Capítulo 27
A Noah le sudaban las palmas de las manos cuando se presentó en casa de los North. Había pasado mucho tiempo en su casa cuando era muchacho, pero desde la universidad ya no había vuelto tan a menudo. Después de la San Diego State, Baxter y él habían alquilado un apartamento en el pueblo, encima del supermercado, hasta que Noah se dedicó a las carreras y consiguió ganar lo suficiente para abrir la tienda y comprarse una casa. Había dejado el apartamento al cabo de un par de años, pero Baxter había decidido quedarse allí hasta que pudo permitirse una casa propia.
Aunque la casa de clase media de los North le resultaba a Noah tan cómoda como familiar, ya que además sus propios padres vivían en la casa contigua, en aquel momento no se sentía en absoluto cómodo. Lo que estaba a punto de hacer iba contra algo que siempre había creído: dejar que la gente resolviera sus propios problemas.
Pero lo había reflexionado cuidadosamente y estaba determinado a hacerlo. Quizá Baxter no se lo agradeciera, pero la verdad había que decirla… y si tenía que ser él quien pagara las consecuencias, así sería.
La luz de porche se encendió antes de que abrieran la puerta.
–¡Noah! –sonrió la madre de Baxter–. ¡Qué agradable sorpresa!
Noah miró su reloj. Eran las diez menos cuarto, un poco tarde para visitarles, pero había necesitado algún tiempo para reunir el coraje necesario.
–Lamento molestarla. ¿Está el señor North?
–Sí. Hace una hora que hemos vuelto del hospital. Está viendo a los Niners. Grabó el partido en vídeo mientras estábamos fuera.
Noah ya sabía que los Niners habían ganado, pero no dijo nada al respecto.
–Me gustaría hablar con los dos, si no les importa.
–Por supuesto que no. Entra.
Le sostuvo la puerta y Noah pasó por delante de un par de calabazas de Halloween que estaban a punto de apagarse.
–Sam, es Noah –llamó.
–¿Noah?
Cuando Noah entró en la habitación, el televisor se apagó y el padre de Baxter se inclinó hacia delante, accionando su sillón.
–No se levante –dijo Noah.
–¿Qué te trae por aquí? –le preguntó el señor North–. ¿Estabas al lado visitando a tus padres?
–No, he venido directamente.
Al detectar su tono sombrío, el padre de Baxter entrecerró ligeramente los ojos.
–¿De qué?
–Me gustaría hablar con ustedes.
La señora North se alisó su blusa.
–Claro. Toma asiento. ¿Puedo… puedo traerte una bebida o…?
–No, gracias. Estoy bien.
–¿De qué se trata? –preguntó el señor North.
–Es sobre Baxter.
–Me lo figuraba. Pero… él se pondrá bien, Noah. Ya ha superado lo peor. Y estamos consiguiéndole la ayuda que necesita. He estado haciendo llamadas, buscando un psicólogo reputado. Ha aceptado ayudarnos.
–Esa es una buena idea. Pero… creo que va a ser necesario algo más que eso.
Al cabo de un momento de silencio, el señor North le preguntó:
–¿Qué quieres decir?
–Creo que va a ser necesario conocer la verdad.
El padre de Baxter miró ceñudo a su esposa antes de volver a concentrar su atención en Noah.
–¿Y cuál es la verdad?
–Su hijo es gay, señor North.
Apretó la mandíbula.
–¿Perdón?
–Creo que se ha estado enfrentando a problemas de autoestima, y dudo seriamente que pueda superarlos hasta que sienta que es aceptado por ustedes tal como es.
–¡Baxter no es un asqueroso homosexual! ¿Qué te da derecho a venir aquí y a decirme esto, por cierto?
A Noah se le revolvió el estómago.
–Él es mi mejor amigo. Eso es lo que me da el derecho. Aunque, después de esto, probablemente dejará de serlo. A pesar de ello, espero que la verdad consiga… consiga finalmente hacer que se sienta cómodo consigo mismo.
El señor North se levantó.
–¿Tú eres su amante? ¿Es eso lo que estás diciendo? ¿Sabes que es gay porque tú has estado acostándote con mi hijo?
La imagen mental que evocaron aquellas palabras le hizo retorcerse por dentro.
–¡No!
–¿Entonces lo ha admitido él?
De ningún modo iba a revelarle a nadie el episodio del beso, aparte de Addy.
–No fue fácil para él, pero sí.
–¡Estás mintiendo! –esas dos palabras parecieron resonar en toda la casa–. Habría visto alguna señal. Él… él jamás elegiría esa opción. Él sabe que odio a los homosexuales. ¡Hasta Dios los odia!
–Creo que ese sentimiento es el que está en la raíz del problema.
–¡No me lo creo! –abrió y cerró los puños–. Martha, él dice que conoce a nuestro hijo mejor que nosotros. Está diciendo tonterías. Él… –el señor North se quedó callado cuando vio a su esposa. Estaba sentada en el sofá con la mano en la boca, las mejillas bañadas en lágrimas–. Estás de acuerdo conmigo, ¿no? Tengo razón, ¿verdad?
–Siéntate, Sam –le dijo ella.
–No. No me sentaré. Quiero que este canalla salga de mi casa. ¡Vete, Noah! No necesitamos que vengas aquí a decirnos lo que es mejor para nuestro hijo. Vergüenza debería darte difundir esos rumores. Baxter ni siquiera quiere hablar contigo. Alguna razón tiene que tener. Vosotros dos os habéis peleado, y es así como te estás vengando.
A Noah le habían entrado ganas de soltar un puñetazo al padre de Baxter cuando dijo que hasta Dios odiaba a los homosexuales. Pero en ese momento tenía todavía más ganas de pegarlo; quizá así pudiera hacer entrar en razón a una mente tan obtusa e intolerante. Pero sabía que no podía perder la paciencia.
–A mí me preocupa su hijo. Yo quiero ayudarlo.
–Él sabe de qué está hablando.
Martha había hablado tan bajo que Sam tardó unos segundos en asimilarlo. Cuando lo hizo, se volvió hacia ella como si fuera a despedazarla, y Noah se levantó, preparado a intervenir.
–Yo… yo encontré algo una vez –Martha miró a su marido con lágrimas en los ojos–. Algunas… revistas. Yo… las volví a dejar debajo de la cama, donde él las había ocultado, y nunca le dije una palabra ni a él ni a ti, pero… no eran las típicas revistas de chicas que una madre podía esperar encontrar debajo de la cama de su hijo.
Parecía como si Sam la estuviera quemando con los ojos.
–¡Tú no sabes si eran suyas! Quizá las estuviera escondiendo para otro, algún amigo… ¡Quizá incluso para Noah!
–No –ella dejó caer la cabeza entre las manos–. Su hermana y yo ya hemos hablado de esto antes. Ella…. ella también se preguntaba si… Yo le ordené que no lo dijera nunca. Pero eso… explica muchas cosas.
–¡Pues entonces podéis iros los dos al diablo! –gritó el señor North.
Los ojos de la señora North se abrieron en una expresión de dolor que pareció refrenar a su marido. Al menos un tanto.
–¡Ah, mierda! –dijo, y abandonó la habitación.
Noah se quedó mirando fijamente la cabeza inclinada de la señora North.
–Lamento haber tenido que decírselo –le dijo–. Debería habérselo contado él, y no yo. Pero…
Ella se enjugó las mejillas.
–Sé por qué lo hiciste.
–Lo siento –se disculpó de nuevo.
–Eso también lo sé. Pero… es mejor que te vayas. Yo… yo me encargaré de Sam.
–¿Estará bien?
–Por supuesto. Está enfadado. Se trata de su hijo, su único hijo. Supongo que todo hombre quiere un hijo que se le parezca a él, y… definitivamente no es el caso de Baxter.
–Que sea diferente no significa que vaya a ser menos.
Ella forzó una sonrisa.
–Es un shock, eso es todo.
Noah asintió. Aquello también había sido un shock para él.
–Buenas noches.
Mientras cerraba suavemente la puerta a su espalda, Noah se sintió enfermo por dentro, aterrado de que hubiera empeorado aun más la vida de Baxter. ¿Qué harían los North? ¿Cómo reaccionarían?
Estaba tan ocupado maldiciéndose así mismo por haber intentado ayudar a Baxter de la que probablemente era la peor manera posible, que se dirigió automáticamente a casa de sus padres en lugar de volver a su camioneta. No planeaba contarle a nadie más lo de Baxter, ni siquiera a sus amigos, pero pensaba que visitar a sus padres podría proporcionarle algún consuelo, sentir un eco de la seguridad que ellos le habían proporcionado siendo niño. Había esperado que Addy le llamara ese día, pero para colmo tenía que luchar con la decepción que ella le había ocasionado.
Acababa de rodear el coche de su madre cuando descubrió que el Range Rover de su padre tenía un golpe. ¿Qué habría sucedido? Su padre y él habían ido en el Range Rover a jugar al golf… ¿cuándo? ¿Apenas tres semanas atrás?
–¿Hola? –llamó mientras entraba en la cocina por la puerta del garaje.
–¡Estoy aquí! –gritó su madre.
Encontró a sus padres en el despacho–biblioteca situado en el salón, donde cada uno tenía su escritorio. Ambos tenían puestas las gafas de lectura cuando alzaron la mirada hacia él.
–¿Cómo es que somos tan afortunados de recibir otra visita tuya tan pronto? –se burló su madre–. Yo creía que estabas demasiado concentrado con la nueva mujer de tu vida para preocuparte de nosotros.
Noah no respondió al comentario. Estaba concentrado en Adelaide. Demasiado para su propia comodidad.
–¿Qué le ha pasado al Rover, papá?
Su padre apoyó los codos en los brazos de su sillón.
–¿Qué quieres decir?
–Tiene un golpe.
–Ah, eso –hizo un gesto de indiferencia–. Es solo el parachoques.
–No me lo dijiste.
–Dylan, el del Amos Auto Body, lo arreglará en cuanto disponga de un momento para llevárselo.
Su madre comentó al mismo tiempo, con tono exasperado:
–Se dio contra un árbol. ¿Te lo puedes creer?
Noah se dejó caer en un sofá cerca de una mesa llena de revistas.
–¿Cuándo?
–La semana pasada –su padre cerró su portátil–. ¿Qué tal está Baxter?
–Mejorando –Noah no quiso entrar en mayores detalles, como tampoco quería hablarles de que había estado en la casa de al lado.
–Me alegro. ¿Y… –su madre se aclaró la garganta– Adelaide?
Su padre habló antes de que ella pudiera responder:
–No creo que ella sea la clase de chica adecuada para ti, Noah.
–¿La clase de chica adecuada? –repitió.
–¿Qué es lo que ves en ella, por cierto?
Noah no pudo evitar sentirse ofendido.
–¿Quieres decir además de que es guapa? ¿Y lista? ¿Y dulce?
–Me dijiste que no ibas a decirle nada –murmuró su madre, reconviniendo a su marido.
La expresión de su padre se tornó arrepentida.
–Lo sé. Debí haber seguido mi propio consejo.
–Pero ahora es demasiado tarde, así que… ¿qué es lo que no te gusta de ella? –le preguntó Noah.
Su madre miró a uno y a otro. Ella pudo haber respondido a esa pregunta, porque obviamente estaba de acuerdo con su marido. Pero esperó a que Brent hablara.
–En el instituto, ella solía perseguir a Cody durante todo el tiempo –dijo él–. Era tan descarada que no le dejaba un momento en paz.
Noah se lo quedó mirando con la boca abierta.
–No puedes estar hablando en serio.
–Estoy hablando completamente en serio. Shania te lo dirá. Pregúntale a ella.
–Si Shania se hubiera sentido amenazada por Addy, te aseguro que yo me habría enterado antes –repuso Noah.
Su madre frunció el ceño.
–No necesariamente. Ella es una buena cristiana. No le gusta cotillear.
Si alguna descarada había allí, era Shania. ¿Cuántas veces se le había acercado a él desde la muerte de Cody?
–Si ese hubiera sido el caso, se habría montado la gran pelea –insistió–. En cualquier caso, yo pasaba con Cody mucho más tiempo que ella. Creo que me habría enterado si Addy hubiera intentado ligar con él.
–Te estoy contando lo que pasó –dijo su padre.
–¿Tienes alguna idea de lo muy tímida que era Addy en el instituto?
Su madre se quitó las gafas.
–Aparentemente, no era tan tímida como tú pensabas.
–Sí que lo era.
Y también había tenido un gran flechazo con él. Se lo había reconocido ella misma. Por lo que podía recordar, ni siquiera había mencionado a Cody.
–En toda su vida se ha acostado con tres hombres. Se casó con el segundo. Yo hago el número tres.
Su padre meneó la cabeza mientras reía entre dientes.
–Ella se ha acostado con muchos más, hijo. Por lo que he oído, incluso se acostó con tu hermano.
Noah se sintió como si le hubieran dado un puñetazo en plena cara.
–¿Cuándo?
–En la fiesta de graduación.
–¡Eso es mentira!
–Pregúntale a Shania –dijo su padre con un encogimiento de hombros.
–Ella ni siquiera estuvo allí. Se fue a Europa justo después de recibir su diploma.
–Tú tampoco estuviste en la fiesta –señaló su padre, pero Noah apenas le oyó. Se dirigía ya hacia su coche.
Kevin esperaba a encontrarse con Shania en el aparcamiento vacío que había detrás de la tienda de licores. Ella le había puesto un mensaje antes, cuando él estaba saliendo de la iglesia con su familia, diciéndole que necesitaba hablar con él. Kevin le había enviado su localización y una hora, las seis, para que ella no se presentara en su casa, y luego se había marchado a «hacer un recado» mientras su esposa preparaba la comida.
Era la primera vez que Shania se había puesto en contacto con él en años. Tenía que estar afectada por algo.
Kevin tenía la sensación de saber lo que era.
Cuando ella entró en el aparcamiento, no perdió el tiempo en saludarlo. Bajó de su pequeño Nissan, cerró de un portazo y empezó con un:
–¿Te quieres creer que esa zorra de Adelaide está saliendo con Noah?
–Lo he oído –y se había estado preguntando cómo podría apaciguar a Shania. Había dosificado estratégicamente la información que le había proporcionado, pero existían obstáculos para cualquier plan de juego. En ese momento, su futuro se hallaba en un equilibrio muy delicado. Nadie estaba hablando, pero necesitaba que la cosa siguiera así. No podía dejar que nadie alterara ese equilibrio.
–No es justo –rabió–. ¡Si él supiera…!
Kevin le pidió con un gesto que bajara la voz.
–Hagas lo que hagas, lo que no puedes es decírselo.
–¿Por qué no? ¡Se merece que todo el mundo sepa cómo es, sobre todo Noah!
–Piensa en cómo podría reaccionar ella. En lo que podría hacer.
Shania dio una patada a un guijarro que rebotó por el suelo.
–¿Qué podría hacer?
–¡Podría denunciar que la violaron! Ella puso eso en la carta que envió a los padres de Cody el verano en que murió Cody, ¿recuerdas?
Ella se le quedó mirando por un segundo.
–Tú me dijiste que esa carta era anónima.
–¿Quién más pudo haberla escrito? –replicó Kevin. La carta tenía que ser de Tom, pero él no quería que ella lo supiera–. ¿Quién más mentiría sobre la noche de la graduación?
–No importará nada. Es su palabra contra la nuestra. Y la de Tom. Y la de Derek. Y la de Stephen. Todos vosotros sois personas bien conocidas, bien asentadas. Ella ha estado fuera del pueblo durante años.
–No podemos fiarnos de eso. Por lo que sabemos, guarda evidencias de ADN. Sus bragas, o algo así. Puede pedir analizar el semen después de un delito. Lo he visto en la televisión.
–Vale, tu semen está en sus bragas. ¿Y qué quiere decir eso? El sexo consentido no es violación. Todo el mundo estaba borracho en aquella fiesta. ¿Cómo demostrará ella que no fue una participante voluntaria?
Era allí donde residía el engaño. Pero Shania quería creer en él.
–Tú y yo sabemos que tenía debilidad por los jugadores de béisbol. No se perdía un partido y se pegaba al equipo todo lo posible. Ella quiso hacérselo con todos nosotros aquella noche, a pesar de que la mayoría de la gente diría que era demasiado tímida para mostrarse tan sexualmente agresiva.
–Mucha gente deja de ser tímida una vez que empieza a beber alcohol –señaló ella–. ¿Y por qué habría de guardar sus bragas?
–Como trofeo. ¿Por qué si no? O… –vaciló, abriendo deliberadamente un silencio dramático para excitar su interés.
–¿Qué? Dilo.
–En caso de que alguien intentara hacerla responsable de la muerte de Cody.
Ya estaba. Había soltado la bomba. Y vio que reaccionaba con la consecuente expresión de asombro cuando se quedó pálida.
–Lo último que me dijo Cody fue que volvía a la mina para asegurarse de que ella estaba bien –añadió él.
–¿Y por qué no iba a estarlo?
–Nos encontrábamos en diferentes zonas de la mina cuando estuvimos… ya sabes, echando un polvo. Cody no estaba seguro de que ella fuera capaz de encontrar la salida. Y no tenía coche. Había acudido con Sophia, pero Sophia se fue a casa con otro.
–¿No fue su cazadora lo que fue a buscar? ¿Me estás diciendo que Cody no habría muerto si no hubiera vuelto a por ella?
Hundiendo las manos en los bolsillos, Kevin bajó la voz para dar a su siguiente comentario el énfasis adecuado.
–Estaba bien cuando él dio media vuelta para regresar a la mina.
Ella le aferró del brazo.
–Pero fue un accidente, ¿verdad?
–¿Quién sabe lo que fue? Ella pudo haberse puesto furiosa, arrepentirse de lo que había hecho e intentar culparlo a él. O quizá él quiso hacérselo otra vez con ella, ella se negó y se montó una pelea…
–¡Aj! ¡No! –Shania arrugó la nariz–. ¿Por qué habría de querer hacérselo con ella cuando me tenía a mí?
Kevin alzó las manos.
–Quizá fuera al revés. Simplemente es un poco extraño que ella saliera de la mina y él no. Yo siempre me he preguntado si… si ella tuvo algo que ver con su muerte. Y si eso es verdad, bien podría haber guardado sus bragas en caso de que alguna vez tuviera que enfrentarse con aquella acusación. Porque entonces ella podría tergiversarlo todo, presentándose como la víctima.
Shania se apoyó en el muro de la tienda de licores.
–Eso es imperdonable…
–Por lo que sabemos, es hasta posible que le golpeara la cabeza con una roca y le enterrara debajo de todos esos escombros. Cosas más extrañas han sucedido.
–A Noah deberían decirle con qué clase de persona se está relacionando –susurró ella.
La intensidad que reflejaban aquellas palabras hizo que Kevin temiera haber llegado demasiado lejos.
–Él no te creerá, aunque se lo digas. Y si hablas, mi esposa sabrá que yo estuve con otra mujer después de que ella se marchara de aquella fiesta. Ella nunca me lo perdonará.
–Eso fue antes de que os casarais.
–No importa. Será igualmente una traición. Tú y Cody tampoco estabais casados, pero… ¿realmente quieres que todo el mundo sepa que él te engañó la noche en que murió?
Contaba con el hecho de que ella no lo haría. Shania siempre había estado muy orgullosa de su estatus como novia de Cody Rackham. Si se corría la voz de que él había estado con otra mujer, eso sugeriría que no la había querido tanto, después de todo. Perdería su imagen de un perfecto amor con final trágico, la imagen que todavía usaba para suscitar compasión.
–No, no quiero que nadie lo sepa –admitió ella–. Todavía no puedo creer que lo hiciera. No lo habría hecho si ella no lo hubiera incitado.
–Todos nos lo hicimos con ella, por turnos. Solo fue sexo. No significó nada.
–¿Solo sexo? –le espetó–. A él no le habría gustado que yo me hubiera abierto de piernas con cualquiera.
Kevin sabía que estaba sufriendo un ataque de celos, pero aun así le entraron ganas de estrangularla. Había estado sometida a demasiada presión desde que Addy volvió al pueblo. Por el bien de él, Shania no podía dejarse arrastrar por aquellas emociones.
–¿Cómo te puede preocupar eso cuando lleva tantos años muerto?
Ella se lo quedó mirando boquiabierta.
–¡Él fue el amor de mi vida! Y Noah es su hermano gemelo. No quiero que ella se marche tranquilamente con Noah si es que Cody murió por su culpa.
Eso a Kevin no le sorprendió. Tras la muerte de Cody, Shania había pretendido sin cesar a Noah y se había retirado con las manos vacías. Noah nunca había estado interesado en ella.
–Noah pasará página pronto. Lo último que querrías sería obligarlo a escoger bando.
Su malhumorada expresión le recordó a una niña.
–Él no la elegiría a ella, no si supiera lo que sucedió la noche de la graduación.
–¡Pero no lo sabrá! Podemos decírselo, pero él no estuvo allí, y ella defendería también su versión. Confía en mí, tienes que mantener la boca cerrada.
Con un gruñido exasperado, se marchó enfadada, pero se giró de golpe cuando apenas hubo dado unos cuantos pasos.
–No es justo que ella consiga exactamente lo que quiere cuando a mí me ha costado todo.
–Su relación no durará –le prometió Kevin–. Ya lo verás –inclinó la cabeza, mirándola directamente a los ojos–. Entonces… ¿estás conmigo?
Ella no respondió.
–¿Shania?
–Estoy contigo –dijo, mostrándose de repente más triste que furiosa–. Pero solo porque no quiero que Addy le diga a todo el mundo que lo que contó en aquella carta a los padres de Cody es cierto. Eso les haría sufrir mucho.
–Ahí lo tienes –dijo, y se apresuró a volver a su coche. Tenía que llegar a casa antes de que su esposa terminara de preparar la cena. Pero cuando se estaba alejando, detectó un movimiento.
¿Había estado alguien cerca, posiblemente en el callejón, mientras ellos estaban hablando? Y, si había sido así, ¿había oído lo que se había dicho?
Con el corazón acelerado, frenó y salió a comprobarlo. Había visto algo… ¿un abrigo de mujer? Pero no pudo encontrar a nadie.
–¿Quién está ahí? –gritó.
Satisfecho al no recibir respuesta, subió de nuevo a su coche. Debía de estar imaginándose cosas. Últimamente se estaba volviendo paranoico.