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No tuvieron que caminar demasiado para encontrar suficientes ramas con las que encender un buen fuego. Aunque el frío era intenso y la escarcha cubría buena parte del paisaje, la tierra estaba seca.
Muy pronto, el bloque de hielo estuvo rodeado de una respetable pila de ramas secas. Sally sacó su pequeño mechero.
—¿Por qué llevas siempre un mechero? —preguntó Cindy.
¿Acaso vas a empezar a fumar?
Sally hizo una mueca.
—Estoy segura de que todos recordaréis cuántas veces en las últimas cuatro semanas hemos necesitado un mechero. Fantasville es un pueblo imprevisible y si no fuese una pacifista convencida, llevaría un arma en el otro bolsillo.
Cindy sonrió.
—Tú eres tan pacífica como un león hambriento.
—¿Qué significa pacifista? —le preguntó Adam a Watch.
—Sally cuando está completamente inconsciente, —contestó Watch. —Enciende la pila de ramas, Sally, y luego échate hacia atrás. Adam, Cindy, vosotros también. Yo me encargaré del fuego.
Sally hizo funcionar el mechero. En mitad de las sombras abismales que proyectaban los enormes árboles que les rodeaban, la pequeña llama naranja brilló con viveza. Sally acercó el mechero a las ramas secas.
—¿Acaso temes que algo pueda pegar un salto desde el interior del bloque y agarrarnos? —preguntó Sally.
—No tiene sentido que nos arriesguemos todos, —contestó Watch.
Las llamas brotaron de la madera seca casi al instante. En pocos segundos formaron una hoguera chisporroteante. El humo oscuro se congregaba bajo las ramas cubiertas de escarcha. A medida que los copos blancos se iban derritiendo, grandes gotas de agua caían alrededor de los cuatro amigos. Pero el hielo se derretía mucho más lentamente. Adam, siguiendo el consejo de Watch, había retrocedido unos cuantos pasos. No obstante, podía ver perfectamente que la acción de las llamas apenas si alteraba el bloque. Se lo dijo a los demás.
—Tal y como sospechaba, —declaró Watch—. Este bloque no está formado por agua congelada. Tiene que tratarse de alguna otra sustancia, con un grado de congelación mucho más bajo. Alcánzame esos troncos, Cindy. Necesitamos un fuego mucho más potente si queremos conseguir algo antes de que anochezca.
De modo que Watch arrojó un par de troncos a la hoguera.
La madera tardó unos minutos en prender, pero muy pronto las llamas crepitaban junto al hielo. El humo continuó acumulándose bajo de las ramas, creando una nube negra que les hacía toser. Pero finalmente el bloque comenzó a fundirse.
El líquido resultante era de un azul apagado y fue formando un pequeño charco junto a Watch. El líquido despedía vapor, un vapor azul que fue mezclándose con el humo negro de la hoguera hasta componer un color fantasmagórico.
La superficie del bloque era cada vez más transparente. No había ninguna duda de que en el interior del hielo había algo. Una forma humana. Podría tratarse de un hombre. Un hombre muy frío.
—Watch, —dijo Adam suavemente—. Creo que deberías venir a sentarte con nosotros.
—Sí —dijo Sally—. No me gusta nada lo que veo.
Watch sacudió la cabeza.
—Hay que controlar el fuego, o este tipo se quemará.
—¿Es un tipo? —preguntó Cindy.
—Eso creo, —dijo Watch—. Y si se trata de una persona, tiene que estar muerta. No puede hacernos daño.
—Yo no me atrevería a hacer esa afirmación tan a la ligera en Fantasville, —le advirtió Sally.
El hielo, o lo que fuese, siguió derritiéndose. Una mano se hizo visible dentro del bloque, luego un brazo. Este último cayó pesadamente cuando el calor de las llamas penetró con más contundencia en el hielo. La carne expuesta brillaba bajo la luz anaranjada de la hoguera. Un momento después, los cuatro amigos contemplaban lo que, según todos los indicios, era un hombre. No estaba desnudo, llevaba algo parecido a un mono azul. Sin embargo, la piel mostraba una intensa palidez.
Naturalmente, se trataba de un cadáver, era lógico que estuviera pálido.
—¿Está vivo? —preguntó Sally.
—Este tío está congelado, —dijo Cindy—. No puede estar vivo. —Hizo una pausa—. ¿Está vivo?
Watch pellizcó el cuerpo.
—No creo. No se mueve, no respira y está demasiado frío.
—Yo de ti no le tocaría, —avisó Adam—. Tal vez no le haga gracia.
—A los muertos no hay nada que les haga o les deje de hacer gracia, —sentenció Cindy.
—Conozco a un par de muertos que difieren, —dijo Sally.
Pero estoy de acuerdo con Adam. No debes tocarle. Podrías coger alguna enfermedad.
Watch ignoró sus comentarios. Le cogió la palma de la mano y la estudió detenidamente.
—Increíble, —susurró.
—No tiene líneas en la mano. Los dedos no tienen huellas.
—¿Pero las huellas dactilares no se forman en el útero? —preguntó Adam.
—Sí —contestó Watch—. Pero no creo que esta criatura haya estado jamás en un útero.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó Cindy.
—Está diciendo que esta criatura nunca ha nacido, —le aclaró Sally ansiosa. —Y si es así, entonces es probable que nunca haya muerto. Watch, aléjate de ese cadáver ahora mismo. Me estás poniendo nerviosa.
Fue una lástima que Watch no siguiera el consejo de Sally. De haberlo hecho, quizá se habría salvado. Quizá los cuatro se habrían salvado. Pero en Fantasville pocos de los misterios que habían empezado con un "quizá" habían llegado a resolverse. Watch no quiso escucharla y se quedó junto al cadáver.
Al pellizcar Watch ligeramente la palma, la mano cobró vida.
Los dedos se movieron y se curvaron hasta adquirir la forma de una garra.
Watch soltó la mano y retrocedió espantado.
Pero el brazo del hombre helado era muy largo y se extendió hasta conseguir sujetar a Watch por el tobillo.
—¡Me ha cogido! —gritó Watch mientras trataba de liberarse—. ¡Socorro!
Los tres corrieron a ayudarle. Adam se arrodilló junto a Watch y trató de abrir los dedos que aferraban el tobillo de su amigo. Sin embargo los dedos parecían de mármol y no se movieron. La mano comenzó a arrastrar a Watch hacia el bloque de hielo.
Sally cogió un palo y comenzó a golpear la mano con él mientras Cindy le daba patadas. Pero el brazo siguió estirando de Watch.
—¡Coged una de las ramas que están ardiendo! —gritó Watch.
¡Quemadle la piel!
Fue una pena que todos se giraran al mismo tiempo para seguir el consejo de Watch, porque en ese mismo momento, cuando los tres estaban de espaldas al bloque de hielo, éste hizo explosión. Las partículas de hielo cayeron sobre ellos como escombros de una voladura. Por un momento, ninguno de ellos fue capaz de reaccionar.
Pero entonces vieron que el hombre de hielo estaba libre.
Se había puesto de pie y tenía cogido a Watch.
El hombre de hielo abrió los ojos y les miró fijamente.
Los ojos eran azules, completamente azules. No tenían pupilas ni pestañas. Brillaban con una luz extraña que les produjo un inquietante escalofrío en la espalda. La criatura rodeaba el cuello de Watch con uno de sus brazos helados, y estaba claro que no tenía ninguna intención de dejarle ir.
—Usad el fuego, —les pidió Watch con voz áspera y temblando de un modo incontrolable—. Tenéis que obligarle a que me suelte.
—Tal vez si le pidiéramos que te deje en libertad, —dijo Cindy—. ¡Eh, tú, Polo gigante, deja en paz a nuestro amigo!
Por toda respuesta, la criatura clavó su mirada en Cindy y la extraña luz azul que brotaba de sus ojos pareció envolverla por entero. Cindy dio un salto hacia atrás y lanzó un grito.
—¡Me está congelando! —exclamó.
A Adam se le acabó la paciencia. En la mano tenía una de las ramas que había cogido de la hoguera. Corrió hacia la criatura de hielo blandiendo la rama encendida en el aire.
La criatura se alejó de Cindy. Pero no aflojó la presión que ejercía sobre Watch, utilizándole ahora como escudo.
—¡Déjale ir o te quemaré! —gritó Adam—. ¡Sally! ¡Rodéale por detrás!
—De acuerdo, —dijo Sally, quien también llevaba en la mano una rama encendida.
Se separó de Adam y trató de acercarse a la criatura helada por la espalda. Pero los árboles eran demasiado grandes y sólo pudo acercarse a su flanco derecho. La cabeza del hombre helado iba de un lado a otro. Estaba claro que el fuego no le gustaba lo más mínimo.
Aunque parecía dispuesto a correr el riesgo, sosteniendo por el cuello a Watch con el brazo. Cada vez que Adam intentaba atacarle con la antorcha, la criatura se protegía parapetándose detrás de Watch.
—¿Qué puedo hacer? —le preguntó Adam a Watch.
—Tengo mucho frío, —gimoteó Watch, quien ya tenía los labios blancos como si se le estuviesen helando—. Trata de amenazar con la antorcha a alguno de sus compañeros.
—Yo me encargo de eso, —dijo Cindy. Cogió una rama especialmente grande y ardiente y la acercó a otro de los bloques de hielo. Sostuvo la improvisada antorcha cerca del hielo y le gritó a la criatura que retenía a Watch—. ¡Déjale ir o te juro que freiré a este tío!
Una vez más, la criatura concentró sus malvados ojos azules en Cindy. La luz azul pareció brincar hacia ella. Antes de que Cindy pudiese incluso alzar la antorcha para protegerse de ese rayo congelante, su brazo se quedó totalmente entumecido. Intentó hablar, pero sólo consiguió articular algunos sonidos ahogados. Adam se temía que, de no hacer algo de inmediato, Cindy se congelaría o se asfixiaría en pocos minutos. Así que, sin perder un segundo, y ante la imposibilidad de elaborar algún plan, lanzó la antorcha en llamas hacia la cabeza de aquella criatura de hielo. La antorcha aterrizó detrás del monstruo, obligándole a volverse y a apartar de Cindy su mirada polar. Pero esta vez no les dio tiempo a que se reagruparan.
La criatura acentuó la presión sobre el cuello de Watch y lo arrastró en dirección a los árboles. Antes de que ninguno de ellos pudiese reaccionar, el monstruo de hielo había desaparecido.
A través de las sombras del bosque, oyeron claramente los gritos de Watch. Luego, reinó el silencio. Un silencio sobrecogedor.
El hombre de hielo se había llevado a su amigo.