ha quedado claro a ti, que no me importa si puedes andar o no, si eres feo o guapo, si eres cachas o no. Me gustas por lo que eres y por lo que soy cuando estoy contigo —dicho esto lo besé de nuevo—. ¿Quieres ser algo más que mi amigo Chris?

—¿Qué? —tenía los ojos muy abiertos, creo que no se podía creer lo que le estaba preguntando.

En eso que llegaron sus hermanos y estropearon aquel dulce momento y yo tenía que disimular, no podía dejar que le dijeran nada más al pobre Chris. Me giré, vi un oso muy bonito y lo cogí.

—Chicos, ¿qué os parece si le compro este peluche a la pequeña Erika? —pregunté sujetando un oso de peluche enorme.

—Eso seguro que le encanta, adora los osos —dijo Matteo.

—Entonces decidido, me llevaré dos, uno para cada bichito, a mi sobrina también le encantan los osos de peluches.

Ellos ya le habían comprado las cosas a su hermana, así que llegué a la caja para pagar, con sumo cuidado me envolvieron ambos regalos. Los chicos me pidieron que por favor les guardara los regalos para su hermana, ya que si los llevaban a casa sería muy difícil esconderlos. No puse ningún reparo y les dije que podía ir cuando quisieran a recogerlos.

Ya habíamos terminado las compras, Bruno y Matteo habían ido a por el coche y yo mientras me había quedado con Chris. Estábamos en una plaza, yo estaba sentada en un banco cuando le pregunté:

—No respondiste a mi pregunta de antes.

Él no dijo nada, se giró hacia donde yo estaba, con una de sus manos agarró las mías, que por cierto estaban congeladas por el frío que hacía, y la otra la puso en mi mejilla. Y me besó. Fue un beso corto, tras el cual me dijo:

—¿Te vale eso como respuesta o aún tienes dudas?

Le sonreí y se me escaparon un par de lágrimas y entonces ocurrió algo maravillo, algo que toda chica quisiera que pasara mientras besaba a su chico en Navidad, empezó a nevar.

¿Se podría ser más feliz?