Conociendo a Matteo

 

 

A las siete y cuarto, Angy estaba en mi casa y yo acababa de levantarme, se había tenido que levantar más temprano que de costumbre por lo que no había desayunado, así que mi madre nos preparó el desayuno a las dos. Como no me había dado tiempo de avisar a mis padres de que Alex tenía la reunión, tuvimos que irnos en bus al instituto. Yo notaba a Angy muy rara, apenas  había hablado en el camino, cuando ella es de las que no se callan ni debajo de agua.

Cuando llegamos a clase nos estaban esperando Matteo y Sebas en la puerta. Eso me sorprendió pero no fue lo único.

—Hola amor —dijo Angy mientras le daba un beso a Sebas en los labios.

—¿Qué ha sido eso? —pregunté—. ¿Qué me he perdido? —estaba paralizada, ¿cuándo se habían hecho estos dos novios?, ¿qué había pasado el sábado por la noche?

—Cloe, ven que yo te lo cuento —me dijo Matteo mientras pasaba su brazo por encima de mi cuello y nos dirigíamos a clase.

Matteo me contó que el sábado en la galería Sebas le pidió a Angy que fuera su novia, cosa que me extrañó por dos motivos: primero porque ambas pensábamos que a Sebas le gustaba yo y segundo y más importante Angy iba detrás de Matteo, al menos hasta donde yo sabía. ¿Y si solo estaba saliendo con Sebas para darl celos a Matteo? Cuando pasaron juntos por nuestro lado los vi felices y todos los problemas dejaron de importar.

Estaba llegado a clase cuando vi a Alex por el pasillo y me miraba de una forma extraña. Más tarde comprendería que me había visto agarrada a la cintura de Matteo mientras él me tenía agarrada por los hombros, parecíamos una pareja de novios, aunque nada más lejos de la realidad.

En uno de los momentos durante el recreo en que los tortolitos desaparecieron me quedé a solas con Matteo y decidí preguntarle algo que llevaba días rondándome por la cabeza:

—Matteo, ¿puedo preguntarte una cosa?, pero no te enfades conmigo, ¿vale?

—Como podría enfadarme contigo con esa cara de buena que tienes —dijo pellizcando mis mofletes como si fuese mi abuela.

—¿Matteo, eres…? —no completé la pregunta porque su gesto había cambiado por completo, ya no estaba sonriendo y relajado, ahora le notaba muy tenso.

—¿Si soy qué?

Tragué saliva antes de responder.

—¿Eres gay? —ya está, lo había soltado. Hacía tiempo que lo venía sospechando, siempre estaba con Sebas, pero no lo trataba como a cualquier otra persona. Nunca lo había visto mirando a Angy y creedme cuando os digo que eso es raro porque toda persona sea hombre o mujer acaba mirando a mi amiga cuando pasa por su lado. Además, era un chico muy observador en cuanto a la ropa de las chicas, pero lo mejor es que no tenía pluma. ¿Me estaría equivocando con él?

Matteo se puso muy serio y supe que había cometido un error, había tirado al traste toda la confianza que hasta entonces teníamos. Me dispuse a levantarme del césped donde estábamos sentados, cuando cogió mi mano.

—Sí, Cloe, soy gay. Pero el problema es que nadie de mi familia lo sabe. Yo intento disimularlo pero…

—Pero estar cerca de Sebas todo el día no ayuda, ¿verdad?

—No.

Ambos reímos, Matteo se sentía liberado, por fin podía desahogarse con alguien y hablarle de su secreto, me contó que estaba enamorado de Sebas desde hace mucho tiempo y lo mal que le había sentado que empezara a salir con Angy, ya que pensaba que Sebas sentía lo mismo por él. Lo sentía más cercano que nunca, me alegraba que me hubiese escogido a mí para guardar y compartir su secreto. Ambos nos abrazamos.

En la otra punta del patio del recreo Alex nos estaba mirando. Si las miradas matasen, yo estaría muerta y enterrada.

Nuestro recreo es compartido por todo el centro. Los alumnos de bachillerato compartíamos recreo con primaria, la E.S.O. estaba sola, porque decían que no se fiaban de lo que pudiesen hacerle a los pequeños.

De pronto se nos acercó una niña pequeña y rubia que me dijo:

—¡Eh!, no lo abraces que es mi novio.

Yo me quedé muerta, me estaba riñendo una niña que apenas tenía seis años.

—Tú pequeñaja ven aquí, cuantas veces tengo que decirte que no soy tu novio —dijo Matteo cogiéndola y sentándola en sus piernas. 

—Pero me prometiste que siempre estarías conmigo Matty.

¿Matty, pero quién era esa niña?

—Cloe, te presento a mi hermana Erika.

—Hola guapa, así que Matteo es tu novio ¿no?

—No, puedes quedártelo —me dijo la pequeña, tras lo que me abrazó y salió corriendo hacia sus amigas.

—No sabía que tuvieras hermanos Matty —dije riéndome al llamarlo como lo había hecho su hermana pequeña.

—Sí, somos cuatro. Tengo dos hermanos mayores y a la pequeña Erika.

—¿Todos vivís aún juntos en la misma casa?

—Bueno ahora sí. Mis dos hermanos mayores se habían independizado y vivían juntos pero han tenido algunos problemas y ahora están viviendo con nosotros otra vez.

En solo media hora había descubierto más de Matteo que en todo el tiempo que lleva en Barcelona. Sonó la campana que señalaba el fin del recreo. Llegué a clase y miré mi móvil a ver si tenía noticias de Alex, pero nada.

—Oye he pensado que podíamos cambiar nuestros sitios, dejar a la parejita sentada junta y tú te vienes aquí atrás conmigo. ¿Qué te parece? —Matteo al escuchar la proposición sonrió.

—Me parece perfecto. Ahora mismo recojo mis cosas.

Me sentía culpable sabiendo el secreto de Matteo y yo no contándole el mío, pero lo cierto era que yo no sabía si aún tenía algo que contar.

—No te lo había dicho, hoy empiezo a trabajar como ayudante en una clínica de fisioterapia.

—¡Ah qué bien! ¿Cómo se llama?

—Pues la verdad es que no lo sé, tiene un nombre algo raro y lo tengo todo apuntado en casa para que no se me olvidara, tengo muy mala cabeza.

—Empezamos bien.

Los dos comenzamos a reír, la profesora de matemáticas entró y no había rastro de los tortolitos. Llegaron a la última hora sin contarnos nada a ninguno y no pusieron pegas por el cambio de sitio. Angy estaba muy rara, ¿estaría esta relación afectando a nuestra amistad? No lo sé pero no estaba dispuesta a ir detrás de ella, cuando me necesitara que viniese a buscarme que yo estaría allí.

A la salida, Angy y Sebas se marcharon en la moto de este, dejándonos a Matteo y a mí con la palabra en la boca. Durante el resto del día, había observado a Matteo mirar el sitio de Sebas con tristeza. No debe de ser fácil estar enamorado de tu mejor amigo y menos enterarte que está saliendo con otra persona y tener que ver cada día lo felices que son.

—¿Pero qué pasa con estos dos, no llevan saliendo ni dos días y ya se han olvidado del resto del mundo? —dije indignada por el comportamiento de mis dos amigos.

—No lo sé. ¿Quieres que te lleve a casa, mi madre vendrá a por mi hermana y a por mí en unos minutos?

—Vale.

Esperamos a que llegase la pequeña Erika que como siempre, según decía su hermano, salía la última. Cuando llegamos a la entrada del centro, allí estaba la madre de Matteo esperándonos. Era muy guapa, alta, rubia, con el pelo rizado y una figura impecable, no parecía que hubiese tenido cuatro hijos.

—Hola mamá, esta es Cloe, una compañera de clase, vive unas casas más abajo de la nuestra. ¿Podemos acercarla a casa?

—Claro, hola Cloe, puedes llamarme Leire.

—Mucho gusto.

Yo me senté en el asiento trasero junto con la pequeña Erika, que no dejaba de observarme.

Llegamos a casa y le di las gracias a Matteo por acercarme. Su madre me dijo que ellos vivían tres casas más arriba, que cuando necesitáramos algo, que allí estaban ellos. Di las gracias de nuevo y entré en casa.

La mesa ya estaba puesta, eran las tres de la tarde, tenía que comer rápido si quería hacer mi tarea, ducharme y descansar un poco antes de ir a la clínica a trabajar a las cinco y media.

Terminé de comer y fui a ducharme. Mi padre me dijo que a las cinco saldríamos, ya que como no sabíamos bien como llegar a la clínica prefería ir con tiempo. Tenía poca tarea así que decidí dejarla para cuando llegase de trabajar, así podía descansar un poco antes de marcharme.