Capítulo 5

 

Así que esto es lo que se siente –murmuró Sophie.

–Normalmente no.

Estaban tumbados en la cama, mirando el sol que se escondía tras el horizonte, la cabeza de Sophie sobre el torso de Luka mientras observaban por la ventana el paso de un crucero por la bahía.

–¿Normalmente no?

–Normalmente siento como un nudo aquí –tomó su mano para ponerla sobre su corazón–. Justo ahí.

–¿Por qué?

–No lo sé –admitió él–. ¿A ti te pasa?

–No, yo no me siento incómoda ni rara –respondió Sophie, intentando imaginar un momento en el que el hombre a su lado no fuese Luka.

Pero no era capaz. Era como si estuviera escrito en su ADN que aquel momento le pertenecía a él y solo a él.

–¿De verdad quieres trabajar en uno de esos barcos? –le preguntó Luka entonces.

–No, en realidad me gustaría ser una pasajera –Sophie sonrió–. Pero, por ahora, trabajar en uno de ellos sería maravilloso.

–¿Y qué diría tu padre?

–¿Qué dirá mi padre? –lo corrigió ella porque iba a pasar, estaba decidida–. No sé cómo va a reaccionar. Imagino que entenderá que quiera irme de aquí después de que tú me hayas dejado –reía, clavando un dedo en sus costillas, pero luego se puso seria–. No sé qué dirá mi padre, pero he tomado una decisión. No quiero quedarme en Bordo del Cielo, Luka. Hay tantas cosas en el pasado…

Eran iguales, pensó él.

–Creo que mi padre está haciendo algo malo –admitió Sophie–. Le quiero, pero necesito alejarme de él. No quiero saber nada de ese tipo de vida.

Durante los últimos años, Luka había empezado a cuestionar cómo funcionaban las cosas en el pueblo. Le habían abierto los ojos en la universidad en cuanto a su padre y desde entonces decidió alejarse.

Sophie había abierto los ojos estando allí, pensó.

O estaba empezando a hacerlo.

–Mi padre no trabaja, está en el bar casi todo el día y la noche. ¿Qué son esas reuniones a las que dice que va? –siguió ella.

–Ven a Londres conmigo –dijo Luka.

–¿Contigo?

–Podrías solicitar un puesto en un crucero. Yo podría ayudarte. Soy socio de un pequeño hotel y podrías trabajar allí hasta que consigas el trabajo de tus sueños.

Sophie se quedó pensativa. No le sorprendía que Luka fuese socio de un hotel. Malvolio se habría encargado de que no le faltase de nada.

–Tengo un apartamento –siguió Luka–. Podrías alojarte conmigo durante un tiempo.

–¿En tu apartamento? –Sophie parpadeó–. No sé si sería buena idea.

–¿Por qué no?

–He aceptado que esto solo va a pasar una vez, pero no quiero estar allí si llevas a otra mujer… –enfadada cuando él soltó una carcajada, saltó de la cama–. Voy a ducharme y luego tengo que ir a la iglesia… –interrumpió la frase al ver en las sábanas la prueba de lo que acababa de ocurrir.

–Yo me encargo –dijo Luka–. Ve a ducharte…

Sophie lo hizo, pensando en lo que él había sugerido y en su enfadada respuesta.

Era verdad, pero tenía que contener sus celos al imaginarlo con otra mujer. Había aceptado romper el compromiso, y en cierto modo estaba contenta y aliviada…

Pero eso había sido antes de hacer el amor.

¿Cómo podía una sola vez ser suficiente?

Luka la había hecho suya, dejándola exhausta y saciada… y al recordarlo se encendió de nuevo. Mientras enjabonaba sus pechos vio el moratón que le había hecho con los labios y notó su sexo hinchado mientras limpiaba los últimos restos de él.

Salió del baño envuelta en una toalla y vio a Luka desnudo, cambiando las sábanas. Era alto y fibroso, los músculos de sus poderosos muslos marcados mientras se inclinaba para extender la sábana. Su miembro se levantó un poco con el movimiento y Sophie deseó volver a la cama con él.

–¿Es la primera vez que haces una cama? –bromeó.

–Es la primera que he hecho en Bordo del Cielo –respondió Luka, preguntándose si lo que él podía ofrecerle sería suficiente. Sophie lo creía rico y en Londres no lo era.

Aún.

–Tengo un pequeño apartamento en Londres…

Se lo explicaría todo más tarde, pensó. Le contaría que estaba decidido a apartarse de su padre porque él era un hombre honrado, pero no iba a hacerlo en ese momento. Aquel día lo importante eran ellos y la posibilidad de un futuro lejos de Bordo del Cielo.

–Lo que has dicho antes de ver a otras mujeres en Londres… yo no te haría eso. E imagino que si vivieras conmigo tú no verías a nadie más.

–No sé dónde quieres llegar.

–Estoy diciendo que no quiero que todo termine entre nosotros. Tal vez no quiera un compromiso o un matrimonio por el momento, pero podemos salir juntos –le explicó Luka–. Una vez en Londres, podremos conocernos alejados de nuestras familias y de todo esto. Podremos hacer las cosas a nuestra manera, sin presiones ni expectativas.

Luka no solo estaba ofreciéndole una forma de salir de Bordo del Cielo, sino de estar con él.

–¿Y podría solicitar un puesto en alguna línea de cruceros si saliéramos juntos?

–Sophie, mañana cumples diecinueve años… pues claro que puedes hacer lo que más te guste –Luka le tiró una sábana–. Pero, por el momento, puedes ayudarme a hacer la cama.

–¿Algo huele mejor que una sábana secada al sol? –bromeó ella mientras lo ayudaba.

–Una cosa –respondió Luka, tirando de ella para besarla–. Tú.

No quería que el beso terminase nunca, pero fue Luka quien lo interrumpió. El cielo se había vuelto de color naranja y a lo lejos podía oír la campana de la iglesia. No tenía intención de ir, pero sabía que Sophie sí lo haría.

–Has dicho que tenías que ir a la iglesia.

–En un momento.

–Llegarás tarde.

–Siempre llego tarde.

–Cuando estemos en Londres podremos pasar el día entero… –no terminó la frase. La toalla estaba deslizándose y Sophie la dejó caer al suelo.

–Quiero besarte ahí –dijo ella inclinando la cabeza. Y Luka no le recordó que tenía que estar en otro sitio.

Sophie besó su estómago, deslizando los labios hasta la tentadora erección. Él sujetó la base mientras ella lo rozaba con la lengua y luego apartó la mano para dejarla hacer lo que quisiera con él.

Irían juntos a Londres y allí conocerían sus cuerpos centímetro a centímetro. El mundo era suyo.

–¿Así? –susurró Sophie y luego abrió los labios para meterlo en su boca.

–Así –asintió Luka. Él preferiría dar más que recibir, pero la dejó hacer. Agarró su pelo y tiró de él hacia atrás–. Hasta el fondo…

Y ella lo hizo, tomando todo lo que podía mientras acariciaba el glande con la lengua. Le encantaban los pequeños tirones de pelo mientras lo hacía…

–¿Ahora? –susurró, levantando la cabeza–. ¿Ahora es buen momento para conseguir lo que quiera?

–¿Por qué demonios te habré dicho eso? –Luka sonrió–. ¿Qué es lo que quieres?

–¿Bella puede venir también? Solo hasta que encontremos trabajo.

–Sophie… –Luka intentaba encontrar una razón para decirle que no, pero qué demonios, sabía que Bella y Sophie eran amigas desde niñas y tal vez sería más fácil para ella acostumbrarse a vivir en Londres–. Bella también puede venir, pero ahora vuelve a lo tuyo.

Riendo, Sophie apretó sus duras nalgas y lo que ocurrió tras la oscura cortina de su pelo era… una cata privada. Le encantaba su pasión, cómo le decía exactamente lo que quería. Notó que se hinchaba en su garganta y lo acarició con la lengua, más encendida de lo que hubiera creído posible… hasta que Luka no pudo aguantar más y terminó en sus labios y su pelo.

–Esta noche… –Luka la levantó, jadeando–. Esta noche hablaré con tu padre.

Pero la vio tan arrebatada y dispuesta que la empujó sobre el colchón y se puso de rodillas ante ella. Solo aguantaría un minuto y lo sabía. Casi estaba allí, húmeda e hinchada, el clítoris erecto y… que Dios lo ayudase, no quería salir nunca de esa cama.

Sophie lo miraba, sorprendida, anhelando la presión de sus labios para liberarse. Era un momento de pura felicidad, donde el futuro era algo brillante y maravilloso, donde los sueños se hacían realidad… pero entonces un ruido la asustó.

Ruido de pasos por la escalera.

Muchos.

Su primer pensamiento fue que Malvolio había vuelto a casa, pero era demasiado ruido para ser solo una persona. Y entonces escucharon gritos… la policía informando que era una redada.

Tiraron la puerta de una patada y Luka la cubrió con la sábana y se colocó sobre ella cuando unas voces secas le ordenaron que no se moviera.

Sophie cerró los ojos, aterrada, cuando levantaron a Luka del suelo y le esposaron.

–No te muevas –le advirtió él–. Tranquila, no pasará nada.

Les gritó que la dejaran vestirse, pero lo único que le dieron fue una de las camisas de Luka.

–¿No has ido a la iglesia esta tarde? –el sarcasmo de uno de los policías hizo que Sophie se ruborizase mientras intentaba taparse como podía.

–No digas nada –le aconsejó Luka–. ¿Por qué la esposan a ella?

–No sé qué está pasando… –Sophie lo miró y en ese momento lo entendió todo.

Aquello tenía que ver con sus padres.

–No digas nada –insistió Luka–. Voy a llamar a un abogado.

Todo había sido perfecto y, de repente, estaban en medio de una pesadilla. Se llevaron a Sophie sin ceremonias, con todo el pueblo mirando desde el otro lado de la carretera. Era humillante. Lo único bueno, Bella gritándole que iba a buscar algo de ropa para ella.

No hubo tiempo para darle las gracias. Un policía empujó su cabeza para meterla en el coche patrulla.

Putana –escuchó murmullos, algunos incluso en voz alta. La gente con la que había crecido le había dado la espalda en una noche y pronto entendería por qué.

–Sugiero que no acepte el consejo de su novio y nos lo cuente todo –le dijo un policía.

Sophie no dijo nada. Confiaba en que Luka arreglase aquella situación porque sabía que no había hecho nada malo. Apoyó la cara en la ventanilla y levantó una mano para tocar uno de los pendientes de su madre, pero cuando buscó el otro…

Había desaparecido.

–Mi pendiente… –empezó a decir. Tenía que estar en el dormitorio, o tal vez se le había caído en el camino cuando la policía la sacó de la casa.

Miró hacia el suelo del coche, preguntándose si lo habría perdido cuando la metieron a empujones.

–¿Dónde está tu padre? –le preguntaron, pero Sophie se negó a responder.

–Ahí está el padre de Luka –dijo un oficial, y Sophie empezó a respirar con dificultad al ver a Malvolio saliendo del hotel con la policía–. Me pregunto dónde estará Paulo. Vamos a dar una vuelta –se dirigían hacia una calle pequeña, la misma que Sophie había recorrido unas horas antes para comprar el pan, en ese momento llena de ambulancias y coches de bomberos. La panadería estaba en llamas.

–Has estado aquí esta tarde, ¿no? –le preguntó el policía.

–Sí.

–Tu padre fue a visitarlos esta mañana. Por tercera vez.

Aquel, Sophie lo sabía, era el momento de empezar a hablar.