Capítulo 6
Sophie Durante.
Sophie se levantó cuando pronunciaron su nombre.
El juicio había tardado seis largos meses en empezar. Ella había sido liberada sin cargos la mañana después de la detención, pero su padre, Luka y Malvolio estaban acusados de varios delitos.
Los últimos seis meses había vivido con Bella y su madre porque, incluso desde prisión, Malvolio seguía controlando Bordo del Cielo y se había quedado con su casa para pagar al abogado de su padre.
Solo se le habían permitido unas cuantas visitas, cortas y vigiladas, pero ella hubiese preferido ver a Luka. Era horrible admitir eso, pero anhelaba verlo aunque solo fuese un momento. Además, ya no podía mirar a su padre a los ojos.
–Oirás muchas cosas durante el juicio –le había advertido Paulo–. Algunas son ciertas, pero la mayoría son mentiras.
Sophie sencillamente no sabía qué creer.
En su casa habían encontrado alhajas y joyas. «Recuerdos de sus víctimas», decía la policía. Sophie sabía que no habían estado en su casa cuando ella vivía allí, pero también sabía que su padre, aunque quizá no un asesino, tampoco era enteramente inocente y eso le dolía en el alma.
–Malvolio me enviaba para advertir a la gente, pero eso no significa que les hiciera daño –intentó explicarle Paulo.
–Pero ibas –replicó Sophie–. Los asustabas con tus advertencias. ¿Por qué obedecías a Malvolio, padre?
–Sophie, por favor…
–No, tú decidiste obedecer sus órdenes y, por favor, no digas que lo hacías por mí. Nunca hemos tenido dinero, nunca hemos tenido nada.
–Pero tienes a Luka.
Sophie soltó una carcajada incrédula.
–No me digas que aceptabas por eso. Habría tenido a Luka con o sin tu ayuda.
Estaba convencida de eso. O casi. En realidad, estaba deseando que terminase el juicio para irse con él a Londres y hacer realidad todos sus sueños.
Pero sabía que tenía que perdonar a su padre y ponerse de su lado porque era su única familia.
–Después del juicio podrás irte de Bordo del Cielo y empezar otra vez.
–No voy a dejar a tu madre.
–¡Mi madre lleva muerta diecisiete años! Padre, me voy a Londres con Luka. Necesito irme de aquí, alejarme de toda la gente que me ha juzgado –Sophie se pasó la lengua por los labios, nerviosa–. Tú también escucharás cosas sobre mí en el juicio. Cosas que no te gustarán. Esa tarde, antes de la redada, Luka y yo… estuvimos juntos.
–Luka y tú estabais comprometidos. No tienes nada de lo que avergonzarte. Entra en la sala y da tu testimonio con la cabeza bien alta.
Cuando se llevaron a su padre de vuelta a la celda, Sophie preguntó, como hacía siempre, si podía ver a Luka.
Él no tenía a nadie. Su madre había muerto años antes y su padre también estaba en la cárcel. Pero, de nuevo, le dijeron que no estaba autorizado a recibir visitas y, además, descubrió que estaba en una celda de castigo.
–¿Malvolio también? –preguntó–. No, claro que no –respondió a su propia pregunta.
Luka no era un riesgo. Luka no contaminaría el juicio, eso lo haría Malvolio.
–Él da las órdenes incluso aquí –murmuró cuando salía de la cárcel, la víspera del juicio.
El café de Teresa estaba cerrado y la gente del pueblo no le dirigía la palabra. Si no fuese por Bella y su madre no tendría ningún sitio al que ir.
Y si no fuese por Luka, ni siquiera estaría allí, le dijo una vocecita.
Estaba tan furiosa con su padre que sentía la tentación de marcharse y abandonarlo a su suerte después de lo que había hecho.
Pero Luka…
Él era la razón por la que seguía allí.
Sophie se detuvo en la joyería del pueblo para hablar con Giovanni, que estaba colocando una bandeja de joyas en el escaparate.
–¿Sabes algo? –seguía esperando que alguien hubiese encontrado su pendiente y se lo hubiera entregado a él.
Giovanni negó con la cabeza y desapareció en el interior de la tienda. Nadie quería ser visto hablando con ella.
Suspirando, miró las joyas del escaparate. Había un enorme diamante de corte esmeralda sobre una banda de oro rosado y no pudo evitar dejarse llevar por la imaginación. Quería ese anillo en su dedo. O, más bien, quería el compromiso que nunca había tenido lugar.
Volvió a casa de Bella saboreando el aire salado y pensando en Luka solo y encerrado en una solitaria celda.
No tenía a nadie.
Bueno, la tenía a ella, pero no podía hacérselo saber. Solo podía hacer lo que su padre le había pedido e ir al juicio con la cabeza bien alta. No se avergonzaría de lo que había ocurrido en su casa esa tarde.
Solo estaba allí por él.
Sophie intentó ser fuerte.
Aquel día iba a declarar y, aunque temía que examinasen los detalles morbosos de esa tarde, aunque estaba asustada por su padre, lo que la mantenía en pie era que ese día vería a Luka.
Y así fue.
Subió al estrado y, por fin, lo vio. Los ojos de color azul marino se clavaron en los suyos. Estaba más delgado, más fibroso. La cicatriz sobre el ojo debía de haber recibido poca atención médica porque había curado mal e incluso desde el estrado podía ver que estaba hinchada. Sophie notaba la furia que había bajo esa fachada de calma, aunque no iba dirigida a ella, a quien miraba con expresión amable.
Esperó con angustia las preguntas y dejó escapar un suspiro de alivio cuando el juez pasó por encima de los momentos más embarazosos.
–¿Sabía que Teresa estaba disgustada con usted el día que entró en la panadería?
–¿Conmigo?
–Le preguntó a su padre por qué estaba disgustada.
–No, solo lo mencioné de pasada cuando llegué a casa –Sophie tragó saliva, sintiendo que le ardía la cara–. Pensé que tenía algo que ver con mi próximo compromiso, que como Malvolio iba a ser mi suegro…
–Responda a la pregunta.
Sophie frunció el ceño, como hizo en varias ocasiones durante el largo interrogatorio. Malvolio y Luka tenían el mismo abogado, su padre uno diferente, pero ni siquiera él hacía las preguntas pertinentes.
–Los «recuerdos» que la policía dice que encontraron en mi casa… –empezó a decir, refiriéndose a las alhajas y joyas pertenecientes a personas fallecidas. Quería explicar que nunca habían estado en su casa, que ella lo hubiera sabido de ser así.
–Seguiremos con eso más tarde –dijo el abogado de su padre. Pero no lo hizo.
Sophie bajó del estrado después de declarar y pudo quedarse mientras los acusados eran interrogados.
Malvolio subió al estrado como un pecador, pero las preguntas eran tan suaves y tan preparadas para beneficiarlo que bajó como un santo e incluso se alejó acompañado de los guardias con una arrogante sonrisa.
Se quedó atónita cuando su padre subió al estrado. Parecía débil, desconcertado y su abogado parecía dispuesto a confundirlo, pero cuando iba a levantarse Bella tiró de su brazo.
–Calla o te pedirán que te marches.
–Pero esto no es justo –protestó Sophie.
Nada de aquello era justo.
Sí, admitió su padre, una segunda visita suya significaba que habría problemas si no pagaban.
Una tercera visita era la última advertencia.
–No tenía más remedio que hacer lo que Malvolio me pedía.
Era, Sophie lo sabía, una pobre defensa.
Y entonces llegó el turno de Luka.
Con traje oscuro y corbata, pálido después de tantos meses encerrado, apartó el brazo del policía que lo llevaba al estrado, aún desafiante.
No mentiría para salvar a su padre. No quería saber nada de la vida de su padre y había decidido contar la verdad.
La verdad no podía hacerle daño. O eso pensaba.
Saludó con la cabeza a su amigo Matteo, que había ido todos los días para apoyarlo, y luego miró a Sophie, intentando decirle con los ojos que lo tenía todo controlado.
Pero diez minutos después de empezar su testimonio empezó a ver el juego de su padre.
–¿Su preocupación por las actividades de Paulo Durante tuvieron algo que ver con su decisión de romper el compromiso con su hija?
Hubo una exclamación en la sala y Sophie tragó saliva mientras Bella apretaba su mano.
–Sophie y yo habíamos decidido seguir viéndonos –respondió Luka con voz serena.
–Volveremos a eso, pero antes debe responder a la pregunta. ¿Le preocupaban las actividades de Paulo Durante?
–Nunca había pensado mucho en las actividades del señor Durante –respondió Luka, aunque su tono no era tan sereno en ese momento.
–¿Sophie Durante le comentó que le preocupaban las actividades de su padre?
Luka palideció aún más. Había jurado decir la verdad, pero no podía dejar que las palabras de Sophie fuesen la razón por la que encerrasen a su padre.
–No, no lo hizo –por ella, Luka mintió bajo juramento.
–¿De qué hablaron aquel día?
–No lo recuerdo.
–¿Porque estaban muy ocupados en el dormitorio? –su abogado estaba trabajando para Malvolio, Luka lo entendió de inmediato. Estaba intentando exculpar a su padre y culpar a Paulo–. Estoy confundido –siguió el abogado–. La tarde en cuestión usted le dijo a su padre que pensaba romper con Sophie Durante, ¿no es así?
–Sí –respondió Luka–. Pero luego…
–El señor Cavaliere estaba disgustado –lo interrumpió el abogado–. De hecho, se pelearon cuando usted habló mal de la mujer que él había elegido para usted. Le dijo que no quería casarse con una vulgar campesina elegida por él, ¿no es así?
Sophie cerró los ojos cuando Luka se vio forzado a admitir que así era.
–Estaba intentando separarme de mi padre y… –el abogado no le dejó terminar.
–Le dijo a su padre que prefería mujeres más sofisticadas. ¿Ahora entiende la razón para mi desconcierto? Sophie Durante fue a su casa…
–Mi padre la hizo llamar para poder retirar los «recuerdos» de la casa de Paulo –lo interrumpió Luka.
Durante esos seis meses de encierro, dos de ellos en solitario, había tenido mucho tiempo para pensar. Malvolio había recibido el soplo sobre la redada y quería retirar los «recuerdos» de su casa y la de Paulo.
Pero nadie quería escuchar la verdad.
–Sophie Durante supo que estaba a punto de renegar de su promesa de casarse con ella y fue a su casa el domingo por la tarde para disuadirlo. Terminaron en la cama… o más bien manteniendo una relación sexual en la cocina.
–No.
–¿Está diciendo que no pasó nada en la cocina?
–Como he dicho, mi padre y yo tuvimos una pelea. Sophie estaba limpiándome una herida sobre el ojo…
–Ah, ya veo, sangraba tan profusamente que ella no tuvo más remedio que quitarse la ropa para cortar la hemorragia.
Sophie sintió que le ardía la cara de rabia, humillada por las risotadas de la gente.
–Mi padre había llamado a Sophie antes de que yo le dijera que no quería comprometerme. Quería que saliera de su casa para poder llevarse…
–¿La señorita Durante temía que su padre formase parte de alguna actividad delictiva? ¿Le contó que quería alejarse de él?
Luka sintió un sudor frío corriendo por su nuca. El abogado estaba utilizándolo para desacreditar a Paulo y, si respondía que sí, podría enviarlo a la cárcel para siempre.
–No.
–Le recuerdo que está bajo juramento –dijo el abogado.
–No me dijo eso –Luka decidió que las cosas que Sophie le había contado en la cama no tenían por qué aparecer en el juicio.
–Pero usted le dijo a su padre que no pensaba seguir adelante con el compromiso.
–Sí.
–Y le dijo lo mismo a Sophie Durante, ¿sí o no?
–Sí.
–Señor Cavaliere –el abogado era un asesino sonriente–. ¿Cómo espera que creamos que no hubo conversación…?
–Estábamos haciendo otras cosas.
–¿Después de romper con ella?
–Sí.
–¿No hablaron sobre su padre?
–En realidad, hablamos muy poco.
–No tiene sentido.
El abogado estaba a punto de lanzarse de nuevo, pero Luka se volvió hacia el juez.
–Creo que la señorita Durante intentó seducirme para que cambiase de opinión y yo acepté lo que me ofrecía –miró hacia el jurado y luego de nuevo al juez–. ¿Se me juzga por mi libido?
Las risas en la sala dieron por finalizado su testimonio, pero cuando Luka bajó del estrado Sophie no lo miró.
Luka sabía que podría haber salvado a su padre de ser condenado por las palabras de su hija.
Pero eso podría haberlos matado a los dos.