Capítulo 12
Sophie no quería que su padre saliera de la cárcel.
Debía de ser la peor hija del mundo porque a mediodía, cuando aún no sabían nada, cuando el juez aún no había dado su veredicto, esperó que la petición fuese denegada para irse del apartamento y alejarse de Luka sin decir una sola palabra.
Pero por la tarde recibió un mensaje de texto:
La petición de libertad ha sido aprobada. El veredicto no se ha hecho público por razones de seguridad, pero tu padre estará pronto contigo.
Sophie se preguntaba qué clase de pesadilla hubiera sido conseguir la libertad de su padre sin la bien engrasada máquina de Luka Cavaliere.
Mientras los periodistas aún esperaban en las puertas del Juzgado, Paulo ya estaba descansando en el apartamento.
–Pensé que Luka estaría aquí.
–Está en el Juzgado –dijo Sophie–. Ha estado informándome desde allí.
–Es un sitio precioso –dijo su padre, mirando el apartamento desde su sillón–. Y tiene un balcón. Me gustaría respirar un poco de aire fresco.
–También hay una terraza arriba.
–No podría subir por la escalera.
–No hace falta, hay un ascensor –la voz de Luka hizo que diera un respingo.
–¡Luka! –su padre intentó levantarse y Sophie lo ayudó–. Gracias por todo lo que has hecho. Sé que has sido tú quien ha logrado que me dejaran salir.
–Tonterías –murmuró Luka–. El juez tenía razón, en el juicio hubo muchos errores y mereces ser libre.
–¿Tú sabías que Luka estaba detrás de todo esto? –preguntó Sophie.
–Sí, claro. No es fácil que revisen una sentencia y sabía que él tenía algo que ver.
–¿Padre? –Sophie frunció el ceño porque Paulo parecía más centrado que en las últimas semanas–. ¿Estabas fingiendo la confusión?
–A veces –respondió él con una sonrisa.
Luka había abierto una botella del mejor vino y Sophie había hecho su pasta favorita, que Paulo comió con apetito.
–Sabe a casa –murmuró su padre.
–No sé si deberías beber. Estás tomando mucha medicación.
–Eres digna hija de tu madre. Acabo de salir de la cárcel, Sophie.
–Aun así…
–Te preocupas demasiado.
–Alguien tiene que hacerlo.
Sophie se había mudado a Roma para estar cerca de su padre, aparcando sus sueños de trabajar en un crucero.
¿Para siempre?
¿Y qué importaba ya? El pasado había muerto.
Solo tenían el presente y Luka sabía que la charada no podía durar mucho tiempo.
–¿Qué planes tienes para mi hija? –preguntó Paulo entonces.
–Hace tiempo descubrí que era absurdo hacer planes por Sophie –respondió Luka–. Ella toma sus propias decisiones.
Ella torció el gesto.
–Me gustaría hacer una fiesta –anunció Paulo entonces–. Nunca hemos celebrado vuestro compromiso.
–No hace falta –intervino Sophie.
–Me gustaría celebrarlo –insistió Paulo–. Una fiesta pequeña, con poca gente…
Entonces empezó a toser y Sophie lo llevó abajo, dejando a Luka en la terraza.
–Por favor, Sophie –le pidió su padre mientras lo ayudaba a meterse en la cama–. Quiero una noche que puedas recordar.
Ella no necesitaba una fiesta para recordar ese momento, pensó mientras salía de la habitación.
–Está dormido –dijo al ver a Luka en el pasillo.
–Qué afortunado –fue la respuesta irónica de Luka–. Yo debería dormir en otra de las habitaciones de invitados…
Cualquier esperanza de hacerlo se esfumó cuando la puerta de la habitación de Paulo se abrió de repente.
–¿Podrías traerme el vino?
–¡Padre!
–¿Y podrías decirme cómo funciona la radio? Me gusta dormirme con música.
Mientras Sophie volvía a la terraza, Paulo se volvió hacia Luka.
–¿Dónde dormís vosotros? Solo por si necesito a Sophie por la noche. No pienso entrar, claro.
–Ella duerme en esa habitación –respondió Luka–. Yo duermo en el dormitorio principal.
–Por favor –Paulo estaba riendo cuando Sophie reapareció–. Tu prometido intenta hacerme creer que dormís en habitaciones separadas. Venga, no soy tan antiguo como para que tengáis que fingir.
–Genial –murmuró Luka cuando por fin cerró la puerta.
–Ya te dije que tendríamos que dormir juntos.
–Pero no había imaginado que sería un infierno.
Sophie fue al cuarto de baño para ponerse el camisón y respiró profundamente antes de salir. Luka estaba desnudándose mientras ella se metía en la cama.
–Mi padre quiere una fiesta.
–Pues la tendrá. Llamaré a Matteo y le diré que venga.
–Pero él podría contarle que no estamos juntos.
–¿Por qué iba a hacer eso? Matteo es un buen amigo y sabe que todo esto es mentira. Le llamaré ahora mismo.
–Pero si son casi las doce.
–Y parece que esta noche va a ser muy aburrida.
–¿No puedes estar una hora sin recordarme que tienes una vida sexual muy activa?
–¿Por qué te molesta tanto?
Ella no respondió y Luka, riendo, llamó a Matteo.
–Vamos a organizar una pequeña fiesta para Paulo –le contó–. ¿Puedes venir a Roma? Claro, ven con quien quieras.
Unos minutos después cortó la comunicación.
–Solo puede venir mañana porque al día siguiente debe irse a Dubái. ¿Algún problema?
–No, claro que no.
–Ah, y vendrá con su novia.
Sophie decidió no llamar a Bella para no darle el disgusto de ver a Matteo con otra mujer.
–Será algo muy sencillo –murmuró, pensando como siempre en el dinero–. Compraré algo que le guste…
–Llama a una empresa de catering –la interrumpió Luka–. Lo de hoy ha sido una excepción. Entiendo que has querido darle un poco de sabor de hogar esta noche, pero si fueras mi prometida de verdad no tendrías que haber pasado todo el día en la cocina cuando algunos de los mejores restaurantes de la ciudad están al otro lado de la calle. Llama a alguien para que decore la terraza y organice la música… ah, perdona, olvidaba que eres organizadora de eventos.
–Sí, bueno…
–¿Ya te está volviendo loca? –le preguntó Luka–. ¿Estás empezando a recordar por qué querías marcharte de Bordo del Cielo?
–Un poco –admitió ella–. Estoy cansada de oírle decir cuánto me parezco a mi madre.
Se quedaron en la cama en una situación imposiblemente incómoda, al menos para Sophie. Luka parecía tan tranquilo, pero entonces metió una mano bajo la sábana y se dio cuenta de que estaba «recolocándose» bajo el calzoncillo.
–Tengo una erección –Luka sonrió al ver su expresión sorprendida–. No te preocupes, no voy a acercarme.
–Estás de muy buen humor.
–Pensé que sería un infierno, pero la verdad es que estoy pasándolo bien. Me encanta verte tan nerviosa porque no puedes hacer nada.
Entonces hizo algo muy cruel.
Le dio un beso en la punta de su nariz y dos minutos después estaba dormido.