Dejar de refunfuñar nos permite fijarnos en lo que ya tenemos, y en lo que queremos en nuestra vida en lugar de en lo que no queremos. Eso nos permite detectar en nuestra jornada lo que puede hacernos felices y valorar aquello que apreciamos.

Yo creo profundamente que aquello a lo que dedicamos nuestra atención ocupa más espacio en nuestra vida y se convierte en nuestra realidad, en nuestra cotidianidad, en nuestra vida.

Si queréis ser profundamente felices, debéis aportar felicidad a las experiencias de vuestra vida en lugar de intentar obtener felicidad de esas mismas experiencias.22 Este es un cambio de punto de vista fascinante, ¿no?

Dedicad tiempo a releer esta frase que puede cambiaros la vida. A menudo, cuando nos quejamos, es porque estamos decepcionados porque nuestras experiencias no nos han aportado suficiente felicidad. Pero de hecho, nos corresponde a nosotros aportar felicidad a la experiencia y no lo contrario.

Nos corresponde a nosotros cultivar nuestra felicidad en el presente, ya que nuestra felicidad está en nosotros, no en nuestro futuro ni en los azares de la vida.

Es vano que busquemos nuestra felicidad lejos,
si nos olvidamos de cultivarla en nosotros mismos.

Jean-Jacques Rousseau,
Lettres sur la vertu et le bonheur, obra
y correspondencia inéditas

Cuando dejamos de refunfuñar, dejamos espacio a la felicidad. Suprimiendo las quejas de nuestras conversaciones, liberamos energía, generamos vida, espacios en blanco (a veces incómodos al principio) y a partir de ahí podemos empezar a notar todas esas pequeñas cosas que anteriormente podían pasar inadvertidas. Podemos plantar poco a poco las semillas de nuestra felicidad.

Todas esas pequeñas cosas agradables de nuestra cotidianidad, que antes dábamos por sentadas, ocupan a partir de ahora más espacio en nuestra vida. Podemos impregnarnos de ellas y vivirlas plenamente. Así empezamos a valorar el gusto de nuestro té, ese árbol que florece frente a la ventana, ese aire fresco que es tan agradable respirar, nuestro hijo que nos hace una carantoña, nuestro cónyuge que ha vuelto un poco antes para cenar, una amiga que nos telefonea para contarnos novedades, los artistas que nos hacen bailar con su música, los autores que nos inspiran con sus libros, las carcajadas durante la cena que estamos compartiendo, nuestro trabajo que nos permite realizarnos…

Con este desafío quise crear más espacio para la valoración en mi vida. He querido saborearla plenamente y dejar de dedicar toda la atención a lo que no va bien. Quise ampliar mi gratitud por la vida que me toca vivir.

RECORDATORIO

Sed el cambio que deseáis ver en este mundo. Gandhi

  • Empezad por poneros un brazalete en la muñeca para recordar que os comprometéis en este desafío.
  • Cada vez que os sorprendáis quejándoos en voz alta, pasad el brazalete al otro lado (no os preocupéis si los primeros días os lo cambiáis varias veces de muñeca), cuando cambiéis el brazalete de lado vuelve a empezar de cero la cuenta de los veintiún días (¡pues sí!).
  • Comunicad vuestras frustraciones o vuestras necesidades, sin juicios y sin quejas (véase pág. 76).
  • Dedicad tiempo a identificar en cuál de las cuatro fases del desafío creéis estar.
  • No olvidéis sustituir vuestras quejas por valoraciones e intercambiar con los demás vuestra gratitud hacia la vida.

¡Deja de refunfuñar!
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