¿Malas noticias?
Al despertarme a la mañana siguiente me encontré sola en la cama, ¿dónde se había metido Alex? En ese instante la puerta se abrió dando respuesta a la pregunta que me había hecho segundos antes. Me había preparado el desayuno y me lo traía a la cama, una bandeja de madera de pino con asas en los extremos y cuatro patas pequeñas para poder apoyarla en la cama. Traía un mantelito blanco para evitar que se manchase la bandeja. Un jarrón de cristal con flores malvas la adornaban y el olor a croissant a la plancha y a café recién hecho impregnaba la habitación. También había preparado zumos de naranja natural y un bol de cereales. Era un desayuno perfecto y más si te lo prepara el amor de tu vida.
—Buenos días princesa, ¿qué tal has dormido? —preguntó mientras posaba en mis piernas la bandeja del desayuno.
—Muy bien, lo cierto es que estaba muy cansada y caí rendida —dije dándole un tierno beso en los labios.
—Me alegro, me he despertado temprano y me he ido a correr un rato con Cane —al ver mi mirada de sorpresa explicó—. Lo he encontrado desayunando solo en la cocina y me comentó que también quería salir a correr y hemos decidido ir juntos para recordar viejos tiempos. Cuando hemos vuelto Cane ha tenido la idea de lo del desayuno y yo se la he copiado —dijo sonriendo.
Empezamos a desayunar juntos entre mimos y besos. Tras ducharnos y vestirnos, decidimos bajar al salón pero al no ver a nadie, fuimos a dar un paseo por el bosque ya que hacía un día perfecto.
—Déjame probar una cosa ¿vale? —no sabía que es lo que quería hacer exactamente pero jamás mis imaginaciones se acercaban a lo que hizo.
Se alejó un poco de mí y se transformó, entonces volvió a mi mente una conversación que había escuchado por error entre Alex y Eva.
“Me encantaría pasear algún día con Cloe transformado, sería como fundir mis dos pasiones, ella y ser un licántropo, cosa que heredé de la otra mujer de mi vida, mi madre.”
Ahora ante mí, volvía a tener a un lobo de pelaje negro espeso con unos ojos verdes preciosos. Si Alex ya era guapo humano, como lobo era espectacular. Me acerqué a él y hundí mis manos en su pelaje, cosa que hizo que de la garganta de Alex saliese un ronroneo que me hizo reír. Parecía más bien un cachorrito adorable que un licántropo peligroso.
Estuvimos paseando hasta que de pronto mi vista se nubló y todo se volvió negro.
Me había desmayado, no sé cuánto tiempo pasó pero lo primero que escuché cuando recobré el conocimiento fue:
—Bruno ayúdame, Cloe se ha desmayado cuando paseábamos por el bosque —noté por su voz que Alex estaba asustado.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Bruno mientras me tendían en el sofá.
—No lo sé, estábamos paseando cuando de pronto cayó al suelo —el miedo y la preocupación de Alex iba en aumento.
—Hay que llamar al médico que tenemos de confianza, vendrá en un momento —dijo Eva mientras yo trataba de incorporarme un poco.
Ya estaba prácticamente recupera de mi pequeño desvanecimiento pero mis amigos me impedían que me levantara y me pedían que me quedase tumbada y me relajase.
Con la ayuda de Cane y Bruno fui a mi habitación, para que así pudiese tener un poco de intimidad cuando el doctor me reconociese. A los pocos minutos entró Eva con el doctor.
—Cloe, este es el doctor Esteban, nuestro médico de confianza —mientras Eva hacía las presentaciones, le di la mano al doctor.
—Encantado de conocerte Cloe, Eva, si quieres puedes quedarte mientras reconozco a tu amiga pero cierra la puerta porque necesitamos tranquilidad.
El doctor Esteban me pidió que me recostase en la cama y me quitara la camisa blanca que llevaba puesta para poder auscultarme. Tras varios minutos de preguntas y reconocimientos el doctor Esteban empezó a reírse.
—¿De qué se ríe doctor Esteban? —le preguntó Eva intrigada.
—A esta señorita no le pasa nada y a menos que esté equivocado —hizo una pausa mientras buscaba algo en su maletín— creo que necesitareis esto —dijo mientras me tendía unas cajitas que en un primer momento no supe que eran pero que cuando las reconocí mis mejillas se tornaron de un rojo muy fuerte y creo que incluso volví a marearme.
—Muchas gracias doctor por venir tan rápido, menos mal que por suerte no era nada grave —Eva me guiñó un ojo mientras salía de la habitación para acompañar al doctor.
Alex entró cuando ellos salieron y me encontró aún en estado de shock. Cuando vio las cajas que seguían en mi mano no pudo más que llevarse las manos a la cabeza y ponerme más nerviosa si cabía.
Me levanté y fui al baño, no podía aguantar más con la duda. Traté de tranquilizarme y abrí una de las cajitas que me había dado el doctor, me hice la prueba y esperé unos minutos el resultado. Con manos temblorosas cogí el palito y miré el resultado. Las palabras que salieron de mi boca segundos después y las lágrimas que empañaban mis ojos me hicieron feliz. Estaba embarazada.
—¡Alex! —grité, pero no fue mi novio quien apareció en la puerta del baño sino todos mis amigos, pero sin él—. ¿Dónde está?
—Ha salido al bosque, creo que estaba un poco abrumado por la situación, ¿lo estás no? —preguntó Eva con una sonrisa en los labios.
—Sí —contesté con una sonrisa en los labios—, necesito contárselo a Alex —dije mientras salía corriendo del baño.
Mis amigos se quedaron un poco alucinados ante mi reacción, no sabían nada de lo que había pasado con el médico.
Sabía exactamente dónde buscar a Alex, siempre iba al mismo sitio cuando necesitaba pensar. Estaba sentado en una piedra mirando al lago. Ese mismo lugar en el que un día no hace mucho tiempo, me había entregado a él.
Estaba de espaldas a mí pero sabía que me había oído llegar, aunque no se había quedado para saber el resultado de la prueba, sabía perfectamente lo que estaba pasando. Pero nuestras reacciones habían sido muy diferentes. Yo sabía que era demasiado joven para ser madre y que mis padres no se lo tomarían nada bien, que tendría un duro primer año de universidad pero, ¿qué hay más bonito que esperar un hijo de la persona que amas?
—¿No te gusta la idea verdad? —pregunté entre sollozos—. Se volvió al segundo que me escuchó hablar, se levantó de la piedra y me abrazó.
—¿Por qué piensas eso?, es la mejor noticia que podía haberme dado nadie nunca —su respuesta me hizo sonreír, aunque seguía sin entender su reacción.
Nos fundimos en un tierno beso. Sabíamos que nuestro sueño no podía ser perfecto. A partir de ahora deberíamos lidiar con algunos cambios de planes inesperados y con el gran problema de cómo se lo íbamos a contar a mis padres. Eso realmente, me daba más miedo que ser madre tan joven.