1955

 

El Cid es el espíritu de España.

Franco

 

 

 

En este año, la ONU se desdijo de lo pronunciado nueve años antes —el rechazo a España en el concierto de la paz, orquestado por las Naciones Unidas— y el Consejo de Seguridad decidió, por diez votos a favor y una abstención, el ingreso de nuestro país en el organismo internacional. Reparación impuesta por unas consideraciones más estratégicas que políticas.

El año registró un paso más en el ímprobo proceso de normalización de la vida española. La política hidráulica, que ha dado lugar a que la estampa típicamente hispana de estos años sea la de Franco inaugurando pantanos, ha conseguido ir aminorando los apagones, como consecuencia de la entrada en servicio de nuevas centrales eléctricas.

Este año, la Obra Sindical del Hogar fue entregando, paulatinamente, nuevas viviendas a los necesitados y se implantó el Plan Nacional de Viviendas, para intentar resolver el problema que llevaba a las masas de inmigrantes a crear poblados de chozas, de barracas, los cuales daban un aire tercermundista a los suburbios de nuestras grandes urbes, acosadas por el éxodo masivo del campo a la ciudad. La censura de espectáculos daba los primeros signos de flaqueza, muy criticados por los inmovilistas. El año anterior se había tolerado la representación de La muralla, de Joaquín Calvo Sotelo, que ponía en la piqueta a un vencedor de la guerra civil, que había hecho de la victoria un usufructo. Este año se proyectó Muerte de un ciclista, de José Antonio Bardem, alegato contra la sociedad burguesa, aparecida en la posguerra, defensora de unos privilegios a costa de lo que fuera.

 

El humor: de Ramper a Gila

 

Como válvula de escape a las tribulaciones, el humor, por más que el dedicado a la política gubernativa estaba vedado, se cultivó asazmente teniendo por blanco las costumbres, los ricos, las modas... Ya hemos mencionado lo que significó La Codorniz, que fue ensanchando su espectro con secciones como «El Papelín Nacional», sátira del Boletín Oficial del Estado, que tenía sus mejores logros a costa de los preceptos autárquicos, y con «La Cárcel de Papel», donde Evaristo Acevedo lanzaba sus mejores dardos contra las atrocidades idiomáticas que se perpetraban en traducciones y folletos, sin que por ello exonerara a algún personaje o gran preboste gremial.

El humor de escenario tuvo cultivadores como el gran Ramper —Ramón Álvarez Escudero—, con fama labrada en la preguerra. Le recuerdo en sus apariciones en la escena, montado en una bicicleta diminuta; y en los tiempos de escasez de aceite de oliva llevaba una alcuza con la que se afanaba engrasando la mecánica de su bici, y después de varios intentos decía:

—Ahora lo entiendo: lo que pasa es que el aceite se va por los muelles...

Era alusión a lo que decía la vox populi, que atribuía la falta de aceite a que la cosecha se embarcaba con destino a Italia, en pago a la ayuda prestada por los italianos a Franco durante la guerra civil. Ramper siguió hasta su muerte prodigando un humor sano y ocurrente, con alguna osadía.

A comienzos de los años cuarenta irrumpieron en los teatros de variedades los hermanos CAPE, que no eran tales hermanos, y su nombre escénico lo habían combinado con las iniciales de los cuatro componentes. La A correspondía a Arturo, Arturo Castilla, después famoso empresario. La gracia de los hermanos CAPE creó el «¿Qué le dijo?», pregunta que con gran dinamismo repetían los cuatro componentes, hasta que uno de ellos concretaba:

—¿Qué le dijo el cepillo a la chaqueta?

A lo que respondía otro:

—¡Qué polvo tienes, negra!

Y las preguntas se iban repitiendo, contestando los cuatro elementos en un derroche de ingenio y humor.

Después fue la moda de los «Tantanes», uno de cuyos cultivadores fue el caricato y gran actor Roberto Font. La sal de los «Tantanes» consistía en repetir el adverbio, exagerando una cualidad en busca del efecto sorpresa, como lo acredita esta muestra, más bien de humor oral:

—Era una chica tan ingenua, tan ingenua, que creía que un pichón era una picha grande.

Más tarde llegó la moda del chiste escenificado, al compás de «Sube el telón. Baja el telón», y cuyo quid se basaba en adivinar, después de la escenificación, el título de una obra o una marca conocida, como es el caso de este ejemplo: «(Sube el telón.) En escena: Elisabeth de Inglaterra y el duque de Edimburgo que se dirigen muy amorosos hacia su alcoba. (Baja el telón.) (Sube el telón.) Elisabeth y Felipe de Edimburgo encamados hacen el amor. (Baja el telón.) (Sube el telón.) Felipe se aplica un bálsamo en sus partes nobles. (Baja el telón.) ¿Título de la obra?: "Los polvos de Elisabeth 'Arden'."»

Al comienzo de los años cincuenta llegó Miguel Gila a revolucionar el humor. Su aparición en escena con sus parodias de la guerra, la operación de riñón retransmitida como si fuera un partido de fútbol, se ganaron la admiración instantánea de los públicos. Otro plato fuerte suyo fueron «las bromas de los pueblos». La revista Triunfo relataba así una actuación de Gila: «...Gila apareció corriendo con un teléfono debajo del brazo. Puso una conferencia con Badajoz, esa que gracias a estar recomendado le pusieron al cabo de dos meses. Habló a gritos con su primo Pepe y con una señora de Bilbao que se cruzó en la línea. Luego nos contó, con la boina de los paletos sobre la cabeza, esas bromas inefables de los pueblos; la hecha a aquel farmacéutico al que estallaron un cartucho de dinamita en las orejas; la de aquel al que, engañándole, le hicieron trepar por un poste de "alta traición" y después enchufaron la corriente... ¡y se quedó "como la ceniza de un puro"!; o aquella que le hicieron al hijo del tabernero, al que le dieron a comer una morcilla rellena con los polvos matarratas de los que reparte el Sindicato... "¡Le matemos al hijo! Pero ¡jo!, ¡cómo nos reímos!" Así era el humor de Gila, que ya en La Codorniz había dado muestras sobradas de su talento.»

 

Salutación orteguiana

 

El gran poeta Josep Maria de Sagarra, que ostentaba un cargo en la Sociedad General de Autores de España, viajaba con cierta frecuencia de Barcelona a Madrid para asistir a las Juntas de la Sociedad. Era ocasión para él de encontrar viejas amistades hechas años atrás, cuando el poeta vivió en Madrid preparándose para ingresar en la Escuela Diplomática. Entre aquellas amistades estaba don José Ortega y Gasset, que fue quien hizo entrar a Sagarra en el periódico El Sol como corresponsal en Berlín. Cada vez que Ortega se encontraba con Sagarra, su salutación era, indefectiblemente, ésta:

—Aparte de lo malísimamente mal que estamos todos los españoles, ¿cómo está usted, Sagarra?

 

Dinásticos contra antidinásticos

 

El diario ABC, ante la aparición de tendencias regencialistas que podían hacer peligrar un retorno de los Borbones, publicó un recuento de efemérides republicanas, con el nefasto balance que es de suponer. El escrito mereció una fulminante réplica en el diario del Movimiento, Arriba. Bajo el titular de «Algo entre dos Repúblicas», retrató la Restauración canovista con gran alarde tipográfico y riqueza de ilustraciones sobre los episodios más infaustos vividos bajo la Monarquía borbónica. La entradilla estaba redactada así: «Entre 1874 y 1931, España disfruta de todo el sistema de garantías y bienaventuranzas de las instituciones políticas predominantes en la Época. Entre la I y la II Repúblicas, cuyos nombres son una tragedia insignia, como muy bien ha demostrado ABC en su número del domingo día 30, se tiende un puente por el que transcurre una España que, igualmente, ha conocido el oprobio, el desastre, el motín, el asesinato político y todo aquello que constituye un panorama nacional que no invita a ningún género de restauraciones. La guerra civil, iniciada durante la primera República, es prolongada por los bravos requetés de Carlos VII, ante los valerosos soldados de Alfonso XII, en cuyas banderas liberales veían los carlistas el mismo peligro para la Patria que en las derrotadas banderas de Castelar y Salmerón...»

Después venía el desfile de fechas fatídicas: 1898, 1909, 1917, 1931, con una convincente ilustración a fin de que quedara claro que ese «Algo entre dos Repúblicas» había sido funesto para España.

 

El Frente de Juventudes se alborota

 

19 de noviembre de 1955. Funerales por José Antonio en El Escorial. Finalizado el acto, Franco desfila hacia su coche, entre aclamaciones. En un momento dado, de las filas de una centuria del Frente de Juventudes, formada para la ocasión, parte un grito bien audible: «¡No queremos reyes idiotas!»

Ensordecedores gritos patrióticos reaccionan ante la osadía. El mismo día, la propia centuria, marchando por la carretera de La Coruña, iba cantando: «Con los nietos de la mano / inaugura los pantanos, / en la pesca del salmón / es un gran campeón. / Paco, Paco, Paco.»

 

Nuevos títulos nobiliarios

 

Una ley de 1948 otorgó a Franco la competencia, típicamente regia, sobre la concesión, rehabilitación y transmisión de títulos nobiliarios y de grandeza. Sus primeras disposiciones, en este orden, se encaminaron a ennoblecer a los mártires de la Causa: Calvo Sotelo, José Antonio, Mola y Onésimo Redondo. Después tocó el turno a los más destacados milites de la guerra de la Liberación: Dávila, Queipo de Llano, Moscardó y Saliquet. Más adelante se extendió a notabilidades científicas, como el doctor Arruga, o a celebridades financieras, como Julio de Arteche. En 1955, la concesión de blasones creó un extraño precedente: se ennobleció a don Pedro Barrié de la Maza, financiero e hidroeléctrico, asociando su novísimo linaje al anagrama de la empresa de su creación. Barrié fue hecho conde de Fenosa, es decir de las Fuerzas Eléctricas del Noroeste, Sociedad Anónima. Aunque los conocedores del hermoso idioma galaico le dieron una interpretación ennoblecedora, diciendo que «Fenosa» significa «Fe nuestra» o «Nuestra fe», no faltaron chuscos que aseguraron que, con gran sorpresa de la Diputación de la Grandeza, se había abierto el camino para que el Gotha hispánico registrara, en el futuro, duques de Agroman, marqueses de Iberduero o barones de Banesto.

 

Extranjeros pervertidores

 

La continuidad del aluvión turístico aportó un contingente juvenil de hábitos promiscuos y que «fumaban». Los destinos de su preferencia eran algún enclave de la Costa del Sol y la isla de Ibiza. Allí, entre sol y mar, se fueron creando pequeñas colonias que marcaron la transición entre el existencialismo y lo que vendría después: la contracultura hippy. Fray Antonio, obispo de Ibiza, lanzó una patética pastoral ante la crecida del pecado. Éstas fueron sus palabras: «... Es que esos indeseables, con su indecoroso proceder en playas, bares y vía pública y, más aún, con sus hábitos viciosos y escandalosos van creando aquí un ambiente mefítico que nos asfixia, y que no puede menos que pervertir y corromper a nuestra inexperta juventud... Nadie se explica por qué se autoriza la estancia aquí de féminas extranjeras, corrompidas y corruptoras que sin cartilla de reconocimiento médico vienen para ser lazo de perdición física y moral de nuestra inexperta juventud, ni tampoco sabe nadie cómo pueden tolerarse ciertos individuos, carentes de medios de vida, de los cuales dice la voz pública que viven exclusivamente del vicio que facilitan y propagan descaradamente...»

Y terminaba el atribulado obispo con este grito: «Y que nadie vea en estas líneas otra cosa que la voz de alerta, el grito de ¡Socorro! del pastor de almas que contempla, angustiado e impotente, la riza, el destrozo que hace el lobo entre las amadas ovejitas que el Señor le confiara, y de las cuales tendrá que rendirle estrecha cuenta un día.» (El Español.)

 

Proezas pesqueras de Franco

 

Noticia de agencia sobre los éxitos pesqueros del Generalísimo, entregado a este deporte en el que conquistó el título de «primer pescador de España»: «Otro atún gigantesco capturado por el Caudillo. Medía 2,60 metros y dio un peso de 265 kilos. Por orden de Su Excelencia ha sido distribuido al Campamento del Frente de Juventudes de Gandario y a la Residencia de Educación y Descanso de Santa Cruz.» (Agencia Cifra.)

 

En la muerte de Ortega y Gasset

 

El día 19 de octubre falleció en Madrid don José Ortega y Gasset, figura señera del pensamiento español del siglo XX. Las circunstancias que rodearon a su fallecimiento, dada su oposición a la ortodoxia doctrinal del Régimen, hizo que su entierro, presidido por el ministro de Educación Ruiz Giménez, fuera un discreto reconocimiento a su personalidad. En cambio, el homenaje que le rindió la universidad mereció una adhesión masiva de la clase estudiantil, como anuncio de una disidencia que estaba larvándose en las aulas.

Desde posiciones oficialistas, José Ramón Alonso le dedicó un artículo en La Vanguardia, del que son los siguientes párrafos: «La muerte de don José Ortega y Gasset sume ahora en el dolor a un mundo de discípulos y conmueve incluso a cuantos no quisieron ni pudieron seguir sus enseñanzas, por lógicos y profundos reparos de conciencia, pero sienten hoy, también, la emoción que embarga a todos cuando desaparece de la vida de España una gran figura. Porque don José era, en forma indiscutible, una gran figura de la vida española, cuyos errores hemos podido lamentar muchas veces, pero de cuya muerte hemos de dolemos hoy, sinceramente, como ante una propia y personalísima pérdida.

»La España vertebrada de hoy llora al descubridor de la España invertebrada de ayer. Y le llora debiéndole ese gran servicio de haber hecho, sobre la viva carne de España, un atroz y certero diagnóstico, que permitió que, aquella nación sin vida de hace cuarenta años, se haya convertido, pasado el tiempo, en la dura, fuerte, vigorosa y, sobre todo, bien vertebrada España de Franco.»

Por su parte, el doctor Marañón le dedicó este admirable escrito en la hora de su muerte: «Tenía, desde una edad inverosímil, la visión profunda de las cosas. Era el mundo para él un inmenso repertorio de problemas vivos y no resueltos, o resueltos con otra medida que la suya. Pero además, desde que empezó a escribir poseyó, por don instintivo, el rigor científico, tan raro en España, que anegó su obra de trascendencia. De una trascendencia clásica y nueva, como la tuvieron los grandes universitarios de Europa en los tiempos gloriosos de la universidad. Ortega, pienso que ha sido el paradigma de nuestros universitarios. Nadie le ha superado en esta altísima representación. De las partes fundamentales de su obra, una de ellas fue su vocación universitaria, y de esta vocación está impregnada su obra entera, hasta lo que parece en ella secundario. Las definiciones y los comentarios de lo que es y de lo que podía ser la universidad fueron preocupación esencial de su pensamiento, y el dolor de la crisis de la universidad —en todo el mundo y no sólo aquí— le acompañó hasta los días finales. Este sentido universitario fue lo que le dio carácter de suceso imprevisto a la obra de Ortega, y lo que la llenó de originalidad inicial y perdurable. Se ha dicho, con intención despectiva, que Ortega fue, ante todo, un periodista. También lo dijo él en alguna ocasión. Pero el periódico, entre las muchas cosas que puede ser, es cátedra. Las lecciones de Ortega en la universidad tenían, como sus ensayos en las revistas y en las hojas diarias, la misma fuerza creadora y la misma dignidad.»

El homenaje de la universidad, ya citado, fue precedido de la publicación de una esquela sin cruz, y sin más texto que: «José Ortega y Gasset, filósofo liberal español.»

 

Franco en Burgos: no al materialismo

 

Palabras de Franco en Burgos, en la inauguración de la estatua al Cid Campeador: «...Burgos da ejemplo con este recuerdo al que, sin estatua, fue tan grande que su fama pasó, de boca en boca, a través de los siglos.

»E1 Cid es el espíritu de España. Suele ser en la estrechez y no en la opulencia cuando surgen estas grandes figuras. Las riquezas envilecen y desnaturalizan lo mismo a los hombres que a los pueblos. [Enorme ovación y gritos de ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!] Ya lo vislumbró nuestro genial escritor y glorioso manco, en su historia inmortal en la pugna ideológica del caballero andante y el escudero Sancho. Lanzada una nación por la pendiente del egoísmo y la comodidad, forzosamente tenía que caer en el envilecimiento.

»Éste ha sido el gran servicio de nuestra Cruzada, la virtud de nuestro Movimiento: el haber despertado en las nuevas generaciones la conciencia de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que queremos ser... [Estruendosos aplausos. Una voz: «¡Gracias a ti!»]» (Agencia Cifra.)

 

Sentencia cumplida

 

«Badajoz. A las seis de la mañana de ayer sábado fue cumplida en la Prisión Provincial de nuestra capital la sentencia de muerte dictada por esta Audiencia contra Jesús Silva Partido, alias el Cubano, de 23 años de edad, culpable del asesinato de Carmelilla la Borracha. El reo confesó, comulgó y rezó el Santo Rosario, dando grandes muestras de arrepentimiento.» (Agencia Mencheta.)