1952
Nos hemos adelantado en veinte años a la evolución forzosa de los otros.
Franco
En el curso de este año se registró un cambio positivo en el horizonte nacional. Ciertos artículos alimenticios empezaron a ser de «venta libre» y esta tónica culminó en el mes de mayo en el que, con aire de acontecimiento, se anunció el fin del racionamiento, tras doce años de ayuno. La consecuencia era obvia: apenas decretada la libertad de comercio, el estraperlo no tenía razón de ser. Quedaba todavía mucho trecho hasta alcanzar una normalización de la vida ciudadana. La pertinaz sequía era argumento para arrastrar días de restricciones eléctricas. Los servicios públicos, de resultas de años de incuria, estaban lejos de su actualización. En esta tarea de puesta al día, Barcelona hizo de pionera. El anuncio de la celebración de un magno Congreso Eucarístico Internacional obligó a un esfuerzo de adecentamiento que requiere un apartado especial.
La Olimpiada Eucarística
Toda la Ciudad Condal se movilizó para brindar la mejor de las apariencias a la multitud de visitantes. Brigadas de obreros se afanaban en limpiar la ciudad de los montones de adoquines que le daban un aspecto bélico, sembrada de barricadas. Otros tapaban baches, rellenaban zanjas, lavaban fachadas y ponían en estado de funcionamiento farolas inutilizadas y señales deterioradas. El anuncio del gran acontecimiento seráfico no fue óbice para que, poco antes —en el mes de febrero—, se diera cuenta del cumplimiento de las sentencias de muerte dictadas contra Pedro Adrover Font (El Yayo), José Pérez Pedrero (Tragapanes), Santiago Amir Cruañas (El Sheriff), Ginés Urrea Peña y Jorge Pons Argilés, integrantes de una banda culpable de atracos y agresiones a las fuerzas del orden. También se aclaraba que otros cuatros malhechores habían visto conmutada su sentencia de muerte por la de cadena perpetua.
En la cercanía del Congreso se procedió a un saneamiento de indeseables. Hubo detenciones preventivas de sujetos sospechosos. Las prostitutas fueron evacuadas a la provincia de Tarragona y los meublés, habilitados como hoteles de buen tono. El más ingente de los problemas fue dónde alojar a la masa de peregrinos, dado el déficit de plazas hoteleras. Una llamada a la generosidad de los barceloneses, para que admitieran en sus hogares a los forasteros, no tuvo demasiado eco. La gente temía que, aprovechando las facilidades de desplazamiento, muchos deseosos de emigrar a la capital catalana tomaran el Congreso como pretexto y se quedaran a vivir en el domicilio que los había acogido. Para ahuyentar este temor fue preciso que en el Boletín Oficial del Estado apareciera una orden del Ministerio de Justicia, concebida en los siguientes términos: «Con el fin de llevar la tranquilidad al ánimo de los que, voluntariamente, brinden alojamiento a los asistentes al Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona, se ha acordado que dichos alojamientos ocasionales no gocen, en ningún caso, de la protección que la legislación vigente otorga a los contratos de arrendamiento, subarriendo ni figuras jurídicas análogas. Vencido el plazo pactado de las 48 horas siguientes a la clausura del Congreso, la autoridad gubernativa procederá, a instancias de parte, al lanzamiento de los ocupantes de las habitaciones o locales, que quedarán inmediatamente a disposición del titular, sin perjuicio de que, si el hecho constituyese delito, se pasará al tanto de culpa a los Tribunales.»
La orden disipó el pánico de que a los huéspedes alojados para el Congreso no hubiera manera de echarlos a la calle finalizado el acontecimiento.
El día 27 de mayo tuvo lugar la solemne inauguración. En Montjuic, 500.000 creyentes recibieron la Eucaristía y oyeron al cardenal Spellman proclamar: «O Comunión o Comunismo.» Se hizo la ordenación de 800 sacerdotes y, durante los días que duró el Congreso, Barcelona mantuvo un aire festivo y devoto. Los guasones, que nunca faltan ni nada respetan, al evento lo llamaron la «Olimpiada de la Hostia». El dicho llegó hasta la redacción de La Codorniz, y un par de semanas después, en la sección de la revista en la que se recogían los donativos para el «Monumento a la Risa», apareció un donante cuya entrega se plasmaba así: «El doctor Borrego, conmemorando su Olimpiada... 5 pesetas.» El nombre del autor del donativo encubría, muy poco disimuladamente, la personalidad del doctor Modrego, obispo de la ciudad donde había tenido lugar la manifestación eucarística.
Juicio al turismo que nos va invadiendo
Luis de Galinsoga, en su cruzada particular contra la presencia de turistas, retrató de esta manera la «pinta» de los visitantes que, cada vez en mayor número, nos invadían: «Es ya una pesadilla la calle por la que transitamos, la acera del café donde nos sentamos, el teatro al que acudimos, los toros, el cine, el tranvía: por doquiera, el espectáculo es invariablemente nauseabundo. No rebajamos ni un solo grado del calificativo, porque el espectáculo lo merece en todas sus circunstancias agravantes.
»Unas hordas, que no caravanas, de desarrapados con los sucios calcañares de hombres y mujeres exhibiendo su anatomía huesuda, cuando no todo el resto del cuerpo; con cabezas femeninas —¡oh, derrumbamiento de toda ilusión poética!— hirsutas de pelambre que parece estopa, y entre la cual no sería difícil encontrar los consabidos parásitos; con andrajos por vestimenta cuando la hay, ausencia de máquinas de afeitar en los del sexo fuerte y, si no, la ridícula barba existencialista; ojos desorbitados por los instintos del hambre extranjera, satisfecha en la hartura española; cantimploras y cachivaches como equipaje, porque la mayor parte de esas expediciones ni siquiera usa los servicios del restaurante, ya que va pasando sus vacances a fuerza de bocadillos y otros arbitrios del hambre... En suma: la generalidad del turismo extranjero que invade España es de este jaez...» (La Vanguardia.)
Tiempo de seriales: «Lo que nunca muere»
El éxito se veía venir. La radio había sido entretenimiento capital en los años de penuria, y entre la programación —concursos, musicales, etc.— los seriales eran solaz de la gente sencilla, que se enganchaba a tramas sensibleras y lacrimógenas, interpretados por voces admiradas y amigas. Y todo urdido gracias a la retorcida trama del más puro folletín. «Ha desaparecido un collar» y «La Pasión de Bernardette» ya marcaron un hito, haciendo de la escucha radiofónica algo multitudinario. A los seriales se unía siempre la audición de un mensaje publicitario, generalmente ofrecido por el patrocinador, mensaje que solía ser musical a base de milonga, marchiña o pasodoble. Enorme difusión alcanzó el tema ofrecido por el Cola-Cao, aquel que cantaba: «Yo soy aquel negrito / del África tropical, / que cultivando cantaba / la canción del Cola-Cao, / y como verán ustedes / les voy a relatar, / las múltiples cualidades / de este producto sin par: / Es el Cola-Cao desayuno y merienda / ideal... / Cola-Cao, Cola-Cao. / Lo toma el futbolista / para entrar goles, / también lo toman los buenos / nadadores, / y si lo toma el ciclista / se hace el amo de la pista, / y si es el boxeador... / ¡Pum! ¡Pum! / golpea que es un primor...»
El año 1952 fue el de «Lo que no muere», convertido en «Lo que nunca muere» para darle mayor énfasis. El éxito que obtuvo este serial fue algo inaudito. Su propio autor, Guillermo Sautier Casaseca, que lo escribió en colaboración con Luisa Alberca, lo explicaba así: «"Lo que no muere" fue una bomba radiofónica. Se escuchó con interés desde sus primeros capítulos. De cinco a cinco y media de la tarde era una hora prohibitiva para hacer visitas o llamar por teléfono. El radioyente comentaba las incidencias de Carlos López Doria (el protagonista) en todas partes. En las peluquerías, las señoras pedían que se les quitase el casco secador para escuchar "Lo que no muere". El que llegaba a casa del radioyente a las cinco, debía permanecer mudo hasta que finalizaba el capítulo y, antes de entrar en materia, estaba obligado a comentar lo que le sucedía a López Doria con Nita y la pobre Margarita.»
Hay que reconocer que el propio autor no exageraba lo más mínimo al juzgar el impacto de su obra.
La trama era ejemplarmente folletinesca: una rencilla familiar separa a dos hermanos. Uno de ellos, Carlos, se educa en un ambiente digno, de nobleza y de recto sentido del deber. El otro, Enrique, en un ambiente de miseria, se deja llevar por ideas basadas en el odio y la venganza. La guerra civil los separa todavía más, haciéndolos pelear uno en cada bando enemigo. Enrique completa su educación en Rusia. Carlos, militar de gran prestigio y excelente posición social, vence a su hermano en todos los terrenos, sin conocerlo. Finalmente, tras una serie de peripecias indescriptibles en las que resplandecen los valores religiosos y morales, triunfa la comprensión humana con reconciliación y apoteosis final.
El éxito creciente y arrollador consumió capítulos a granel, ante el sinnúmero de incidencias que se acumulaban. Del meteórico exitazo da idea el que, rápidamente, se rodó una versión cinematográfica, se montó una obra de teatro y hasta se editó un libro. Comentando la película, escribió F. Méndez Leyte (padre): «A lo largo del movimentado relato, en "Lo que nunca muere" ocurren tantísimas cosas, que al espectador apenas si le da tiempo para discurrir sobre la verosimilitud del asunto, que tanto había deleitado a los que tienen tiempo para escuchar semejantes historias radiofónicas.»
El camino del éxito, a través de las ondas, estaba abierto gracias a una fórmula sensiblera y, por tanto, infalible. Y a «Lo que nunca muere» le sucedieron posteriormente «Se abren las nubes», «La sangre es roja», «Un arrabal junto al cielo», todas con la firma de los acreditados autores de la inmortal trama.
Para hacer frente al posible desmadre playero
La presencia turística, cada vez más ostensible, hizo temer que las austeras normas impuestas al estar en los lugares playeros pudieran irse relajando. Este temor hizo que se organizase un Congreso Nacional sobre el candente tema, del cual la Agencia Cifra ofreció la siguiente noticia: «Valencia. El viernes, sábado y domingo se celebrará el I Congreso Nacional de Moralidad en Playas y Piscinas, organizado por la Comisión Episcopal de Moralidad y Ortodoxia de España. El programa del Congreso, lleno de temas del más alto interés, comprende, entre otras, las siguientes ponencias:
»"La playa y los baños, preocupación angustiosa de las Vocalías de Moralidad de Acción Católica", por el doctor Francisco Yarza. "La obra del Apóstol Santiago en Madrid", por el doctor Lazcano. "Consideraciones de un sacerdote médico acerca de la moral playera", por el doctor Janini. "La mujer en la playa: cómo comportarse", por doña Mercedes Castellary. "Cómo se pierden", por la directora del Reformatorio de Godella en Valencia.
»Se prevé que, entre las resoluciones del Congreso, estará la de instar a los poderes públicos a que mantengan la prohibición de tomar el sol conjuntamente las personas de ambos sexos.»
Siniestro tranviario en Madrid
El pésimo estado de los transportes urbanos en la capital de España culminó en un trágico accidente que llegó a costar el cargo al alcalde. He aquí la noticia, tal y como se recogió en el diario ABC del 29 de mayo: «Anoche a las nueve menos cuarto, el tranvía 135 de la línea 31 (Plaza Mayor-Carabanchel), que descendía por la calle de Toledo abarrotado de viajeros, descarriló a la entrada del puente de Toledo y se precipitó en el vacío después de romper el pretil, cayendo en uno de los huertos de la margen izquierda del río, tras un salto de ocho a diez metros.
»Quince personas resultaron muertas a consecuencia del accidente, y ciento doce filiadas hasta las cuatro de la madrugada, heridas.
«Algunos de los viajeros, que iban colgados de los estribos y las ventanillas del vehículo, al darse cuenta del peligro que se avecinaba al descarrilar aquél, se arrojaron a la calzada, pero todo sucedió tan rápidamente, que la mayoría de ellos cayeron al barranco con el tranvía. Al chocar contra el suelo salieron despedidos los pasajeros que iban en su interior, ya que el coche quedó completamente destrozado, y sus restos se esparcieron en una extensión de más de cincuenta metros cuadrados.
»Dado el difícil acceso al lugar donde fue a parar el tranvía, los trabajos de salvamento resultaron muy penosos, pero se organizaron con rapidez. La evacuación de los heridos se inició muy pocos minutos después de ocurrir el hecho.
»En varios camiones que pasaban por el lugar del suceso, en coches particulares, taxis y ambulancias y vehículos del Parque de Bomberos se verificó el traslado de los heridos a varios centros benéficos...»
No a los concursos de belleza
El periódico Ya, del 5 de noviembre, daba esta noticia procedente de Roma: «Toda la prensa católica italiana publica el decreto de la Sagrada Congregación del Santo Oficio que condena los concursos de belleza, por considerarlos peligrosos y constituir una seria amenaza para la piedad y la moralidad.»
Por su parte, el cardenal primado, doctor Pla y Deniel, manifestó a este respecto: «En los concursos de ganado se atiende sólo al cuerpo de los animales que carecen de alma racional, pero en los concursos de hombres o de mujeres, por ser personas humanas, hay que atender a algo más que al cuerpo.»
Contra el lujo desmedido inoportunamente
Circular del arzobispo de Zaragoza contra el derroche que los nuevos ricos prodigan en ocasión de la primera comunión de sus vástagos:
«Zaragoza. El arzobispo doctor Doménech, en una circular que aparece en el último Boletín Eclesiástico, da la voz de alarma contra el lujo desmedido y creciente que se observa en las primeras comuniones.
»Entre los males de este lujo —afirma el prelado— se encuentra el que esta moda retrae a las familias modestas y a los pobres de celebrar la primera comunión de sus hijos a su debido tiempo, por creerse obligados los últimos a gastar lo que no pueden, agravándose así las diferencias de clase, en estos tiempos desventurados en la ostentación y en el olvido de las virtudes de la pobreza.» (Mayo de 1952.)
Fluidez económica
Editorial de La Vanguardia con motivo del fin del racionamiento, dando razones patrióticas, justificativas del hambre padecida: «Tampoco Franco envió a pelear las naves de la economía española con los elementos, porque contra ellos nada hay invencible.
»Elementos, y no sólo meteorológicos, se conjugaron contra España en los años últimos, y nos obligaron a una época de restricciones, de escasez y de penuria que los españoles sobrellevaron con resignación heroica. Antes que hipotecar en nada la dignidad nacional, y, por tanto, nuestra independencia y soberanía, España supo, como vulgarmente se dice ahora, apretarse el cinturón. Pero los malos tiempos —los meteorológicos y los otros— han pasado, y a la vista está la flexibilidad con que se mueven hoy los mercados interiores en los artículos de primera necesidad. La patata barata, el arroz fácil, abundante aceite, sin tasa el pan y tantos otros elementos primarios de la vida; la compra para los hogares ha adquirido una fluidez y una agilidad que son reflejo exacto de las que presiden la política económica del Gobierno.
»Lo cierto es que la vida se ha hecho más fácil en España, que la escasez empieza a ser ya histórica y no realidad de todos los días... Y en el comercio exterior ocurre otro tanto, aunque los resultados no sean tan patentes y espectaculares como los que pueden observarse en la tienda de comestibles o en la tahona de la esquina. Todo ello significa que la política de estrecheces y de abnegaciones, preconizada en los años adversos, ha sido fecunda como lo es siempre el dolor. Y que la dignidad de España salió, en efecto, invicta de la durísima e histórica prueba.»
No a Las Leandras
El hecho de que se hubiera sometido a censura una versión «blanca» de la famosa revista Las Leandras mereció el siguiente comentario de una publicación eclesial: «Pretender a estas alturas representar Las Leandras, por más que se haya adecentado su vulgar texto, es desear que volvamos al clima soez, procaz y arrabalero de la época en que se estrenó. Y creemos que ha llovido mucho y derramado mucha sangre, como para permitirnos reestrenar una obra representativa de lo más obsceno y vulgar que nos trajo la II República.»
Franco, primer pescador de España
La afición del Caudillo a la pesca deportiva era glosada en la revista Semana de esta gráfica manera: «A bordo del Azor, recorrió S. E. las zonas del Cantábrico donde es fama que abundan determinadas especies cuya captura exige mucha destreza, principalmente los atunes y otros peces de parecido tamaño y fuerza notable. El Generalísimo evidencia una especial habilidad en la pesca, toda vez que ciertas modalidades de ésta requieren condiciones que sólo poseen los deportistas avezados. Las costas de Guipúzcoa y de Santander y las bocas de las rías gallegas, han sido los parajes más frecuentados por nuestro Caudillo. En todas cuantas localidades ha sido visto, el pueblo le ha hecho objeto de entusiásticas muestras de admiración.»
Calificación moral de los espectáculos
La Junta de Calificación de Espectáculos, dependiente del Ministerio de Información y Turismo, estableció para las películas que pasaban el control de la censura —cosa que no ocurría con las que trataban temas «subversivos» o «amorales»—, la siguiente clasificación:
Apta para todos los públicos, como Garbancito de La Mancha.
Para jóvenes de 14 a 18 años, como Mujercitas.
Para mayores de 18 años, como Cantando bajo la lluvia.
Para mayores con reparos, como Cuando ruge la marabunta.
Gravemente peligrosa, como Gilda.