14. Retrato de un director
“Capracorn” lo llamaban sus críticos menos amables. Palabra de difícil traducción, “corn” y “corny” significan sentimental, un poco ridículo, superficialmente melodramático y concesionario. Capra fue guionista de las películas mudas del cómico Harry Langdon. A principios del cine parlante, dirigió una serie de obras en las que destaca, consagrándose, la actriz Barbara Stanwyck: The miracle woman, denuncia de los predicadores evangélicos y The bitter tea of General Yen, un atrevido (para su época) melodrama en el que la Stanwyck sucumbe (en sueños), al cruel y seductor mandarín Yen.
Es con It happened one night (1934) que Capra inicia los años de su gran éxito, acumulando más estatuillas del Óscar de las que podría ocupar cualquier repisa. De Mr. Deeds goes to town (1936) a Meet John Doe (1941), Capra repite la fórmula de su éxito: el hombre ingenuo y solitario (Gary Cooper, James Stewart) se enfrenta a los poderes del dinero (Edward Arnold, Claude Rains), es derrotado por ellos pero al cabo acude al pueblo, indiscutible masa llena de bondad, y el pueblo sostiene y salva al héroe que, a manera de consolación, ha contado siempre con el apoyo de la joven, cínica al principio, convencida al cabo por el héroe (Jean Arthur, Barbara Stanwyck).
No quiero hacer asociaciones forzadas. Las películas de Capra en los años treinta coinciden con la presidencia progresista de Franklin Roosevelt y Capra la refleja. El “hombre pequeño” (The little man) desafía y vence a las oligarquías, pero con el apoyo de la masa. Basta un pequeño cambio de perspectiva para adaptar la fórmula “demócrata” a la realidad fascista del líder y su pueblo. Capra dominaba a Mussolini, pero es difícil sacar al director de su contexto norteamericano y de los años del Nuevo Trato.
Ya en Meet John Doe el “mensaje” desfallece y Capra se salva dirigiendo excelentes documentales de guerra (Why we fight, 1942-1944). Su regreso al cine argumental es significativo. Con James Stewart, nuevamente, Capra dirige It’s a wonderful life (1946); el héroe es el mismo, el villano es atroz (Lionel Barrymore, la crueldad financiera en persona), la escenografía es de tarjeta postal, los amigos encarnan la amistad encendida, casi filosófica, como fuerza crítica y sustentadora. Sólo que esta vez Capra no lleva a su héroe a la Gran Ciudad (somos amigos del ratón de campo) sino que lo deja en su pequeño pueblo, Bedford Falls. La dimensión trascendente, ahora, es divina. El cielo le envía un ángel a protegerlo. El ángel (Henry Travers) es viejo, simplón, obediente y astuto. Le muestra a Stewart lo que el mundo hubiese sido sin él. Cabarets, burdeles, malos tratos y una esposa (Donna Reed) que nunca se casó con Stewart ni tuvo hijos, sino que perdió su vida como bibliotecaria solterona.
Todo esto culmina con una colecta del pueblo acudiendo en auxilio del quebrado Stewart, y que el ángel sea una estrella de Navidad debe contrastarse con el fin de la guerra, la pérdida de muchos hombres y el ascenso de la cacería de brujas y del senador McCarthy. It’s a wonderful life es la despedida de Capra a la “maravillosa vida” de los treintas y la inocencia victoriosa. La película fue un fracaso comercial al estrenarse, pero se ha convertido en la película de la Navidad, año tras año. El público de hoy vuelca en ella su propio afán navideño de bondad y su propio afán norteamericano de recobrar la inocencia.
Capra mismo, sin los alicientes del tiempo, perdió la brújula y se desvaneció en un cine comercial insignificante, al servicio de las estrellas (Frank Sinatra, Bette Davis). La autobiografía de Capra se titula The name above the title (El nombre antes del título). No más. Algún foro ha murmurado su pasado. Su nombre viene antes de Capra y antes de Bette Davis. El “Óscar” es un muñequito vudú.