8. LO QUE FUE EL ESTRUCTURALISMO

A comienzos de los años sesenta, la prensa se percata de la coexistencia de cierta cantidad de pensamientos que parecían embestir contra la “conciencia de sí”, anteriormente aclamada por los heraldos del existencialismo. ¿Se trata de una nueva corriente? Los periodistas así lo creen. Por lo demás, como bien se ve, Sartre ya no es taquillero; su maciza Crítica de la razón dialéctica cayó en un silencio cortés. En cambio, en 1962, Lévi-Strauss publica El pensamiento salvaje, obra clara y brillante que culmina con una polémica en regla con la concepción sartriana de la historia. Entre bambalinas se perfila la atractiva figura de Michel Foucault, que en 1961 publicó su Historia de la locura en la época clásica, magistral análisis del apartamiento de los locos en el pensamiento occidental; en 1963 publicará El nacimiento de la clínica, una arqueología de la mirada médica. En el momento en que Sartre finalmente abandona el divertimento del teatro por la filosofía pura y dura, ésta se ve tironeada, por un lado, por un etnólogo y, por el otro, por un historiador de las ciencias: aunque no tengan ningún lazo entre ellos, el hecho de que Lévi-Strauss y Foucault hayan sido dos filósofos renegados no hace sino resaltar la nulidad de la invención filosófica a fines de la guerra de Argelia. Forzosamente, una sucia guerra colonial no deja impune la mirada que una sociedad deja caer sobre sí misma.

Por lo tanto, como un revoltijo, la prensa bautiza “estructuralismo” a los pensamientos de Claude Lévi-Strauss y Michel Foucault, y le añade a Roland Barthes y Lacan para no quedarse corta, y ya tenemos titulada la corriente. Por lo que a mí respecta, no me olvido de la firme aclaración que hizo Claude Lévi-Strauss, en una carta que me envió en 1970, descontento de ver que lo ponían en un estante aliado de Foucault, Barthes, Lacan, etcétera: “Los únicos estructuralistas con quienes me gustaría ubicarme —me escribía— son Émile Benveniste y Georges Dumézil”. La época del estructuralismo mediático no duró mucho: a partir de 1968, acusado de intransigencia, el estructuralismo fue rechazado en beneficio de pensamientos libertarios, entre los cuales el Anti Edipo —escrito en 1972 por Gilles Deleuze y Félix Guattari— fue el coronamiento.

¿Qué ocurre con el verdadero estructuralismo? Para explicar mejor su método, Lévi-Strauss toma como ejemplo un mito occidental famoso, la leyenda de Edipo, que luego prolonga con un análisis de los mitos pueblo.

La primera regla de método consiste en recolectar todas las versiones del mito, cualesquiera que sean sus orígenes, traducciones, autores, arregladores, etcétera. Así, el mito de Edipo no comienza con el nacimiento de un pequeño abandonado por sus padres debido a una maldición profética sino con el fundador del linaje de los Labdácidas, el héroe Cadmo, hermano de Europa, la bella seducida por Zeus bajo la forma de un toro. Del mismo modo, la historia de Edipo no termina con el castigo del culpable incestuoso y parricida que se ciega reventándose los ojos, sino con la muerte de Antígona, condenada por haber enterrado a uno de sus hermanos ignorando voluntariamente un decreto dictado por el rey Creón.

Una vez cotejada la historia en su totalidad aparecen los “paquetes de relaciones”, conjunto de dos elementos binarios relacionados por un exceso o una falta. En el caso de la leyenda de Edipo, se trata de las relaciones de parentesco entre dos miembros de una misma familia, a veces desdeñado, otras demasiado considerado. Son: el parentesco sobrevaluado —Cadmo busca desesperadamente a su hermana Europa, Edipo desposa a su madre, Antígona entierra a su hermano—; el parentesco subvaluado —Layo y Yocasta abandonan a Edipo, Edipo mata a su padre, Etéocles y Polinice, hijos de Edipo, se matan entre sí; la aparición, en el curso de la historia, de monstruos que los Labdácidas exterminarán— Cadmo mata a un dragón, Edipo a una Esfinge —y finalmente, el último paquete de relaciones, que permite concluir: la dificultad de caminar derecho, claramente indicada en los nombres propios del linaje: Lábdaco, el rengo; Layo, el zurdo; Edipo, Pie hinchado.

Lo interesante es que, para encontrar esos “paquetes de relaciones”, se alinean en columnas determinados elementos que se asemejan, método heurístico sin el cual esos elementos no aparecen. Una vez construidas esas cuatro columnas, Lévi-Strauss puede enunciar la clave de este problema, que al mismo tiempo es una regla de conjunto para todo método estructural: “La sobrevaluación del parentesco sanguíneo es a su subvaluación como el esfuerzo para escapar de lo autóctono a la imposibilidad de lograrlo”. Por supuesto, ni el parentesco ni lo autóctono, que dependen exclusivamente del mito de los Labdácidas, están en juego para la regla de conjunto, pero la sobrevaluación y la subvaluación intervienen en todas partes en el análisis de los mitos. La regla de conjunto puede formularse así: A es a B como C es a D, analogía aristotélica que Lévi-Strauss remplaza por la fórmula: Fx(a) : Fy(b) : : Fx(b) : Fa-1(y), fórmula que Lévi-Strauss llama “regla canónica”.

Entre las numerosas polémicas en torno a la obra de Lévi-Strauss, las más complejas de todas se refieren a esta fórmula, que algunos consideran opaca y otros, inutilizada. Como no estaba formado en la matemática contemporánea, Lévi-Strauss apeló al matemático André Weill para firmar la redacción de una parte específica de su tesis, Las estructuras elementales del parentesco; luego, Lévi-Strauss se aventuró con frecuencia en el no man’s land situado entre dialéctica, geometría y lógica, con formulaciones que trataban de clarificar las modalidades de analogías, de isomorfismo, de homotecia, simetría y asimetría, sin hacerse demasiadas ilusiones sobre la validez científica de sus propios modelos. Pero algunos años más tarde, la “regla canónica” escapa a su autor: en The Double Twist, volumen colectivo que apareció en Canadá en 2002, algunas demostraciones vienen a apoyar una fórmula lanzada como botella al mar, y cuya validez apenas hoy aparece.

Desde un punto de vista general, lo esencial radica en el desequilibrio entre el “demasiado” y el “demasiado poco” en un pensamiento lógico en equilibrio metaestable: el mito narra el origen de un desequilibrio y prosigue el relato a tientas, como marcha el acróbata sobre su hilo llevando en sus brazos la pértiga horizontal flexible que le permite avanzar, para empezar paso a paso. Como vemos, esos paquetes de relaciones son imposibles de distinguir sin ese perpetuo balanceo que marca el pensamiento de Lévi-Strauss: así como el significante está sobreañadido respecto del significado, así como el loco está en la periferia de la norma, de igual modo el “paquete de relaciones” sólo vale por su desfase, o su contoneo. Parecería que, para Lévi-Strauss, la dificultad de caminar derecho forma parte de la estructura misma del pensamiento. A menudo, el pensamiento mítico comienza por una fuerte desunión, así como por cortes que introducen elementos distintos, para permitir establecer diferencias en lo indistinto; luego, habiendo comenzado por una tajante separación entre términos opuestos, se apresura; su ritmo se acelera con sus variaciones, hasta disolverse en un degradé que reduce las oposiciones.

Este vaivén es lo contrario de la actitud dialéctica, que desiste de cada uno de los puntos que recorre para apoyarse en un tercero sin relación con los precedentes: se emparenta con la ambivalencia utilizada por Freud en el par Odio-Amor, o bien Eros-Tánatos, o sea, un movimiento perpetuo.