CUENTOS DE MEDIANOCHE
(RELATOS PROCEDENTES DE RECUERDOS PERSONALES DE HENRY IRVING)

(Midnight Tales)

EL FUNERAL (EL DOLOR DE UN VIUDO)

La otra historia era la del funeral en Dublín por una joven esposa. El enterrador, como era su costumbre, lo organizó todo atendiendo hasta el último detalle de las normas de la etiqueta mortuoria. Atareado con todo cuanto había que hacer, dijo al viudo:

—Usted, señor, naturalmente irá en el carruaje de la madre de la difunta.

—¡Cómo! ¿Yo en el mismo carruaje que mi suegra? Lo dudo mucho.

—Pero, señor, le aseguro que ha de ser así. Se trata de una regla inviolable, respaldada por precedentes que no admiten reparos —protestó el horrorizado enterrador.

Pero el viudo era obstinado.

—¡No pienso ir con ella! ¡Y no hay nada más que decir!

—Pero, señor, piense en la importancia de la ocasión, y en la publicidad, en la… posibilidad de un escándalo.

La voz se le extinguió. El viudo, no obstante, se mantuvo firme en su decisión, por lo que el enterrador expuso el problema a los amigos de aquel, que aguardaban instrucciones. Los amigos rodearon al viudo y le dejaron claro que no estaban de acuerdo con él.

—No tienes más remedio que hacerlo, amigo. Es necesario.

—¡No lo haré! ¿Ir con mi suegra? ¡De eso nada!

—Escucha, amigo…

—Ya os he dicho que no. Iré en cualquier otro carruaje que me digáis, pero no en ese.

—Bueno, claro, si no quieres, pues no quieres. Pero piensa que luego se puede volver en tu contra, que se interpretará como una afrenta por tu parte a la pobre difunta. Tú la querías, Jack, lo sabemos todos, así que seguro que eso no te gustaría.

Este argumento se impuso. El viudo dijo que sí al enterrador y se puso los guantes negros. Cuando se encaminó hacia el carruaje señalado, se volvió hacia sus amigos y les dijo bajando la voz:

—Lo hago porque me habéis dicho que no me queda otro remedio, y por la pobre chica. ¡Pero me habéis arruinado el día!

EL MISTERIO DE SHAKESPEARE

En un hotel del lejano Oeste, un grupo de hombres discutía en el bar sobre la cuestión de Shakespeare y Bacon. Los ánimos se fueron caldeando, hasta que unos cuantos terminaron por desenfundar las pistolas. Alguien intervino y propuso la mediación de un árbitro. El elegido fue un irlandés, que durante todo el tiempo había permanecido sentado fumando, sin decir ni una palabra, lo que probablemente lo convertía en el candidato indicado para desempeñar el papel. Cuando hubo escuchado los argumentos de ambas partes, dio su veredicto:

—Caballeros, mi veredicto es el siguiente: ¡Esas obras no fueron escritas por Shakespeare! ¡Pero las escribió alguien que se llamaba igual!

UN TRATO CON EL DIABLO

Otra historia era la de un niño pequeño, uno de los hijos de una familia numerosa. En una ocasión, el muchacho pidió que le permitieran irse a dormir a la hora del té, petición tan insólita que dejó perplejas a todas las autoridades domésticas. La madre dijo que no, pero el niño gimoteó e insistió, y finalmente se salió con la suya. El padre estaba en esos momentos en su estudio, en la parte trasera de la casa, y se hallaba contemplando el jardín cuando vio al niño, vestido con su pequeño camisón, salir al jardín y, sigilosamente, esconderse en un rincón tras unos arbustos. Llevaba en la mano un pequeño rastrillo de jardinero. Unos minutos después, volvió a entrar calladamente en la casa. El padre sintió curiosidad y fue a ver lo que había sucedido detrás de los arbustos. La tierra estaba recién revuelta, y decidió investigar un poco. Apenas tuvo que cavar unas pulgadas antes de encontrar un sobre cerrado, enterrado por el niño. Dentro había una cerilla de la marca Lucifer y una tira de papel donde, escrito a lápiz con una caligrafía desgarbada, decía:

«Querido Diablo, por favor, llévate a la tía Julia».