Claves para ser un chulo de mierda

Yo me imagino que tú, como persona a la que se le revuelve el estómago por culpa de eso que algunos llaman amor pero otros preferimos apodar «porquería que nunca sale bien», habrás tenido un momento drama queen de la leche cuando te han dejado y habrás pensado que la solución a tus problemas es volverse un cabronazo. Porque, seamos sinceros, lo de ser más bueno que el pan es algo que le funciona a las princesas Disney para encontrar marido, pero en el mundo real nadie se fija en los buenos chicos. O casi nadie.

Todos, absolutamente todos, hemos caído en esa tópica frase de cuando estamos resentidos de «ahora voy a ser malo, voy a ser un cabrón. Se van a enterar», como si eso fuera tan sencillo como levantarse una mañana y empezar a pisar cabezas a diestro y siniestro. No obstante, hay un punto de verdad en eso de que a los hijos de puta les va mejor, hay que reconocerlo. De hecho, existe una especie de relación proporcional entre lo hijo puta que eres y lo que ligas. Inexplicablemente, los que peor se portan con el personal son los que se llevan de calle a las mejores piezas.

Todos hemos criticado a los típicos chulos que nos han hecho sufrir o se han llevado a nuestro amigo al huerto con consecuencias que oscilan desde lo patético hasta lo tronchante. La realidad es que existe un punto en lo que se conoce como «palo» (cuando te dejan con la boca más abierta que una muñeca hinchable y con el corazón tan partío que ríase Alejandro Sanz) en el que no podemos evitar querer ser como ellos, como esos tipos indestructibles que, por lo que parece, no tienen sangre en las venas sino horchata. Al más puro estilo Escarlata O’Hara promulgamos aquello de «A Dios pongo por testigo que jamás dejaré que me chuleen. A partir de hoy voy a ser un cabrón, les voy a dar de su propia medicina. Seré malo, malo, malo».

¿Pero cómo narices se hace eso? Quiero decir, como todo en esta vida, decirlo es fácil, pero llevarlo a la práctica… Especialmente si eres tonto por naturaleza (no quiero decir que yo lo sea, estoy hablando de mis amigos) y estás destinado a ser presa de continuas lamentaciones durante la noche antes de irte a dormir (otra opción es escribir gilipolleces para superar tus complejos y autoeditarte un libro).

Voy a compartir el gran secreto contigo, lector, que tan ansioso estás por ser como aquellos a los que odias (es irracional, pero hay que cumplir los deseos, o eso dice Walt Disney). Tras una aparatosa investigación centrada en la vida misma y tomando como referencia las experiencias de amigos, conocidos y hasta de los personajes de películas y series, mi equipo de trabajo (quiero decir yo, yo y yo) hemos llegado a la conclusión de que existen una serie de reglas básicas para ser un chulo de mierda de primera. Saca tu cuaderno de Psicología de Barra de Bar y empieza a apuntar, que esto cae en examen:

1. La indumentaria. Para ser un chulo de mierda no puedes ir mal vestido, hecho un pordiosero, con eso que te pones que, aunque es muy cómodo, no da de comer. Has de llevar un estilo de los que se llaman «arreglado pero informal», eso que tan cachondos nos pone a los maricas. No vale ponerse el traje de Nochevieja, porque tampoco se trata de ir hecho un pincel, sino de llamar la atención pero de una forma que parezca casual. Para eso, basta con unos vaqueros y una camisa o camiseta, a ser preferible blanca o negra; te tiene que quedar todo bastante apretadito, es decir, marcando bíceps, pectorales y hasta el esternón. Ojo, hablo de la camiseta o camisa, que los pantalones de pitillo están muy pasados y con ellos ibas a parecer cualquier cosa menos un chulazo explosivo (que la ropa explote y ser explosivo son conceptos totalmente diferentes; consultad a los señores de la Real Academia de Maricas para más información).

Los pantalones han de ser ligeramente anchos por abajo y marcando culo y paquete en la parte superior. Si no marcas mucho, vale usar relleno para irte subiendo la autoestima, que los principios siempre son difíciles y nadie te puede reprochar una ayudita. Eso sí, esa noche que sea de toma de contacto para ponerte en situación; ni se te ocurra irte al catre con nadie, porque puede pasar que al echar mano ahí abajo note que lo que tienes entre las piernas es una bola de calcetines, suave de la muerte, y le tengas que decir al oído eso de «lavado con Perlán» con una sonrisa de oreja a oreja para salvarte del ridículo espantoso que estás haciendo.

La camisa o camiseta siempre de manga corta, a pesar de que estemos a menos 18 grados y en lugar de portero haya un pingüino pidiéndote el carné o cobrándote la entrada al garito. Y si te castañetean los dientes, pues a sonreír, que eso nunca viene mal; ya te preocuparás mañana de la pulmonía.

2. La pose. El chulo de mierda se encuentra indiferente a todo lo que le rodea, como si estuviera por encima de todo. Lo más típico es que esté apoyado en la barra, con una copa en la mano (sosteniéndola con aplomo y firmeza) y un cigarrillo en la otra. De vez en cuando vale sobarse con delicadeza, sobre todo los pectorales y los abdominales, así en plan casual, como lo más normal del mundo, demostrando a todo el mundo que estás tremendo.

3. La mirada. Como ya he dicho, el chulo de mierda mira con indiferencia. Pasea sus ojos con disimulo (sí, sí, disimulo, no desesperación) por todo el pub escaneando a todos los presentes. Indiferencia pero transmitiendo al mismo tiempo que es accesible si encuentra a alguien que esté a su altura. Resultan de vital relevancia las gafas de sol. Aunque en un pub a las tres de la mañana haga menos sol que en tu cuarto de baño, no importa: el chulo de mierda oculta su mirada como si se tratara de un chico Martini cualquiera, con lo que consigue avivar el interés del resto de presentes.

Cuando el chulo de mierda ha encontrado a su víctima, le dirige miradas casuales cada vez más cargadas de sensualidad. Se recomienda ensayar varias veces delante del espejo de casa, no vaya a creerse la víctima que tienes un orzuelo en el ojo o que se te ha descompuesto el estómago de repente y que por eso estás guiñando los dos ojos intermitentemente de forma tan antinatural.

4. El baile. El chulo de mierda no baila, al menos no como nosotros entendemos el baile; se mueve ligeramente, lo justo como para que los demás noten que está cañón, que tiene un culito de muerte y que en la cama lo hace así de bien o mucho mejor. Tampoco vale bailar Bisbal, el Europe’s Living a Celebration o el Sobreviviré. El chulo de mierda sólo baila las canciones más cool, sobre todo las denominadas «jaus», ésas que nadie conoce, que tienen una letra la mar de profunda (a veces ni eso) y que apenas se han oído, todo para parecer más interesante. Las otras NI LAS TARAREA. Así que hay que hacer un buen uso del autocontrol, no sólo de los labios, sino del momentazo drama queen que te puede dar cuando la Lara Fabián cante lo de Otro amor vendrá y te acuerdes del capullo de tu ex.

5. El coche. Ni que decir tiene que un chulo de mierda que se precie debe tener un cochazo, y como extensión de lo que tiene entre las piernas, ha de cuidarlo con sumo esmero. Debe estar limpito, brillar a ser posible, sin estar tuneado, que eso queda mu chusma. La música dentro del coche debe ser «jaus» o R&B, sin llevarla demasiado alta, pero lo suficiente como para que los demás perciban su presencia. Del mismo modo, ha de llevar las gafas de sol puestas o, en su defecto, sobre la cabeza o en la frente, y la ventanilla bajada con el brazo medio sacado, aunque haga un sol de narices, te estés asfixiando y notes que en el brazo comienzan a aparecer pompitas a causa del sol de cuarenta y siete grados que pega. No importa, merecerá la pena y para presumir hay que sufrir.

6. El primer contacto. Bien, llegados a este momento en el que hemos debido combinar aceptablemente ropa, pose, mirada, baile y coche, sabremos si hemos superado la primera etapa de nuestra conversión si algún tío bueno se nos acerca. No vale que se nos acerque el doble de Lauren Postigo o un abuelete de sesenta que quiere que lo acompañes al servicio para enseñarte la elasticidad de su chorra. Si te ocurre esto, retírate rápidamente, sal corriendo a tu casa, lávate la boca con jabón y espera a que se te pase el ridículo mañana, que no hay mal que cien años dure ni persona patética que lo resista.

Lo que tiene que quedar claro es que, aunque estés receptivo, el primer paso no lo puedes dar tú, porque para eso eres un chulo de mierda y has ido a la discoteca a que te admiren. Tú no has ido a mirar, has ido a que te miren.

Si se te acerca el tío bueno, no pegues saltitos de alegría mientras buscas la aprobación de tus amigas, porque se te va a ver el plumero y los chulos de mierda no se emocionan por esas cosas porque les pasan todos los días a todas horas. En todo caso, lanza una mirada al camarero, como si lo conocieras de toda la vida, que eso de ser amigo de los que trabajan en el pub siempre da cierto aire de nocturnidad y de ser guay. Si el camarero es hetero, mucho mejor, porque así da la impresión de que te lo has cepillado alguna vez a pesar de que todas las noches salga con alguna fulana debajo del sobaco. No abuses mirándolo, porque puede que salga de la barra y te parta la boca.

7. La conversación. No tienes que resultar interesante con las palabras, que para eso ya están los intelectuales y los menos agraciados. Si eres un chulo de mierda, lo que digas importa poco y todos y cada uno de los temas de los que hables tiene que conducir necesariamente a que eres estupendo y a que estás encantado de haberte conocido. Piénsalo bien: eres un chulo buenorro altamente follable, nadie espera que sepas hablar siquiera; ¿por qué decepcionarles? Además, los otros tíos buenos de la especie se asustan en seguida en cuanto comprueban que alguien sabe pronunciar dos frases coherentes consecutivas, así que si no quieres que te hagan el vacío, simplemente cállate.

8. Los gestos. Mientras hablas (o más bien dejas que hablen) el lenguaje gestual ha de ser firme y seguro; en definitiva, que coges al tío bueno que te está hablando por el brazo o del hombro (sin apretar demasiado, a ver si le vas a producir la impresión equivocada de que eres un asesino en serie) y propicias un acercamiento. Siempre transmitiéndole que podrías tener algo con él, pero que tampoco te mueres de ganas. Es como si, en realidad, le estuvieras haciendo un favor por estar allí con él. Piensa que eres una ONG y que el tío no se come una rosca y a ti te da pena y vas a hacerle sentir un poco mejor (sí, hijo, eres capaz de hacerlo, por una vez que se intercambien los papeles no pasa nada).

En cuanto el otro comience a notar las vibraciones que desprendes te pasará la mano por el brazo, por el pecho…, así, como el que no quiere la cosa, como dándote a entender que está dispuesto a que le hagas ese favorcillo. Y poco a poco, te vas acercando luciendo sonrisa de medio lado y sin que se note, como si hubiera temblado la tierra y vuestros cuerpos se hubieran acercado irremediablemente sin que os hayáis dado cuenta (ya mismo se la clavas).

9. El sexo. Para el sexo, nada de emociones ni vergüenzas acerca de tu cuerpo. El chulo de mierda sabe que está tremendo y cree que puede hacer disfrutar a cualquiera con sólo dejar que lo miren.

No hay inseguridades. Por supuesto, es el que domina la situación todo el tiempo. No vale ponerse a gemir como un descosido porque no casa con la historia que estás vendiendo, ni decir:

—Qué bien me lo estoy pasando. Dios, estás buenísimo. No puedo creer que me haya ligado a un tío como tú.

Eso ya pasó a la historia. Es el otro el que tiene que estar pensando esas cosas. Tú sólo míralo condescendiente y de vez en cuando suéltale un:

—Te gusta, ¿eh? ¿A que sí? ¿A que soy un semidios?

10. Los sentimientos. Ésta es la parte más relevante. Si has llegado hasta aquí, ¡enhorabuena! ¡No lo estropees ahora! Los chulos de mierda no tienen sentimientos. Bueno, en las películas y en las series sí, pero es sólo para hacernos creer a los tontos de remate que pueden querernos, que podemos tener algo con ellos, que tienen corazón y que los podemos salvar de sus noches de alcohol, tabaco y sexo duro. Y no es verdad. Porque ellos no quieren ser salvados. No. No son Rapuncel ni tú eres un príncipe azul que va a conseguir que entre los dos haya una relación estupenda que lo centre a él para el resto de vuestras vidas. Echar un polvo con el tío ése no ha sido más que eso: un polvo agradable.

No. No lo puedes abrazar por la mañana cuando te despiertes a su lado. Es más, deberías prohibirle claramente que se quede a dormir, echarlo a patadas antes incluso de que hayas terminado de correrte (el orgasmo será doble con esta satisfactoria experiencia de por medio).

No. No le puedes pedir el número de teléfono. Dárselo sí, porque así podrá llamarte de vez en cuando, algo que te servirá para subirte la autoestima no respondiendo a una sola de sus 1345’56 llamadas.

No. No puedes quedar con él para otro día. Aunque si está muy bueno o tiene alguna habilidad especial se acepta que folles con él otra vez, siempre y cuando no encuentres nada mejor.

Lo suyo después del polvo es hacer como si no hubiera pasado nada y si el otro se pone tonto se suelta aquello de:

—Siento haberte dado a entender algo equivocado, baby, pero no me interesas en ese sentido. Oye, pero si acaso un día de estos volvemos a quedar y follamos otra vez.

Si el tío se ha pillado de ti e intenta salvarte, fijo que hace lo posible y lo imposible para que quedéis, aunque sólo sea para follar y que lo tires después a la basura como si fuera un clínex. Con tal de volver a verte… cualquier cosa.

Bueno, niños (me siento como Supercoco. Si en Barrio Sésamo me hubieran enseñado estas cosas, fijo que me hubiera ido bastante mejor en la vida), pues ya sabéis cómo ser un superchulo de mierda. Y, si por algún casual no lo conseguís o no os apetece serlo porque hay que provocar demasiados cambios (gimnasio, vestuario, horas delante del espejo ensayando una mirada que hasta te asusta… No todos tenemos tanto tiempo ni estamos tan aburridos), estas claves siempre os pueden servir para que tengáis un radar para chulos y los reconozcáis en un radio de doscientos metros con tan sólo verles el pelo.

Como consuelo para aquéllos que quieran intentarlo diré que es posible sacar al chulo de mierda tan sólo los fines de semana y por la noche. Pero no recomiendo lo de la doble vida: cuando el tío que te ligaste la otra noche te vea a plena luz y siendo tú mismo le dirá a sus amigos que lo del tío bueno que se cepilló se lo inventó o que nunca se lo va a presentar porque era de Australia y tenía que salir en avión esa misma mañana para no volver en quince años. Cosas que pasan.

Y si piensas que nada de esto te hace falta, que tú ya eres fantástico como eres, que no necesitas aparentar ni demostrar nada y estás soltero… pues oye, yo no es por nada, pero al final de este libro hay un email donde se aceptan fotos, declaraciones de amor, propuestas de citas y maravillosos piropos. Que yo no digo nada, sólo que está ahí…

Enhorabuena a los chulos, a los menos chulos y, sobre todo, a los que no lo son ni una pizca y están orgullosos de ello.