11

Diez minutos después de haberse despedido de Adam y Sally, Cindy y Bum comenzaron a sentirse culpables por no haber colaborado más con sus amigos. Al menos Cindy se sentía culpable. No estaba muy segura de que ese sentimiento de culpabilidad fuese un lujo que Bum se pudiera permitir.

—Tal vez debiéramos haber ido con ellos, —reconoció Cindy mientras el viento les conducía hacia la playa.

La invasión de los monstruos de hielo ocupaba ya todo el pueblo. Cindy se cubría los ojos y los oídos con las manos. Pero no podía hacer desaparecer lo que sucedía sólo unos cuantos metros más abajo. Lo que más deseaba en el mundo era rescatar a su madre y a su hermano pequeño, Neil. Aunque se preguntaba si no sería egoísta por su parte. Bum estaba en lo cierto. La única esperanza eran Adam y Sally.

—De todas formas no sé cómo hubiésemos podido ayudarles, —dijo Bum.

—Pero desde aquí arriba no podemos hacer nada, —protestó Cindy.

Bum hizo un gesto de fastidio.

—¿Y crees que les haríamos algún favor si nos convirtiésemos también nosotros en monstruos helados?

Cindy buscó con la mirada las ruinas quemadas del faro de Fantasville, que no se encontraban muy lejos de su casa. Pero en aquel momento se hallaban a unos tres kilómetros al norte de su calle. Si aterrizaban y se las ingeniaba para llegar hasta su casa y rescatar a su madre y a su hermano pequeño, el globo seguramente ya no estaría allí para cuando regresara.

—Ojalá hubiéramos encontrado un helicóptero en el almacén del señor Patton, —se lamentó ella con frustración—. No poder conducir este chisme me saca de mis casillas.

Bum se rascó la barbilla cubierta con una barba de varios días.

—Yo también he estado dándole vueltas a eso. Tal vez exista una solución. Muy pronto llegaremos a la ferretería. ¿Puedes verla, entre aquellos árboles? Allí tienen unos ventiladores muy grandes. Tal vez podríamos subir uno al globo y utilizarlo como propulsión para dirigir el globo hacia donde nosotros queramos.

—¿Y cómo haremos para que funcione? No podemos enchufarlo en ninguna parte.

—En la ferretería hay generadores portátiles. Funcionan con gasolina. Podríamos utilizar la gasolina de nuestros lanzallamas. No gastaríamos demasiada. Sólo necesitamos un pequeño generador para poner en marcha cualquier ventilador, por grande que sea.

A Cindy le gustó la idea.

—¿Adónde iríamos?

Bum le habló suavemente.

—Sé que tienes familia en el pueblo. Podríamos intentar rescatarles. —Y añadió—: Si eso es lo que deseas.

Cindy volvió a contemplar la locura que se había desatado en el pueblo. Se habían declarado varios incendios. Casas y coches ardían por todas partes. Imaginar a su madre y a su hermano atrapados allí abajo le resultaba demasiado doloroso.

—Iremos a buscar el ventilador y el generador, —concluyó—. Luego decidiremos qué rumbo tomar.

Bum se estaba convirtiendo en un verdadero experto en el arte de conducir globos. Unos minutos más tarde, el globo se posaba suavemente en el terrado de la ferretería. Lo aseguraron con firmeza sujetando una de las cuerdas a un respiradero. Bum le ofreció el lanzallamas pero Cindy lo rechazó.

—En el almacén descubrí que era incapaz de quemar a nadie —reconoció.

—Tenemos suerte de que Sally no tenga tus prejuicios —dijo Bum con una sonrisa.

Cindy asintió.

—Ella es muy valiente y la admiro mucho, —confesó Cindy—. Aunque nunca se lo he dicho.

Encontraron una entrada en el ático de la ferretería. Desde allí no tuvieron mayores problemas para bajar hasta la planta principal.

El lugar estaba desierto y pensaron que era una buena señal. Pero a Cindy le inquietaba la tienda vacía y silenciosa. No podía evitar pensar que en cualquier momento algo se abalanzaría sobre ellos. Bum se dirigió hacia donde se exponían los ventiladores.

—Mira, están rebajados, —anunció Bum cuando llegaron a la sección apropiada—. Estamos de suerte. Aún no he cobrado este mes —bromeó.

—¿Cómo puedes sobrevivir en las calles sin dinero? —preguntó Cindy.

—Gracias a mi atractivo y mi encanto personal.

—No, en serio. A menudo me pregunto cómo te las arreglas para comer, o dónde duermes.

Bum se puso serio.

—Cindy. La humanidad ha existido en este planeta mucho antes de que se inventase el dinero. Los billetes y las tarjetas de crédito no es lo que mueve el mundo, como mucha gente piensa. En una época fui un hombre rico y ahora soy pobre. Pero debo decir que ahora que no poseo absolutamente nada soy mucho más feliz que cuando era dueño de un montón de cosas por las que no había pagado. ¿Le encuentras algún sentido?

Cindy sonrió.

—Mucho.

Ambos examinaron los ventiladores, tratando de decidir cuál de ellos sería el más apropiado para sus propósitos. Acabaron escogiendo dos modelos grandes y redondos con pie. La elección del generador fue fácil. Solamente había dos tipos: grandes y pequeños. Los grandes servían para hacer funcionar equipos pesados. Así que cogieron uno pequeño.

El ataque sobrevino mientras transportaban los ventiladores y el generador al terrado.

La criatura apareció de improviso.

Agarró a Bum por detrás, lo inmovilizó y lo levantó en el aire. El lanzallamas cayó a sus pies con un sonido metálico.

—¡Cindy! —gritó Bum—. ¡Ayúdame!

Cindy se quedó paralizada de terror cuando vio lo que sucedía.

Aquella criatura no llevaba un mono azul. No se trataba de uno de los monstruos de hielo de Mu. Al igual que Watch, este hombre se había levantado ese día de la cama siendo una persona normal. Pero ahora había pasado a ser el enemigo. Mientras Cindy permanecía clavada en el suelo, aquel hombre comenzó a alejarse llevando a Bum a rastras. Era muy fuerte. Bum luchaba y pateaba pero no podía librarse de su abrazo.

—El lanzallamas, —alcanzó a decir mientras la criatura giraba por una esquina del pasillo—. Cindy.

Haciendo un enorme esfuerzo de voluntad, Cindy logró salir de su parálisis. Cogió el lanzallamas y salió en persecución de la criatura que se había llevado a Bum. Para ser un hombre recién transformado en una bestia helada, se movía deprisa. Les dio alcance justo cuando se disponían a salir de la tienda. Alzó el lanzallamas y apretó ligeramente el gatillo. El chorro de fuego alcanzó una longitud de medio metro.

—¡Déjale ir o te quemaré vivo! —amenazó.

Sin embargo aquella criatura no era del todo estúpida. Sabía perfectamente lo que era el fuego, y también que podía utilizar a Bum a modo de escudo para protegerse. Colocó a Bum entre él y el fuego.

—¿Qué puedo hacer? —preguntó Cindy al borde del llanto—. No puedo disparar si tú estás delante de él.

Bum trató de zafarse de la criatura.

—Cuando cuente hasta tres me inclinaré hacia delante con todas mis fuerzas. Apúntale a la cabeza. El calor le asustará y quizá me suelte. ¿Preparada? Uno. Dos…

—¡Espera! —exclamó Cindy.

—¿Qué pasa? —preguntó Bum.

—¡Nunca le he disparado a nadie!

—Es muy fácil. Imagina que eres Sally.

—No creo que haya nadie que pueda ser como Sally. ¿Cómo voy a fingir que soy ella?

Bum lanzó un gemido cuando la criatura le dobló los brazos hacia atrás.

—Entonces cierra los ojos y aprieta el gatillo cuando cuente tres. No sé cuánto tiempo más podré resistir. Por favor, Cindy.

Ella asintió frenéticamente.

—Está bien. Venga. Cuenta hasta tres.

—¡Uno. Dos. Tres!

Bum se inclinó hacia delante con la cabeza agachada. Cindy apuntó sin perder un segundo y abrió fuego. No disparó directamente al rostro del hombre, sino ligeramente por encima de su cabeza. No se perdonaría que, en caso de que alguien fuera capaz de reparar el daño causado por los monstruos de hielo, aquel hombre se despertara a la mañana siguiente con el rostro completamente quemado.

No obstante el chorro de fuego pasó bastante cerca del rostro de la criatura.

Cindy pudo oír el crepitar del cabello al quemarse.

El hombre soltó a Bum, se dio la vuelta y echó a correr.

Atravesó la puerta de la tienda profiriendo un horrible alarido. Bum llegó junto a Cindy tambaleándose.

Le hizo un gesto con la cabeza mientras cogía el lanzallamas.

—Le diré a Sally que te cargaste a ese tío, —le prometió.

Cindy sonrió.

—Dile que eran diez.

Cargaron todo el equipo en el globo.

Los ventiladores y el generador funcionaban a la perfección.

—¿Qué rumbo cogemos? —preguntó Bum mientras se alejaban de la ferretería.

Cindy señaló en dirección opuesta al faro y a su casa. Había comprendido que, le gustase o no, Fantasville era su hogar y su obligación era salvar al pueblo entero.

—Hacia las colinas, —respondió—. Iremos a ayudar a Adam y Sally.