Ahora, intento cambiar mi visión de las cosas encendiendo el buen radar. Eventualmente mi vida sigue llena de «cómo, otra vez», «naturalmente», «estaba segura» Pero ya no se parecen en nada.

Después de haber pasado veintiún días consecutivos sin refunfuñar, se me puede oír decir regularmente:

  • Yo tengo suerte, mis hijos reclaman menos mi atención. Debo ser una buena referencia para ellos. Les hago bien. ¡Voy a hacer todo lo posible para que esto dure!
  • ¡Evidentemente tengo muchas cosas que hacer, me he creado ocupaciones para estar activa, es lógico!
  • ¡Estaba segura de que pasaríamos una velada agradable juntos!
  • Estaba segura de que podría encontrar tiempo para hacer deporte esta semana.

¿Y si apagarais el radar que ilumina vuestras quejas, vuestros obstáculos, vuestra contrariedades, y en cambio intentarais encender vuestro radar que enfoca lo bonito, lo bueno, lo agradable, lo posible? El radar de la valoración, el radar del agradecimiento.

Esta es la ley esencial; el pensamiento creado, la palabra creada.

Marcelle Auclair, Le livre du bonheur, Seuil, 2003

Yo he descubierto personalmente que aportar valoración al primer plano de mi vida mientras suprimía las quejas era muy adecuado. Creo, en efecto, que cuando queremos suprimir una costumbre en la vida es importante sustituirla por otra que nos convenga más. A nuestra conciencia no le gusta el vacío, y si nos contentamos con suprimir las quejas, seguro que ella llenará este vacío. ¡Remplazad vuestras quejas por agradecimientos!

Para ayudarnos a adoptar la costumbre de encender el radar de la valoración, yo he optado por crear un ritual familiar. Todas las tardes, reunidos alrededor de la mesa para cenar, dedicamos un rato a celebrar las cosas buenas que hemos vivido ese día. Los niños quieren celebrar sus momentos de ocio, y sobre todo la alegría de tener amigos con quienes pueden contar, nosotros, los padres, celebramos esa reunión eficaz o el placer de haber avanzado en nuestros proyectos, ese chiste que nos ha explicado un colega o el lado divertido de la vida, el nuevo contrato que hemos firmado o la satisfacción de haber contribuido a ello.

Es un ritual establecido desde hace varios meses, aunque no todo el mundo está obligado a participar (¡uno puede sentirse incómodo y raro celebrando algo, sobre todo al principio!). Finalmente, señalo que ahora todo el mundo disfruta de ello, incluido mi marido. A nuestra hija pequeña de cuatro años le gusta mucho ese ritual, y si nos olvidamos, nos llama al orden diciendo: «¡Mamá, mamá, yo tengo una cosa que celebrar!».

Dejar de refunfuñar y empezar a celebrar es optar por creer que la vida es bella y que está ahí para nosotros. Einstein dijo un día que la pregunta más importante que nos podemos plantear es: «¿La vida es amiga nuestra?». Sí, la vida está llena de complicaciones, de guerras y de atrocidades, y muy a menudo en los medios de comunicación encienden el radar que activa la alarma y nos muestran los peligros y los horrores de la vida. Y no obstante, cuando escuchamos a los sabios de todos los tiempos (Buda, Gandhi, Madre Teresa…), ellos nos transmiten mensajes de esperanza, de paz y de la belleza de la vida. Al escoger entre los medios de comunicación y los sabios, yo escojo escuchar a los sabios porque su mensaje hace que surja lo mejor de mí misma y me invita a no ir contra la vida. Ellos me invitan a no juzgar el pasado, que yo no puedo cambiar, y a hacer lo posible para contribuir al futuro. Ellos me dan esperanza y tengo ganas de creerles. Pienso que su mensaje es portador de paz, de perdón y de beneficios.

Así, con este desafío, yo querría invitaros a vosotros también a decir, hablar, comunicar sobre todas las cosas que tenéis para celebrar desde el momento en que os habéis levantado esta mañana. No os contentéis con aportar pensamientos positivos, sino llenad la falta de quejas en la vida con palabras de valoración en vuestras conversaciones.

AYUDA

  • Llenad la vida: ¡habéis prescindido de las quejas, sustituidlas por agradecimientos!
  • Sustituid las conversaciones en las que os quejáis por conversaciones en las que mostráis todas esas cosas que hacen que la vida sea bella, que tenéis esperanza, proyectos, ganas de disfrutar.
  • Dedicad tiempo a decirles a los demás lo que valoráis de ellos. Los miembros de vuestra familia, vuestros compañeros de trabajo, vuestros amigos.
  • Determinad un lugar para el ritual de la celebración en el seno de vuestro hogar.
  • En el despacho empezad vuestras reuniones hablando entre cinco y diez minutos de aquello que funciona, dedicad tiempo a agradecer a los participantes su presencia, subrayad la contribución de cada uno a los proyectos en curso… así estaréis todos más motivados para mejorar el resto, o continuar avanzando en los proyectos que necesitan vuestra atención.
¡Deja de refunfuñar!
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